-Que día más bueno, voy a aprovechar para lavar el coche antes de que me líe. ¡Con la de cosas que tengo que hacer!
Pero al ir a buscar las llaves del coche, te fijas en las plantas de la terraza y ves que necesitan agua, te vas corriendo a la cocina a por la regadera y te das cuenta de que la lavadora ya ha terminado. Te pones a sacar la ropa para tenderla y en plena faena suena el móvil. Quien será a estas horas, piensas. Sales corriendo y coges la llamada, es tu madre, total media hora colgada al teléfono, la tía Carolina está pachucha, tendré que llamarla en cuanto pueda. Cuando cuelgas, te paras y piensas, ¿qué estaba haciendo yo? ¡ah! sí, tendiendo la ropa. Vuelves a la tarea, pero en ese momento te acuerdas que tienes que recoger el traje de tu marido que lo necesita para esta noche. Te arreglas sales pitando de casa y recoges el dichoso traje. De vuelta a casa te pasas por el súper porque recuerdas que no tienes huevos y dices, pues ya que entro me llevo esto y lo otro, total vuelves a casa cargada como una burra, empiezas a colocar las cosas y te das cuenta de que ya es casi la hora de comer, vaya horas dices espantada. Lo dejas todo empantanado y te pones a preparar la comida. Tus hijos no tardarán en llegar del cole.
Al final del día nos acordamos de que la primera tarea que nos habíamos propuesto era lavar el coche, no has hecho nada de lo que te habías propuesto, estás agotada y acabas refunfuñando la misma frase:
-Me faltan horas en el día, con 24 no tengo suficiente, antes no me pasaba esto, me daba tiempo a todo.
¿Quién no se ha sentido impotente ante esta situación o algo parecido? ¿Por qué nos pasa esto? Queremos hacerlo todo y lo queremos hacer ya. No es cierto que mujeres y hombres puedan hacer varias cosas a la vez, no somos capaces de multitarear con calidad, aunque estemos convencidos de lo contrario, al final nos sentimos superados por nuestra interminable lista de tareas sin lograr hacer lo primero que queríamos hacer. Está visto que cuanta más prisa te des más te estresas, y encima para dejar las cosas a medias o sin hacer. Siempre el Tiempo el dichoso Tiempo nunca es suficiente.
¿Estamos realmente tan ocupados o simplemente desorganizados? Como sería una vida lenta que nos permitiera disfrutar de nuestras familias, de nuestros hijos, de tomarte un respiro a lo largo del día, dar un paseo con nuestra pareja, simplemente dejar que la brisa del viento nos acaricie la cara, charlar con un amigo, sin más, sin prisas, sin lavadoras, sin Tiempo.
Esto sí que sería todo un placer ¿verdad?
Paloma S.
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