He vuelto a nacer
Un día de estos que llovía tanto y se agradecía quedarse en casa. A pesar de no querer hacer planes, teníamos pendiente una reunión entre amigos para celebrar distintos acontecimientos. Por lo que vencimos la pereza y nos reunimos por fin.
Yo regrese a una hora prudente a casa pues me esperaban mis obligaciones familiares, además necesitaba recuperar un poco de sueño y me acosté pronto. Los demás pospusieron su salida.
Entrada la noche recibí este mensaje “he vuelto a nacer”
Al volver este amigo, con la carretera mojada y en zonas con inicios de hielo, el coche derrapó y dio dos giros de 360 grados para terminar en la cuneta.
Más tarde pudo contar lo que le paso. Me dijo que vio la muerte tan cercana. El coche murió, pero él milagrosamente sobrevivió. Dijo que en cuestión de segundos, vio toda su vida, y “había cosas que no le gustaron nada.” Solo pensar que si hubiera muerto dejaba cuestiones muy serias sin arreglar. Creo que rece para que Dios me diera un margen de tiempo para dedicárselo a su familia, jugar con su pequeñín. No escabullirse del pavo mi hijo. Y a su mujer solo deseaba abrazarla y decirla que la quería por encima de todo aunque llevara tiempo sin decírselo.
Fue consciente que su vida no estaba en sus manos como él pensaba.
Que todos los días vemos morir a tanta gente, pero son otros los que tienen esta mala suerte. No me puede tocar a mí
Recordó un whatsapp que recibieron en el grupo: relájate, Dios existe “pero no eres tú”. Y cuánta razón hay detrás.
Siempre has estado a mi lado
Desde mi concepción Tú me protegiste. Podría haber muerto, después del accidente de mi madre. Sé que se asustó mucho, no por su estado, sino por lo que podía haber pasado a su pequeñín. Cuando le dijeron los médicos que los dos estábamos bien, se sobrecogió pues acababa de enterarse que éramos dos corazones los que latíamos en sus entradas, pero como una madre generosa, siempre se fio de ti. Dejo de pensar en dos bocas más para alimentar y dos cuerpecitos más para vestir con un etcétera que lo acompañan, y te agradeció que los tres continuábamos con vida. Y tuteándote como lo hacía siempre, con inmensa confianza te dijo: «esta vez tendrán que venir con dos panes debajo del brazo».
De mayor en alguna reunión familiar, cuando recordando y comentando las mil historias y fechorías de su chiquillada. Cuando la preguntaban, como podíais con todo, y económicamente sin un sueldo, pues en el campo se vive de continuo mirando al cielo, pues; inviertes en arar, sembrar, abonar y basta con un granizo para que se pierda todo.
Pues no hacía mucho hincapié en las penurias, que las hubo, o en las noches en vela, y demás sufrimientos, para quedarse en lo bueno, que fue, inmensamente mayor. Pero si recuerdo oírla comentar, que el año que nacía un niño coincidía con una mejor cosecha, con que de los pocos anímeles que teníamos parían más crías, por ejemplo la vaca dos terneros...etc., eran algunos pocos, que ella con su talante empresarial administraba y multiplica, nunca sobró nada pero tampoco faltó lo necesario.
Cuando se afronta la realidad si tu estas a nuestro lado, los muros y barreras se desmoronan, te fías de la ayuda de tu padre. Es curioso que las personas más sencillas, generosas y delicadas sean las más conscientes de ello. Pues tú hablas muy bajito, ayudas de puntillas sin espectáculo ni ruidos. Sé que la inmensa mayoría de las personas nos apropiamos de lo que tú nos has dado, y solo cuando algo nos hace sufrir, nos contraria y desagrada, nos quejamos «¡y porque a mí!» Sin pensar: «¡y para que a mi!»
Las piedras preciosas los diamantes han sufrido un proceso de golpes, pulidos, un proceso de transformación hasta llegar a tener luz propia.
Quizás por mi tendencia a filosofar. Pero yo si me pregunto con frecuencia, ¿Por qué? ¿Para qué me dejaste con vida?
Soy especial
Cuando mis padres se enteraron que iban a ser padres, desbordaban de alegría. Nunca quisieron saber cuál era mi sexo.
Todo fue como suelen ser todos los procesos de embarazo.
Llego el día que por fin me iban a conocer, mi madre ingreso para que yo viniera al mundo. Horas de parto, dolores esperas, y como me daba mucha pena que mi mama sufriera tanto nací. Me llevaron como a todos los recién nacidos a los cuidados y atenciones inmediatas; al rato mis padres preguntaron por mí, pues se demoraban en traerme al regazo de mi madre y brazos de mi padre Y comenzaban a preocuparse ¿me pasaría algo? Estaban ansiosos de conocer a su pequeñín.
Las enfermeras no se atrevían a entregarme a mis padres
Estos al verme, se derrumbaron de dolor, angustia, terror. No tenían consuelo, no podían entenderlo.
No me querían, no sabían que hacer conmigo.
Después de un rato abrazados llorando. Guardaron silencio en su corazón y rezaron. Dios les susurro que lo que veían era como el sobre de la carta que se tira, la carta era la que tenía importancia, y leyéndola saborearían el regalo que habían recibido. Y desde este momento el abrazo siempre es conmigo entre sus dos corazones.
Perdonar no os lo he dicho. Tengo de especial que nací con un cromosoma más.
La mayoría de la gente no sabe que no solo somos especiales en eso, sino en muchísimas cosa más, pero muchas veces no dejan que se lo demostremos pues no dejan que nazcamos.
Somos especiales en ganarnos el cariño de todos los de alrededor. Somos especialistas en reunir en torno nuestro a toda la familia, de arrancar sonrisas, de dar muchísimo amor. A mí me dicen que soy una rompe corazones, no entiendo muy bien que es, pero creo que es algo bueno porque me lo dicen siempre con mucha dulzura.
¡Mis padres no sabían que hacer conmigo. Pero ahora sé que no sabrían que hacer sin mí!
¡Mis padres no sabían que hacer conmigo. Pero ahora sé que no sabrían que hacer sin mí!
Lucía Sanz
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