Viernes 21
2ª Etapa: Triacastela - Sarria - Ferreiros (32 Km.)
Bellísima y tremendamente dura.
Después de un buen desayuno salimos a las 9 hacia Triacastela. El día, nublado al `principio, comienza a clarear y sale el Sol entre las nubes.
El trazado es verde y con ríos en la margen derecha de la carretera.
La gente empieza a cantar y Pepe Ferreiros nos deleita en plan solista cantando con gran gusto canciones enxebres. Al llegar a Triacastela hay dos opciones: la ruta por Samos (más larga), y la tradicional por la montaña. Elegimos ésta y comenzamos un ascenso duro y prolongadísimo, primero por un sendero con buen pavimento que luego se convierte en una corredoira, hasta llegar al alto de Riocabo.
Hacemos una miniparada en la aldea de la Balsa y saco fotos en la fuente con la vieira. La temperatura es muy agradable porque no hace ni frío ni calor.-
Vamos por una corredoira muy empinada con muchas piedras y charcos y la subida es muy dura. A ambos lados, los árboles forman como paredes verdes sobre el camino y mirando hacia adelante se ve lejos, muy lejos, el final de la cuesta, que finalmente coronamos, y entonces el horizonte se ensancha.
Estamos en el alto de Riocabo desde donde se divisa a la izquierda el hermoso valle de Samos. Me maravilla el paisaje con miles tonos de verdes y el azul lejano de las montañas.
Me paro un rato largo y hago muchas fotos, y a través del cayado me siento firmemente unido a la tierra. Es un espectáculo gozoso.
En la bajada de Riocabo vemos arroyos cristalinos, prados con vacas y colores deslumbrantes en los árboles. El día es clarísimo y comienza a hacer calor.
En estos prados las vacas comen a placer y hay muchas vaquerías por los alrededores que expanden un fortísimo olor a estiércol, que se confunde con el olor de los eucaliptos en una mezcla extrañísima.
No en vano estamos en la provincia de Lugo, famosa desde siempre por tener la mejor carne de vaca de todo el país, resultado de los cruces entre la marela gallega y la frisona holandesa, y donde están asentados los grandes mataderos.
Caminamos sin parar durante 3 horas hasta el refugio de Calvor, situado a unos 13 Km. del comienzo de la etapa. Mañana soleada. El refugio está impecable, y la parada a comer es muy agradable y relajante. Sellado de credenciales.
Encontramos a una pareja de andaluces de Marbella y hacemos una hora de camino con ellos. Vienen desde Roncesvalles, y nos cuentan cómo actúan los franceses de forma mafiosa en los albergues. Uno de ellos hace muchas fotos de las vacas, diciendo que tienen un aspecto magnífico. Nos contó que su padre tuvo una vaquería. Está asombrado del verdor de los prados.
Hacia las dos salimos para Sarria, que está a unos 7 Km. Pasamos por senderos y andadoiros bordeados de flores, bajo un sol de justicia. Hacemos unas fotos junto a un conjunto de flores blancas. Recibimos llamada de Virginia que nos cuenta que mañana se va a pasar el día a Bélgica. Llegamos a las 3 y media aproximadamente y con las piernas ya muy castigadas porque ya llevamos unos 20 km. de marcha.
En este trayecto José Ignacio sufre enormemente por ampollas en los pies. Va despacio y es la viva imagen del sufrimiento, pero no abandona.
Las abuelas no siguen y finalizan aquí la etapa.
Cruzamos Sarria y subimos a la zona monumental que está en lo alto, por unas escaleras de piedra de 64 escalones anchos y altos. La gente remolonea, se para y entra en las cafeterías, pues ya llevamos unos 23 Km. y estamos molidos, pero hay que seguir. Elena nos envía varios mensajes al móvil, para contarnos muchas cosas y que Riguel lo está pasando muy mal por el corte de pelo y por el calor.
Después de una ligera subida, viene una pista de cemento con una pendiente en bajada tan pronunciada, que veo algo que me deja alucinado: que hay quien baja de espaldas y muy despacio, para no sufrir de las rodillas.
Después comienza una corredoira empinadísima y larga, por una carballeira centenaria, que casi oculta la luz del sol. Es un bosque precioso que inspira serenidad y sosiego.
Tengo una agujeta en la ingle izquierda y sufro mucho con la subida, teniendo que agarrar la pierna izquierda con los brazos y levantarla para andar. Voy tan despacio que me pierdo del grupo. Camino en solitario y sufriendo mucho por la pierna lesionada, pero al mismo tiempo estoy disfrutando con la naturaleza.
Una vez coronada la cima de la carballeira, vienen unos senderos amplios y en llanura. A lo lejos veo a Juan que se había quedado a esperarme y le pido una gorra para protegerme del sol, pues me noto con insolación.
Camino despacio hasta llegar al refugio de Barbadelo, que está muy concurrido. Rato de descanso, y allí Mari Carmen y Angelines me ofrecen nueces y frutos secos y muy pronto continuamos la ruta, con lo cual yo no he tenido tiempo de recuperarme.
Inicio de nuevo el camino con Mari Carmen, que va reventada igual que todos. Vamos por senderos muy arbolados pero con muchas piedras y el cansancio es tremendo. Veo a Mari Carmen extenuada. Parece que la etapa no se acaba nunca..
En el cruce con la carretera principal que une Sarria con Portomarín, veo aparcado nuestro autobús, y decido quedarme pues tengo temblores a causa de la insolación.
Conmigo se queda Petra Masa y Mari Carmen sigue, a pesar de que le digo que lo deje pues ya llevamos 26 Km. durísimos.
Después, Petra, el conductor y yo vamos con el autobús hasta Ferreiros, final oficial de la etapa, por una carretera estrechísima. Al salir del autobús voy literalmente doblado.
Nos sentamos en la terraza de un bar sin poder mover las piernas. Yo diría que el cansancio es al límite. Al poco rato, comienzan a llegar los primeros. Vienen reventados.
Mari Carmen llega de las últimas, ayudada por Piñeiro. Parece una “zombie” y me dice que tiene la sensación de que la cabeza le va a estallar. Compro una bebida isotónica Acuario y se la bebe. Está “sonada”.
Me cuenta que los 6 últimos Km. han sido infernales, pues la corredoira con piedras, se convirtió en un río, y hubo que caminar despacísimo y con gran tiento para no resbalar y partirse algo.
Mari Carmen la alta, dice que los Kms. finales iba dando bandazos de un lado a otro, como si estuviera sonámbula, y Manuel Figueiras cuenta que por poco se parte una pierna.
Serán las 7 de la tarde, y teniendo en cuenta que la etapa empezó a las 9 de la mañana, han transcurrido 10 horas de marcha.
Es opinión compartida por todos que esta etapa ha sido inhumana; lo suyo hubiera sido pararse en Sarria, de acuerdo con la ruta clásica.
En este caso el organizador falló, porque no tuvo en cuenta que al segundo día no se pueden hacer 32 Km. y tan duros, para gente no experta en senderismo, aunque fuéramos más o menos entrenados.
Los senderistas profesionales dicen que se debe comenzar por 10 o 15 Km. la primera semana, subir a 20 la segunda, y a partir de ahí todo lo que a uno le echen, hasta que se ande como un autómata a pesar del cansancio.
Al llegar a Sarria, salimos del autobús doblados como viejos; es una imagen sorprendente. Y seguimos andando doblados hasta las habitaciones.