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martes, 2 de junio de 2020

Asesinos invisibles

P. Sardinero

No penséis, al leer el título, que os voy a hablar de asesinos dictadores locos o de grandes reyes homicidas ávidos de riquezas y reinos: los grandes asesinos de la historia han sido y serán las bacterias y los virus. Así lo afirman los divulgadores e investigadores científicos, epidemiólogos y biólogos.

Ellos son los que han provocado las grandes epidemias de la historia llevándose por delante a millones de personas. El sarampión, que acabó con más de 200 millones de personas, o el virus del sida (VIH) que ha matado a más de 35 millones; pero el primer premio se lo lleva el homicida número uno de la historia, el virus de la viruela. Se calcula que este virus mató a más de 300 millones de personas. Ellos son la mejor arma, los únicos capaces de destruir la humanidad.

Hasta la fecha, las cinco pandemias más letales en el mundo han sido: viruela, sarampión, la mal llamada gripe española, la peste negra y el VIH. El más letal de todos el variola, virus causante de la viruela, hoy erradicada gracias a la vacuna descubierta por el médico inglés Edward Jenner a pesar de que por el año 1797 los microscopios dejaban mucho que desear.

En el año 1798 Jenner publicó sus investigaciones y acuñó el término “vacuna”, que procede del latín vacca, vaca. Todo tiene su explicación. El primer paciente humano del Dr. Jenner fue un niño de 8 años a quien su vaca le había contagiado la viruela. Al pequeño se le inoculó el virus de viruela bovina y experimentó una gran mejoría.

En la actualidad, el principio de la vacuna de Jenner es exactamente el mismo, aunque el método es mucho más simple y efectivo. La vacuna de la viruela fue mejorada por científicos de la talla de Pasteur. Las campañas mundiales de vacunación masiva redujeron los casos de viruela hasta que, en el año 1980, la OMS declaró oficialmente que el mundo estaba libre de viruela.

Afortunadamente, frente al sarampión existe hoy en día vacuna. Antes de que la vacuna se introdujera en 1963 y se generalizara su uso, cada 2-3 años se registraban importantes epidemias que llegaban a causar cerca de dos millones de muertes al año.

Una de las crisis más graves de salud pública de la historia fue la mal llamada gripe española. En 1918 mató, en apenas dos años, entre 50 y 100 millones de personas. Este virus solito se llevó por delante entre el 3 y el 6% de la población mundial.

La Yersinia pestis fue la culpable de la epidemia de peste negra que asoló Europa a mediados del siglo XIV. Era un bacilo que se transmitía a través de pulgas y piojos que vivían en ratas y en los propios humanos. Se cree que la epidemia empezó en Asia y se dispersó a Europa a través de las rutas comerciales. En el conjunto de Europa murieron unos 50 millones de personas. Total, nada...

El VIH, si no se trata, mata de media al 80% de los infectados. Este virus se expandió hace cuatro décadas. A finales de 2016 había en el mundo unos 36,7 millones de infectados. A estas alturas todos sabemos cómo se transmite este virus. Prevenir el contagio con las distintas medidas existentes es la mejor forma de contenerlo. A día de hoy no hay cura para la infección por VIH.

No hace mucho la OMS publicó un informe en donde alertaba de que el riesgo de que se produjera una pandemia global a escala mundial estaba creciendo. Solo han hecho falta unos pocos meses, en concreto hasta diciembre de 2019 en China, para que surgiera el nuevo SARS-Cov-2 que ha originado la nueva pandemia del COVID-19.

El pasado 11 de marzo la OMS declaró la existencia de una pandemia global mundial por coronavirus, la primera de la historia por este tipo de virus. Todos sabemos lo que ha venido después.

Científicos de todo el mundo trabajan sin descanso para encontrar una cura, pero este virus muta constantemente, y encontrar una vacuna llevará todavía muchos meses.

Las cifras de contagiados y fallecidos por este virus no las voy a buscar porque me aterran, sin contar todas las personas que aun habiendo superado la infección han quedado con secuelas graves para toda su vida.

Ha pasado, y seguirá pasando, aunque queden ya muy lejos las grandes epidemias de la historia. Hay que tomar conciencia de que los seres humanos somos muy vulnerables y de que hay que librar una dura batalla contra ellos. Apostar e invertir en investigación y reforzar nuestro sistema de salud sería una buena manera de empezar a combatirlos.

