domingo, 28 de enero de 2018

Manu Espada en la Tertulia Literaria


Tertulia Literaria: 20 de febrero de 2018. A las 18h.

Manu Espada es el seudónimo de Manuel Sánchez Vicente (Salamanca, 1974). Licenciado en Periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca, Máster en Radio por RNE y la Universidad Complutense de Madrid, y Máster de Experto en Trastorno del Espectro Autista por la Universidad de Alcalá de Henares, desde 2000 trabaja como guionista en programas de ficción y entretenimiento en varias cadenas de televisión. Ha ganado el Premio "Relatos en Cadena de la SER", el certamen de microrrelatos de la revista Eñe, el concurso Minificciones, finalista del concurso "La Tormenta en un Vaso", o el Premio de la Editorial Grupobúho, gracias al que publicó su primer libro de relatos, El desguace (2007), al que siguió el titulado Fuera de temario (Talentura, 2010). Es autor también de los libros de microrrelatos Zoom. Ciento y pico novelas a escala (Paréntesis, 2011) y Personajes secundarios (Menoscuarto, 2015), además de coautor de Un poquito de por favor. Manual para sobrevivir en una comunidad de vecinos (Ed. Temas de Hoy). Cuentos suyos han sido incluidos en publicaciones colectivas como Mar de Pirañas (Menoscuarto, 2015), La radio es un cuento (Minor Network, 2004), Relatos en Cadena 2008-2009 (Alfaguara, 2009), Velas al viento(Cuadernos del Vigía, 2010), Perversiones (Traspiés, 2010), Antología del microrrelato español (1906-2011): El cuarto género narrativo (Cátedra, 2012) , Desahuciados. Crónicas de la crisis (Traspiés, 2013), y en las revistas 'Al otro lado del espejo', 'BCN Week' y 'Miniatura'. Ha coordinado, junto a Rosana Alonso, De Antología: la logia del microrrelato (Talentura, 2013), que recoge textos de la denominada "Generación Blogger". Ha estrenado una obra de teatro y un cortometraje titulados El tercer día.

El chat

—¿Ya te lo has quitado todo? —le preguntó a aquella extraña a través del chat.
—Solo me quedan las medias —tecleó ella, excitada.
—¡Quítatelas, rápido! —le ordenó, subrayando su exigencia con un golpe en la mesa, como si fuera el signo exclamativo al final de una frase.
—Lo siento, he oído algo, debe de ser la puerta de su despacho, adiós.
—No me dejes a medias —suplicó él.
La mujer abandonó el chat rápidamente. El hombre cerró su ordenador y salió enfurecido, aunque entró en el dormitorio de puntillas para no despertar a su mujer. Bajo las sábanas, la luz tenue de un monitor iluminaba el gotelé de las paredes.

El niño que se comía las palabras

A algunas personas les trasplantan los pulmones. A otras les realizan un trasplante de corazón o de córnea, pero siempre tiene que morir alguien. Mi caso fue distinto. Cuando era pequeño no podía hablar, al menos no como el resto de los niños. Cada sílaba requería el mayor de mis esfuerzos. Sin embargo, mi padre se ganaba la vida con las palabras. Paradójico. Aún recuerdo el domingo que llegó con una máquina de escribir antigua. Yo entré en su despacho mientras él ponía la vieja Olivetti sobre la mesa. Colocó un folio de papel cebolla en el rodillo, me cogió el dedo índice, y escribimos mi nombre. Mi padre lo recortó con unas tijeras, lo hizo una bolita y me dijo: "Rica". En cuanto el papel rodó por la garganta dije mi nombre en voz alta. Desde ese día, mi padre no pudo volver a pronunciarlo. Luego vinieron muchas palabras más. Mi padre me cogía el dedo, me susurraba cosas al oído, las tecleábamos y luego me metía las palabras en la boca. Él nunca más volvía a usarlas. Primero se quedó sin sustantivos, luego sin verbos, más tarde me pasó los adjetivos, los artículos, las preposiciones, hasta que me trasplantó todas las palabras del mundo. Hasta que se quedó mudo.

Manu Espada, Personajes secundarios, Menoscuarto, 2015


Enlaces:

Salamanca al día: Personajes secundarios

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