lunes, 2 de septiembre de 2019

Los peligros de las redes

Unos meses atrás apareció en los medios una noticia tremenda: «Una mujer se suicida». Me ha impactado, como no podía ser de otra manera, igual que a muchos de vosotros, esa noticia que comentaron todas las redes. Una mujer se ha suicidado. ¿Por qué? ¿Qué razón había detrás?

La razón es bien triste: porque estaba circulando un vídeo porno de contenido sexual suyo con un amante, de una relación anterior, por las redes. Si nos quedamos únicamente con el título de la noticia, uno se piensa que el amante es un ser desalmado que en un momento concreto decide vengarse de ella, pero parece ser que esto no se ha producido así, según han ido explicando los medios de comunicación.

La pareja en cuestión trabajaba en una multinacional de automoción llamada IVECO, con una plantilla aproximadamente de 2.500 empleados. Es fácil entender el impacto en esta mujer. Dicen que la historia se remonta a unos cuatro años atrás, aproximadamente. Cuando empezó a circular este vídeo por toda la empresa, comentaron que había algunos compañeros que se acercaban a verla para comprobar que efectivamente era ella la mujer del vídeo.

Y hay que sumarle el terror al comprobar que esta historia llegara a oídos de su marido, porque en este intervalo de tiempo ella había formado una familia. El marido efectivamente no sabía nada. Ella sufrió un ataque de pánico y no fue capaz de soportar la presión. También comentaron que se dirigió a la dirección de su empresa y no le prestaron ninguna ayuda porque entendieron que era un tema privado y lo tenían que resolver ellos. Parece ser que está pareja en su momento estuvo enviándose correos desde su centro de trabajo, y la empresa se supone que tenía el control de todos los correos. Se entiende que los empleados, naturalmente, no sabían nada. Parece ser que el amante en ningún momento puso en circulación este vídeo, y no está claro todavía de quién partió la idea de hacerlo circular entre una plantilla de empleados tan enorme. Cómo no iba esta mujer a sufrir un ataque de nervios al enterarse; es comprensible que no pudiera con la presión en el trabajo, en su entorno familiar, y se quitó de en medio.

Ahora, cuando ya las circunstancias no van a cambiar nada, todos se arrepienten: la empresa, quizás, por no haber prestado ayuda; y, seguramente, los empleados, por haberse mofado de esta historia. Pero lo que nos queda muy claro es que no somos conscientes y alegremente enviamos nosotros mismos correos, datos, fotos y todo tipo de información, y las redes están siendo utilizadas por cualquiera que puede hacer “buen” uso de todo ello, sin nuestro consentimiento. Deberíamos aprender de un drama semejante.

Para esta pareja, utilizar las redes les ha costado: a ella la vida, un marido destrozado y dos niños de 4 años y 9 meses sin madre; y al amante, si es un hombre de bien, una marca para el resto de su vida.

Amelia G. Luengo

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