lunes, 6 de noviembre de 2017

Jean Valjean



Ideología. En medio de la Francia revolucionaria de los disturbios de 1832, la derrota de Waterloo y el enfrentamiento entre los monárquicos y los republicanos representados en Marius y su abuelo, Valjean no representa el azote a ninguna forma de pensar, ni a los conservadores ni a los revolucionarios. Lejos de enfrentarse a un sistema que lo secuestra durante dieciocho años de cárcel por robar una barra de pan, lejos de estallar al verse víctima de la persecución obsesiva de un policía con exceso de celo (Javert, que parece miope a mafias, saqueos y villanos como Thenardier, y provisto de visión microscópica para cada pequeña falta del protagonista), Valjean asume como propias las culpas que le atribuyen y se presenta ante su yerno, Marius, como un ex-convicto, como un delincuente. Literariamente, Víctor Hugo quiere que el lector arrope con su amor a la víctima indefensa y bondadosa de Valjean aunque no se defienda a sí misma, pero en un plano ideológico, consigue que la punzante denuncia del sistema quede diluida en un mar de lágrimas.

En todo novelista suele haber un toque burgués de gusto por el pequeño detalle y la vida cotidiana, un afán de atrapar el presente que no encontramos en Hugo. Aunque puede adentrarse en la administración de Marius y su pequeño salario, o en la vida del obispo o la de Valjean en en convento, Hugo procede por acumulación. Recoge todas las opiniones y todos los nombres de las discusiones de la época como un anticuario. Hace todos los paralelismos posibles con la antigüedad clásica y con la mitología. Es difícil decir cómo era leído por sus coetáneos, para el lector del siglo xxi sólo puede ser anonadador.

El descenso a los infiernos. Hugo inventa infiernos impensables para las criaturas que más ama. A Jean Valjean 18 años de prisión por una barra de pan. A Fantine, la pobreza, la degradación y la prostitución para pagar el cuidado de su hija Cosette. A Cosette la humillación de servir a los desalmados Thenardier.

La modernidad de Hugo es apabullante cuando alimenta el masoquismo de sus lectores con destinos desesperados. Valjean viaja por Arras buscando alojamiento rechazado por todos los vecinos. Fantine vende su cabello para pagar a los Thenardier. Luego los incisivos. No es suficiente. ¿Hasta donde va a llegar la narración adentrándose en ese infierno inmerecido? Hugo nos arrastra a leerlo porque nos ha hecho testigos del mal absoluto. Porque después de mirar, ya no podemos apartar la vista.


Cosette sufre elviaje al infierno sometida a la pobreza, a la injusticia de ser la cenicienta de los Thenardier.

Siempre hay un ángel, un salvador. En medio del fango algo nos ilumina. A Cosette la salva Valjean en su camino a la fuente. A Fantine la salva una promesa de Valjean que cuidará a su hija Cosette. A Valjean lo salva el Obispo Bienvenido.

Bienvenido, víctima del robo de Valjean declara ante la guardia que le hizo un regalo.

—Con este acto compro tu alma —le dice al buen ladrón.

Y hace algo más que comprar un hombre. Pone la primera piedra de una cadena de favores. Valjea no dejará nunca el camino de la rectitud, aunque ello pueda destruirlo, como ocurre en el juicio de Champmathieu.


Villanos. Valjean, Fantine, Cosette son seres buenos que sufren infinitamente. Son los miserables que no deberían serlo.

Sus perseguidores, sus enemigos se reducen a dos. Javert persigue a Valjean en nombre de un escrúpulo legal que nada tiene que ver con lo justo. Thenardier lo asedia desde el mero afán de hacerle daño.

Javert sufrirá el resultado de su injusticia en la voz de su conciencia que lo lleva a suicidarse. Se suicida porque ha perseguido toda su vida a un hombre bueno. El suicidio es difícil de creer dentro de su mentalidad de funcionario insensible. Algo le falta al lector cuando le ve dirigirse a ese remolino del Sena donde no puede ser salvado de ahogarse.

El destino de Thenardier es más difícil de entender. Vende a Cosette a Valjean después de regatear mezquinamente. Luego lo persigue y le pide más dinero. Valjean se lo da. Se presenta en casa de Marius para calumniar a Valjean y acusarlo de asesino. Marius sabe que el cuerpo que llevaba en sus hombros en las alcantarillas no era el de una víctima, era el propio Marius. Pero no echa a patadas a embustero, le da dinero, cada vez más dinero.



¿De donde sale esa necesidad de sobornar a la alimaña? ¿Por qué todos pagan el chantaje del monstruo? ¿En quién se inspiró Hugo cuando creó a Thenardier? Esas inconsistencias revelan tanto sobre los recovecos del alma del autor que lejos de verlas como imperfecciones, el lector debería anotarlas como reveladoras.

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