miércoles, 11 de julio de 2018

Angeles de pantalón corto


     Hubiera sido digno de escuchar la conversación de aquellos tres amigos de cuarto de primaria, cuando un buen día, decidieron llevar en secreto un plan en el que se comprometían a ser como los “Ángeles Custodios” de todos los niños del colegio.
     Durante las clases se fijarían en quienes tenían problemas con las lecciones, para luego ayudarles en la medida de sus conocimientos, y durante el recreo recorrerían  el patio para no dejar que nadie estuviera solo, sin jugar, aburrido, o se viese envuelto en alguna pelea. Ellos, los ángeles del cole se sentían contentos de esta gran idea y se pusieron manos a la obra en cuanto pudieron.
     El impulso de la ilusión, la inocencia de la edad y la fuerza de la juventud hizo que pronto se notara, sobre todo en el patio, cómo siempre aparecían los tres a defender al mas perjudicado en una riña, o en cualquier otro altercado, fortaleciendo los lazos de amistad con sus compañeros protegidos.
     Pero del mismo modo que hay corazones nobles que buscan el bien sin egoísmos, que transmiten alegría, que dan paz con su bondad, también los hay corrompidos y maliciosos.
    De este modo un día al salir de clase y antes de despedirse los tres amigos, se vieron acorralados por la pandillita de los “mandones  del cole”, los que con su sola presencia asustan. Les propinaron una buena paliza, amedrentándolos para que dejaran de meterse en sus asuntos, o sea en sus acosos, y abusos de  “poder” con los mas pequeños y débiles.
    Los “tres ángeles”, tuvieron que ser atendidos en el centro de salud mas cercano, y por este motivo salió a la luz aquel secreto de amistad.
Esta historia real, ocurrida hace unos años , invita a una profunda reflexión sobre qué es la bondad.  En ocasiones el concepto de bondad  es confundido con el de debilidad, siendo  exactamente lo contrario. Es precisamente necesaria la fortaleza para saber controlar el carácter y  sus ímpetus,  para convertirlos en mansedumbre, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades.
    Como consecuencia perfecciona, a quien  en ella se ejercita. Vemos pues que no es algo blandibú, ni afectado.
    Sin embargo las actitudes agresivas que se manifiestan con  malos modales, las maneras de hablar y tratar a los demás  con palabras altaneras, burlescas o agresivas, muestran como principal carencia faltas de educación y elegancia.
 Que erróneo resulta pues ese  considerarse superior por usar estos recursos. ¡Qué equivocados! Al hacerlo, nos convertimos en seres realmente incapaces de escuchar con interés y tratar con amabilidad a todos los que acuden a nosotros buscando un consejo o una solución.
    La bondad es una inclinación natural y educable a hacer el bien. Siempre paciente y con ánimo equilibrado, perfecciona a la persona que la posee, porque sabe dar y darse transmitiendo aliento y entusiasmo a quienes le rodean.

      Los chicos de aquel colegio tenían  bondad natural, esa que  no se detiene a buscar las causas, sino a comprender las circunstancias que ha puesto a las personas en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación. Tendían a ver lo bueno de los demás haciéndose solidarios.
No sabían que eran virtuosos, cosa que hoy se paga muy caro y lo comprobaron en su propia piel.

    Hay un gran pulso con una mano dominante de exasperación, ira, soberbia... que amenaza con erradicar el bien y la bondad.
    Dar las gracias, pedir las cosas por favor, atender en una conversación, saber escuchar, pedir perdón, sin hacer tragicomedias cuando sea necesario, sonreír. Todo esto, básico pero de capital importancia, es como el otro brazo que se hace fuerte desde lo pequeño, ejercido en lo cotidiano, como abono fértil y fecundo para una abundante cosecha  de gente comprometida con el bien.

Lucía Sanz

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