El autobús paró en medio de este bellísimo pueblo de montaña.
Y aquí estamos, en SJ Pied de Port. Por fin en hemos llegado al principio –dijo Juan-. Y ahora esto del pie. Que mala pata. Y que conste que el viaje lo había consultado con un Hada especial que tengo yo, de esas de los tres deseos. Pero nada, me sucedió lo de siempre. Al tercer deseo la cagué.
-¿Y cuál era el tercer deseo? –preguntó Clara.
-Mi tercer deseo era ni más ni menos que iniciar con buen pie el Camino de Santiago. Y gracias a usted me tendré que quedar un día o más aquí, reponiéndome en el dique seco. Y menos mal que mi deseo había sido éste, que, como supongo sólo me va a suponer un leve retraso. No hay otra solución. Ustedes sigan su camino y déjenme aquí sumido en mi pequeña desgracia.
El albergue esta allí mismo. Así que reservaron la estancia, dejaron sus cosas en las habitaciones y bajaron al bar a tomar algo de cena.
-Nos va usted a perdonar -dijo Jesús-. Le tenemos que contar una decisión que hemos tomado. Hemos estado hablando mi esposa y yo, y es nuestra intención permanecer con usted todo el día de mañana aquí, observando la evolución de su dolencia e incluso si hay que permanecer más tiempo, también permaneceremos junto a usted aquí. Usted nos cae bien y si nos lo permite nos consideramos ya amigos suyos. Además este es el Camino de Santiago, donde habita la esencia de la solidaridad y el buen rollo. No nos puede dar un “no” por respuesta, porque entonces mi esposa y yo nos sentiríamos ofendidos. Además la lesión se la produjo mi esposa y es justo que la pecadora cargue con la penitencia. Así que, lo dicho, nos quedamos con usted. Y ahora prosigamos celebrado nuestra llegada al inicio del viaje y cuéntenos alguna de esas divertidas historias que usted adereza tan sabrosamente para nuestra delicia.
Juan no supo qué responder al ofrecimiento de Jesús. Miró a Clara y ésta también asintió con un encogimiento de hombros y una leve sonrisa de complicidad, que sugería algo así como “y qué menos podía hacer”. Así es el Camino, lleno de solidaridad y buena gente –pensó.
-Lo hemos decidido, y no se hable más del asunto –Dijo Jesús-. Y ahora , venga Juan, entreténganos con algún cuento de esas hadas amigas suyas.
-Cómo que un cuento. Real y verídico como las montañas que tenemos en frente. Vale, si no hay más remedio, tendré que relatarles lo que ella me contó. Pues verán. Tengo una amiga que antes no creía en estas cosas de Hadas, magos y hechicerías. Ella debería hoy ser más millonaria que un Rothschild, de haber creído sinceramente en las hadas. Verán lo que pasó.
Una navidad sintió una corazonada de que era su año de suerte y decidió comprar tres décimos de lotería y, no sabía por qué, pero tenía el pálpito de que ese año le iba a tocar un buen premio, incluso el gordo. Era su año. Para asegurarse su buena suerte ni corta ni perezosa se fue a consultar a un hada de mucho nombre que ella conocía, que acertaba de todo. Su consejo era crucial para asegurarse el número triunfador. El hada habitaba en un bosque cercano a su pueblo y allí fue mi amiga a buscarla, en cuanto se hizo de noche. El hada, en cuanto la vio llegar, aún antes de que mi amiga hablara, le exigió un pequeño pago que debía entregar al primer pobre que encontrara en su camino de vuelta. Como veis era un hada buena llena de bellos sentimientos hacia, sobre todo, los más desfavorecidos.
-Señora hada, no le quepa ninguna duda de que así lo haré. Aquí llevo varias monedas que entregaré como usted me ordena al primer mendigo que encuentre. Pero, querida hada, es que le voy a pedir una exageración de órdago, en la que tendrá que usar todos sus poderes, es que esta adivinación se las trae…
-Hable de una vez, y déjeme a mí calibrar la dificultad y el tamaño de su consulta.
-Necesito que me adivine el gordo de la lotería de estas navidades. Compraré tres décimos y quiero que salgan premiados, claro. Y si es con el gordo, mejor.
-Señora –dijo el hada- me pone usted en un cierto aprieto. Yo suelo tratar más con asuntos de amores, princesas, jóvenes príncipes y cosas de esas. Su propuesta es, efectivamente una gran novedad. Pero acudiré a mi más alta concentración y le sugeriré el número que desea. Eso sí, este supremo esfuerzo de predicción exige tarifa especial. Tendrá usted que donar r, si quiere resultados fidedignos, el importe de la décima parte del premio que obtenga entre los pobres.
-No dude, mi buena hada que así lo haré.
Está bien –dijo el hada-.
Y entornando los ojos, se concentró hasta volverse blanca como la luna llena en medio de la noche- y prosiguió.
