martes, 29 de enero de 2019

Julen

JULEN


Se ha escrito y dicho tanto de este desgraciado y triste accidente que, en principio, lo principal ya empieza a saberse y es qué, en beneficio de la “criaturita” sucedió el mismo día y, posiblemente, en el mismo momento –como está en secreto del sumario– ya se sabrá en su momento, consolar a esos padres imposible, acompañarles sí.


Muchos días antes del día 26 se empezaron a divulgar por las redes una serie de comentarios que por respeto al sufrimiento de  los padres no se divulgaron, yo por lo menos no lo hice. También como siempre,  porque no sabes si es verdad, hasta que el intuido y no querido desenlace, pues a esperar como todos pero… ¿y esas lagunas tan importantes en las declaraciones del primo del padre y del propio padre?, –que raro– ese tapón de tierra, esa madre con dos hijos perdidos y el padre, si ha dicho la verdad, tremendo. Pero es una hipótesis que yo lanzo y si con los nervios del primer momento entre el primo y él se inventaron una mentira y la siguieron manteniendo, ¿como se vive con eso?, después de una desgracia otra, está claro que es un accidente, ya lo descubrirán las autoridades y lo iremos sabiendo.


Lo que aquí tenemos que resaltar es que tendremos unos políticos mediocres ¡ojo! No todos. Solo salen a la luz tantos y tantos y sus fechorías, pero tenemos un gran país y en situaciones como la que nos ocupa hemos sido el espejo en el que mirarse para el mundo, todos a una, sin límites, señores. Está demostrado que el pueblo llano es lo mejor que tiene este país, sin escatimar todo tipo de esfuerzos aún imaginándonos casi todos el desenlace ¡chapó! por todos y cada uno de los que han intervenido, tanta gente normal y sin regatear esfuerzos pero ya llegando a los mineros es para quitarse el sombrero.



Poco queda de añadir solo que haya tenido que ser por una historia tan desgraciada; y nosotros bajo mi punto de vista sentirnos muy orgullosos de ser españoles.

Amelia G. Luengo

jueves, 24 de enero de 2019

Carta a una zorra ( significado de las palabras)

                                                CARTA DE UNA ZORRA,



Dirigida al juez de la Audiencia Nacional Juan del Olmo, motivada porque este juez ha dictado una sentencia en la que afirma: «Que llamar zorra a una mujer no es delito, ni falta, ni nada, porque quien usa ese adjetivo en realidad lo que quiere decir es que dicha mujer es astuta y sagaz». En base a ello, he aquí el escrito que le ha remitido una ciudadana:

"Estimado juez Del Olmo:

El motivo de esta misiva no es otro que el de solicitarle amparo judicial ante una injusticia cometida en la persona de mi tía abuela Felicitas y que me tiene un tanto preocupada. Paso a exponerle los hechos:

Esta mañana mi tía abuela Felicitas y servidora nos hemos cruzado en el garaje con un sujeto bastante cafre, que goza de una merecida impopularidad entre la comunidad de vecinos. Animada por la última sentencia de su cosecha, que le ha hecho comprender la utilidad de la palabra como vehículo para limar asperezas, y echando mano a la riqueza semántica de nuestra querida lengua española, mi querida tía abuela, mujer locuaz donde las haya, le ha saludado con un jovial "que te den, cabrito".

Se ha puesto como un energúmeno, oiga. De poco me ha servido explicarle que la buena de mi tía abuela lo decía en el sentido de alabar sus grandes dotes como trepador de riscos, y que en estas épocas de recortes a espuertas, desear a alguien que le den algo es la expresión de un deseo de buena voluntad.
El sujeto, entre espumarajos, nos ha soltado unos cuantos vocablos, que no sé si eran insultos o piropos porque no ha especificado a cuál de sus múltiples acepciones se refería, y ha enfilado hacia la comisaría más cercana haciendo oídos sordos a mis razonamientos, que no son otros que los suyos de usted, y a los de mi tía abuela, que le despedía señalando hacia arriba con el dedo corazón de su mano derecha con la evidente intención de saber hacia dónde soplaba el viento.

Como tengo la esperanza de que la denuncia que sin duda está intentando colocar esa hiena -en el sentido de que es un hombre de sonrisa fácil- llegue en algún momento a sus manos, le ruego, por favor, que intente mediar en este asunto explicándole al asno -expresado con la intención de destacar que es hombre tozudo, a la par que trabajador- de mi vecino lo de que las palabras no siempre significan lo que significan, y le muestre de primera mano esa magnífica sentencia suya en la que determina que llamar zorra a una mujer es asumible siempre y cuando se diga en su acepción de mujer astuta.

