jueves, 4 de mayo de 2017

Rebelión de los bosques


Nadie quería hablar, pero el viento transmitía una música fúnebre que helaba la sangre de los bosques. ¿Que había sucedido? Po rqué estaban todos tan agitados? El viento rugió y se oyó una voz poderosa.

-Amigas criaturas de este planeta, dijo la voz. Hoy se ha cometido un crimen contra todo el universo que amenaza nuestra existencia y la de todos los demás habitantes de este hermoso espacio del cosmos.

Todos estaban nerviosos pero pocos eran capaces de comprender lo que realmente estaba sucediendo. Unos porque eran muy pequeños. Otros porque eran demasiado viejos y estaban ya pudriéndose y la savia no les regaba adecuadamente sus órganos vitales. Surgió un rumor intenso que impacientemente pedía que se hablara claro. La voz poderosa continuó

-Hoy, hermanos, hemos visto cómo un bosque de palmeras completo de la extensión de una nación entera ha sido arrasado por los humanos. Las víctimas han sido nuestras queridas Palmeras. Su rica savia parece que les interesa a los humanos para fabricar un producto antinatural que llaman aceite y que utilizan masivamente para fines alimenticios. Nosotros los vegetales tenemos nuestros propios recursos para fabricar ese aceite sin destruir nada que afecte a nuestros ecosistemas. Hay que dar una lección a los humanos, hay que castigar esta tropelía

-No será para tanto, dijo una rosa desde lo alto de un hermoso rosal. Estoy segura que exageras. Se te llena la boca y te inflamas cuando te vienes arriba con tus discursos altisonantes. Pues te digo que yo no quiero perjudicar a los humanos. Yo estoy muy contenta con ellos. Me cortan, me llevan a sus mejores casas, me ponen en las manos de hermosas mujeres. Me niego a perjudicar a los humanos.

-Insensata, le respondió el altivo y serio roble, que era quien había pronunciado el discurso. No sabes lo que dices. En primer lugar, te voy a decir algo que debería haberte dicho hace mucho tiempo. Eres una desvergonzada y una impúdica. Tus flores, no sé si lo sabes, son tus órganos sexuales y no te cortas exponiéndolos al público sin el más mínimo recato. Te abres de patas para que todos te vean y te fecunden ahí, en público, y por cualquier bicho. Bueno, mejor dejemos este tema, supongo que está en tu naturaleza ser así de … me guardo la palabra para no escandalizar a los pequeños retoños que nos oyen.

La rosa no supo que contestar, la verdad es que nunca había pensado en que sus hermosas flores fueran lo que decía el roble. Pensó que no sabía qué pensar y concluyó que mejor dejar las cosas quietas y en fin que cada una es como es.

Todos miraron con cierto desdén a la rosa y olvidado el incidente continuaron los discursos.

- Tengo más de 500 años, habló un Olivo. y he estado dando aceite a los humanos desde siempre. Ellos recogen mis aceitunas cada año. No me hace daño ni se hace daño a nadie. Yo sigo vivo después de cada cosecha y preparado para hacer crecer desde mi s venas nuevas aceitunas para el año siguiente. No entiendo a los humanos. ¿Por qué tienen que destruir plantaciones enteras de palmeras que además producen un aceite asqueroso? Ese aceite les va a matar, os lo digo yo. La palmera no está en este mundo para producir aceite. Aquí cada uno tenemos una misión que cumplir. No cumplir con esta regla básica es poner palos en las ruedas del perfecto engranaje universal. Que es la naturaleza.

Hubo un murmullo general de aprobación Qué bien sonaron las palabras del anciano Olivo. El viento difundió por toda la tierra su mensaje.

-Yo soy una planta de corta vida, dijo el Girasol. Cada año muero. Los humanos recogen mis semillas y las convierten en aceite. Mi producto no es tan bueno como el del Señor Olivo, pero es de suficiente calidad. Me siento orgulloso de servir a los humanos. Ellos aprovechan mis frutos y guardan suficientes semillas para volver a plantarme cada año y así en cierta manera cumplo años y más años, renaciendo una y otra vez.

