Amelia Glez. Luengo
Aquella mañana amaneció igual que otras muchas, pero no se podía imaginar María cómo se le iba a complicar el día. Es sabido por todos que el teléfono es portador de buenas y también malas noticias. Así, con una llamada de teléfono, comenzó:
—María, ponte en marcha —le comentó Joaquín, el secretario de la comunidad—. Anoche, en la madrugada del jueves al viernes, y como estamos en la Semana Santa (aprovechando que hay menos población en las ciudades), con nocturnidad y alevosía, ha sido ocupada la vivienda del 1ºB, y tienes que acompañarme a comisaría para denunciar el hecho.
Lo primero que nos comunicaron los agentes fue que nosotros no podíamos poner la denuncia.
—¿Qué me dice Vd.? —le preguntamos al agente.
—¿Quiénes son Ustedes? —Somos la señora presidenta y yo soy el secretario de la comunidad referida.
—¿Quién es el propietario de la vivienda? Aquí Joaquín procedió a explicar los detalles al agente:
Sucede que está vivienda es una de las muchas propiedades de las que se han hecho cargo todos los bancos por falta del impago de sus obligaciones con ellos por sus antiguos propietarios. En este caso concreto, la propiedad la tiene La Caixa de Cataluña. El agente de policía nos atendió correctamente y procedió a decirnos verbalmente:
—¡Señora, este problema tiene muy mal arreglo! Este tipo de infracciones en este país tiene muy mala solución. Los amparan muchos derechos, ellos lo saben perfectamente, y en situaciones semejantes, este tipo de problemas no se resuelven en menos de dos años aproximadamente. Vayan haciéndose a la idea.
Volvimos de nuevo a comprobar cómo habían procedido. El corte de la luz de esa vivienda lo hicieron con el “consabido puente”. Verificamos también que habían colocado una goma extensible para evacuar las aguas hasta el sumidero de la terraza exterior de la cocina (estas fotos las tuvimos que aportar en comisaría). Como estamos hablando de un "puente laboral importante" y, no pudiéndose localizar al propietario, se nos permitió al final proceder a la denuncia.
No hace falta reseñar que, el primer día hábil, comunicamos a la entidad bancaria la situación. Así mismo también a la compañía de la luz. Aquí nos sorprendimos mucho, pero entendimos que no hicieron aprecio adecuado; quizás para la compañía es insignificante la pérdida y lo asumen tal cual.
Ahora entramos en cómo se altera la vida de los vecinos ante una situación semejante. ¡Tener que compartir la casa con unos okupas dentro!
Este edificio es muy pequeño. Tiene únicamente seis viviendas, y dos de ellas están ocupadas por inquilinos, el del 1ºA (vecino colindante) que inmediatamente entra en shock y amenaza con abandonar la vivienda. Después de tranquilizarle y proporcionarle todas las medidas de seguridad posibles (un nuevo cerrojo FAC), se retracta y comunica que va a dar una tregua al propietario.
El vecino del 2º B, también alquilado, informa verbalmente al propietario de que a partir de ese momento va a dejar de pagar el alquiler: alega que, si tan fácilmente se puede ocupar una vivienda, ellos están igual, que tampoco tienen casa y tienen el mismo derecho. No quieren cargar con ese gasto. Está claro que hay que batallar y hacerles razonar para, primero, comprenderlos un poco, y después desarmar sus argumentos. Acuerdan finalmente que van a dejan correr los días hasta más ver.
El resto de los propietarios están muy preocupados, confundidos..., asustados sería la palabra exacta. También para la comunidad de propietarios es un problema. Las entidades bancarias tienen unos gestores para administrar los gastos de los inmuebles incautados (sería la expresión), y tienes que entenderte más mal que bien (porque cambian continuamente de gestora) para reclamarles los gastos derivados de dicha vivienda: comunidad, agua, gas, limpieza, derramas, etc. Otro trastorno añadido.
