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viernes, 8 de marzo de 2019

Canto a la mujer


Ensalzando a la mujer a través de la canción



  letra entre-sacada de tres canciones: Juanes (a Dios le pido). De Presuntos implicados ( gente) y de Andrea Bocheli  (vivo por ella)
Que mis ojos se despierten
Con la luz de tu mirada yo
A Dios le pido
     Vivo por ella sin saber si la encontré o me ha encontrado,
ya no recuerdo como fue, pero al final me ha conquistado
vivo por ella que me da toda verdadera fuerza
vivo por ella y no me pesará
   Dos, tres, horas para disfrutarte
 dos de cada siete días para darte
Un pasaje en la más bella historia de amor
Dos, tres, horas para contemplarte
Y dos de cada siete días para darte
Me acomodo en un rincón de tu corazón
    Esperaré a que vayas por donde yo voy,
a que tu alma me des como yo te la doy.
Esperaré a que aprendas de noche a soñar,
a que de pronto me quieras besar.
     Para vivir así, en miradas transparentes
Recibir su luz, definitivamente
Nubes van y van pasando
Pero aquella luz, nos sigue iluminando
  Es gente, que pide por la gente en los altares
  En las romerías
  Gente, que da la vida
   Gente que infunde fe
Gente que crece y que merece paz
Gente, que se funde en un abrazo ante el horror
Gente que comparte el oleaje de su alma
Gente que nos renueva las pequeña esperanzas
De un día vivir en paz
    Es la musa que te invita, a tocarla suavecita
en mi piano a veces triste
la muerte no existe si ella está aquí...
   Que fresca es la sombra que ofrecen
Que limpia el agua dulce de sus miradas
       Es por ti que empiezo un nuevo día
Hay Ángeles entre nosotros
Ángeles entre nosotros
      Por los días que me quedan
Y las noches que aún no llegan
Yo, a Dios le pido
Por los hijos de mis hijos
Y los hijos de tus hijos
A Dios le pido
   Esperaré que las manos me quieras tomar,
que en tu recuerdo me quieras por siempre llevar,
que mi presencia sea el mundo que quieras sentir,
que un día no puedas sin mi amor vivir.
    Que mis ojos se despierten
Con la luz de tu mirada yo
A Dios le pido

domingo, 17 de febrero de 2019

Microrrelatos

                                                              UNO + UNO + UNO 



      Un día que estaba de vacaciones en tierras del Cantábrico caminando por la playa, reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez. Al principio, pensé en un deporte como otro cualquiera de flexiones. Me aproximé y observé que lo que agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar. Le pregunté por qué lo hacía, y me respondió: "Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano, para que tengan una nueva oportunidad”. 
      Yo no entiendo de mar, pues soy de tierra adentro, y él lo percibió en mi rostro y continuó: Como ves, la marea está baja y estas estrellas han quedado en la orilla. Si no las devuelvo, morirán aquí por falta de oxígeno. "Entiendo” -le dije-, pero debe de haber miles de estrellas de mar sobre la playa, no puede lanzarlas todas. Son demasiadas, teniendo en cuenta que esto sucede probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. Y veo que le exige demasiado esfuerzo, pues los años no perdonan y tiene poco sentido con su edad este sacrificio. “No tiene sentido”. El hombre me sonrió, ¿no tiene sentido? Se inclinó y tomó otra estrella marina y mientras la lanzaba de vuelta al mar me respondió: ¡esta sí lo tuvo!"
      Esta lección es aplicable en nuestra vida, para cada uno, ¡en tantas acciones! 
No puedo cambiar el mundo pero sí a mí mismo y mi entorno. No puedo salvar el mundo de tanto residuo tóxico indestructible, pero puedo reducir el mal uso o abuso de algunos materiales, y depositarlos en sus contenedores y clasificarlos bien para el reciclaje correspondiente. No puedo evitar la guerra, pero sí puedo ser un remanso de paz en el entorno en el que me muevo. Y así con cada acto de mi día. 
Uno + Uno + Uno



