jueves, 30 de agosto de 2018

El caos de las toallitas húmedas

Las toallitas húmedas están de moda. Si bien se trata de un artículo muy práctico cuando no tenemos acceso a agua y jabón, su consumo desmesurado y su mal uso han provocado un grave problema de contaminación.


En los últimos años, las toallitas húmedas han pasado de ser exclusivamente para limpiar a los recién nacidos a emplearse para quitar suciedad a coches, zapatos, gafas, muebles, o para desmaquillarse. Las hay de muchos tipos y para distintos usos, y en todos los casos se presentan como la solución ideal de usar y tirar.

Las toallitas húmedas están hechas con fibras muy resistentes y tardan en desintegrarse bastante tiempo a diferencia del papel higiénico convencional. Éstas se juntan con otros productos de cuidado personal que lanzamos de forma desacertada al inodoro, como pañales, compresas o tampones, y con el tiempo crean una masa de residuos sólidos que se adhiere a cualquier curva en el sistema de alcantarillado provocando grandes atascos.

No hace falta imaginárselo, todos hemos visto en la tele imágenes relacionadas con este desastre medio ambiental tan impactante.

El pasado octubre, en Valencia, una bola de casi un kilómetro de longitud obstruía la conducción principal de aguas residuales de la ciudad. Esta masa compacta y espesa era todavía más grande que la que causó estragos en San Sebastián en el pasado septiembre. Además de obstruir la red de saneamiento, pueden llegar prácticamente intactas a ríos y mares después de pasar por depuradoras que no pueden tratarlas o como consecuencia de un reventón como pasó en noviembre en Ibiza.

Estos restos al llegar al mar o a nuestros ríos son confundidos con alimento por peces, aves y mamíferos que pueden acabar muriendo ahogados tras ingerirlos. En otras ocasiones, las sustancias entran a formar parte de la cadena alimentaria. Además del daño medioambiental, la eliminación de las toallitas higiénicas tiene un gran coste económico. En Europa, el tratamiento de estos residuos cuesta entre 500 y 1.000 millones de euros al año. En España, la Asociación española de Abastecimientos de aguas y saneamiento ha cuantificado las pérdidas en 200 millones de euros cada año. Un importe que pagamos entre todos.

Todo esto es evitable, bastaría con utilizar las toallitas ocasionalmente, optar por comprar aquellas que van en envases flexibles y no rígidos y, principalmente, nunca tirarlas al váter, incluso si en sus etiquetas pone que el producto es desechable.

Para lograrlo y acabar con el monstruo de las cloacas, las administraciones se están poniendo las pilas. El PSOE propuso impulsar una campaña institucional para alertar a los consumidores sobre las consecuencias medioambientales y económicas del uso inadecuado de este producto, haciendo especial hincapié en recomendar su uso ocasional y en que no deben de arrojarse al inodoro. Asimismo, la propuesta incluye que se obligue a los fabricantes a poner en el etiquetado, siempre y de forma destacada, que no deben tirarse por el váter por el peligro de atasco en cañerías y depuradoras y que se prohíba la utilización de mensajes que induzcan al comprador a considerar que estos productos son sostenibles, biodegradables o similares al papel higiénico.

Hay que reeducar a la ciudadanía en sus conductas diarias advirtiéndoles del daño medioambiental que estos productos provocan. Sinceramente pienso que es la única forma de garantizar que los productos de cuidado personal no entren en el sistema de aguas residuales. Es vital para revertir la situación concienciar a la gente de que el WC no es el lugar idóneo para deshacernos de cualquier residuo doméstico.

En definitiva, tenemos que ser conscientes con nuestro comportamiento para preservar el medio ambiente, no basta con las campañas informativas de organizaciones medioambientales o la difusión de recomendaciones por parte de las administraciones para concienciar a los consumidores. Con un simple gesto tuyo este problema desaparecería.

Es muy fácil, No las tires al inodoro, No alimentes al monstruo. No utilices el inodoro como “cubo de basura”.

P. Sardinero