jueves, 4 de abril de 2019

El régimen confortable

Nada más alcanzar, en 2107, los ochenta años reglamentarios, Allistair Krayovenanu aceptó pasar al colectivo de en Retirados en régimen confortable para Eméritos Impolutos (RESCEIM) Su nuevo estatus le permitió acceder, gratuitamente, al paquete compuesto por cursos Suprauniversitarios de “Recuerdo de Ciencias Muertas”; mantenimiento integral a costa de la Sociedad Productiva, durante el periodo vital pendiente, y la inclusión en el Plan Voluntario de Eutanasia Deseada (PVED).

El nuevo estatus adquirido se perfilaba envidiable. Tras sobrepasar los cincuenta y cinco años de trabajo podía, al fin, dedicarse a lo que le gustó toda la vida: aquello que se llamó Filosofia, hoy Normas de Comportamiento Estructuradas; la anteriormente conocida como Historia, ahora Pasado Comprobado; la Política, que hoy se conoce como Reglas de Manipulación de los Humanos, etc., etc., etc.

Lo mejor de la nueva situación es que le eximía totalmente de responsabilidades familiares. Su mujer le había dejado antes de que peinara canas; su hijo era astronauta local y, además, egocéntrico y estupido; la niña, que ya pasaba de los cuarenta, era experta en planteamiento de algoritmos. Desde pequeña fue bastante ñoña y repipi; vivía con un experto en Ecología Aplicada Obligatoria, es decir, lo que anteriormente se conocia como un basurero.

Al acceder al paquete de enseñanza de Humanidades Viejas, era preceptivo asumir la renuncia a cursar enseñanzas “Integrativas al Mundo Laboral Activo”, asi como adherirse al PVDE. A cambio, debía entregar su vivienda habitual, excepto: robots auto programados, audiovisuales personales y de conexión externa, y dispositivos de movimiento propios e intransferibles.

Podía conservar sus Derechos Económicos (DEC) —sobre los que se realizaba una retención del doce por ciento anual para la Administracion Central, mas un 60 por ciento, a pagar sobre cualquier beneficio generado por esos derechos, por algún tipo de accion personal o del Tutor Público asignado al Emérito –y disfrutar de ellos a su libre albedrio.

En la ordenanza se contemplaba la disposición de bienes en caso del fallecimiento del beneficiario. Este doloroso momento, aun no resuelto definitivamente por la Autoridad, contemplaba el estricto cumplimiento de las disposiciones del finado, que podía dejar definido a quien y como se entregarían sus UDEC (Unidades de Derechos Economicos Consolidados) restantes. Sobre los beneficiarios se efectuaba una reducción del 80% que no implicaba impuesto alguno; sólo una mínima contribución a los gastos de cuidados físico mentales, posibles criogenizaciones realizadas, así como tratamiento de residuos fisiológicos, sociales y mentales, si fueren necesarias.

Empezó ilusionado los estudios. La relación con los nuevos colegas le complacía. Lo mejor: el objetivo era la propia satisfacción, sin condicionantes ni inhibiciones. Hizo amistad con Pedro, que un día fuera físico cuántico y hoy era un compañero más de situación. A menudo se enzarzaban en discusiones, exentas de objetivos de primacías ideológicas, lo que en el antiguo argot se conocía como charlas de amigos:

—Tu dirás lo que quieras, amigo Pedro, pero la imposición del Orden Primigenio, y la anulación de anteriores ideas, a las que se denominaron populismos, no significa un avance importante en el bienestar de la sociedad vitalmente activa, especialmente en algunos de sus sectores mayoritarios.

—Te obcecas en tu memoria retrospectiva. La eliminación de los populismos de cualquier tendencia politica y la intervención única del Estamento de Acción Espiritual Central, en todos los órganos de Aministración, nos ha traído la actual estabilidad vivencial de la que disfrutamos, a salvo de vaivenes sociales políticos y de otra índole.

—Pero, este control total impide cualquier tipo de critica constructiva a los errores propios del ejercicio del poder absoluto. Por ejemplo, si un Plan de Voluntariado es aplicado de manera torticera por el poder en situaciones problemáticas de solvencia económica, ellos pueden decidir sobre el fin de nuestras vidas, a su libre albedrio, amigo Pedro.

