sábado, 28 de noviembre de 2020

Princesas confinadas


Hay películas de dibujos animados que abordan temas universales, como es, por ejemplo, el liderazgo, pero cuando la película trata de princesas, Disney arroja todas sus cargas de profundidad

Literal y figurado


“Aladdin”. Ron Clements, John Musker, 1992.
En su lucha por conseguir a la chica que le gusta, Aladdin tiene al enemigos más peligroso del mundo que se llama Jaffar, pero también tiene aliados. El genio lo trata como un joven sin cabeza, pero le tiene cariño; la alfombra parece mendigar un poco de atención hasta que él se vuelca en ella; Abú, su monito, es travieso pero no malvado como Iago, el loro de Jaffar. Aladdin es el líder que suma fuerzas. Aladdin nos enseña que la gente se mide, no solo por sus aspiraciones, sino por cómo trata a sus subordinados.

Convertido en el mago más poderoso del mundo Jaffar puede lanzar sus hechizos “Don’t toy with me” le dice a Abú, y lo convierte en un juguete (a toy), “things are unravelling fast” le dice a la alfombra mientras la deshilacha (unravel: deshilachar, desmoronarse) y con la princesa Jasmine, ¿lo recuerdan? La convierte en un reloj de arena “Princess, your time is up” (el tiempo se terminó).

Las venganzas de Jaffar tienen un toque travieso porque usa a la vez el sentido literal y el sentido figurado de las palabras.

Si hay algún lector de Mortadelo recordará que Ibáñez jugaba una y otra vez a esos juegos de palabras. El Súper daba una orden y el agente la ejecutaba literalmente o bien confundía una palabra por otra. A falta de trucos de magia, Mortadelo usaba disfraces.

Hay una novela inglesa que abusa de ese juego hasta la extenuación, se trata de Alicia en el país de las maravillas. Y tiene su interés lingüístico porque uno aprende un sinfín de frases hechas y de expresiones figuradas que Carrol reinterpreta en un sentido literal.

Vikingos y debiluchos


“How to train your Dragon” (Como entrenar a tu dragón). Dean DeBlois, Chris Sanders, 2010
Después del entrenamiento de dragones, Hipo consigue el privilegio de poder matar su primer dragón. El problema es que Hipo es un cerebrín, pero no es capaz de matar una mosca. ¿Es Hipo un mal vikingo? Él quiere que se sientan orgullosos de él, pero parece que no encaja en el pueblo donde le ha tocado nacer.

En la ceremonia de iniciación, el dragón de Hipo, Desdentado, se enfrenta con su padre y podría matarlo si no interviene Hipo. Es como si el dragón representara el instinto del muchacho, su rabia por vivir en una tribu donde nadie lo comprende. El grito desesperado del muchacho es su intento de controlar su rabia, y supone el sacrificio del pobre animal.

“Cómo entrenar a tu dragón” es la epopeya de un un joven que lucha contra un gran dragón, pero que para vencerlo tiene que vencer otros dragones como la intransigencia y los prejuicios de la tribu, una tribu instalada en la guerra y la ceguera. El gran enemigo de Hipo es una visión estrecha de la realidad donde los dragones roban comida y hay que matarlos a primera vista. La película debería plantearnos una gran pregunta a todos: ¿somos vikingos o somos domadores de dragones? ¿Resolvemos nuestros problemas derrotando y sometiendo al adversario, o somos capaces de integrar a todos los demás en nuestros proyectos?


Cínicos e ingenuos


“Tangled” (Enredados). Nathan Greno, Byron Howard, 2010
Flynn Rider es un cínico, un hombre que no cree en la bondad y se ríe de la joven Rapunzel cuando escucha su forma de hablar. Si bien la mayoría de los héroes evolucionan de la inocencia al desengaño, Flynn tiene que aprender que en el mundo hay personas inocentes, como Rapunzel.

En el camino a las luces él quiere disuadirla de su empeño así que la lleva a una taberna de bandidos intimidantes, pero difícilmente podría imaginar que esos bandidos iban a simpatizar con la joven nada más oírla. Puede que los lectores tengamos el cinismo de Rider para entender que esos delincuentes tengan corazón, pero lo tienen. Un delincuente no tiene por qué ser un cínico.

Rapunzel vive atrapada en una torre bajo la cadena del miedo a los peligros del mundo exterior y la obediencia a una mujer que ella cree que es su madre; dos mentiras que sirven para controlar su juventud. La falsa madre necesita retenerla, pero no paga el precio que tiene un ser humano, que sería amarla. Las bromas desagradables que le hace demuestran que desprecia a la joven.


Prisiones invisibles


“Snow White and the Seven Dwarfs” (Blancanieves y los siete enanitos). William Cottrell, David Hand, 1937
Las princesas de Disney no son como los héroes. Ellos quieren vencer, hacer aliados, y derrotar al villano. Para ellas, la cuestión es menos obvia e igual de emocionante. Ellas quieren entregarse de verdad a una nueva vida, pero no a un engaño.

Belle está atrapada en el castillo de Beast porque ha dado su palabra. Y se escapa cuando él la insulta. Jasmine está encerrada en un palacio, es una princesa pero no puede elegir compañero. Rapunzel vive atrapada en una torre a trueque de mentiras. Todas las princesas necesitan despertar y sus gestas no consisten en vencer a un monstruo, sino en descubrir la verdad, en construir un proyecto al cual entregarse.

Snow White es anterior a todas. El número siete se repite en otra obra maravillosa donde una sola mujer se enfrenta a siete mugrientos leñadores, “Siete novias para siete hermanos”. Y también inspira una película de Howard Hawks, “Bola de fuego”, donde una corista entra en una residencia de sabios despistados y siembra el caos.

“Snow White and the Seven Dwarfs” es el primer largometraje de dibujos animados de la historia. Y se gana nuestro corazón cuando aparecen los enanitos. Para un espectador actual, ella puede resultar blanda con sus canciones y sus modales, pero tiene dilemas morales. Necesita ganarse a Grumpy, y tiene una bondad natural que le hace morder la manzana.

Si las princesas del Disney de nuestros días viven en una prisión, la de Snow White es igual pero invisible. Ella es esclava de la mentalidad de una época. Canta, barre, conquista a todo el mundo, y luego limpia la casa de los enanitos, igual que hacía en palacio. Cada plano de Blancanieves está ahí para gustar a los demás, su voz meliflua, sus modales, su peinado. Blancanieves se gana con ternura a cada uno de los animales del bosque que luego correrán a salvarla. No tiene ningún conflicto con ninguna criatura salvo la madrastra envidiosa. Le gusta un príncipe azul, pero algo del personaje viene a decirnos que no es una mujer que elige y hace lo que ella quiere. Algo nos dice que el beso de amor rompe el hechizo de la muerte dormida, pero no rompe la cadena de sumisión que sí rompieron las princesas modernas.


José Contreras

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