jueves, 5 de abril de 2018

Remembranzas

Ahora que he pasado ya de los 50 siento cierta añoranza de mi pasado. Echo la vista atrás y pienso en la infancia que tuvimos los niños de nuestra generación y, que a pesar de que actualmente los niños lo tienen todo a su alcance, no son más felices que los niños de nuestra época.

A veces creo que no valoramos todas las vicisitudes y experiencias que vivimos. Aún no siendo siempre experiencias buenas, nosotros las vivíamos con mucha intensidad.

Ahora los niños son más solitarios, a la vez, los padres nos independizamos demasiado pronto de nuestros hijos, dejando que los eduque la televisión, los amigos, las cuidadoras. Damos mucha importancia a lo tecnología dejando atrás lo humano y los valores que nosotros como padres podemos inculcarles.

En casa cada cual tiene su espacio y no se traspasa el entorno de cada uno.

Actualmente estamos rodeados de muchas personas pero nos sentimos solos, esto también afecta a los niños.

Somos una sociedad deshumanizada, individualista y egoísta, y eso es lo que le estamos transmitiendo a los niños.

La vida que nuestros padres tenían hace 50 años era muy diferente, más sana, más participativa en la comunidad. Los vecinos eran como parte de nuestra familia, todos sabíamos de todos, estaban dispuestos a ayudarse unos a otros ante cualquier situación y éstas actitudes beneficiaban a la relación de los niños con los demás.

Los niños de entonces éramos muy felices, a lo poco que teníamos le sacábamos mucho partido. Recuerdo que nos pasábamos el día en la calle, cuando llegábamos del cole no recuerdo que entraramos a la casa. Mi madre nos daba el bocadillo que casi siempre era de mantequilla de colores.

Y qué decir de los juegos, ¡eran maravillosos! Teníamos una capacidad impresionante para inventarnos juegos y no nos aburríamos nunca.

Recuerdo con mucho cariño cómo pasábamos tardes enteras, por ejemplo y por citar algunos juegos: a la cuerda, a los duples, a la taba, al pañuelo, al látigo, a churro media manga manga entera, a príncipes y princesas, al escondite y tantos y tantos...o simplemente sentados en el batiente de alguna casa y contar historias inventadas, cuentos y chistes, que por cierto mi primer chiste verde lo escuché de un niño de mi pueblo con 6 añitos.

Recuerdo también cómo era el aseo en mi casa, lo primero es que no teníamos baño, no estaba hecha aún la acometida, con lo cual hacíamos las necesidades en un cubo y cuando estaba lleno mi padre se lo llevaba al campo y allí lo tiraba. Nos lavábamos en un barreño de aluminio. En verano el agua la calentaba el sol y en invierno mi madre calentaba agua en una estufa de picón y el barreño lo dejaba mi madre al lado de la estufa con el consiguiente peligro de poder acabar con alguna que otra quemadura.

Cuando yo le cuento esto a mis hijos no entienden cómo se podía ser feliz en esas circunstancias.

Son recuerdos que han marcado a una generación y me han marcado a mí particularmente. Los niños de entonces éramos ajenos a los problemas sociales o de índole político. Éramos felices sin saber qué significaba la palabra "felicidad". La infancia que viví en la calle y con mis mayores no la cambio por nada. Las vivencias y las experiencias que viví han marcado mi carácter y no cambiaría nada a pesar de las dificultades, a nuestra manera fuimos muy felices.

Me quedo con los buenos recuerdos, remembranzas de una vida, de mi vida.

Maricarmen Prieto 

1 comentario:

  1. Que razón llevas Mari Carmen, al final lo que cuenta es la vida que viviste en aquellos años y el recuerdo imborrable de lo vivido.

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