                                                       GESTIONANDO LOS PROBLEMAS 




El panadero me contrató para ayudarle a reparar su viejo horno. Acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su taladrador eléctricse dañó y le hizo perder una hora de trabajo, y ahora el antiguo camión se negaba a arrancar. Me ofrecí a acercarle a su casa. Mientras le llevaba, estaba sentado en silencio, cansado, contrariado pero sereno. 
Cuando llegamos a su casa, me invitó a conocer a su familia, y mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo brevemente frente a un pequeño árbol que tenía en el jardincillo, tocando las puntas de las ramas con ambas manos. 
Al abrirse la puerta, el rostro de aquel hombre se transformó, sonrió, abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa. Luego me acompañó de vuelta hasta el coche. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté, señalando al arbusto, qué había hecho un rato antes. Se hizo el despistado, pero mi pregunta esperaba tras mi mirada. "Oh, ese es mi árbol de los problemas", contestó. "Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, y a lo largo de la jornada. Pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego, a la mañana siguiente, los recojo otra vez. ¿Y sabes...? Lo bueno es -concluyó sonriendo- que cuando salgo por la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior".
Ese día aprendí una lección magistral que trato de practicar todos los días. No niego la realidad cuando hablcon mi esposapero ya no la presento como problema, para no añadir un peso más, y así también  hacerme más cargo de los suyos. 


EL MEJOR REGALO 


Con frecuencia nuestros hijos nos dan lecciones que nos hacen reflexionar.
Hace un tiempo, un amigo mío me contaba arrepentido y emocionado una pequeña  anécdota. Un día regañó a su hija de tres años por gastar un rollo de papel de envolver regalos.  No andaba muy sobrado de dinero y lo tenía reservado para un compromiso. Por eso se enfureció cuando la niña trató de decorar una caja para ponerla bajo el árbol de Navidad.   
pesar de la regañina, la pequeña llevó este regalo a su padre a la mañana siguiente. Acercándoselo hasta su cama, diciendo: "Esto es para ti, papá". Me contó que él estaba turbado por su excesiva reacción del día anterior, pero se molestó de nuevo cuando vio que la caja estaba vacía. Le dijo "¿No sabes que cuando le das a alguien un regalo se supone que debe haber algo dentro?" 
La pequeña lo miró con lágrimas en los ojos y dijo: "Pero, papá. No está vacía. He puesto muchos besos en la cajala he llenado y todos son para ti, papá". 
El padre se quedó hecho polvo. Rodeó con sus brazos a la pequeña y le pidió que le perdonara. Este amigo me decía que conservó esa caja visiblemente muy mal forrada, sin ningún valor material, junto a su cama, durante años. 
siempre que estaba descorazonado, triste, preocupado…, sacaba un beso imaginario y recordaba con cuánto amor lo había puesto allí  su pequeña. 
Realmente, a todos los padres se nos ha dado una caja de regalo llena de amor incondicional y besos de nuestros hijos. Es la posesión más preciosa que se puede tener.

Lucía Sanz







sábado, 19 de enero de 2019

Jesús y el niño leproso


                                             JESÚS Y EL NIÑO LEPROSO


    Al acercarse la Navidad, recordé una historia que me conmovió en una ocasión por su contenido, y por su narrador, (un cuenta-cuentos prestigioso).
       No sabía quien era su autor, pues no recuerdo que lo dijera, y lo he buscado con mucha dificultad, pues ni el título sabía. Consultando fuentes di con él. Es de Alejandro Casona. (Llamado El solitario). Generación del 27.
  El relato que transcribo no es textual (he recortado y variado), pero soy fiel a su esencia y contenido. (El autor me disculpa) pues comienzo.
 
