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miércoles, 1 de noviembre de 2017

Estamos de obra


Si hemos sobrevivido a esta experiencia, podremos superar cualquier obstáculo que se nos venga encima.

No puedo decir que nunca más haré obras en casa, pero ahora mismo firmaría donde fuese para no tener que pasar otra vez por una experiencia tan agotadora y estresante.

Todo comenzó un 18 de octubre a las 8:00 am, una cuadrilla de señores muy serios invadió mi hogar.

Con gesto serio y sonrisa forzada, nos dieron los buenos días, pero yo, en el fondo de sus ojos, pude leer sus perversas y terribles intenciones.

Comenzarón a dejar más y más herramientas por todas partes y en unos instantes se transformaron en un auténtico escuadrón demoledor perfectamante armado y uniformado.

Con sus atronadoras herramientas comenzarón, sin piedad, a tirar azulejos, puertas, ventanas y suelos. En prácticamente una mañana acabaron con todo lo que tenian por delante. Mi casa quedó devastada y sumida en una inmensa nube de polvo.

Mientras esto sucedia, mi marido y yo, permanecimos como hipnotizados, expectantes ante este espectáculo desastroso. Un profundo y extremedor sentimiento de asombro y pavor nos invadio por completo. Llegado el medio día mi casa se asemejaba a un campo de devastación nuclear. El polvo y los escombros nos tenian rodeados por todas partes. Imposible volver atrás.

La obra estaba programada para realizarse en el plazo de un mes, y hete aqui que a día de hoy, 31 de octubre, seguimos con la casa patas arriba.

La primera semana todo transcurrió según lo previsto. Pero aquello, según avanzábamos, cada vez iba de mal en peor, vivir en casa era prácticamente imposible. Mi casa paso a ser completamente inhabitable. Las emisiones de polvo en suspensión y la contaminación acústica llegarón a sus máximos niveles soportables, por no hablar de que un día sí y otro también nos dejaban sin agua y sin luz.

Salir de casa no estaba en nuestros planes, pero ante estos hechos no quedaba otra. Yo me fui con mis padres a su casa y mi marido a casa de su madre. La verdad es que volver a vivir con mis padres, después de 38 años de casada, ha sido toda una experiencia. Volver a dormir en mi habitación, ver tus trastos de adolescente guardados en el armario, tu viejo tocadiscos, tus queridas muñecas, todas primorosamente colocadas y dormir en tu antigua cama, todo ello ha sido como un retroceso alucinante en el tiempo, a la vez que muy gratificante, sin mencionar la alegría que mis padres han sentido al tenerme con ellos en casa.

Mientras tanto los problemas, en casa, se iban acumulando día a día. Llamadas tensas, excusas increíbles, retrasos muy sospechosos, fallos tontos y tantas y tantas cosas que prefiero olvidar. Han sido días muy intensos y estresantes, que aún sufrimos.

Como siempre la famosa ley de Murphy, siempre al acecho, no podía faltar.

«Si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal» Pués al pié de la letra, ¡Oye…!

Todos los meses que pasamos programando esta obra se fueron garete en menos que canta un gallo.

Después de un largo e intenso mes, hemos vuelto a casa de nuevo. La obra ha avanzado considerablemente, pero aún nos quedan muchas cosas por terminar. Aquí seguimos viviendo entre nubes de polvo y señores muy raros que nos visitan cada día, y que no me apetece nada de nada ver.

Espero que todo esto merezca la pena, y por fin llegue el día en que pueda ver mi casa recompuesta del todo. Para mí será muy de agradecer poder volver a sentarme en mi sofá a ver la tele, o hacerme una tortillita francesa en mi cocina por las noches, esas cosas tan simples que no apreciamos hasta que no podemos hacerlas, pero sobre todo quiero perder de vista a los señores obreros, pintores, electricistas, fontaneros, carpinteros, albañiles, etc… que día a día han conseguido sacarme de mis casillas y han perturbado mi sueño.