Todas las plantas aplaudieron a los girasoles que con gran elegancia inclinaron sus cabezas en señal de reconocimiento.

-Está bien, señores componentes del reino vegetal, continuó el fornido roble. Hay que tomar una decisión. No podemos permitir que los humanos nos avasallen. Su manera de proceder no solo pone en peligro nuestras vidas. También pone en peligro la vida de todas las pantas, de todos los animales y del mismo hombre. Si siguen destruyendo el reino vegetal moriremos todos. Todos, amigos, todos. Las plantas morirán, los animales morirán y los humanos también morirán.

-¿Tan grave es?, preguntó un retoño de encina.

El Roble se volvió teatralmente hacia la encina madre

-Señora encina, dijo con solemnidad, explíqueselo a su retoño, que hay cosas que los padres deben enseñar a sus hijos para que entiendan para qué están en este mundo.

Entonces la encina le habló a su retoño con palabras sencillas y lo más comprensibles que pudo idear para explicarle por qué era tan importante lo que acababa de decir el Roble y por qué estaba en peligro todo ser vivo sobre la tierra si no se hacían las cosas según el orden de la naturaleza.

-Mira, mi querido retoño. El mundo vivo, del que formamos parte las plantas y los animales, incluyendo al hombre, que también es un animal, es una especie de estructura vital en la que todos los componentes están tan íntimamente relacionados, de manera que si dañamos a uno de esos componentes estamos dañando a la estructura vital entera. Vamos por partes. Por orden de importancia, estos son los estamentos esenciales para que haya vida aquí.

En primer lugar está el Sol. La vida en la tierra no es posible sin el sol, que nos da luz y calor. El calor preciso, ni más ni menos, para no perecer ni de frío, ni de calor. Por eso está a la distancia que nos conviene.

Luego, en orden de importancia, estamos nosotras las plantas. Nosotras vamos a producir con la ayuda del sol, los elementos que nos permitirán vivir a nosotras y que permiten vivir a los animales. Escucha con atención, que te explico el principal proceso que hacemos las plantas que da sentido a nuestra existencia. El proceso se llama Fotosíntesis. Sigo explicandote.

-Mejor despacio, dijo el retoño, que Fotosíntesis es una palabra muy larga.

-Escucha, en realidad no es tan complicado. Si te examinaras cualquiera de tus hojas por dentro verías que está compuestas de celdillas. Son las células. Dentro de estas celdillas hay otros cajoncitos, que se llaman cloropastos. Y esos cloropastos contienen una sustancia que se llama clorofila. Esta clorofila es la encargada junto con la luz del sol de producir la fotosíntesis, que convierte la energía lumínica en energía química.

-Escucha con atención. Las plantas somos muy trabajadoras. Escavamos en el suelo buscando agua y nutrientes a través de nuestras raíces y lo subimos hasta las hojas, por medio de la savia, que es nuestra sangre. Las plantas, para crecer, extraemos nutrientes del aire, del agua y de la luz solar. Del aire obtenemos carbono, y del agua hidrógeno y oxígeno. Con estos elementos producimos posteriormente azúcar. La energía necesaria para obtener azúcar del hidrógeno, el oxígeno y el carbono nos es suministrada a las plantas por la energía solar. El agua, unida al anhídrido carbónico y a la luz, produce azúcar más oxígeno. El azúcar se puede considerar el alimento de la planta, imprescindible para el crecimiento, mientras que el oxígeno se devuelve al aire.

- Creo que cojo algo. Y si nosotras no produjéramos esos nutrientes y esos azúcares y ese oxígenos ¿qué pasaría?

-Pues muy sencillo. La vida en la tierra no sería posible. Las plantas se extinguirían. Los animales herbívoros dejarían de tener alimentos y los animales carnívoros no tendrían nada que llevarse a la boca. Toda la vida en la tierra se extinguiría. Así de terrible, así de apocalíptico.