Sé que es usted un porcino -dicho con el ánimo de remarcar que todo en su señoría son recursos aprovechables- y que como tal, pondrá todo lo que esté de su mano para que mi vecino y otros carroñeros como él -dicho en el sentido de que son personas que se comen los filetes una vez muerta la vaca - entren por el aro y comprendan que basta un poco de buena voluntad, como la de mi tía abuela Felicitas, para transformar las agrias discusiones a gritos en educados intercambios de descripciones, tal y como determina usted en su sentencia, convirtiendo así el mundo en un lugar mucho más agradable.

Sin más, y agradeciéndole de antemano su atención, se despide atentamente, una víbora (evidentemente, en el sentido de ponerme a sus pies), enviándole mis más respetuosos saludos a las zorras de su esposa y su madre"
   
                              DE UNA ZORRA

miércoles, 23 de enero de 2019

La leyenda del hilo rojo

Una historia, una leyenda japonesa

La primera vez que oí hablar sobre esta leyenda fue viendo la serie de “Estoy vivo”. Aun siendo ficción, la trama de la serie deja muy claro el significado de la leyenda y me pareció muy curioso indagar sobre el tema y conocer la verdadera historia.

Esta leyenda existe desde hace muchas generaciones en la tradición budista de los japoneses. Ellos tienen la creencia de que las personas predestinadas a conocerse en esta vida se encuentran unidas por un hilo rojo atado al dedo meñique. El hilo rojo invisible conecta a todos aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar el tiempo, el lugar o las circunstancias.

La historia en sí cuenta que entre dos o más personas que están predestinadas a tener un lazo afectivo en la vida, existe un “hilo rojo” que viene de serie con ellas desde su nacimiento. El hilo rojo no puede romperse en ningún caso, aunque a veces pueda estar más o menos tenso.

Hace mucho, mucho tiempo, el emperador de un gran reino se enteró de que en una de sus provincias vivía una bruja muy poderosa, que tenía la capacidad de poder ver el hilo rojo del destino. El emperador mandó a sus emisarios a buscar a la bruja para después llevarla ante su presencia.

Cuando la bruja llegó, el emperador la ordenó que buscara el otro extremo del hilo que llevaba atado a su dedo meñique y lo llevara ante la que sería, sin duda, la persona amada. La bruja accedió a la petición del emperador y comenzó a seguir y seguir el hilo acompañada del propio emperador y todo un sequito de soldados. 



La busqueda fue muy larga hasta que al fin las pesquisas de la bruja acabaron en un miserable mercado, donde una pobre campesina con un bebé en los brazos ofrecía sus productos. Al llegar hasta donde estaba el puestecillo de la campesina, la bruja se detuvo frente a ella y la invitó a ponerse de pie e hizo que el joven emperador se acercara y señalandola a ella, le dijo:

—“Aquí termina tu hilo”.

El emperador al escuchar esto y mirar a la campesina montó en cólera y creyendo que era una burla de la bruja, empujó a la campesina que aún llevaba a su pequeñina en los brazos y la hizo caer haciendo que la niñita se hiciera una gran herida en la frente. Luego ordenó a sus guardias que detuvieran a la bruja y que le cortaran la cabeza.

Muchos años después, llegó el momento en que el emperador debía casarse y su corte le recomendó que lo mejor sería que desposara a la hija de un general muy poderoso de su enorme ejército.

El gran emperador aceptó esta sugerencia y comenzaron todos los preparativos para esperar a la elegida, a la que sin lugar a dudas sería después su esposa. Llegó el día de la boda, pero sobre todo había llegado el ansiado día de ver por primera vez el rostro de su futura esposa.

Ella entró en el templo con un hermoso vestido y un velo que la cubría totalmente el rostro.

El emperador al levantarle el velo pudo ver por primera vez, que ese hermoso rostro tenía una cicatriz muy peculiar en la frente. Era la cicatriz que él mismo había provocado al rechazar su propio destino años antes, un destino que la bruja había puesto frente a él y que decidió rechazar.

La enseñanza de la leyenda del hilo rojo tiene que ver con la comprensión de nuestro destino y el papel dominante que juega el amor. Muestra claramente cómo los amores destinados son eso, sin más, no podemos escapar de la persona que nació para amarnos.

Todos estamos predestinados a conocer a nuestra otra mitad, a nuestra media naranja, a nuestra alma gemela, aquella persona que nos falta para que estemos realmente completos.

