miércoles, 17 de enero de 2018

De Chirico en CaixaForum


Más que pintor metafísico, debería llamarse el precursor del surrealismo. Quiero resaltar que no se sabe bien quien acuñó la expresión de pintor metafísico.


Siendo todavía muy joven estudió en Alemania, a principios del siglo XX, las ideas de Nietzsche y Schopenhauer, que influyeron en su pintura de dos formas totalmente distintas. El primero se hizo notar en la filosofía a finales del siglo XIX, y fue un personaje desequilibrado, infeliz, y que pasó mucho tiempo en centros psiquiátricos, donde sufrió tratamientos agresivos, que le marcaron para toda su vida, y sus escritos fueron de un gran pesimismo y falta de esperanza, y rotura de los valores establecidos, en tanto que Schopenhauer fue un filósofo muy anterior, de la primera mitad del siglo XIX, vitalista, con una erudición pasmosa, y respetado en todos los foros, que aprendió español para estudiar los clásicos del siglo de Oro.



Ante estos dos personajes tan antinómicos, lo primero que se me ocurre es que la etapa de los muñecos sin rostro, es en cierta manera una crítica de la forma desesperanzada de ver la vida de Nietzsche. Y por otro lado y, teniendo en cuenta la definición de metafísica, de “más allá de la física”, como estudio de aspectos de la realidad que son inaccesibles a la investigación empírica y con pruebas medibles, en lo que atañe al ser y su comportamiento, resulta que su etapa de plazas, figuras lejanas y elementos clásicos son, desde mi punto de vista, manifestación de un romanticismo o esperanza, donde el ensueño y la imaginación dejan volar nuestra fantasía hacia viajes imposibles que sólo se pueden hacer desde la mente.



Manuel de la Puente

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