Mercedes Gozálvez
Abderramán III –en árabe “siervo de Dios”– nació en Córdoba en el año 891 d.C. Fue el tercero con ese nombre y el octavo de la dinastía omeya en la Península Ibérica, provenientes del califato de Damasco.
Era nieto de Abdalá I, séptimo emir independiente, y su abuelo lo eligió por encima de sus hijos para sucederle en el gobierno de Al-Ándalus. Su padre fue Mohamed II, primogénito de Abdalá y de Muzna (concubina cristiana de origen vascón). Una de sus abuelas también era descendiente de un caudillo pamplonés.
Su origen era principalmente hispano-vasco, físicamente era de piel blanca, pelo rubio rojizo y ojos azul oscuro, corpulento y bajo. Se teñía la barba de negro para parecer árabe.
Cuando heredó el emirato de manos de su abuelo, estaba al borde de la disolución, y su poder no iba mucho más allá de los alrededores de Córdoba. Desde mediados del siglo IX, los conflictos políticos y sociales entre los distintos grupos culturales minaban la unidad del emirato y la autoridad de los emires apenas cubría la capital y su región.
El mismo día de su coronación proclamó su intención de recuperar el prestigio y la autoridad perdida de los anteriores emires omeyas. A esta tarea dedicó los primeros treinta años de su reinado.
El califato de Córdoba limitaba al norte con los reinos cristianos de León y Navarra y con los condados de Castilla y Barcelona. El resto de la península era territorio de Al-Ándalus. Eran muchas las amenazas sobre el emirato; las tres más importantes eran: la independencia de algunos territorios del emirato que se regían por sí mismos ante la debilidad del poder cordobés (uno de los que más tiempo se mantuvo en rebelión fue Omar Ibn Hafsún); otra amenaza era la presencia en el Magreb (Norte de África) de la dinastía fatimí, que se consideraban descendientes de Fátima, la hija de Mahoma, y eran rivales de los omeyas tanto en lo político como religioso; la otra amenaza eran los estados cristianos del Norte de la Península.
Para someter a los rebeldes ejercía una mezcla de presión militar en los asedios y de concesiones a los que se rendían sin luchar. A estos los admitía en su ejército y se aseguraba su fidelidad llevándose a sus familias de rehenes. Terminó sometiendo a todos los rebeldes de Al-Ándalus tras la toma de Bobastro (Málaga), donde se habían hecho fuertes Omar Ibn Hafsún y sus hijos. Extendió sus acciones al Norte de África, en donde varios jefes rebeldes se declararon vasallos suyos en lugar de seguir acatando a los califas fatimíes. Con ello evitó la expansión de los fatimíes hacia la Península. Se apoderó de Tánger, Ceuta y Melilla. Combatió con los reinos cristianos del Norte de la Península con suerte desigual. Fueron muchas batallas las que los enfrentaron, y unas veces ganaban los cristianos y otras los musulmanes. Hasta que, en la batalla de Simancas, entre el rey de León Ramiro II y Abderramán, ocurrió que este último fue herido y estuvo a punto de morir, perdiendo también la batalla. A partir de entonces, se retiró de luchar y se dedicó a resolver los problemas de manera diplomática. En conjunto, puede decirse que durante su reinado las fronteras permanecieron relativamente seguras.
En 929 d.C. la historia de Al-Ándalus da un giro espectacular a raíz de la autoproclamación de Abderramán III como califa. La independencia del califato de Córdoba desde Abderramán I era política y administrativa, pero se mantiene unida en lo religioso al califato de Bagdad (los gobernantes eran emires). Al proclamarse califa, pasa a ser el dirigente político y religioso del califato de Al-Ándalus, recuperando también el prestigio de los omeyas y oponiéndose a la autoridad de los fatimíes. Reafirmó su autoridad tanto en el interior como en el exterior, pero sobre todo quiso legitimarse frente al califa abasí de Bagdad y al califa fatimí de Túnez, cortando así todo vínculo religioso entre Córdoba y Bagdad.
Pacificado el interior y aseguradas las fronteras, el califato vivió una época de gran esplendor. Se produjeron cambios importantes en la agricultura, que favorecieron la mejor salud y el aumento de la población. Se amplió el cultivo de regadío mediante acequias, lo que mejoró las cosechas, y se redujo la hambruna. La mejoría de la agricultura, además de favorecer el aumento de población, permitió que parte de esta población pasase a otras actividades y aumentara el número de personas que vivían en las ciudades. Entre las industrias que florecieron se contaban la minería, la cerámica, la fabricación de vidrio, de textil y de cuero, dedicadas también a la exportación.
Córdoba se convirtió durante su reinado en el emporio de la cultura de su tiempo. Se creó la primera academia de Medicina que existió en Europa. A esta ciudad se trasladaron los mejores doctores, matemáticos y filósofos, llegando a ser Córdoba la cuna de la ciencia, medicina, filosofía, poesía, etc. Fue comparada con Constantinopla y con Bagdad (la ciudad más grande de la Edad Media). Entre los árabes la poesía se consideraba como el estadio de suprema beatitud al que podía acceder el ser humano, y tanto Abderramán III como sus hijos lo eran. Fue el primero que grabó su nombre y títulos en las monedas. En su palacio se reunían los hombres más sabios de su tiempo y allí se cultivaban todas las ramas del saber.
Cuando Abderramán III tomó el mando, tanto judíos como cristianos podían convivir en la mayoría de las ciudades bajo la condición de “protegidos”.
Construyó la ciudad de Medina Azahara en solo 40 años, un récord para ese tiempo. Se retiró a vivir allí los últimos años de su vida, instalando su corte y recibiendo en ella a los grandes dignatarios extranjeros, demostrando con esa ciudad el enorme poder que había alcanzado y el esplendor de su califato.
Es considerado como el más grande de los califas de Al-Ándalus, que además dirigió uno de los califatos más poderosos del Occidente europeo, el cual sin embargo se derrumbó en poco más de medio siglo.
Muere en el año 961 d.C. en Medina Azahara a la edad de 70 años. Le sucedió su hijo Alhakén II, quien continuó la gran obra empezada por su padre ampliando la Mezquita de Córdoba y Medina Azahara. Durante el periodo de vida de Abderramán III ocurren estos acontecimientos, entre otros muchos:
● En el 909 d.C. se funda en Francia el Monasterio de Cluny.
● En el 919 d.C. se usan por primera vez las armas de fuego en China.
● En el 927 d.C. se funda el reino de Inglaterra tras la unión de los reinos anglosajones.
● Y en el 962 d.C., un año después de su muerte, se forma el Sacro Imperio Romano Germánico, primer Reich alemán.
No hay comentarios:
Publicar un comentario