lunes, 7 de diciembre de 2020

"Antinatura YERMA" (Alba Yuste y Pablo Hidalgo)


La acotación con que se cierra el Cuadro Primero del Acto I de Yerma (Federico García Lorca, 1934) dice: YERMA, en actitud pensativa se levanta y acude al sitio donde ha estado VÍCTOR y respira fuertemente, como si aspirara aire de montaña. Este gesto, casi animal, nos muestra cómo Lorca es pura naturaleza, instinto, hormona. Pero a la vez es el deseo sexual –humano– no satisfecho, irrealizable; el sino fatal. Los hijos llegan como el agua. ¡Ay! ¿Quién puede decir que este cuerpo que tienes no es hermoso? Pisas, y al fondo de la calle relincha el caballo. La obra de Lorca es un canto a los símbolos (sobre)naturales más en conexión con el alma humana: el agua, la tierra, la montaña, la leche, la luna, el caballo, la paloma… Hasta el “macho” y la “hembra” se convierten en puros símbolos, en conceptos abstractos que saltan de lo animal a lo humano. Sin darnos cuenta, el inconsciente colectivo percibe toda la realidad que nos rodea como arquetipo o símbolo, como si viviésemos en un mundo de máscaras, semejantes a las que intervienen en el acto tercero de Yerma (romería a la ermita del monte).

En Antinatura YERMA (Teatro La Usina, versión de Alba Yuste y Pablo Hidalgo) lo visual cobra precisamente una dimensión muy especial. Con escasos elementos, entre los cuales destacan sus propios cuerpos masculino y femenino ceñidos por tejidos de color blanco, el actor y la actriz logran representar potentemente esos símbolos lorquianos tan fundamentales en esta obra. La leche envasada al modo actual, transformable en libros para una estantería; los plásticos finísimos que envuelven y atrapan los cuerpos, asociables tanto a la placenta donde nos desarrollamos antes de nacer (envoltorio de la vida) como a algo con lo que nos podríamos ahogar (anhelo inalcanzable, “muerte en vida”). Suena en más de una ocasión La Tarara, canción popular que Lorca renovó y difundió junto con otras canciones de la tradición oral. En Antinatura YERMA esa melodía es producida por sintetizadores, con un aire bastante siniestro, en consonancia con la verdad que subyace en las tragedias lorquianas, como Yerma.

La distopía de Antinatura YERMA pretende sugerir la existencia de un mundo en el que la ingeniería genética es una opción de diseño más, y así lo plantean los propios artífices de esta versión: la ingeniería genética para concebir seres humanos a la carta está hoy fuera de la legalidad, y solo aceptamos el empleo de estas técnicas en humanos por motivos de salud, para evitar la transmisión de enfermedades hereditarias, pero quién sabe si en el futuro esto podría cambiar, y será aceptable, por ejemplo, elegir el color de los ojos del bebé...

Las preguntas que nos puede plantear hoy la tragedia Yerma, más en consonancia incluso con nuestro tiempo que cuando la obra fue estrenada, serían, a mi juicio: ¿hasta dónde llega la libertad individual para optar por un determinado plan de vida cuando ese plan pasa por la procreación, es decir, por concebir un nuevo ser humano? ¿Tener un hijo es un acto de realización personal? ¿A cualquier precio? Hoy las mujeres que desean ser madres sin la participación de un hombre pueden recurrir a los bancos de semen y la técnica de inseminación in vitro. También existe hoy la gestación subrogada (conocida popularmente como “vientre de alquiler”), legal en algunas partes del mundo e ilegal y muy polémica en la mayoría de países. En el texto de Yerma podemos escuchar a una lavandera decir Todo esto son cuestiones de gente que no tiene conformidad con su sino. Poco después otra afirma: Con una aguja de hacer calceta ensartaría yo las lenguas murmuradoras. La polémica está servida. Cada persona tendrá su propia percepción del asunto. En cualquier caso, la vida se abre camino de un modo u otro. La vida, en sus diversas manifestaciones y variantes, es más poderosa que nuestros debates y controversias.

Lorca quiso poner de relieve en su obra la incomprensión y el silencio impuesto, por parte de una sociedad patriarcal y tradicional, al deseo sexual femenino, así como la imposibilidad de las mujeres de realizarse personalmente, de tomar decisiones y gestionar sus propias vidas, siempre subordinadas al varón. El discurso tradicional ha disculpado ciertos comportamientos del hombre por causa de “su naturaleza” (y otras actitudes se le han exigido en razón de ella). Pero la mujer, ¿no participa acaso de esa misma naturaleza? ¿No puede empoderarse al menos en esa parcela específica que le ha otorgado la naturaleza, concebir una nueva vida? Eso reclama a gritos Yerma: Yo sé que los hijos nacen del hombre y de la mujer. ¡Ay, si los pudiera tener yo sola! Al mismo tiempo, la reivindicación del deseo sexual femenino sirvió a Lorca para canalizar toda la angustia existencial de un hombre homosexual que, por su condición, se sentía mucho más silenciado aún, mucho más afuera de los límites sociales, en un particular “destierro”. Lorca también se solidarizó con toda clase de grupos humanos marginados, perseguidos o incomprendidos: gitanos, judíos, negros…

La ciencia pone a nuestro alcance soluciones a muy diferentes problemas y circunstancias. Esto es hoy bien visible: esa ansiada vacuna por la que múltiples laboratorios farmacéuticos compiten contra reloj para combatir el SARS-CoV-2. Pero el arte, la literatura, el teatro, nos ayudan a comprender mejor el mundo y a nosotros mismos: abren nuestra mente y, en definitiva, mejoran nuestra vida. La obra de Lorca, siempre apasionante, vuelve renovada en este pandémico año 2020 con Antinatura YERMA (sala La Usina). No dejen de verla si tienen la ocasión. Sentirán muy de cerca a Federico y su duende.

Óscar Sobral

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