Siempre habrá asesinos invisibles observándonos, algunos más débiles que otros. Siempre habrá epidemias acechando en un mundo globalizado imposibles de impedir. Hay que cambiar la forma de afrontarlas, estar preparados y, sobre todo, aprender de nuestros errores.

Lo que está claro es que, después de superar esto, todos habremos aprendido algo.

domingo, 31 de mayo de 2020

Sobre el coronavirus



Algo terrible cuyo final nadie es capaz de anticipar con exactitud, que se ha llevado por delante tantas vidas, con situaciones muy dramáticas; véanse las imágenes del Palacio de Hielo con colas de coches fúnebres... Se ponen los pelos de punta.

En nuestra familia, mi cuñada (mi hermana) lo ha pasado, y nosotros hemos sufrido bastante, pues ella ha estado sola y creíamos que se iba, solo con las indicaciones médicas a través del teléfono. Gracias a Dios, ahí está con 80 años y muchas ganas de vivir.

Nosotros aquí seguimos, sin salir. Nos da reparo, viendo la irresponsabilidad de la gente según imágenes de los medios. Da miedo volver atrás. De momento estamos bien, con ganas de abrazar a los hijos y los nietos, aunque nos vemos por videollamada y jugamos al bingo.

Por lo demás, un apunte político: la triste imagen que proyectan en medio de la tragedia humana, sanitaria y económica.

Bartolomé y Josefa

domingo, 24 de mayo de 2020

Reflexiones sobre el COVID-19

José Luis López Saura

Maricarmen Prieto

Día 10 de marzo de 2020

—La empresa me ha dicho que os comunique que mañana se cierran los colegios durante 15 días en toda España; los casos de coronavirus han aumentado mucho y hay que proteger a los niños —dijo la coordinadora del colegio donde estaba trabajando de monitora.

Para mí todo empezó ese 11 de marzo. Luego, dos días después, el presidente del gobierno Pedro Sánchez anunció que se decretaba el estado de alarma por 15 días y que comenzaría el 14 de marzo. Era la segunda vez que se implantaba en España en 42 años de democracia.

Muchas personas de mi entorno y yo misma creíamos que, efectivamente, en 15 días estaba solucionado el problema, y todo se quedaría en poca cosa; y más cuando nos decían desde el Ministerio de Sanidad y los científicos especialistas en pandemias que nuestra sanidad era fuerte y sabría atajar esta crisis sanitaria. La verdad es que los casos iban creciendo muy deprisa, y no fue nada sencillo. La situación estaba siendo muy complicada, y es que estábamos inmersos en una grave pandemia global, y la sanidad no daba abasto, hacían falta muchos profesionales, se contrataba a muchísimos profesionales de la sanidad, y a auxiliares como celadores, para atender los numerosísimos casos que se estaban produciendo. Fueron unas semanas muy duras. En estas circunstancias tan críticas nos dimos cuenta de cuán frágil es la sanidad de cualquier país ante una pandemia de estas características. Pero a pesar de todo, los profesionales sanitarios han dado todo lo que estaba en su mano, se han dejado la piel, la mayoría de las veces han trabajado sin el material de protección adecuado, y eso les ha causado muchos casos positivos por la COVID-19. Hay un porcentaje muy alto de afectados, y es que han estado trabajando por encima de sus posibilidades, trabajando sin descanso, con mucho estrés, y eso ha hecho mella en su estado anímico y en sus fuerzas, por lo que les tendremos siempre que agradecer toda su entrega. Los ciudadanos, en agradecimiento a todo su esfuerzo, salíamos a los balcones a aplaudir para darles mucho ánimo y transmitirles el apoyo de la ciudadanía a toda su labor. Los aplausos también eran para los no sanitarios, los transportistas, los farmacéuticos, todas las personas y empresas esenciales que trabajaron en esos días tan caóticos en España. Ellos nos hicieron la vida más fácil mientras se jugaban sus vidas.

Evidentemente, ante esta situación de crisis sanitaria el presidente del gobierno ha tenido que proponer más estados de alarma, los cuales han salido adelante con una mayoría en el Congreso de los Diputados, a veces con un sí unánime, y otras veces con abstenciones.

