lunes, 3 de febrero de 2020

Visita al Museo del Prado

13 de enero de 2019

Marta Mena


La Mesa de los pecados capitales
Es un óleo sobre tabla de Jerónimo Bosch (1450-1516), más conocido como "El Bosco", nacido en los Países Bajos. Fue Felipe II el primero y más insigne coleccionista de sus obras, las cuales adquiere para el Palacio de El Pardo y el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial.

En este cuadro el autor representa los siete pecados de una forma original:

En La lujuria se nos muestra una tienda de color rojo intenso plantada en el campo, donde dos parejas de enamorados celebran una comida campestre. A un lado, dos juglares o bufones. En primer plano, instrumentos musicales.

La Gula se representa en una escena de interior con cuatro personajes. En una mesa hay un hombre gordinflón comiendo. A la derecha, de pie, otro que bebe ansiosamente de una jarra, lo que hace que el líquido se le caiga pos las comisuras de los labios. A la izquierda, una mujer presenta una nueva vianda en una bandeja. Aparece un niño obeso, simbolizando el mal ejemplo que se da a la infancia, que reclama la atención de su obeso padre. En primer plano, una salchicha se asa al fuego.

La Avaricia. Se escenifica mediante un juicio donde el juez, lejos de impartir justicia, acepta un soborno de una de las partes o incluso de ambas.

La Pereza. Se reproduce una escena donde un eclesiástico duerme ante la chimenea, mientras que una mujer (la Fe), trata de despertarlo para que cumpla con sus deberes de oración.

La Ira se muestra con dos campesinos borrachos peleándose a la puerta de una posada, con jarras de bebida. Uno de ellos es detenido por una mujer, mientras el otro tiene un banco en la cabeza.

La Envidia se manifiesta con una pareja de enamorados (un burgués intenta seducir a la mujer de otro), dos señores (un mercader que mira a un joven noble que lleva un halcón en el puño), y en la calle, dos perros con un hueso.

La Soberbia se representa mediante una mujer en un interior con pequeños objetos de uso cotidiano. Se mira en un espejo que hay en un armario, sostenido por un demonio; a un lado, se ve otra estancia con figuras.

El centro del cuadro lo preside una imagen de Cristo saliendo de su tumba. Se dice que toda la circunferencia es el ojo de Dios, y la imagen de Cristo es su pupila. Bajo esta imagen hay una inscripción en latín: CAVE CAVE DNS (DOMINUS) VIDET ("Cuidado, cuidado, Dios lo ve"). Es una referencia a la idea de que Dios lo ve todo, hasta los comportamientos que se esconden a los ojos de las personas.

En cada una de sus esquinas, hay cuatro pequeños círculos que representan "La muerte", "El juicio", "El infierno", y “La gloria". Están representadas según la iconografía tradicional en la pintura medieval. De todas ellas, la más llamativa es la del infierno, ángulo inferior izquierdo. Con tenebrosos tonos rojos vuelve al tema de los siete pecados capitales, representando siete diferentes formas en que los demonios torturan a los condenados por incurrir en cada uno de los pecados capitales. Aquí se percibe un tono típicamente bosquiano, pues es esta una representación, en menor tamaño, de los otros infiernos que pueden verse, entre otros, en los postigos derechos del Juicio Final de Viena, el Carro del Heno y el Jardín de las Delicias. La muerte aparece representada a través de una imagen típica del Ars moriendi: el lecho de un moribundo con la cabeza vendada, al que rodean un médico, tres religiosos, una monja, un ángel y la muerte; en otra estancia se ve a los familiares. El juicio se representa al modo medieval, con Dios entre ángeles, y los muertos saliendo de sus tumbas. La Gloria tiene forma de un palacio en el que está Dios con ángeles. Se representa también al arcángel San Miguel y a San Pedro.

Arriba y abajo hay dos inscripciones en latín, que provienen del Deuteronomio (capítulo 32):
32, 20 "Entonces dijo: Les ocultaré mi rostro, / para ver en qué terminan" (parte inferior)
32, 28 "Porque esa gente ha perdido el juicio / y carece de inteligencia"
32, 29 "Si fueran sensatos entenderían estas cosas, / comprenderían la suerte que les espera" (parte superior)

Juana Taboada

La historia se repite, volver al Museo del Prado es muy gratificante, pensar en descubrir cuadros nuevos, detalles que en otras ocasiones no has visto.