Pensaros muy mucho si vais a hacer obras en casa, solo os hago un pequeño comentario, y esta vez aplicando de lleno la ley de Murphy, tened presente que no importa lo bien que sujeteís vuestra tostada con mantequilla y mermelada, seguro que caerá al suelo y por supuesto lo hará por el lado en que está untada.

Espero deciros muy pronto que todo ha finalizado, que ya no tengo señores raros deambulando por mi pasillo y que ya puedo hacer mi vida como cualquier mortal.

Paloma Sardinero

lunes, 5 de junio de 2017

El Peregrino

E.V.Calleja

(Cualquier viso autobiográfico que pudieras percibir en este escrito, querido lector, es puro producto de tu imaginación y nada más que eso).



Juan es el hombre del que os hablaré. Recién jubilado. Profesor toda la vida. Metido en el ajetreo de las clases, la corrección de ejercicios, la pelea latente con los alumnos. Y de pronto cumplió 60 años y le dijeron que a jubilarse. Qué alegría! Así pasó los primeros meses sin añorar nada, descansando. Pero luego comenzó a sentir una especie de vacío algo así como existencial, ya sabéis. Algo no funcionaba en su interior. La vida se le estaba convirtiendo en un tedio insoportable. Los hijos eran mayores y hacía años que no vivían en el hogar. La mujer se iba con la amigas a clases de lo que fuera, o a tomar café y se pasaba el día entero fuera de casa. Juan pensaba que, quizás, lo que deseaba sobre todo su mujer era estar lejos de él, que su matrimonio era ya pura apariencia, pura rutina. Se sentía abatido. El no era un hombre demasiado sociable. De bares, nada. Prefería quedarse en su casa. Apenas iba a las reuniones de antiguos profesores que siempre hablaban de lo mismo y le aburrían. De leer ya estaba también algo cansado. Sus ojos ya no pasaban por las líneas con la suficiente rapidez, y se le iba la idea para otro lado y tenía que volver a leer lo leído. Demasiado pesado, demasiado deprimente.

Un día oyó hablar del Camino de Santiago. Que era una experiencia única, le dijeron. La idea le entusiasmó. ¿Por qué no intentarlo? Era el momento perfecto. Tendría todo el tiempo del mundo para pensar, y quizás en la soledad del camino encontraría respuesta a alguna de las preguntas que le martilleaban el cerebro desde hacía tiempo. ¿Cuál era el sentido de la vida?, ¿cuál era el sentido de su vida? ¿Cómo debería afrontar los años que le quedaban por vivir, para vivirlos intensamente, para penetrar en el sentido del vivir? ¿Quizás el vivir mismo es un misterio sin explicación razonable? Necesitaba urgentemente respuestas a preguntas esenciales. La casa le estorbaba, la ciudad le aturdía, y hasta su mujer y sus hijos serpenteaban entre sus pensamientos cortándole el paso a la paz y soledad que precisaba su mente y su corazón es ese momento.

Buscó un mapa del Camino de Santiago por la ruta Francesa, la tradicional. Eran 32 etapas. Un poco largas, pero después de un programa de preparación intensiva su cuerpo todavía relativamente bien conservado, lo soportaría.

En cuanto al coste de la aventura, estaba en condiciones de afrontarlo. Incluyendo alojamiento y manutención había visto que se podía hacer por menos de 30€ diarios, eso sí, acostándose en literas que suministran los múltiples albergues que hay a lo largo de todo el Camino. Con que, decidido. Ya tengo el itinerario que más me gusta. Comenzaré en la frontera de Francia con España, en Roncesvalles y desde allí jornada a jornada hasta Santiago de Compostela. Esta será mi ruta

Después de terminar la cena, pensó Juan que sería el momento más oportuno para comunicarle la decisión firme que había tomado a su mujer, Rosa.

-Me voy a hacer el Camino de Santiago?

-¿Qué? -Saltó Rosa con el último bocado atragantándosele en la garganta-.

-¿Pero a dónde vas a ir criatura? ¿Sabes lo que significa caminar kilómetros y kilómetros, si tú eres un sedentario ratón de biblioteca?