Ya han pasado setenta días desde la primera proclamación del estado de alarma, y aquí seguimos. Aún no hemos recuperado del todo la vida que teníamos antes de la pandemia. El país va entrando poco a poco en la llamada “nueva normalidad”, por fases; estamos inmersos en una desescalada. Creo que el Gobierno la está haciendo de manera lenta y progresiva para evitar que haya rebrotes y que se puedan volver a colapsar los hospitales y las UCIs.

Esta pandemia va a dejar una crisis global muy fuerte a nivel económico. España lo va a acusar muy especialmente, ya que la mayoría de sus ingresos vienen dados por el turismo y es ese sector el que está más afectado, y a corto y medio plazo va a ser difícil que se pueda volver a los niveles de visitantes de fuera de nuestras fronteras.

Solo en España hay millones de personas que han sufrido un ERTE, hay muchas familias que no tienen ingresos y tienen que acudir a los bancos de alimentos. Antes de la grave crisis sanitaria ya había familias que tenían que acudir a estos organismos a pedir ayuda, pero ahora se han multiplicado por cuatro las familias que necesitan de ella.

Este gobierno ha aprobado el ingreso mínimo vital, que por lo menos paliará un poco la necesidad económica por la que están atravesando muchas familias, al menos hasta que volvamos a la normalidad, y la economía vuelva a resurgir con fuerza en nuestro país.

A estas alturas de la pandemia, los partidos de la oposición se han implantado en el "no" a todo lo que propone el Gobierno. No están mirando por los ciudadanos, no están siendo objetivos con lo que está sucediendo en el país. La clase política tendría que estar a la altura de las circunstancias tan graves de salud pública, deberían arrimar el hombro y dejar de hacer oposición; ya habrá tiempo de eso.

Por decir algo positivo de esta pandemia, es maravilloso cómo la naturaleza ha salido beneficiada de este parón en la vida de los habitantes de este planeta. La especie humana somos los destructores de este hermoso planeta, nos han llegado imágenes de cómo se ha regenerado el agua de los ríos, de los canales de Venecia, cómo la contaminación ha desaparecido casi al completo... Se ha respirado un aire más limpio, y hasta los animales han hecho suyas las ciudades. Hemos tenido preciosas imágenes de la transformación del planeta en pocas semanas de confinamiento.

Ahora que ya podemos empezar a salir de este confinamiento, debemos ser más prudentes y conscientes de que no nos podemos relajar, de que cualquier error nos llevará otra vez a una situación insostenible para las urgencias y UCIs de los hospitales, y no nos lo podemos permitir por lo que ello supone para todo el país.

Ha sido una experiencia muy fuerte para esta generación. Este parón nos ha tenido que valer para algo, cuando menos para que haya un cambio a nivel personal y social. Quiero creer que esta pandemia ha sacado lo mejor de las personas. Ha habido una gran generosidad por parte de muchas personas, organismos y colectivos profesionales.

Somos un gran país y necesitamos unos políticos que estén a la altura.

jueves, 21 de mayo de 2020

Confinada

José Luis López Saura

Voy a contaros cómo está siendo la experiencia del confinamiento. La verdad es que es una situación rarísima... Durante estos días ha habido ratos de pensar mucho en mi familia, por lo que les pudiera pasar, aunque afortunadamente no tenemos que lamentar ninguna pérdida. Yo me siento muy afortunada, porque mis hijos han estado y están muy pendientes de mí. Otros ratos han sido más angustiosos, porque ha fallecido un vecino con el que siempre nos hemos llevado muy bien, y la impotencia de no poder acompañar a sus hijos y darles un abrazo ha sido muy dura y triste.

Quiero deciros una cosa realmente rara que me ha pasado: yo tengo por costumbre leer bastante; pues bien, durante este tiempo me ha sido imposible hacerlo, no me concentraba, ¡no podía!. Terminaba una página y no sabía lo que había leído.

