martes, 17 de abril de 2018

Así en la tierra como en el cielo

Nunca había visto Roberto tanta estrella junta. Era una sinfonía de estrellas. Azules, rojas, bancas. Gigantes, enanas, novas, supernovas. Era el cielo de sus sueños. Ni podía imaginarse que pudiera existir algo semejante a lo que tenía ante sus ojos. Y se sentía dichoso, feliz. No sabría tampoco definir cómo se sentía. Era algo mágico. Tampoco sabía el tiempo que llevaba contemplando aquello. ¿Quizás una hora? ¿O quizás una año? ¿O a lo mejor un millón de años? No lo podría decir.

De pronto oyó que detrás de él alguien le susurraba algo. Al principio no entendía lo que decía, luego la voz se acercó delicada y pausadamente a su oído.

-Naughty boy –le dijo la voz en un susurro.

Nadie en el mundo se habría dirigido a él en esos términos más que una persona. Naught y boy quiere decir algo así como un mezcla de bribón travieso garibaldiano. Que el corazón le dio un vuelco al oir aquellas dos palabras es sólo una lejana metáfora de lo que sintió. Todo su ser se revolucionó. Se giró de inmediato, claro.

-¡Miry ! –dijo ella-. Soy Miry, tesoro.

Y Roberto se quedó con la boca abierta sin poder componer palabras y menos aún frases. Su corazón se paralizó por un instante y su mente quedó tan bloqueada que la garganta y la boca no acertaban a articular más que confusos sonidos. Por fin se tranquilizo un poco y balbuceó.

-¿Tu aquí? Yo no sabía…

-Claro que no sabías! ¿Cómo lo ibas a saber si llevas años muerto y enterrado? Pues no te creas que te vas a librar de mí. Ya te he encontrado y esto va a ser para siempre.

Miry había aparecido allí en el paraíso súbitamente y Roberto no podía comprenderlo. Miry también había pasado a mejor vida hacía años, pero su sitio no era el paraíso. Ella era Judía de raza y de religión y su sitio era el Limbo o el purgatorio, pero no el paraíso, que era el lugar elegido por dios para los cristianos buenos.

-¿Qué ha sucedido, que yo no sepa? –dijo Roberto-. Pensé que te había perdido para siempre y ahora te veo aquí, a mi lado y en el cielo. Dios, dios, es lo que me faltaba para completar mi felicidad. Pero cuéntame ¿qué ha pasado para que te hayan dejado entrar aquí?

-Pues verás, amor mío. Primero déjame que te diga que desde que nos conocimos hace tantos y tantos años allá en la Universidad, siendo estudiantes, no he podido olvidarte ni un instante.

Y ahora continúo con el relato. Pues verás el limbo estaba tan atestado que no cabía un alma más. Allí estábamos gente buena de todo el mundo. Allí estaban los cientos de miles de inocentes achicharrados en lo de Hirosima y Nagasaki. Y los millones y millones de inocentes, víctimas de las guerras. Allí estaban los musulmanes buenos y allí estaban los millones de inocentes chinos buenos, y los budistas buenos. Y yo también estaba allí como buena Judía. En una palabra éramos millones de gente buena pero que estábamos sin bautizar. Y como estábamos sin bautizar, pues no podíamos entra en la Gloria. Mira, aquel lugar estaba tan atestado de gente que un día iba a explotar. Porque en el purgatorio, mal que bien siempre hay gente que entra y sale y se vive más desahogado. Pero nuestro Limbo se había convertido en un lugar inhabitable. Peor que un campo de concentración.

-Y ¿qué pasó para que te dejaran entrar aquí?

-Pues pasó que un día llegó al trono de San Pedro un lugarteniente de dios, o sea un Papa, que pensó en nuestra situación y se apiadó de nosotros. Este lugarteniente de dios en la Tierra tiene mucho poder, sobre todo cuando habla Urbi et Orbi. Te juro que cuando habla así Urbi et Orbi, tiene más poder que dios. Y eso es los que sucedió. El lugarteniente de dios dictó sentencia Urbi et Orbi y abolió de un plumazo el limbo basándose en que no era justo que por el mero hecho de no estar bautizados, millones y millones de personas inocente se vieran encerradas en aquel atiborrado gheto inhóspito. Y nos mandó a todos al cielo y aquí estoy por los siglos de los siglos. Y además contigo, mi amor de siempre.

-Vaya sorpresón. Creí que nunca volvería a verte.

-Pues aquí me tienes, y para toda la eternidad, si dios no lo remedia.