Sabemos que el grupo de okupas lo componen una pareja de adultos con dos niños menores. Como presidenta intento razonar con la pareja, pero es imposible con este colectivo; ellos se justifican comentando que están alquilados, que abonan el alquiler a un señor de etnia gitana que es el que les ha facilitado la llave de la vivienda, pero no así la del portal (hablaremos más tarde de esta segunda llave).
Dentro de lo que cabe esperar, mira que tener que decir todavía que se ha tenido suerte, que no tienen los vecinos a unos desalmados viviendo con ellos puerta con puerta... Eso sí, los okupas invadieron la vivienda del primer piso, y acceden a ella en dos zancadas. Hay que aclarar que intentan todo el tiempo pasar totalmente desapercibidos, no utilizan las terrazas, no dejan salir a los niños para no ser vistos e intentan no crear problemas. Pero eso sí, la comunidad ha tenido que hacer frente a un gasto extraordinario. Resulta que, como no les facilitaron la llave del portal, estos individuos funcionan así, a porrazos, y golpean la puerta del portal continuamente hasta que saltan la cerradura. Fueron innumerables las veces que, a medida que las estropeaban, la comunidad las reponía. Ellos continuaban con la misma actitud, y fue tal el problema que se creyó que había que encontrarle una solución. Se llegó de mutuo acuerdo con los vecinos al convencimiento de que, en beneficio de todos, había que facilitarles la llave del portal.
¿Cómo lo ven? ¡Así, sin más!
Los policías hicieron acto de presencia en un momento concreto, estuvieron recabando información de los vecinos. Se sabe poco más. Seguramente seguirían con el procedimiento.
¿Conflictos a nivel de Comunidad? Todos los que genera una situación semejante.
Centrándonos en estos okupas concretos, como no conocemos sus circunstancias personales, sucedió que el okupa adulto terminó en la cárcel cuando llevaban viviendo en nuestro edificio un año y medio aproximadamente. No sabemos cómo, pero a los pocos días de estar interno, apareció muerto en el recinto carcelario. Una pena, pero para la comunidad de propietarios otro problema añadido, tenemos a una adulta con dos niños menores en la referida vivienda.
La última información que nos facilitó la entidad bancaria es la siguiente: llegaron a un acuerdo el SAREB y el Ayuntamiento de Madrid para que se les facilitara una serie de viviendas, para así ellos destinarlas a diferentes colectivos, los llamados alquileres sociales, estableciendo, eso sí, un tiempo prudencial. En el caso que nos ocupa, una de ellas se la ofrecieron a esta pareja. En el momento actual, y por un problemilla de comunidad, la mujer comentó que ya estaba en marcha el proceso de desahucio. Llevamos ya en esta situación tres años y seis meses.
Estas personas que ocupan infinidad de viviendas, en muchos casos están respaldadas por ONGs y distintos colectivos para ayudarles a resistir las presiones a las que se ven sometidos, apoyándoles con manifestaciones bien intencionadas, muy aparatosas. Cuando, pasado el tiempo, vienen a ejecutar la orden de desahucio, es muy triste, la verdad. Pero, ¿qué hay de la intranquilidad que se ha instalado en la sociedad? Las ocupaciones son, seguramente, muy problemáticas y, en algún caso será justificado, no lo dudo, pero ¿y el abuso?
—¿Y qué hay del problema tan horroroso que se le plantea a una familia al ser invadido su hogar y quedarse en la calle por no se sabe cuánto tiempo? ¿Y ese drama?
Lo que sí sabemos es que no lo resuelven el, o los, Organismos. No ofrecen soluciones, y la pelota ya se ha hecho muy grande.
A quien corresponda, no están sabiendo poner coto a un problema tan grande y tristemente tan común en la sociedad. Comprobar con qué indolencia tratan nuestras autoridades estas ocupaciones es tremendo. Resuélvanlo de una vez por todas: el nivel de intranquilidad es ya insostenible.
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