Ahora estoy mejor, ya puedo salir a pasear, y esto es otra cosa, aunque os digo que también me ha costado un poquito reiniciar la marcha, porque hace dos meses yo andaba cerca de dos horas aproximadamente, de diario. El primer día que salí a caminar, no tuve en cuenta el tiempo transcurrido, y claro, los dolores musculares al día siguiente fueron de campeonato; en fin, que yo hice como Fray Luis de León: “Y decíamos ayer...” (guardando las distancias, por favor).

Otra de las cosas que estamos sufriendo es la incertidumbre de no saber qué va a pasar con todo esto, porque no es lo que ha pasado (que ya es bastante), sino lo que tiene que venir, la situación económica, el paro, la enseñanza... Pero sobre todo la salud, porque como no encuentren pronto una vacuna, va a ser muy complicado salir adelante. A pesar de que la gente piense que con la desescalada se va a terminar todo, están muy confundidos.

No quiero daros la impresión de ser pesimista, ni mucho menos, no lo soy. Esto es una reflexión que me hago, y por supuesto, creo que de esto vamos a salir, con toda seguridad.

También he trabajado mucho con el ordenador durante estos días. Me ha servido de entretenimiento para matar las horas. Nunca estaré lo bastante agradecida al CEPA Pablo Guzmán y a todos sus profesores de lo mucho que he aprendido asistiendo a clase. Espero, el curso que viene, poder reiniciar las clases y volver a ver a profesores y compañeros.

Conchi Castellanos

domingo, 17 de mayo de 2020

Esta situación nueva

—Jolines, ya está mamá otra vez con la musiquita —le dice Héctor a su hermano.

—¿De dónde habrá salido eso… tan horroroso?

—Pues igual que todos los días —le contesta Iván—. Oye, ¿te has fijado que ahora parece que nos dan muchos besos, parece que nos quieren más?

Pepita entra en la habitación y les dice:

—Venga niños, arriba, a levantarse que ya son las ocho y media.

—Mami, ¿qué es eso que suena y que es tan feísimo? —le pregunta Héctor.

—Es una música maravillosa —le contesta la madre—. La llaman la Ópera Chica y se llama Zarzuela, es nuestra música y es preciosa, debéis y tenéis que conocerla, porque, aunque sois pequeños, poquito a poquito os iréis acostumbrando a ella. Valoradla y algún día me lo agradeceréis.

—¿Y esto tiene que ser todas las mañanas?

—¡Pues vaya una forma de despertarnos! ¡Esto no es justo! —contesta Iván.

—A ti te gusta porque eres vieja, y nos quieres fastidiar el día —le contesta Héctor. Pepita hace que no los oye.

—Venga niños, venid al balcón que hoy hace un día precioso y veréis lo bonita y lo limpia que está la mañana hoy. Hacía mucho que no la veíamos con esa claridad —les anima su madre—. Hay que empezar el día dándole las gracias a Dios y pidiendo un deseo: que se muera pronto el “bichito”.

—Ya… —contesta Héctor—, y también cuando llegue la tarde.

—Como todos los días —replica Iván—, que sí… que tenemos que salir al balcón a aplaudir también por esas personas tan buenas, que se están sacrificando tanto, curando a todos esos enfermos que están tan malitos.

Así comienza una de las muchas mañanas. Los niños se dirigen al aseo y, a continuación, entre codazos y zancadillas, se encaminan a la cocina para ver quién de los dos se toma el trozo de bizcocho más grande; para continuar luego, como hace ya un tiempo, la misión de todas las mañanas. Pepita les apremia para que hagan las tareas del “cole”.

—Venga, que papá y yo también tenemos deberes que hacer, igual que vosotros.

Héctor e Iván no replican y se dirigen a su dormitorio, pero van comentando:

—No contábamos con esto ¿eh…? Nos han engañado un montón —le dice Héctor a su hermano.

—¿Te acuerdas del día que nos dijeron que no íbamos a volver al “cole”?  Lo contentos que nos pusimos, porque nos iban a dar vacaciones. Y sí, sí… Nos están mandando más deberes que antes, estamos madrugando igual. ¡Vaya fastidio! Por lo menos allí teníamos el recreo. 

La madre los oye y calla. Luego le comenta a su marido:

—Qué buenos son nuestros niños y cómo lo están llevando de bien; les hemos contado mitad verdad y mitad mentira.

Ya en el almuerzo, cuando están todos juntos, el papá les pregunta:

—¿Cómo lleváis la mañana, chavales? Que me ha dicho un pajarito que os ha oído quejaros...