-Hablando de otra cosa –dijo Roberto- Yo te escribí unas cuantas cartas hermosas, expresándote todo mi cariño y no recibí ninguna respuesta por tu parte. ¿Me lo puedes explicar?

-Fueron mis padres. Yo era judía y mis padres se pusieron furiosos cuando se enteraron que quería a un cristiano. Te juro que me obligaron a casarme con uno de mi raza, que era abogado y tenía un bufete de prestigio y se tiraba a todas las secretarios del despacho y a los dos meses de casarnos le mandé a hacer puñetas y a mis padres también, por no dejarme ser feliz con la persona que yo quería, que eras tú, mi amor verdadero. Te busqué por todo el mundo y no te he encontrado hasta hoy. Lo siento por mi triste vida allí abajo y soy feliz por encontrarte aquí arriba. Nadie nos separará ya más.

Y los dos se fundieron en un tierno, casto y conmovedor abrazo. Todo con mucho recato, porque delante de dios hay que andarse con modestia y nunca debe uno sobrepasarse.

-A propósito. -dijo Miry, como sabes, acabo de llegar y no sé nada de aquí. Ponme al día, por favor, que estoy un poco confusa y desorientada. Veo a tanta gente aquí parada esperando no sé qué. Esto parece como una mani silenciosa. Sólo estamos hablando tú y yo. ¿De qué va esto? ¿Qué hacéis aquí en el paraíso? ¿A qué os dedicáis? ¿Cómo pasáis el rato?

-Cuántas preguntas de una vez! Bueno te cuento. Aquí lo que hacemos es, básicamente CONTEMPLAR. Eso es lo que hacemos. Como bien sabes, estamos en el paraíso. Se supone que somos felices, bienaventurados. Aquí sólo debe existir el bienestar.

-Pero haréis algo aparte de contemplar, digo yo, ¿no?

-El programa es muy simple –dijo Roberto- Todos los días tenemos tres sesiones de contemplación. La primera por la mañana temprano, una hora. La segunda a mediodía, una hora y la tercera al atardecer, dos horas. Nos ponemos todos delante de dios y le contemplamos lo más extasiados que podemos.

-Y, en concreto, ¿qué contempláis? –preguntó Miry-, que no entendía casi nada de aquella monserga de la contemplación.

-Pues contemplamos al padre, el eterno, que es el de la barba blanca, También contemplamos al que “se sienta a la derecha del padre”, el de la barba corta y negra. Ese es el hijo, que casi nunca se ríe. Y también contemplamos, cuando está, a la paloma, que es el espíritu santo, pero yo creo más bien que es el que espía para el padre y el hijo. Tiene un vista panorámica superpoderosa. Se da una vuelta por la tierra y no se le escapa ni un pecado de los humanos. Lo anota todo y en cuanto vuelve se lo cuenta todo al padre y al hijo, que lo apuntan cuidadosamente para el día del juicio, ¿sabes?

-¿Y eso es todo lo que hacéis?

-No pienses que son aburridas esas horas de contemplación. Son de lo más divertidas. Todos miramos atentamente al padre y al hijo y nos divierte ver cómo sus caras pasan súbitamente del furor a la alegría, del sufrimiento al gozo y así todas las sesiones.

-Pero ¿cómo es eso? ¿Es que dios no es feliz?

-Qué va! Siempre hay gente pecando por ahí abajo, en la tierra. Unos matan, otros roban, otros blasfeman, la mayoría fornica sin parar y todos esos pecadores ofenden a dios continuamente. Y no veas qué caras ponen tanto el padre como el hijo!

-Entonces ¿dios sufre?

Claro que sufre, pero se le pasa enseguida. Porque hay otros humanos que están diciendo constantemente alabanzas de tipo, hosanna, padre nuestro, salve, alabado sea dios y cosas por el estilo constantemente. Y cuando lo oyen, que es siempre, se les ilumina el semblante y se olvidan de los pecadores. Hay además otros humanos más generosos que se dan latigazos para aplacar la ira de dios y eso les deja tan desarmados tanto al padre como al hijo que el resto de la sesión se la pasan en actitud beatífica y eso nos pone muy dichosos también a nosotros, que odiamos ver a nuestro dios sufriendo y ofendido. Por otra parte una especie de magos hacen todos los días un sacrificio que consiste en “inmolar al que se sienta a la derecha del padre” que lo convierten en una hostia y lo reparten a todos los que asisten a la ceremonia convertido en trozos de pan. Y eso le gusta a dios lo que más.

