lunes, 10 de junio de 2019

El perfume. Tertulia Literaria



(El artículo revela secretos del final de la novela)

“El perfume” de Süskind tiene para mí el mérito, pocas veces repetido, de haberme atrapado hasta acabarlo en una sola sentada. No pude dejar de leer la historia de un hombre que carecía de emociones pero era capaz de percibir el más leve matiz de las que despedían los demás. Emoción y olor: la mente de Patrick Süskind supo crear una universo irrepetible sobre el último para hablar de la primera.

Igual que yo quedé atrapado en la invención de Süskind, los seres humanos nos rendimos al encanto, al embrujo, a la atracción que desprende otro ser humano. Tenemos ídolos y estrellas inalcanzables que resumen los anhelos de todos los demás. ¿Cómo funciona esa extraña tensión que arrastra tantas vidas? La adolescente que adora al cantante, el lector que necesita la voz de su autor, el espectador que vive el mundo imaginario de la ficción como si fuera real, el fan que cotillea las revistas del corazón soñando con vivir aquellas vidas. Tantas cosas resume Süskind en una sola imagen, en un perfume.


El ser humano como un ser anhelante, como una polilla revoloteando eternamente alrededor de una linterna, como un hámster atrapado en una noria sin fin, es la imagen demoledora que nos devuelve sobre nosotros mismos el espejo de Süskind.

Hace treinta años ya de mi primera lectura de “El perfume”. Cuando veo a los famosos someterse a complicadas cirugías cosméticas, pienso que buscan un perfume; cuando veo a hombres que sueñan con poder y dinero imagino el alambique del perfume. Cuando veo a alguien buscando la manera de ser más me pregunto si es Grenouille, que quiere oler mejor.

Grenouille no malogra su talento, llega al lo más alto, consigue la fórmula, el elixir que buscan todos los conquistadores. ¿Por qué no acaba la historia con un final feliz si lo tiene todo? ¿Tiene Süskind miedo de lo que ha hecho su personaje para premiarlo después de narrar la escena del patíbulo? ¿O simplemente descubre de que ese frasco de perfume sublime por el que vive y muere la mitad de la humanidad no es más que un frasco lleno de humo?


Una historia de aromas

El camino de aprendizaje de Grenouille desde el orfanato hasta su regreso a París está narrado con una forma de novelar que se llama “Bildungsroman”.

Aprende que tiene un talento sobrenatural, que puede distinguir con precisión lo que los demás no perciben, que hay un aroma en el mundo que tiene más valor que todas las cosas y que necesita preservar a cualquier precio ese aroma, es el aroma de la belleza absoluta, el aroma de una joven. El alambique de Baldini tiene limitaciones, no puede atrapar el olor de un ser humano, y cuando el protagonista lo descubre cae enfermo. La solución está en Grasse, al sur de Francia.

En el camino a Grasse Grenouille se detiene siete años en una gruta perdida en Aubernia. ¿Por qué no quedarse allí encerrado en su biblioteca ilimitada de recuerdos para disfrutar de sus sentidos como un rey de la creación? De ese descanso lo saca una pesadilla. Sueña con su olor y necesita averiguar algo en lo que nunca a pensado. ¿A qué huele él? Absorto como ha vivido en sus sentidos, ha pasado por alto un hecho fundamental: él también provoca un sentimiento en los demás.

Después de explorar la cueva descubre que no huele a nada. Su estancia con el marqués de la Taillade-Espinase (omitido en la película) sirve para fabricar un olor a sí mismo, para crear una imagen para los demás.

Una vez en Grasse aprende dos cosas. Primero, que puede, por fin, robar el olor de un ser humano, pero también necesita asesinarlo. Segundo, que hay en la ciudad una joven cuyo olor sublime, en dos años, será el olor más perfecto que puede imaginar. Grenouille aprovecha los conocimientos de Baldini, el perfumista, para elaborar otros olores secundarios con los que componer un conjunto. Asesina a veinticuatro muchachas, y sólo necesita una más, Laure, la hija de Richis.