—“Nunca podrás escapar de tu corazón, así que es mejor que escuches lo que tiene que decirte…”­ Paulo Coelho

P. Sardinero

sábado, 19 de enero de 2019

Jesús y el niño leproso


                                             JESÚS Y EL NIÑO LEPROSO


    Al acercarse la Navidad, recordé una historia que me conmovió en una ocasión por su contenido, y por su narrador, (un cuenta-cuentos prestigioso).
       No sabía quien era su autor, pues no recuerdo que lo dijera, y lo he buscado con mucha dificultad, pues ni el título sabía. Consultando fuentes di con él. Es de Alejandro Casona. (Llamado El solitario). Generación del 27.
  El relato que transcribo no es textual (he recortado y variado), pero soy fiel a su esencia y contenido. (El autor me disculpa) pues comienzo.
 
Era una noche de diciembre, no una noche como las demás. El viento de hielo hacía temblar los olivos de Belén; Nieve sobre las praderas, carámbanos en los tejados de las chozas…. Y, sin embargo, claro se veía que no era una noche como las demás. En su blancura silenciosa había una íntima tensión, un jadeo de músicas nunca oídas, un latir de raíces anunciando un tremendo y dulcísimo milagro.
    El viento, en vez de aullar, susurraba algo urgente y sigiloso, como una consigna, a la que las ramas se abrían asombradas, dejándole paso. Las ovejas en el redil, con un temblor que por primera vez no era de miedo. Y hasta la misma nieve sentía que tenia que exhalar un caliente vaho animal. Era como si la noche entera, conteniendo la respiración, preparase un acontecimiento grandioso.
  Tan  distinta era aquella noche, que el cielo mismo se consideró obligado a condecorarla con una nueva estrella. Y los pastores, buenos sabedores del firmamento, supieron que esa estrella viajera venía de Oriente, de las tierras morenas del camello y de las especias. Donde los reyes en la celebración de sus bodas y nacimientos, se hacían entre sí las ofrendas tradicionales del oro, el incienso y la mirra.
  ¿Qué mensaje traería aquel lucero errante? ¡cataclismo, milagro!.
   De pronto en los aires se oyó un coro angélico. Y todos los pastores ¡se miraron estremecidos!. Al escuchar las trompetas. No esperan nada bueno. Podría ser: Algo terrible que no fueran capaces de soportar, o tan grande que no supieran comprender. Pero ante las sencillas palabras de la Anunciación se tranquilizaron. ¡ Solo era, que iba a nacer un niño pobre!.
   Se pusieron de rodillas y cantaron un aleluya de aliviado gozo. Pues este mensaje, tan dulce y tan pequeño, si cabía entero dentro de su corazón y cabeza.
    En un establo de barro y de paja, al igual que los nidos de las golondrinas, dormía el recién nacido entre la Mula y el Buey. María le acunaba y susurraba canciones lentas que llenaban sus largos silencios. José se apresuraba en adecentar la morada, fabricando una cuna, cuidando el fuego para que no pasarán frío, velando su seguridad y ajustando los goznes del portón...
   De repente, se abrió violentamente la puerta y otro hombre y otra mujer entraron en el refugio con un niño. El hombre con barba larga y un largo cuchillo cruzado en el cinturón de soga. José y María se atemorizaron recordando viejas historias de ladrones que asaltaban en los caminos.
   No  temáis, dijo el hombre, nunca he hecho otro mal que el necesario para defender nuestras vidas. Sólo pido refugio y un poco de fuego para mi mujer y mi hijo, un rincon de vuestra humilde posada. Pues los soldados nos persiguen y  las puertas a nuestro paso son cerradas.
   Acércate  dijo María a la mujer. Tus ropas están heladas. ¡Dame a tu hijo para que lo duerma en mi regazo!. Y tendió las manos. Pero la mujer la rechazó con un grito:- ¡No! Solo yo puedo tocarlo. El tuyo es hermoso y sano. Guarda  para él las caricias de tus manos.
   María la miró con extrañeza, sin comprender, y la vio llorar en silencio, besando aquella carne de su carne para calentarla, como una vaca a su recien nacido. Cuando fijó sus ojos en el cuerpo del niño comprendió por fin.  ¡José exclamó con espanto¡ ¡Lepra!..
   - No tengáis miedo – repitió el hombre del cuchillo – no lo acercaremos al vuestro. Ya estamos acostumbrados a "andar siempre al borde de los caminos, a no pisar los molinos ni las viñas, a pedir el pan desde lejos y no dirigir la palabra a nadie si no es con la boca contra el viento". Pero la noche está helada y el pequeño no podría resistirla. Sólo pedimos un poco de fuego y un rincón en esta cuadra.
  A María le conmovió las entrañas y tranquilizando a José con una mirada, dejó a su Niño en el pesebre, al aliento de la Mula y el Buey, y tomando resueltamente al enfermo en sus brazos lo tendió en el cuenco todavía caliente de las rodillas donde había dormido a su hijo. Y apretándolo contra el pecho siguió cantando en voz baja y susurros al niño enfermo.
   Al amanecer, los pastores caminaban apresurados hacia el establo. Entre flautas, villancicos y tambores. Querían adorar al recién nacido, y ofrecierle todo lo que tenían. Portaban sobre sus hombros corderillos y llevaban un perro fiel para proteger la entrada, quesos, pan y muchos regalos de cariño que su corazón llenaban.
   En este amanecer bendito la familia huida y acogida en el establo descubrió que su hijo estaba limpio y que todas las huellas del mal blanco habían desaparecido milagrosamente y el niño leproso reía feliz, con todo su cuerpo sano. Solamente en el hombro derecho le había quedado el recuerdo, una marca de plata pequeña y blanca como una flor de lis.
     Pasaron treinta y tres años…. Palestina se encontraba envuelta en  rebeliones contra la Roma pagana y la Roma imperial. Los mártires de una y otra eran llevados al suplicio infamante del madero, muchas veces  acusados de falsos profetas, otras de ladrones y mentiras sin cuento. Entre ellos Jesús el Nazareno.
   Al oscurecer la tarde, el dulce Jesús de Galilea agonizaba en su cruz. A su derecha, un fuerte montañés de barba larga, se retorcía entre los cordeles de la suya con un lamento largo, más semejante a una queja que a una protesta. ¿Por qué me acusan de vivir fuera de la ley si nunca me han dejado vivir en ella? De niño sólo conocí el borde de los caminos; "ni el lagar de las uvas, ni el umbral de los molinos me permitían pisar, ni pedir mi pan si no era con la boca contra el viento". Nací, como los míos, marcado por el mal y la miseria. De mi padre sólo heredé un cuchillo y el instinto animal para la defensa. ¿De qué pueden acusarme ahora, los que me echaron siempre afuera? !Nunca estuve dentro!
    Solamente una dulce mujer me cantó una noche de nieve sobre sus rodillas, y a ella debo la vida tanto como a mi propia madre. Si hice algún mal,  yo te pido perdón por su recuerdo…
    El Rabí le miró profundamente y vió que en el hombro derecho tenía una marca de plata, pequeña y blanca como una flor de lis.
   Entonces le sonrió piadosamente con las palabras de perdón:
   En verdad te digo que esta misma noche entrarás conmigo en Casa de mi Padre.
Y desde este momento, el niño-hombre pasó de estar siempre huyendo y perseguido a encontrarse con la mirada de Jesús y ser el primer redimido del cielo.