El viento difundió la explicación de la madre encina y todos los árboles y plantas meditaron silencio, comprendiendo la importancia de su función en la cadena de la vida. A continuación el reino vegetal entero se puso a reflexionar sobre las medidas a adoptar para meter a los humanos en razón. Unos pensaban en venganza, otros pensaban que sería mejor tomarse las cosas con calma y sopesar las soluciones. Las decisiones en caliente no suelen ser las más acertadas. Al fin decidieron nombrar un Consejo Supremo formado por los ejemplares más notables del reino vegetal, entre los que estaban las sequoyas, los olivos, las encinas, los robles y las algas. Estas últimas pidieron su inclusión, pues tenían algo muy serio que decir sobre la contaminación de los mares.

Después de larguísimas discusiones, el Consejo Supremo tomó una decisión. Habría una huelga general que secundarían, sin excepción, todas las plantas vivientes en el planeta tierra. La huelga duraría 25 primaveras Se trataba de dar una lección a los humanos. No podía prolongarse más de ese período, porque ello conllevaría la extinción de toda la vida en la tierra. El objetivo era hacer reflexionar a los humanos para que dejaran de cometer crímenes contra la vida. La huelga sería de brazos caídos y consistiría en interrumpir durante los dichos 25 años todo proceso de Fotosíntesis.

-¿Y qué pasará con la tierra durante esos años? pregunto un sauce.

La sequoya californiana que tenía más de mil años y era el ser viviente más longevo del planeta tomó la palabra.

-Durante mi larga vida he visto de todo, como podéis imaginar, pero nunca había presenciado una amenaza de destrucción como la que ahora sufrimos. Los humanos parecen haberse vuelto locos. Destruyen bosques, destruyen mares, destruyen la atmósfera con los gases de sus trastos móviles. Es preciso pararles los pies. A lo largo de estos 25 años ocurrirá lo siguiente. Los primeros años seguirán viviendo de lo que aún almacenamos nosotras las plantas. Luego, empezarán a sentir escasez de oxígeno en sus pulmones y se sentirán como si estuvieran a 8000 metros de altitud. Los humanos irán con máscaras para poder respirar. A continuación empezarán a consumir todos los animales vivientes que vayan sobreviviendo porque nosotras las plantas estaremos lacias y moribundas. Luego vendrá el caos y empezarán a matarse unos a otros sobreviviendo sólo los más fuertes, o sea, los más bestias… Morirán millones. Los científicos no sabrán encontrar una respuesta a lo que le está sucediendo a la humanidad. Los poderes públicos estarán desbordados y echarán la culpa a la oposición por no haber previsto lo que estaba sucediendo. En fin, el caos más absoluto, y la humanidad al borde de la desaparición.

Para entonces habrán pasado las veinticinco primaveras y volveremos a permitir que en hojas y nuestros tallos verdes se vuelva a producir el proceso de fotosíntesis. La naturaleza volverá a recuperarse poco a poco. Las plantas revivirán. Los árboles volverán a desplegar orgullosos todos sus musculosos ramajes y sus espléndidas hojas. Los humanos recobrarán el oxígeno y nuestros nutrientes. Los animales volverán a su vida normal y seguirán comiéndose unos a otros como dios manda. A los humanos les mandaremos un mensaje, a través del viento, explicándoles por qué les hemos organizado la huelga, y aprenderán de la lección al menos durante unas cuantas generaciones, hasta que se les olvide, ¡porque estos hombres…!

Todo el reino vegetal aprobó unánimemente la decisión del Consejo Supremo y aplaudieron largamente a la Gran Sequoya.

La huelga, sentenció la Sequoya, comenzará mañana y todos entonaron un canto que conocían de los humanos:

A la huelga diez, a la huelga cien
A la huelga, madre, yo voy también.
A la huelga cien, a la huelga mil
Yo por ellos, madre, y ellos por mí.

Todo el reino vegetal cantó, las plantas chiquititas y los arbustos y los árboles gigantes y la canción fue un caleidoscopio de voces sobrecogedor. La huelga comenzó y luego silencio, silencio, silencia… durante veinticinco primaveras.

E.V.Calleja

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