Primero de todo les enseñaron a labrar la tierra y después les entregaron las semillas. A cada pueblo les correspondió un cereal diferente según el continente donde habitasen.
A los europeos les correspondió el trigo, a los asiáticos el arroz, a los africanos el mijo y por último a los americanos el maíz.
Los humanos no volverían a pasar hambre, pensaron.
O, pero cuan equivocados estaban, pero eso sí no fue por culpa de los dioses.
La culpa es de la especulación, de la inflación, la guerra o alguno de estos juegos tan sucios.
Yo pensaba hablaros sobre estos temas, pero he cambiado de opinión sobre la marcha, no voy a conseguir nada intentando explicar cómo funciona uno de los Lobbies más canallas del planeta.
Voy a intentar o prefiero hablaros sobre algo que sí que está a nuestro alcance y sobre algo sobre lo que si podemos decidir.
Nunca os habéis preguntado ¿por qué un alimento tan básico como es el pan de trigo o de centeno, o una simple cerveza de cebada, tan tradicionales en Europa desde la historia de los tiempos, sean ahora un auténtico veneno para tantos de nosotros? ¿Por qué hemos dejado de digerir bien estos cereales?
Pues bien, buscar en vuestro supermercado un producto procesado sin azúcar añadido. No, ¿verdad? No hay.
Es muy llamativo y a la vez sorprendente que en occidente se padezca una auténtica epidemia de diabetes y cada vez más personas padezcan intolerancia al gluten. ¿Por qué?
¿Qué secretos guarda la industria del azúcar?
Existen estudios y evidencias suficientes para demostrar que las grandes empresas alimentarias y de productos procesados añaden azúcar provocando un alarmante deterioro a nuestra salud.
Un simple pan de harina de trigo, ya sea integral o no, unos tristes ganchitos salados que damos a nuestros peques, hasta el tomate frito en conserva, y tantos y tantos otros, llevan azúcar añadida en su composición. Comprobarlo.
Os animo a consumir productos naturales. Una alimentación sana pasa por un consumo de productos responsables desde su fabricación.
Yo quiero recuperar la soberanía alimentaria, sentirme protegida con leyes restrictivas a las industrias alimentarias y como no, poder beberme una cerveza de vez en cuando.
Paloma S.
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