En esta ocasión hemos ido con Ruth, nuestra profesora de Sociales, con sus explicaciones todo es más fácil de entender.

No soy ninguna experta en arte, pero entre todas las obras vistas este día, me gustaría comentar el cuadro de “La anunciación”, realizado en 1430 por Fra Angélico, pintor del Quattrocento italiano, que tardó dos años en ejecutarlo.

Se trata de un retablo más bien pequeño comparándolo con otros lienzos del Museo. Durante la Segunda Guerra Mundial fue sacado de Italia por los alemanes, regresando de nuevo al país por mediación de Rodolfo Siviero.

Me parece un cuadro precioso, con sus colores finos y elegantes, entre los que destacan el rosa, el azul y el oro. La túnica del ángel de color rosa, marcando los pliegues tan perfectos y definidos, y toda bordeada en pan de oro. La Virgen lleva un manto azul, también con detalles de oro. Las dos caras son dulces y aniñadas. Todo esto contrasta con la representación al lado izquierdo del retablo de Adán y Eva, en el momento en que son expulsados del Paraíso por comer la fruta prohibida.

En mi opinión el pintor quiso reflejar en este retablo “el bien, la bondad” contra “el mal, el pecado”.

He comentado esta obra, pero cualquiera de ellas es digna de mención. Ir de visita al Museo del Prado es un lujo.



Celestino López

El día 13 de enero hicimos una visita al Museo del Prado, dos profesoras, varias alumnas y un solo alumno. ¿Por qué pongo un solo alumno? Porque me gustaría que participaran más jóvenes y mayores en este tipo de actividades, para así enriquecernos mucho más culturalmente.

La profesora de Sociales, Ruth, fue una excelente guía, conocedora del Museo, que nos guio por algunas de las obras más notables, catalogadas como obras maestras, de pintura flamenca, alemana, italiana y española de los siglos XV y XVI.

Tengo muy poca idea de pintura, pero sí puedo decir “cuántos genios hay en este Museo”

Las obras que más me gustaron fueron: “El lavatorio” de Tintoretto, el “Autorretrato” de Durero, el “Descendimiento” de Van der Weyden (portada), “Carlos V en la batalla de Mühlberg” de Tiziano, y “Una fábula” de El Greco (portada).

No pudimos ver la cantidad de obras que nos hubiera gustado, ya que íbamos con la hora muy ajustada.

Además de pintura, hay unas esculturas de mármol colosales, de las que me impresionó una que estaba situada en el centro de una sala, que representa unas águilas.

Os podría decir que a mí antes me daba igual ver un cuadro que otro, pero cuando llevas una guía que te explica tan bien, de esa manera tan técnica, que te introduce en el cuadro y te hace sentir la pintura, se percibe de otra manera.

Me gustaría que la próxima vez que hagamos una visita fuéramos más alumnos.



Mercedes Gozálvez

El carro de heno (El Bosco)

Esta obra de estilo flamenco fue realizada a principios del siglo XVI por El Bosco, un pintor nacido en 1450 y fallecido en 1516, pocos años después de pintar este cuadro. Fue adquirido por Felipe II en 1570 y llevado a El Escorial. Posteriormente se hizo una copia para su disfrute, que se quedó en El Escorial, y el original está en el Museo del Prado.

En España es donde más obras se pueden admirar de El Bosco, gracias a Felipe II, gran admirador de este pintor.

"El carro de heno" es una obra en forma de tríptico dedicada al pecado. Con este cuadro El Bosco nos quiere mostrar cómo el ser humano, independientemente de su clase social y de su lugar de origen, está tan poseído por el deseo de gozar y de acaparar riqueza que se deja engañar por el demonio. La lección que nos quiere dar es que debemos alejarnos de los bienes terrenales y de los placeres del cuerpo para evitar la condenación eterna.

En la tabla de la izquierda nos presenta cómo los ángeles caídos del cielo, conforme se van acercando a la Tierra, se van convirtiendo en monstruos, así como la creación de Eva, la tentación con una serpiente con cabeza de mujer, y la expulsión de Adán y Eva del Paraíso.