-Ahora le voy a adivinar el número que sin duda saldrá premiado con el gordo y lo haré con su ayuda. Le haré tres preguntas, como siempre hacemos las hadas. Y con ellas compondremos el número que desea. Respóndame con sinceridad, buena señora señora y no se equivoque, por lo que más quiera. Comenzamos, pues
- ¿Cuántos años tiene usted?
-Cincuenta y siete –contestó mi amiga- sin quitarse esta vez cinco o seis, como solía.
-Está bien- dijo el hada- Ya tenemos el 5 y el 7. Ahora otra pregunta. ¿Cuántas veces hace usted el amor cada mes?
Mi amiga se sorprendió ante tamaña pregunta y consideró que el hada estaba siendo un poco cotilla y métemeentodo. Pero, como deseaba el gordo, no tuvo más remedio que responder:
-Supongo que unas 12 veces
-Muy bien -dijo el hada- el 1 y el 2. Ya estamos en la tercera y última pregunta y con lo que usted nos diga completaremos el número que le hará inmensamente rica. Y dígame, pues
-¿Cuántas veces ha engañado usted a su marido?
-Pero bueno –dijo mi amiga- indignada. ¿Qué clase de hada es usted? Hasta aquí podíamos llegar. Yo soy una persona decente, como la que más..
-No se altere, querida. Usted, ha venido a mí a consultarme y ya le dije que era una consulta de órdago, así que ¿quiere el gordo o no quiere el gordo? No me haga malgastar mis poderes.
-Ya le he dicho que soy una persona decente –dijo mi amiga bajando la mirada.
-Entonces el último número es un 0. Y ya ha completado usted la adivinanza. Como ve no ha sido tan dificultoso. Con esto hemos anticipado el número que saldrá premiado este año en la lotería de navidad.
Entonces blandió la varita mágica, como hacen todas las hadas, y sentenció. El número premiado será el 57120.
Llegó el día de la lotería y los niños empezaron con la cantinela de números y premios, y mi amiga pegada a la radio toda la mañana, oyó el número del gordo, el 57123, y su rostro se tornó lívido, de color cera. Y se dijo “Maldita embustera ¿ves lo que te pasa por mentirosa….” Mi amiga había comprado los tres décimos del 57120.
Jesús y Clara rieron con ganas al terminar la historieta. Y comentaron, sobre todo, la gran mala suerte que tuvieron los pobres que podrían haber recibido un pastizal con el diez por ciento de tres décimos de gordo. Una desgracia, y todo porque mi amiga no quiso reconocer que había sido un poco pendón en unas pocas ocasiones.
Y aquí estamos, en SJ Pied de Port. Por fin en hemos llegado al principio –dijo Juan-. Y ahora esto del pie. Que mala pata. Y que conste que el viaje lo había consultado con un Hada especial que tengo yo, de esas de los tres deseos. Pero nada, me sucedió lo de siempre. Al tercer deseo la cagué.
-¿Y cuál era el tercer deseo? –preguntó Clara.
-Mi tercer deseo era ni más ni menos que iniciar con buen pie el Camino de Santiago. Y gracias a usted me tendré que quedar un día o más aquí, reponiéndome en el dique seco. Y menos mal que mi deseo había sido éste, que, como supongo sólo me va a suponer un leve retraso. No hay otra solución. Ustedes sigan su camino y déjenme aquí sumido en mi pequeña desgracia.
El albergue esta allí mismo. Así que reservaron la estancia, dejaron sus cosas en las habitaciones y bajaron al bar a tomar algo de cena.
-Nos va usted a perdonar -dijo Jesús-. Le tenemos que contar una decisión que hemos tomado. Hemos estado hablando mi esposa y yo, y es nuestra intención permanecer con usted todo el día de mañana aquí, observando la evolución de su dolencia e incluso si hay que permanecer más tiempo, también permaneceremos junto a usted aquí. Usted nos cae bien y si nos lo permite nos consideramos ya amigos suyos. Además este es el Camino de Santiago, donde habita la esencia de la solidaridad y el buen rollo. No nos puede dar un “no” por respuesta, porque entonces mi esposa y yo nos sentiríamos ofendidos. Además la lesión se la produjo mi esposa y es justo que la pecadora cargue con la penitencia. Así que, lo dicho, nos quedamos con usted. Y ahora prosigamos celebrado nuestra llegada al inicio del viaje y cuéntenos alguna de esas divertidas historias que usted adereza tan sabrosamente para nuestra delicia.
Juan no supo qué responder al ofrecimiento de Jesús. Miró a Clara y ésta también asintió con un encogimiento de hombros y una leve sonrisa de complicidad, que sugería algo así como “y qué menos podía hacer”. Así es el Camino, lleno de solidaridad y buena gente –pensó.
-Lo hemos decidido, y no se hable más del asunto –Dijo Jesús-. Y ahora , venga Juan, entreténganos con algún cuento de esas hadas amigas suyas.