-Me dejas alucinada –dijo Miry. ¿Cuándo es la primera sesión de contemplación?

-Dentro de nada. Prepárate, pon cara de felicidad beatífica y vamos a contemplar a dios. Ya verás cómo es de alucinante.

Y así fue que Miry y Roberto se fueron juntos a contemplar a dios. Roberto ya se sabía de memoria todo aquel pandemonium de caras tristes, alegres, airadas, felices, sosegadas endemoniadas, paradisíacas…Pero Miry era la primera vez que asistía al espectáculo y Roberto la vigilaba con el rabillo del ojo para ver cómo reaccionaba cada vez que dios cambiaba de expresión.

Terminó la sesión y Miry estaba silenciosa. A decir verdad le había dejado perpleja el espectáculo. No entendía aquella mezcla de amor, ira y felicidad en dios. ¿No era dios todopoderoso, etc, etc ,etc? Entonces ¿a qué venía aquel show diario? No le comentó nada a Roberto, pero aquello no la acababa de convencer.

Luego se marcharon los dos a ver alguna estrella bonita de por allí cerca y pasaron una emocionante tarde recordando todo el amor que se tuvieron y gozando todos los instantes del amor que se tendrían de ahora en adelante.

Al atardecer volvieron a asistir a la sesión de contemplación que esta vez fue de dos horas. Al acabar Miry llevó a Roberto a un rincón

-Cariño –dijo Miry-, vámonos a aquella galaxia de allá lejos que te tengo que confesar algo importante.

Roberto la siguió hasta una galaxia que estaba en los confines del universo. Allí se detuvo Miry y se sentaron en un planeta muy parecido a la tierra y Roberto esperó pacientemente a que su Miry hablara.

-Mi querido Roberto –dijo Miry-. He asistido a dos sesiones de contemplación y no voy a asistir a más. No me agrada lo que he visto. ¿Cómo es posible que lleves tú aguantando esa patochada años y años? Sinceramente te creía más listo Roberto. Por lo que a mí respecta he tomado la decisión de no volver a asistir a más contemplaciones, y que sea lo que dios quiera.

Roberto se quedó petrificado, por un momento. No sabía qué decir ni qué pensar. Para él aquello había sido lo natural durante los muchos años que llevaba allí en el paraíso.

-Todo esto me parece un montaje de mal gusto –prosiguió Miry-. Roberto, te digo que es un teatrillo de ínfima calidad o un montaje preparado para tener agarrados a los mortales por donde tú sabes, sin darles una verdadera opción de ser libres y felices y bienaventurados para siempre.

Mira Roberto, estamos en la otra vida y la primera consecuencia que he sacado de mi “más allá” es que somos nada más y nada menos que polvo de estrellas que nos podemos mover por las galaxias libremente, que hoy estamos aquí y mañana podemos estar dios sabe dónde, pero libres, felices y bienaventurados para siempre. Convéncete, todos acabamos siendo polvo de estrellas

Así que por mi parte, querido dios, ahí te quedas con tus alegrías y tus padecimientos. Un par de sesiones me bastan y me sobran para convencerme de que todo lo que han montado es una farsa. Así que adiós. Roberto, ¿Te vienes conmigo?

-Claro que me voy contigo. Amor mío- dijo Roberto. Tú eres mi dios. Quiero estar contigo siempre “así en el cielo como en la tierra”. Contigo iré hasta el fin de los siglos, si es que hay fin, y sin que la muerte pueda ya separarnos. Sabes que me tienes embrujado. Donde tú vayas allí iré yo como polvo enamorado de estrellas que somos, cariño mío. Contigo para siempre.

Y se fueron lejos, lejos, lo más lejos que pudieron y buscaron una estrella muy bonita con planetas llenos de amor en los que cultivaban rubíes y esmeraldas y diamantes más bonitos que los que exponía Tiffany`s en sus lujosos escaparates. Y así pasaban años y siglos y milenios y Miry recibía todas las mañanas diamantes a la hora del desayuno. Y Roberto y Miry eran más felices que dios

Eusebio V. Calleja

2 comentarios:

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  2. Hola Eugenio, me ha encantado.Tienes una imaginación y creatividad grande,pues logras mezclar el 80% de ficción con 20% de realidad.
    Mira yo me gustaría ir al cielo y procuro portarme bien, y hacer cosas buenas.Ser buena gente y me has desanimado si merece la pena. Es broma y basándome en mi potencial filosófico.lo percibo basta de distinto. Pero nadie lo ha visto

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