—No es tan facil. Cuando te diagnostican una enfermedad terminal, o que tu periodo de congelación, en espera de soluciones sanitarias a tu dolencia, no puede prolongarse técnicamente, te queda la oportunidad de decisión propia sobre la aplicación de la eutanasia, disponiendo de un mes desde la fecha de la Comunicación a la de aplicación de la terapia. Creo, Allistair, que es espacio suficiente para tomar la decisión sobre el fin de tus días. Además, qué mejor ejemplo quieres que la actual situación de crisis económica, la primera del siglo XXII. Y a pesar de ello, que yo sepa, no han intentado eliminarnos.

—Bueno, se oye que hay casos raros entre los beneficianos de los paquetes sociales de retirados de bajo nivel de renta. Además, si a uno le comunican que su grave enfermedad es irreversible, y, por su particular situación, no puede manifestar su deseo de seguir vivo, ¿no quedaria indefenso frente a la decisión administrativa?

—Hombre, si te encuentras en situación tan perentoria, tu calidad de vida debe de ser ínfima, por lo que la obsesión en mantener el impulso vital pasa a ser egoísmo y empecinamiento, mas que generosidad y actitud socialmente positiva, bases las que se fundamenta nuestra civilización.

Fueron pasando los años en un relativo bienestar, pues, cada vez tenía que dedicar más tiempo a los cuidados sanitarios que al estudio y al ocio. Casi doce años después, a principios de 2119, su salud se fue deteriorando rápidamente. Hacía años que le habían diagnosticado una invasión tumoral en vísceras principales, y su situación general había ido empeorando hasta amenazar una sepsis orgánica general. Hubo de aceptar una criogenización temporal, a la espera de avances médicos para curar su dolencia. El doctor internista Alain Teodoropulos le explicó los términos del procedimiento:

—El periodo máximo de hibernación establecido por ley es de veinte años. Si antes de esa fecha se descubre un tratamiento adecuado para su dolencia, se le despertará e informará de inmediato. En caso contrario, al final del plazo, se le reanimará y dará cuenta de la situación de su salud y estadísticas reales de supervivencia personalizada, así como, si fuera posible, una segunda hibernación, por estimarse próximo un tratamiento resolutivo para su dolencia. En caso de no haber novedad en sus perspectivas médicas, tendrá un periodo de 30 días naturales para indicarnos, desde su intercomunicador social, su preferencia entre abandonar el tratamiento o acogerse al plan de Eutanasia Voluntaria. Para el control de constantes durante el periodo de inconsciencia, se le instalará un microchip en la zona occipital que servirá para rescatarle de la criogenizacion. Este dispositivo también sera válido, en el poco probable caso de que se decida, en ese lejano momento, por la eutanasia; para facilitar que su tránsito sea indoloro e instantáneo. No debe preocuparse en exceso, a esa situación límite no llegan más allá del siete por ciento de los hibernados.

El 7 de marzo de 2119, a las siete de la mañana, llegaron a su Unidad Unipersonal de Confort (UIC) para proceder a su hibernación. Le instalaron el microchip, activaron alarmas de detección de exceso de temperatura y de presencia humana, conectadas al Ordenador Central de Seguimiento. Le entregaron los documentos en que figuraban las fechas:

«Comienzo/Fin de la hibernación: 07.03.2119/2139 a las 07. 30 a.m.»
«Plazo aviso decisión: 30 días naturales, tras despertar.»

Se despertó con el Cuerpo tembloroso; conectó la DDB (Digital Data Base) y, antes de dirigirse a la cabina de aseo y masaje tónico, miró a la pantalla de bienvenida y quedó petrificado: “Bien venido al 2120 d.C. Hoy es 7 de abril. Son las 07.27.56”. Fecha despertar: 7 de marzo de 2120 a las 07.30.00. Faltan para desconexión automática: 00.02.04.

Entonces lo comprendió todo: ¡Le habían congelado tan sólo un año y, además, no había funcionado el despertador vital y, por tanto, no habia podido desactivar el protocolo de eutanasia voluntaria! ¡Su contador vital se pararía en dos minutos! Corrió al “intercomunicador social, pero al encenderlo comprobó que tenía las baterías agotadas. Encendió el autocargador inalámbrico y miró al DDB. Ya eran las 07.29.24. Miró espantado como el cargador estaba al 0,2% de carga y volvió a apretar el botón, una y otra vez.

La brigada de Residuos llego frente a la puerta, que quemó con el incinerador. Eran buenos profesionales y, a las 08.51.32, la Unidad Unipersonal de Confort nº T30 71 02/47, ya estaba dispuesta para ser reutilizada y todos los residuos orgánicos, inorgánicos y robóticos, tratados.

Cuando se retiraban, dos operarios comentaban preocupados como la crisis económica se agravaba día a día.

Emilio Rubio Sánchez

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