Cuando Grenouille obtiene el perfume soñado robándolo a veinticinco doncellas es apresado y llevado al patíbulo. ¿Qué tendrá más peso en las conciencias del padre de Laura y de los jueces, el sentido de la justicia, o el éxtasis que despierta el aroma más bello del mundo?


La literalidad

Madame Gaillard regenta el orfanato donde se cría Grenouille y nos ofrece una la clave del libro: cuando Süskind habla de olores, habla, en realidad, de sentimientos:

«De niña había recibido de su padre un golpe en la frente con el atizador, justo encima del arranque de la nariz, y desde entonces carecía del sentido del olfato y de toda sensación de frío y calor humano, así como de cualquier pasión. Tras aquel único golpe, la ternura le fue tan ajena como la aversión, y la alegría tan extraña como la desesperanza. No sintió nada cuando más tarde cohabitó con un hombre y tampoco cuando parió a sus hijos. No lloró a los que se le murieron ni se alegró de los que le quedaron. Cuando su marido le pegaba, no se estremecía, y no experimentó ningún alivio cuando él murió del cólera en el Hôtel-Dieu.»

El mundo de aromas y perfumes del libro no es, en realidad, un mundo de aromas y perfumes. El gran poder de Grenouille no es el de dominar los olores, sino el de dominar los corazones de todos sus semejantes. Por eso se siente, y por eso es, omnipotente. Por eso puede someter a sus verdugos el día de su ejecución.

Cualquier lector puede leer una fábula de Esopo sin caer en la trampa de la literalidad, nadie piensa que los animales hablan. Entendemos perfectamente las metáforas y sabemos que tratan de temas humanos, de temas universales. Sin embargo, muchos lectores de “El perfume” se empeñan en leer una historia “de olores”, una historia de un hombre concreto. Hacerlo así es lícito, pero tanto como lo es buscar en Esopo un interés zoológico.

Grenouille, en una lectura literal, es una persona incapaz de establecer contacto humano, obsesionada con su capacidad de oler. En un sentido figurado, Grenouille es cada uno de nosotros, y nuestro afán por elaborar la impresión que damos a los demás. Grenouille es un ser universal en su afán por desentrañar la belleza, aquello que nos rapta, y también, en su afán por conservarla, y por poseerla.

Grenouille es un asesino, pero esencialmente es un ladrón. Es la persona que puede de robar aquello que más nos atrae de los demás, su encanto, su magnetismo, su belleza, o, en un sentido literal, su aroma. En la tertulia se habló de que él deseaba a las jóvenes. Yo lo dudo sinceramente; pasa dos años sin acercarse a la casa de Laure esperando a robar su aroma con un solo golpe en la cabeza. Las debilidades de Grenouille son su codicia y su envidia, y consigue saciar ambas a manos llenas.

La moralidad

“El perfume” es la historia de un asesino y un monstruo narrada con una consecuencia insólita, no sólo se sale con la suya, sino que es juzgado y somete a todos sus jueces al embrujo de su perfume. Süskind arriesgó mucho en un salto mortal como este: abofeteó la ética de todos sus lectores, degradó la moralidad frente al mundo de los sentidos, y por último, coronó al asesino con un triunfo aplastante. Grenouille se va de Grasse en loor de multitudes y sintiéndose amado por el padre de Laure, su última víctima. Süskind se jugó el éxito de su libro a una provocación proverbial y ganó. A día de hoy ha vendido casi ciento cincuenta millones de ejemplares.

Tan peligroso es leer esta novela en un sentido literal como lo es hacerlo en un sentido moral. Cuando nos identificamos con un personaje en una lectura y vivimos sus aventuras o cuando lo juzgamos por lo que hace, lo convertimos en un hombre concreto, en alguien como nosotros, con nuestras heridas, y con nuestras obligaciones. ¿Acaso Grenouille está por encima del bien y del mal? En mi opinión, sí, tanto como lo está el lobo cuando se come a la abuelita del cuento. Lo que Süskind o bien Perrault podría decirle a un lector es: no te fijes ahora en eso.

La verdadera historia que quieren contarnos es otra.

José Contreras

1 comentario:

  1. Para mí, Grenouille, a pesar de sus actos, consiguió su propósito, es decir,
    encontró lo que buscaba para sentirse completo.

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