Era una noche de diciembre, no una noche como las demás. El viento de hielo hacía temblar los olivos de Belén; Nieve sobre las praderas, carámbanos en los tejados de las chozas…. Y, sin embargo, claro se veía que no era una noche como las demás. En su blancura silenciosa había una íntima tensión, un jadeo de músicas nunca oídas, un latir de raíces anunciando un tremendo y dulcísimo milagro.
    El viento, en vez de aullar, susurraba algo urgente y sigiloso, como una consigna, a la que las ramas se abrían asombradas, dejándole paso. Las ovejas en el redil, con un temblor que por primera vez no era de miedo. Y hasta la misma nieve sentía que tenia que exhalar un caliente vaho animal. Era como si la noche entera, conteniendo la respiración, preparase un acontecimiento grandioso.
  Tan  distinta era aquella noche, que el cielo mismo se consideró obligado a condecorarla con una nueva estrella. Y los pastores, buenos sabedores del firmamento, supieron que esa estrella viajera venía de Oriente, de las tierras morenas del camello y de las especias. Donde los reyes en la celebración de sus bodas y nacimientos, se hacían entre sí las ofrendas tradicionales del oro, el incienso y la mirra.
  ¿Qué mensaje traería aquel lucero errante? ¡cataclismo, milagro!.
   De pronto en los aires se oyó un coro angélico. Y todos los pastores ¡se miraron estremecidos!. Al escuchar las trompetas. No esperan nada bueno. Podría ser: Algo terrible que no fueran capaces de soportar, o tan grande que no supieran comprender. Pero ante las sencillas palabras de la Anunciación se tranquilizaron. ¡ Solo era, que iba a nacer un niño pobre!.
   Se pusieron de rodillas y cantaron un aleluya de aliviado gozo. Pues este mensaje, tan dulce y tan pequeño, si cabía entero dentro de su corazón y cabeza.
    En un establo de barro y de paja, al igual que los nidos de las golondrinas, dormía el recién nacido entre la Mula y el Buey. María le acunaba y susurraba canciones lentas que llenaban sus largos silencios. José se apresuraba en adecentar la morada, fabricando una cuna, cuidando el fuego para que no pasarán frío, velando su seguridad y ajustando los goznes del portón...
   De repente, se abrió violentamente la puerta y otro hombre y otra mujer entraron en el refugio con un niño. El hombre con barba larga y un largo cuchillo cruzado en el cinturón de soga. José y María se atemorizaron recordando viejas historias de ladrones que asaltaban en los caminos.
   No  temáis, dijo el hombre, nunca he hecho otro mal que el necesario para defender nuestras vidas. Sólo pido refugio y un poco de fuego para mi mujer y mi hijo, un rincon de vuestra humilde posada. Pues los soldados nos persiguen y  las puertas a nuestro paso son cerradas.
   Acércate  dijo María a la mujer. Tus ropas están heladas. ¡Dame a tu hijo para que lo duerma en mi regazo!. Y tendió las manos. Pero la mujer la rechazó con un grito:- ¡No! Solo yo puedo tocarlo. El tuyo es hermoso y sano. Guarda  para él las caricias de tus manos.
   María la miró con extrañeza, sin comprender, y la vio llorar en silencio, besando aquella carne de su carne para calentarla, como una vaca a su recien nacido. Cuando fijó sus ojos en el cuerpo del niño comprendió por fin.  ¡José exclamó con espanto¡ ¡Lepra!..