-Rosa –dijo Juan- yo me las arreglaré. No te preocupes por mí.

-¿Y desde cuando se toman las decisiones así en esta casa, sin comunicármelo a mí que soy tu mujer, o es que te has olvidado que soy tu mujer?

En esa casa se había hecho siempre lo que Rosa decía. Juan, no es que no tuviera voluntad, es que las cosas rutinarias le resbalaban bastante. Que había que comprar, se compraba; que había que barrer, se barría; que había que ir al cine, se iba; que había que hacer un viaje, se viajaba; que no había dolor de cabeza, se aprovechaba. Todo lo que ella decidía se hacía. Pero esto era otra cosa. Su mujer continuó:

-¿Acaso hay algo más? ¿Ha sucedido algo estos días que yo no sepa? ¿A qué viene esto ahora?

-No hay nada raro, -dijo Juan-. No te pongas a hacer elucubraciones sin fundamento. No hay nada, ni nadie. No te preocupes.

Y ¿cómo le digo a mis amigas que no cuenten conmigo durante un mes entero? Y ¿qué va a ser pasar con mis clases y mis actividades? Y ¿qué ropa y qué calzado me tengo que comprar?

-Cariño –le dijo Juan-, no tendrás que dejar a tus amigas, ni tus clases, ni te tendrás que comprar ningún calzado especial, ni ropa. Voy a ir solo.

-Solo!!

Rosa se levantó de la silla y se puso a dar vueltas por la cocina como loca. Se frotaba las manos, se las secaba en el delantal y seguía repitiendo:

-Solo, y va y me dice que se va solo.

-Pues sí, cariño. Me voy solo. Yo y mis pensamientos. Necesito este tiempo para mí. Déjame espacio para ver qué encuentro de los restos de mí mismo. Déjame que busque a ver si me queda algo a lo que aferrarme en los años que me queden de vida. Lo necesito.

Rosa se volvió a sentar y no supo que decir. Unas lágrimas intentaban salir de sus ojos mientras escrutaba incrédula la cara de su marido.

-Cariño –le dijo Juan- volveré queriéndote más y contándote todo lo que me ocurra durante esta peregrinación que voy a iniciar al centro de mi mismo.

Continuara…


jueves, 26 de enero de 2017

El sorteo de la ONCE

Quiero contaros algo que sucedió a mediados de noviembre del año 2016 era un viernes y última hora de la jornada serian las dos de la tarde. Los trabajadores terminan su jornada laboral a las tres. Y a una empleada de una Empresa de Seguros le entregan un sobre que contiene cuarenta y siete decimos del sorteo de la Once , para ese día. El famoso cuponazo de los viernes y después de reponerse de la sospresa y sin comprender nada entiende que es una confusión y dado el margen tan pequeño de tiempo que tiene se pone en contacto con la Once, gracias a la red y a Internet. Y se descubre que los recibos los distribuye Correos a todas las provincias y que esos corresponden a Cantabria; consigue ponerse en contacto con la provincia y en la Once le atiende la persona que ha cometido el error que no sale de su asombro y no puede dar crédito a su equivocación………… tenía que haber llegado a otra dirección a si es que intentan resolverlo para que esos números se anulen.

Y como no da margen a que envíen a ningún recadero venga a recogerlos, la empleada de la Mutua de Seguros se ofrece a escanearlos y enviárselos por correo electrónico, así lo hacen y desde Cantabria anulan los números para que no participen en ese sorteo de unas horas después . Y los comentarios de los de los compañeros iban en esa línea.

-Yo me quedaría con ellos

-Tú eres tonta hija

-Es la oportunidad de tu vida de hacerte rica

-Valóralo te puede arreglar la vida y no tienes que volver a trabajar en la vida.

Como diría Chiquito de la Calzada esta historia es verídica. Porque mi hija al contármelo me dijo mama que mal me has educado……. porque hoy ya he hecho la buena acción del día.

Amelia