Si hemos sobrevivido a esta experiencia, podremos superar cualquier obstáculo que se nos venga encima.
No puedo decir que nunca más haré obras en casa, pero ahora mismo firmaría donde fuese para no tener que pasar otra vez por una experiencia tan agotadora y estresante.
Todo comenzó un 18 de octubre a las 8:00 am, una cuadrilla de señores muy serios invadió mi hogar.
Con gesto serio y sonrisa forzada, nos dieron los buenos días, pero yo, en el fondo de sus ojos, pude leer sus perversas y terribles intenciones.
Comenzarón a dejar más y más herramientas por todas partes y en unos instantes se transformaron en un auténtico escuadrón demoledor perfectamante armado y uniformado.
Con sus atronadoras herramientas comenzarón, sin piedad, a tirar azulejos, puertas, ventanas y suelos. En prácticamente una mañana acabaron con todo lo que tenian por delante. Mi casa quedó devastada y sumida en una inmensa nube de polvo.
Mientras esto sucedia, mi marido y yo, permanecimos como hipnotizados, expectantes ante este espectáculo desastroso. Un profundo y extremedor sentimiento de asombro y pavor nos invadio por completo. Llegado el medio día mi casa se asemejaba a un campo de devastación nuclear. El polvo y los escombros nos tenian rodeados por todas partes. Imposible volver atrás.
La obra estaba programada para realizarse en el plazo de un mes, y hete aqui que a día de hoy, 31 de octubre, seguimos con la casa patas arriba.
La primera semana todo transcurrió según lo previsto. Pero aquello, según avanzábamos, cada vez iba de mal en peor, vivir en casa era prácticamente imposible. Mi casa paso a ser completamente inhabitable. Las emisiones de polvo en suspensión y la contaminación acústica llegarón a sus máximos niveles soportables, por no hablar de que un día sí y otro también nos dejaban sin agua y sin luz.
Salir de casa no estaba en nuestros planes, pero ante estos hechos no quedaba otra. Yo me fui con mis padres a su casa y mi marido a casa de su madre. La verdad es que volver a vivir con mis padres, después de 38 años de casada, ha sido toda una experiencia. Volver a dormir en mi habitación, ver tus trastos de adolescente guardados en el armario, tu viejo tocadiscos, tus queridas muñecas, todas primorosamente colocadas y dormir en tu antigua cama, todo ello ha sido como un retroceso alucinante en el tiempo, a la vez que muy gratificante, sin mencionar la alegría que mis padres han sentido al tenerme con ellos en casa.
Mientras tanto los problemas, en casa, se iban acumulando día a día. Llamadas tensas, excusas increíbles, retrasos muy sospechosos, fallos tontos y tantas y tantas cosas que prefiero olvidar. Han sido días muy intensos y estresantes, que aún sufrimos.
Como siempre la famosa ley de Murphy, siempre al acecho, no podía faltar.
«Si algo puede salir mal, probablemente saldrá mal» Pués al pié de la letra, ¡Oye…!
Todos los meses que pasamos programando esta obra se fueron garete en menos que canta un gallo.
Después de un largo e intenso mes, hemos vuelto a casa de nuevo. La obra ha avanzado considerablemente, pero aún nos quedan muchas cosas por terminar. Aquí seguimos viviendo entre nubes de polvo y señores muy raros que nos visitan cada día, y que no me apetece nada de nada ver.
Espero que todo esto merezca la pena, y por fin llegue el día en que pueda ver mi casa recompuesta del todo. Para mí será muy de agradecer poder volver a sentarme en mi sofá a ver la tele, o hacerme una tortillita francesa en mi cocina por las noches, esas cosas tan simples que no apreciamos hasta que no podemos hacerlas, pero sobre todo quiero perder de vista a los señores obreros, pintores, electricistas, fontaneros, carpinteros, albañiles, etc… que día a día han conseguido sacarme de mis casillas y han perturbado mi sueño.
Pensaros muy mucho si vais a hacer obras en casa, solo os hago un pequeño comentario, y esta vez aplicando de lleno la ley de Murphy, tened presente que no importa lo bien que sujeteís vuestra tostada con mantequilla y mermelada, seguro que caerá al suelo y por supuesto lo hará por el lado en que está untada.
Espero deciros muy pronto que todo ha finalizado, que ya no tengo señores raros deambulando por mi pasillo y que ya puedo hacer mi vida como cualquier mortal.
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