   - No tengáis miedo – repitió el hombre del cuchillo – no lo acercaremos al vuestro. Ya estamos acostumbrados a "andar siempre al borde de los caminos, a no pisar los molinos ni las viñas, a pedir el pan desde lejos y no dirigir la palabra a nadie si no es con la boca contra el viento". Pero la noche está helada y el pequeño no podría resistirla. Sólo pedimos un poco de fuego y un rincón en esta cuadra.
  A María le conmovió las entrañas y tranquilizando a José con una mirada, dejó a su Niño en el pesebre, al aliento de la Mula y el Buey, y tomando resueltamente al enfermo en sus brazos lo tendió en el cuenco todavía caliente de las rodillas donde había dormido a su hijo. Y apretándolo contra el pecho siguió cantando en voz baja y susurros al niño enfermo.
   Al amanecer, los pastores caminaban apresurados hacia el establo. Entre flautas, villancicos y tambores. Querían adorar al recién nacido, y ofrecierle todo lo que tenían. Portaban sobre sus hombros corderillos y llevaban un perro fiel para proteger la entrada, quesos, pan y muchos regalos de cariño que su corazón llenaban.
   En este amanecer bendito la familia huida y acogida en el establo descubrió que su hijo estaba limpio y que todas las huellas del mal blanco habían desaparecido milagrosamente y el niño leproso reía feliz, con todo su cuerpo sano. Solamente en el hombro derecho le había quedado el recuerdo, una marca de plata pequeña y blanca como una flor de lis.
     Pasaron treinta y tres años…. Palestina se encontraba envuelta en  rebeliones contra la Roma pagana y la Roma imperial. Los mártires de una y otra eran llevados al suplicio infamante del madero, muchas veces  acusados de falsos profetas, otras de ladrones y mentiras sin cuento. Entre ellos Jesús el Nazareno.
   Al oscurecer la tarde, el dulce Jesús de Galilea agonizaba en su cruz. A su derecha, un fuerte montañés de barba larga, se retorcía entre los cordeles de la suya con un lamento largo, más semejante a una queja que a una protesta. ¿Por qué me acusan de vivir fuera de la ley si nunca me han dejado vivir en ella? De niño sólo conocí el borde de los caminos; "ni el lagar de las uvas, ni el umbral de los molinos me permitían pisar, ni pedir mi pan si no era con la boca contra el viento". Nací, como los míos, marcado por el mal y la miseria. De mi padre sólo heredé un cuchillo y el instinto animal para la defensa. ¿De qué pueden acusarme ahora, los que me echaron siempre afuera? !Nunca estuve dentro!
    Solamente una dulce mujer me cantó una noche de nieve sobre sus rodillas, y a ella debo la vida tanto como a mi propia madre. Si hice algún mal,  yo te pido perdón por su recuerdo…
    El Rabí le miró profundamente y vió que en el hombro derecho tenía una marca de plata, pequeña y blanca como una flor de lis.
   Entonces le sonrió piadosamente con las palabras de perdón:
   En verdad te digo que esta misma noche entrarás conmigo en Casa de mi Padre.
Y desde este momento, el niño-hombre pasó de estar siempre huyendo y perseguido a encontrarse con la mirada de Jesús y ser el primer redimido del cielo.