-Cómo que un cuento. Real y verídico como las montañas que tenemos en frente. Vale, si no hay más remedio, tendré que relatarles lo que ella me contó. Pues verán. Tengo una amiga que antes no creía en estas cosas de Hadas, magos y hechicerías. Ella debería hoy ser más millonaria que un Rothschild, de haber creído sinceramente en las hadas. Verán lo que pasó.
Una navidad sintió una corazonada de que era su año de suerte y decidió comprar tres décimos de lotería y, no sabía por qué, pero tenía el pálpito de que ese año le iba a tocar un buen premio, incluso el gordo. Era su año. Para asegurarse su buena suerte ni corta ni perezosa se fue a consultar a un hada de mucho nombre que ella conocía, que acertaba de todo. Su consejo era crucial para asegurarse el número triunfador. El hada habitaba en un bosque cercano a su pueblo y allí fue mi amiga a buscarla, en cuanto se hizo de noche. El hada, en cuanto la vio llegar, aún antes de que mi amiga hablara, le exigió un pequeño pago que debía entregar al primer pobre que encontrara en su camino de vuelta. Como veis era un hada buena llena de bellos sentimientos hacia, sobre todo, los más desfavorecidos.
-Señora hada, no le quepa ninguna duda de que así lo haré. Aquí llevo varias monedas que entregaré como usted me ordena al primer mendigo que encuentre. Pero, querida hada, es que le voy a pedir una exageración de órdago, en la que tendrá que usar todos sus poderes, es que esta adivinación se las trae…
-Hable de una vez, y déjeme a mí calibrar la dificultad y el tamaño de su consulta.
-Necesito que me adivine el gordo de la lotería de estas navidades. Compraré tres décimos y quiero que salgan premiados, claro. Y si es con el gordo, mejor.
-Señora –dijo el hada- me pone usted en un cierto aprieto. Yo suelo tratar más con asuntos de amores, princesas, jóvenes príncipes y cosas de esas. Su propuesta es, efectivamente una gran novedad. Pero acudiré a mi más alta concentración y le sugeriré el número que desea. Eso sí, este supremo esfuerzo de predicción exige tarifa especial. Tendrá usted que donar r, si quiere resultados fidedignos, el importe de la décima parte del premio que obtenga entre los pobres.
-No dude, mi buena hada que así lo haré.
Está bien –dijo el hada-.
Y entornando los ojos, se concentró hasta volverse blanca como la luna llena en medio de la noche- y prosiguió.
-Ahora le voy a adivinar el número que sin duda saldrá premiado con el gordo y lo haré con su ayuda. Le haré tres preguntas, como siempre hacemos las hadas. Y con ellas compondremos el número que desea. Respóndame con sinceridad, buena señora señora y no se equivoque, por lo que más quiera. Comenzamos, pues
- ¿Cuántos años tiene usted?
-Cincuenta y siete –contestó mi amiga- sin quitarse esta vez cinco o seis, como solía.
-Está bien- dijo el hada- Ya tenemos el 5 y el 7. Ahora otra pregunta. ¿Cuántas veces hace usted el amor cada mes?
Mi amiga se sorprendió ante tamaña pregunta y consideró que el hada estaba siendo un poco cotilla y métemeentodo. Pero, como deseaba el gordo, no tuvo más remedio que responder:
-Supongo que unas 12 veces
-Muy bien -dijo el hada- el 1 y el 2. Ya estamos en la tercera y última pregunta y con lo que usted nos diga completaremos el número que le hará inmensamente rica. Y dígame, pues
-¿Cuántas veces ha engañado usted a su marido?
-Pero bueno –dijo mi amiga- indignada. ¿Qué clase de hada es usted? Hasta aquí podíamos llegar. Yo soy una persona decente, como la que más..
-No se altere, querida. Usted, ha venido a mí a consultarme y ya le dije que era una consulta de órdago, así que ¿quiere el gordo o no quiere el gordo? No me haga malgastar mis poderes.
-Ya le he dicho que soy una persona decente –dijo mi amiga bajando la mirada.
-Entonces el último número es un 0. Y ya ha completado usted la adivinanza. Como ve no ha sido tan dificultoso. Con esto hemos anticipado el número que saldrá premiado este año en la lotería de navidad.
Entonces blandió la varita mágica, como hacen todas las hadas, y sentenció. El número premiado será el 57120.
Llegó el día de la lotería y los niños empezaron con la cantinela de números y premios, y mi amiga pegada a la radio toda la mañana, oyó el número del gordo, el 57123, y su rostro se tornó lívido, de color cera. Y se dijo “Maldita embustera ¿ves lo que te pasa por mentirosa….” Mi amiga había comprado los tres décimos del 57120.
Jesús y Clara rieron con ganas al terminar la historieta. Y comentaron, sobre todo, la gran mala suerte que tuvieron los pobres que podrían haber recibido un pastizal con el diez por ciento de tres décimos de gordo. Una desgracia, y todo porque mi amiga no quiso reconocer que había sido un poco pendón en unas pocas ocasiones.
E.V. Calleja
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