Este pasado sábado asistí al Auditorio Nacional para escuchar la última obra de Wolfgang Amadeus Mozart, el Réquiem, K.626. Como siempre, salí de allí con una sensación de haber escuchado una obra maestra, llena de sentimiento, sensibilidad y maestría, a pesar de no haber podido terminarla, porque Mozart murió dejándola incompleta.
En toda la historia de la música no hay ni un solo caso comparable al éxito que obtuvo Mozart en el muy específico género de las misas de difuntos católicas, a pesar de que él mismo había compuesto diecinueve réquiems más. Yo creo que todo es debido a las circunstancia de su muerte y de toda la leyenda que existe alrededor de quién le hizo el encargo. A continuación voy a contarla:
Cuentan que un hombre vestido de negro visitó a Mozart en su casa de Viena y le pidió componer un réquiem (una pieza que normalmente se interpreta en la misa por un difunto). Dicho hombre nunca le dijo el nombre de la persona que se lo encargaba, y le exigió que no investigara las razones del encargo.
Mozart aceptó el trabajo recibiendo un adelanto y se comprometió a entregarlo en 30 días, pero por esa época, julio de 1791, le pidieron componer una ópera para la coronación de Leopoldo II de Austria. Al mismo tiempo trabajaba en la Flauta Mágica (otra ópera) así que aplazó el Réquiem, hasta que el hombre misterioso apareció nuevamente y le preguntó por la pieza.
El compositor, por aquel entonces, ya estaba enfermo, y debido a su carácter hipocondríaco, pensó que era un mensaje del más allá, y convencido de que la pieza estaba dedicada para su propio funeral, comenzó a trabajar en el Réquiem hacia finales del mes de octubre.
Alcanzó a componer las primeras tres secciones, los coros y algunas partes instrumentales, pero por esas fechas ya empezó a sentirse mal. Tenía verdadera obsesión por terminar el Réquiem. En una ocasión, llorando, le dijo a su esposa Constanze que ese Réquiem sería el suyo.
A ciencia cierta no se sabe de qué murió. A finales de noviembre la enfermedad se intensificó, y cayó postrado en cama sufriendo hinchazón, dolores y vómitos.
Mozart murió en Viena el 5 de diciembre de 1791 a la edad de 35 años.
Recibió sepultura en una tumba comunitaria simple, debido a su precaria situación económica.
Al final, según la leyenda, su pálpito se cumplió: una parte de su Réquiem sonó en su funeral, que tuvo lugar en la Catedral de San Esteban de Viena diez días después de su muerte.
En el cementerio de St. Marx de Viena tiene un monumento donde se cree que estuvo la fosa común.
Recibió sepultura en una tumba comunitaria simple, debido a su precaria situación económica.
Al final, según la leyenda, su pálpito se cumplió: una parte de su Réquiem sonó en su funeral, que tuvo lugar en la Catedral de San Esteban de Viena diez días después de su muerte.
En el cementerio de St. Marx de Viena tiene un monumento donde se cree que estuvo la fosa común.
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