La investigación humana de Tolstoi es como la de un dentista que utiliza su instrumental de observación para llegar a puntos que los personajes como Ana no ven por sí mismos. Su instrumental es la observación, su espíritu positivo, su falta de simplificación, su evitación del adjetivo y el juicio moral con sus criaturas. Nos queda la duda de si Tolstoi, armado de semejantes herramientas jugó limpio con el lector. Ana se pierde en su decisión de seguir su corazón, sufre el castigo de su propia vida. Pero ¿ha sido Tolstoi objetivo y científico como quiere hacernos pensar? ¿O ha usado su superioridad para lanzarnos una tesis sesgada?
La cuestión es que Ana podría haber sido feliz. Una consejera fatídica del marido, la condesa Lidia, un cambio de ideas incesante sobre la tutela del hijo mayor, Seriozha, y un comprensible malentendido en la relación con su amante la dejan al borde del abismo. ¿Era todo necesario? Lo más comprensible, sin duda, es su vulnerabilidad con el amante. Él la ha tenido y ahora se encuentra con las manos libres, la madre le busca esposa; mientras Ana ha dejado todo, respetabilidad, seguridad económica, el hijo, y se encuentra a los pies de su amante.
(203 palabras) José Contreras
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