En la tabla central, con un gran amasijo de personajes, parece que quiere plasmar la eterna felicidad con una pareja en lo alto del carro, al que todos aspiran a subir, incluso con escaleras. Todo vale con tal de llegar a alcanzar la felicidad. Desde el Papa al Rey, desde los nobles a la gente del pueblo; todos quieren alcanzarla. Los enamorados en lo alto están escoltados por un ángel y por un demonio, los dos tratando de llevarse sus almas. El ángel es el único que parece darse cuenta de que Dios los está contemplando desde el cielo y le está pidiendo ayuda. Nadie más lo mira. A la derecha de la carreta, una serie de monstruos tira de ella conduciéndola hacia el infierno.

En la tabla de la derecha, está representado el infierno, con sus llamas en la parte de arriba, y abajo algunos condenados que ya están sufriendo diversas torturas.

Cuando este tríptico está cerrado, vemos pintado un hombre que camina por el sendero de la vida apartando con un palo a las tentaciones que le acosan. Esta parte está pintada con una técnica llamada “grisalla”, que consiste en que, con un solo color de diversas tonalidades, se da volumen a la imagen, con un resultado final que parece un resultado escultórico.

Es un cuadro un tanto caótico debido a la gran cantidad de personajes representados, muchos de ellos mitad humanos, mitad animales. Es necesario fijarse mucho en cada detalle y muy difícil saber interpretar lo que quiso decirnos El Bosco con ellos. Es admirable con qué imágenes tan extrañas y extravagantes expresa sus sátiras y críticas a la sociedad del momento, incluida la Iglesia, representada por un cura barrigón, con un vaso de vino en una mano y el rosario en la otra.




Mercedes Raposo

Venus y Adonis 

"Venus y Adonis" es una obra del pintor italiano Paolo Veronese. Es un óleo sobre lienzo, pintado hacia 1580.

Hasta una restauración efectuada hacia 1988, el cuadro medía 2,12 metros de alto y 1,91 m de ancho. En dicha intervención, se le retiraron unos añadidos fechables en el siglo XVIII, que aumentaban la presencia del cielo y falseaban sus proporciones originales. Su formato actual es horizontal o apaisado, no vertical como se ve en muchas imágenes antiguas.

Este cuadro fue adquirido por Velázquez para el rey Felipe IV de España durante su segunda estancia en Italia (1649-51). Se exhibe actualmente en el Museo del Prado de Madrid. Se cree que hacía pareja con otro cuadro, "Céfalo y Procris", ahora conservado en el Museo de Bellas Artes de Estrasburgo.

Veronés trata aquí un tema mitológico. Se representa a Venus, que tiene sobre su regazo a Adonis durmiendo. Ella le acaricia y le da aire. La postura de Adonis es un escorzo. Viste ropajes rojos, que contrastan con la piel blanca de Venus. Otra diferencia entre ellos es la luz: Venus aparece iluminada, mientras que Adonis permanece más bien a la sombra. Adonis era un joven aficionado a cazar, y la diosa intuye que él morirá en una de sus incursiones, por lo que intenta retenerle. La diosa mira a Cupido, que está acariciando a un galgo. También se ha interpretado que ese perro, a diferencia del que está en el suelo durmiendo, está deseoso de salir a cazar, y Cupido lo retiene a la fuerza, para impedir que despierte al joven. Si Adonis despierta, creen que irá de caza. Estas tres figuras se enmarcan en un paisaje vivo, de sombríos tonos verdes y azules en el cielo.

El punto de vista adoptado por el pintor es más bien bajo, obligando al espectador a mirar de abajo arriba. Esto sugiere que pudo estar pensado para colocarlo en la parte alta de la pared.

La escena posterior, cuando Adonis sale a cazar y Venus intenta retenerlo, la representó Tiziano en otro famoso cuadro también en el Museo del Prado.



Celestino López

En la puerta del Prado
a las once hemos quedado,
con una docena de flores
muy bonitas, de colores.
En la Puerta de Murillo,
frío hace un poquillo.
En la puerta un caballero
las espera con sombrero.
No era la hora de entrar:
un cafecito en el bar.
A la hora de entrar
nos quitamos el gabán,
recorremos el Museo
como si fuera un paseo.
Buena guía llevamos,
que fue muy bien explicado.

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