—No… lo que pasa es que preferiríamos estar en el “cole” —contesta Héctor.

—¿Y eso? ¿Por qué? —pregunta el padre.

—Pues… Es que Diego me ha engañao con los cromos, el último día en el recreo, y se la tengo jurada, estoy deseando ir, porque ese se va a enterar...

—¿Solo por eso?

—Eso es una bobada, hijo, porque en este momento nos ha surgido un problema muy importante y hay que saber esperar, llegará el día en el que lo puedas resolver. Veréis, os voy a aclarar algo: una niña llamada Greta, algo mayor que vosotros, se ha dedicado a recorrer muchos países, avisándonos a los adultos, igual que muchos expertos también y jóvenes ecologistas, nos advirtieron que estábamos estropeando el planeta. No les hicimos caso y seguimos actuando igual, las mismas barbaridades, estropeando la Tierra, nos amenazaron con “tsunamis” en diferentes países, para escarmentarnos. Y como no rectificamos, el planeta nos ha enviado a este “bichito” que se nos ha colado por todo el mundo. Ha venido a castigarnos. El mundo se había convertido en muy materialista, solo nos importaban las cosas, no las personas, nos estábamos deshumanizando, y solo valorábamos lo que nos podía proporcionar el dinero. Nos faltaba humanidad, olvidando el contacto con las personas; nos mirábamos únicamente nuestro ombligo, y cuando el mundo salga de este confinamiento al que nos tienen sometidos, del que vamos a salir, descubriremos a las personas, que nos habrán dado una lección muy importante. Necesitamos muy poquito para ser felices. ¡Que no somos nada! ¡Que todos somos necesarios, y que nos necesitamos los unos a los otros! Pero, sabéis, lo peor, lo más triste, es que hemos defraudado a nuestros mayores, porque se nos ha quedado en el camino toda una generación. A nuestros abuelos y abuelas les debemos mucho, les tenemos que agradecer que trabajaran y se sacrificaran tanto, para que nosotros vivamos como lo estamos haciendo, y para que a vosotros no os falte de nada. Pero cuando este confinamiento se termine, ya nos encargaremos tu madre y yo de recordároslo.

Amelia González Luengo

jueves, 16 de abril de 2020

Quédate en casa

Hola, me llamo Merche. ¿Queréis saber cómo me siento?

Pues me siento mal, aquí encerrada todo el día en casa. Estoy acostumbrada, pero la situación me supera, no sé cómo va acabar... Estoy preocupada por mi familia de Barcelona, pero, sobre todo, por la de aquí, ya que creo que no lo llevo bien. No quiero ver las noticias por el horror de saber que han muerto muchas personas por el COVID-19. Según datos del Ministerio de Sanidad, España acumula hoy 12.418 muertos y 130.759 contagiados; 58.744 han necesitado hospitalización y se han curado 38.080. Además, 6.861 pacientes están en la UCI.

Con estos datos tan alarmantes, una no sabe ya qué pensar. ¿Qué nos va a pasar? ¿Estaremos bien de salud o económicamente? Estoy escribiendo y se me saltan las lágrimas y no lo puedo evitar… El dolor se lleva por dentro. Solo una cosa me alegra: que mi familia y más personas a las que conozco, profesores, alumnos…, estén bien. Este virus nos ha cambiado la vida a todos y sé una cosa: lo vamos a superar, y hasta ese momento, aquí, en mi casa, seguiremos con nuestras tareas de estudio, tareas de casa, y como ahora, escuchando música.

Esos sanitarios, policías, trabajadores de panaderías, supermercados, farmacias…, no sé si me dejo alguno, para ellos estos millones de gracias por cuidarnos y poder comer cada día.

Mi familia y yo estamos confinados como el resto del mundo. Es duro, pero hay que hacerlo. Gracias por cuidar de nosotros. Solo deseo una cosa: que esto acabe pronto.

Mis condolencias a todos los familiares de los fallecidos y, deseando la pronta recuperación de los enfermos, seguiremos aplaudiendo a las 20:00 horas.

                                                                           En Madrid, a 6 de abril de 2020

Mercedes Raposo Lera
(Secundaria N2)