martes, 31 de julio de 2018

¿El cielo es real?


                                                                EL CIELO

                                                     


Queridos lectores: Se que cada uno de nosotros tenemos unas tendencias a  la hora de pensar y elegir de los temas que queremos escribir.
  Con facilidad a mi me pasa, que al leer o comentar algún relato en las tertulia, me sugiere escribir de algún tema relacionado, aportar algún punto de vista etc. Pero con frecuencia veo conveniente otro y retraso el anterior. Pues tengo varios comenzados, sin acabar de culminar. Uno de ellos es este. El cielo
  No tiene por que pasar, pero es frecuente que según cumples años, van apareciendo pequeñas huellas o limitaciones, síntomas de que el tiempo no pasa en vano. Uno frecuente es que cuesta más dormir, o te despiertas más, vamos, que lo de dormir de un tirón o como un lirón queda algo atrás. Hago este preámbulo, para contar lo que me
paso. Después de leer el artículo de Eusebio " En el cielo como en la tierra " me encantó, el sabe que soy fans de sus aportaciones, maestría y personalidad de sus escritos. Pero como bien le comente; Pesaba mucho más desde mi punto de vista, la ficción a la realidad. Sé que tal como describió Eusebio el cielo, se me presento especialmente aburrido y le dije que  me había creado un conflicto.  Pues yo sí creo en el cielo, y desde pequeños con mucha naturalidad te hablaban de Él. A veces para que te portaras bien, otras cuando alguien moría, tú no discernías esta palabra ni su alcance, pero al decirte; "esta en el cielo", no sé lo qué creías, pero era una puerta abierta, volveríamos a estar juntos, otras te decían; desde el cielo te ve y te va ayudar más etc. Y aunque tu cuerpo era pequeño, a su vez la fe y confianza eran muy grandes, te quedabas con mucha paz. De mayor la reacción ya no es igual.  Decía esto, pues esta inquietud de querer ir al cielo ha perdurado en mi  a lo largo de los años, pero con la descripción de Eusebio, lo percibí algo vació, sin atractivo...y casi se me quitaron las ganas de ir. vamos que me creo un conflicto.
  El caso que  con mi tendencia a filosofar, reflexionar, me volvió a suceder con el tema del cielo. Comencé a pensar; que he oído de él. etc. Recordé "ni ojo alguno vio, ni oreja oyó, ni pasaron a hombre por pensamiento las cosas que tiene Dios preparadas para aquellos que le aman" de S. Pablo, pero no me aportó demasiado. En estas estaba, cuando me dormí y soñé,  y ¿sabéis con que soñé? Pues con el Cielo, y un sueño tan maravilloso del que no querría despertar: Todo era belleza en grado sumo, esplendor, bondad, Estar allí era participar de algo que no tiene explicación, algo tan sublime que no hay palabras que puedan expresarlo, pues todas se quedan cortas. Entendí  lo de la contemplación de Dios, pero por la contemplación de Su Obra. Del paraíso, como El lo creó  y lo concibió y se lo dio a nuestros primeros padres. Con toda clase de arboles, plantas, flores, aromas, armonía etc. Toda clase de animales, aves, peces insectos. Cada uno en su medio y hábitat. Pero a la vez todos conviviendo, como una única familia. Nadie superior a nadie, ni depredador de nadie. Conocí especies extinguidas, majestuosas, allí es un eterno presente. De tiempo, espacio, lugar.
  Pero lo que más me impresionó fueron las personas. Incluso más que los ángeles. Pues eran semejantes a Dios, con cuerpo glorioso, llenos de esplendor, sin huella de defectos, enfermedad, vejez ...en un estado puro. Superiores  al resto de las  criaturas. Esto me impacto en extremo, pues reconocí a seres que no había conocido en la tierra,  tres de
 mis abuelos, y estaban en tertulia constante con todos los seres queridos, y reencontrados, entre ellos mis padres.   Comprendí que el cielo, no es un lugar, es un estado. Y un estado de felicidad perpetúa. No sé cómo deciros, si cada uno pensáramos y recopilamos los momentos más felices que hemos vivido a lo largo de la vida. Pues apenas es una mota de arena en el desierto, comparando la felicidad del cielo.            Tengo  que confesar que no sé lo que duró este sueño, pero duro mucho mas en mí el saborearlo y con un realismo, con una claridad, con una verdad. Que casi podría afirmar que lo vi

 Ese día tengo que deciros que me empape de leer y buscar cosas para saber más y la verdad que ninguna de ellas contradijo mis sueños.

Ante la imposibilidad de explicar lo que es el Cielo, muchos autores y teólogos han intentado describirlo como lo que no es: en el Cielo no habrá sufrimiento, no habrá hambre, ni sed, ni cansancio, ni injusticias, no existirá el dolor y tampoco la muerte. Esto es un buen comienzo, sin embargo, es demasiado pobre, el describir el Cielo como la ausencia del mal, pues el Cielo es eso y mucho más.
Puedo decir con el libro y la pelicula de
                
         Lucía. Sanz