lunes, 29 de abril de 2019

El mito de los gemelos

 Antes de que llegase el hombre blanco con pelo en la cara, y sus perros. Antes de que nos cambiasen sus dioses por los nuestros, los antepasados de mi Pueblo contaban que Ñanderuguasu (nuestro padre) fue creado por Tupã (Dios) para que administrase la Tierra. Él creó a sus hijos, los guaraníes, a los que mostró cómo labrar el campo, traer el agua y a los que también enseñó a hablar. Su esposa fue Ñandesy (nuestra madre) que, después de discutir con él y no encontrarle en la chacra (sembrado), fue a buscarle con su ajaka (cesto) y su japepo (olla). Por el camino, Ñandesy escuchó una voz que salía de su vientre, pues estaba embarazada, que le indicaba el camino correcto, pidiéndole que cortase una flor, lo que la madre hizo. Y después otra, pero al querer arrancarla, fue picada por una avispa. Fastidiada, reprendió a la voz de su vientre diciéndole que la estaba molestando, con lo que la voz calló. Al llegar a un cruce de caminos, donde Ñanderuguasu había colocado una pluma para indicar la senda correcta, la madre, confundida, tomó el rumbo equivocado. Ñandesy, desatinada, llegó a la aldea de los jaguareté (jaguares), hombres terribles y primitivos que existían ya antes de la destrucción de la Primera Tierra. Encontró sola a la abuela, quien le dio buena acogida, advirtiéndole que sus jóvenes nietos llegarían enseguida, por lo que debería esconderse para evitar que la devoraran. Cuando llegaron, uno de ellos que venía hambriento la olfateó, y no tardó en descubrirla. Entonces, abrió su vientre de un zarpazo. Antes de morir dijo “en realidad la voz que me hablaba eran los gemelos”. La abuela dijo que, teniendo ella los dientes ya muy gastados, los recién nacidos debían ser para ella, y mandó poner agua a hervir. Pero el agua se enfriaba enseguida, y no se cocinaban. Mandó entonces que los pisaran en el mortero, pero no consiguieron descuartizarlos. Después los pusieron directamente al fuego, pero tampoco pudieron asarlos por apagarse los carbones. Se dio cuenta entonces de que eran de naturaleza divina, por lo que decidió criarlos.



Siendo pequeños aún, inventaron el primer arco, con su flecha, para cazar pájaros. Durante sus correrías hirieron a un jaku (pavo), que cayó aún vivo. Para evitar su muerte le soplaron por el ano, succionando la herida para curarla. El jaku, agradecido, les contó que fueron los jaguares quienes mataron a su madre, lo que también les confirmó un gua’a (guacamayo) diciéndoles dónde estaba enterrada. Con razón la abuela jaguar nos prohibía jugar allí, dijeron. El mayor, llamado Ñanderyke’y (nuestro hermano mayor) decidió rearmar los huesos para revivirla. Después de mucho trabajo, cuando estaba a punto de terminar, el menor Tyvyra’i (nuestro hermano menor) quiso mamar apresuradamente y deshizo lo construido, quedando de nuevo los huesos dispersos.

Como el hermano menor lloraba mucho por la pérdida de la madre, el mayor hizo el árbol guabirá, que no gustó al pequeño por ser algo ácido. Entonces hizo el guabijú que le gustó mucho por ser bien dulce. Después llevaron los frutos a la abuela, a quien también agradaron. Buscando vengar la muerte de Ñandesy, dijeron a los jaguares que al otro lado del río habían descubierto un árbol cargado de frutos. Antes de llevarlos, prepararon una maroma (cuerda) con la que, sujetándola, cruzarían el cauce para llegar a la otra orilla. De nuevo, el hermano menor se apresuró y soltó la cuerda a destiempo, con lo que una jaguar preñada se salvó. Es la madre de los jaguares que aún existen. El resto, pereció.


Como hemos visto, los gemelos inventaron la Medicina, la cura mediante hierbas, las abejas que dan miel, los purahéi-paje (cantos mágicos) y los jeroky-paje (danzas mágicas). Al final se convirtieron en el Sol y la Luna.

La lengua guaraní forma parte de una familia más amplia, la tupí-guaraní que se hablaba desde Argentina hasta Venezuela. Las dos ramas se dividieron también por causa de los Gemelos. Cuentan nuestras leyendas que las esposas de ambos no se llevaban bien, lo que los obligó a separarse. El hermano menor marchó al norte, dando lugar a la lengua tupí, mientras que el mayor fue hacia el sur, donde se habló el guaraní. Tyvyra’i siempre fue el menos listo de los hermanos. Quizás por eso, o por los portugueses, que destruyeron las lenguas nativas y llenaron nuestras tierras de esclavos, hoy el tupí es una lengua muerta. Sólo queda en nombres de lugares: Paraná (canal que lleva al mar), Iguazú (agua grande), Ipanema (lago sin peces), Itaipu (rio con piedras que suenan), Curitiba…

El Paraguay tuvo algo más de suerte al quedar del lado español, donde no hubo esclavos, y aunque nos quitaron las tierras y dijeron que Ñandesy era la Virgen María, hoy el guaraní es nuestro idioma cooficial. Todos lo queremos y hablamos.

Celia Adorno

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