jueves, 23 de noviembre de 2017

El museo romántico



Benigno Vega-Inclán (Valladolid, 1858-Madrid, 1942), llevó a cabo infinidad de proyectos culturales y, en 1924, con el apoyo de importantes intelectuales como Ortega y Gasset, inauguró el Museo Romántico. Se inició con su colección personal.

Se trata de una casa-museo y por ello, ofrece la posibilidad de llegar a conocer aspectos de una sociedad y de un periodo artístico como el Romanticismo –que se sitúa en España durante el reinado de Isabel II (1833- 1868)–, además de recrear cómo se desarrollaba la vida cotidiana del momento: gustos, tendencias decorativas, moda, creencias, jerarquías sociales, ocio, nivel de tecnología, etc.



Las primeras salas recogen cuadros de la historia de Isabel II y su reinado.

La reina tenía tres años cuando murió su padre Fernando VII. Comenzó su reinado bajo la regencia de su madre la Reina María Cristina. Para ello, el rey Fernando VII tuvo que suprimir la Ley Sálica que privaba a las mujeres del derecho al trono. Esta irregularidad en la sucesión, se convirtió en el detonante de las guerras carlistas. Carlos María Isidro, hermano del monarca fallecido, se sentía más legitimado que ella para acceder al trono.

Las pinturas de la contienda y las figuras políticas de la época decoran los ante salones y el salón principal.



Mas adelante hay salas de temática costumbrista. En especial, la andaluza y la madrileña que imita claramente a Goya.

Más adelante está la Salita. En esta habitación de paso se exhiben diversas piezas que tienen que ver con la higiene masculina más íntima. La burguesía no se mostró muy interesada en tener un cuarto apropiado para su aseo, de modo que era habitual colocar una jofaina para lavarse en cualquier parte de la casa, o bien sacar los orinales para que fueran utilizados por los caballeros una vez se habían retirado las señoras.

Al otro lado tenemos el comedor. Tanto éste como el servicio de mesa, de porcelana de París, o los rituales y costumbres que se desarrollaban en la misma, solían seguir modelos extranjeros, especialmente franceses.

El oratorio concentra la pintura religiosa del museo. El lienzo de Francisco de Goya “San Gregorio Magno, Papa” preside la sala.

La sala de juegos de los niños recoge juguetes de la aristocracia de la época y cuadros con temática infantil.

El boudoir comienza el itinerario por las dependencias femeninas.



El gabinete Larra está dedicado a la emblemática figura del escritor Mariano José de Larra. Conocido también por los seudónimos de «Fígaro» y «El Pobrecito Hablador», fue seguramente el mejor literato y periodista de la época romántica. Su temperamento sarcástico y decepcionado con la realidad española, junto a sus turbulentos amores con Dolores Armijo, fueron las causas de su suicidio. Además de pintura y diversos objetos pertenecientes a Larra -depositados desde el año 1924 por sus descendientes– se mostrarán algunos otros temas como la literatura (que se continuará en la sala siguiente), el periódico y la prensa, así como el suicidio y la muerte prematura del genio.

En la literatura romántica siempre está presente el tema de la muerte y especialmente la idea de suicidio. Pero no todos estaban de acuerdo con esta fúnebre “moda”: Leonardo Alenza confirma esta tendencia crítica en sus dos cuadritos –Sátiras del suicidio romántico–, seguramente las imágenes más emblemáticas de todo el Romanticismo español.



En el dormitorio masculino los muebles son menos elegantes y más prácticos: cama de estilo Carlos IV, cómoda tocador o lavabo, que suponía un ahorro de espacio porque, una vez cerrada, su función higiénica no era evidente; tocador masculino para guardar los útiles de aseo, orinal o Dompedro, mesita de noche, donde depositar la botella y el juego de agua y un psiqué o espejo basculante de cuerpo entero, que presenta un par de candeleros para colocar las velas, lo que permite su utilización por la noche.

Otro espacio característico de la sociabilidad masculina fue la sala de billar, que debía estar situada cerca de los salones nobles y del comedor –se solía jugar después de comer, para “bajar” los alimentos o en las interminables tardes de asueto–. El billar moderno llegó a España con la dinastía borbónica y fue un juego vinculado a la aristocracia.

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