Hay mucha gente buena en el mundo, más de las que nos podemos imaginar. A diario se cruzan en nuestro camino, pasando inadvertidas, pero sus vidas son fecundas, generan bien, dan amor, y la mayoría de las veces la sonrisa y el buen humor son sus señas de identidad. Podrían compararse al aire limpio, a la hierba fresca, a esas pequeñas plantas de tallo tierno, que en silencio cubren grandes superficies.
El tiempo corre veloz. Pero me gustaría hacer mención a la conmoción que causo la noticia del accidente sufrido por el grupo de jóvenes, que recién terminado el curso, decidieron dar lo mejor de ellas en un proyecto solidario en Costa de Marfil.
Mientras amigos y compañeros preparaban sus hamacas y chancletas para pasar el verano tumbados al sol, treinta jóvenes estudiantes, emprendían un viaje de 4000 km para dirigirse a una zona del África occidental, lejos de la comodidad de sus hogares, donde realizarían labores de voluntariado y solidaridad. Allí las esperaban con los brazos abiertos, para recibir impulso en su formación, y ayuda en tareas sanitarias y educativas; todo impregnado del cariño, generosidad y de esa alegría desbordante propia de los corazones jóvenes.
Un fortuito accidente frustró estos magnánimos deseos. La noticia, salto rápidamente a los informativos, y por la prensa se supo todo lo que en años anteriores habían realizado desde este proyecto de apoyo a África. De no haber ocurrido el lamentable suceso, hubieran pasado ignorado y oculto para la mayor parte del mundo.
Estas jóvenes como la hierba fresca que callada crece; llevaban con su presencia, su trabajo y buen hacer una ráfaga de esperanza y cercanía hacia los más necesitados y no se sentían heroínas ni titanes, porque cuando es el amor el que mueve a hacer las cosas no hay medida, ni cálculos tacaños. Así vivía Teresa Cardona, la única fallecida en el accidente; una de las encargadas y promotoras de este gran proyecto social africano. Mujer de sonrisa abierta y magnánimo corazón, que llevaba esa generosidad a su día a día. Era profesora de un colegio en Barcelona.
Nos parecen que los tiempos están revueltos, que la juventud anda confundida, desorientada y sin ideales, sin embargo estas afirmaciones no hacen justicia a la valentía y disposiciones que hoy siguen teniendo nuestros jóvenes. Además por experiencia propia…..por lo poquito que damos y ayudamos. Recibimos multiplicado, lecciones de gratitud, de alegría, de autoestima, de generosidad. Egoísta-mente diría que recibimos multiplicado cada ápice de lo que damos.
Pasa el tiempo, surgen otras noticias, nuestra atención se dispersa con tanta información que cada día nos llega. Pero a pesar de todo esto, esa fresca hierba seguirá creciendo callada y fecunda y algún día, de nuevo, caeremos en la cuenta de que realmente; la felicidad que llena la vida, se encuentra cuando se vive en disposición de continua apertura a los demás.
Fotografía en el aeropuerto antes de partir (Teresa es la de arriba)
Lucia Sanz
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