lunes, 2 de abril de 2018

La Virgen de la Cueva

  Haciendo un recorrido por diversos pueblos del norte de la Península Ibérica me sorprendió uno muy bonito y pequeño, no tendría más de veinte habitantes, al pie de los Picos de Europa. Paseando por sus calles, me encontré con un amable anciano con el que entablé una conversación muy amena. Me habló de su pueblo, de sus gentes y sus costumbres.

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  Anochecía, era una tarde fría de noviembre: “Pero… pase adentro que hace frío”, me dijo. Acepté su invitación y una taza de café junto a la chimenea donde ardían unos troncos de leña. Allí, al amor de la lumbre, continuamos nuestra conversación y me contó una leyenda.

  Dicen que allí vivió un ermitaño muy pobre. Un borrico y una cabra eran sus únicas posesiones. Cada mañana subía al monte a lomos de su borrico en busca de castañas, avellanas o alguna otra cosa con la que alimentarse. Con esto y la leche que le daba su cabra, sobrevivía. Siempre hacía el mismo recorrido, pero un día, en la mitad del camino le sorprendió una gran tormenta y se refugió en una cueva que había al pie de la montaña. Allí pasó más de dos horas y se quedó dormido viéndose en sueños al lado de una ermita. Cuando despertó, la lluvia había cesado e intentó salir para reemprender su trayecto pero un gran resplandor le deslumbró y su burro parecía clavado en el barro, negándose a retomar la marcha: pensó que algo sobrenatural estaba ocurriendo.

  A partir de ese momento, día tras día fue subiendo piedras a lomos de su burro y consiguió edificar una ermita con sus propias manos. Desde entonces se la conoce como la ermita de la Virgen de la Cueva. Según mi anciano amigo, allí se encontraba el origen de la canción que todos hemos cantado alguna vez:

“Que llueva, que llueva
la Virgen de la Cueva…”

  En lo alto de su espadaña hay una campanilla y cuando hay tormentas la hacen sonar y las nubes desaparecen, hecho recogido en una coplilla que cantan los lugareños:

“Campanita, campanita
deja de sonar
que a montañas más lejanas
voy a descargar”

  Todos los años, por la fecha en que se construyó la ermita, se celebra una gran romería donde acude mucha gente en peregrinación desde distintos lugares, por costumbre, curiosidad o, tal vez, cumpliendo una promesa.
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  P. Santoyo
  Abril 2018

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