sábado, 12 de enero de 2019

Próxima Tertulia Literaria. "El corazón de las tinieblas"

Joseph Conrad. "El corazón de las tinieblas".

La novela se centra en un marinero llamado Charlie Marlow, el cual narra una travesía que realizó años atrás por un río tropical, en busca de un tal Kurtz, el jefe de una explotación de marfil, y que a lo largo de la novela adquiere un carácter simbólico y ambiguo.

Los dos primeros tercios de la novela narran el viaje de Marlow de Londres a África, y remontando el río, hasta alcanzar la base de recolección de marfil en la que se encuentra un empleado de la compañía belga que le ha contratado. Ese empleado, llamado Kurtz, ha tenido un enorme éxito en el tráfico de marfil, pero eso le ha granjeado la envidia de otros colegas. Marlow intuye que Kurtz ha roto con todos los límites de la vida social tal y como se conoce en Europa, lo que le repele y atrae al mismo tiempo.

En el camino, Marlow será testigo de la situación extrema en que viven los colonos europeos, su brutalidad hacia los nativos africanos, y deberá superar todo tipo de obstáculos —retrasos, enfermedades o ataques de indígenas— hasta alcanzar su destino. Cuando finalmente se encuentra con Kurtz, cuya imagen ha ido agrandándose y mitificándose durante el proceso, descubre que se trata de un personaje misterioso, al que los nativos idolatran como si fuera un dios, pero que parece haber caído en una locura bestial.



Enlaces

Filosofía & Co. Una mirada al alma humana. El libro El corazón de las tinieblas, publicado por primera vez en 1899, es la obra más famosa de Joseph Conrad. Incluida como una de las novelas más importantes de la literatura universal, el libro sufrió un renovado impulso en 1979, cuando el director de cine Francis Ford Coppola lo adaptó para el guion de su gran clásico bélico Apocalypse Now.
Rafael Narbona. El cultural. Conrad rompió su contrato y regresó a Europa, con las secuelas de una malaria que le acompañaría el resto de su vida. Sólo había permanecido seis meses y unos días en el continente africano, pero se había enfrentado a un espanto moral que desbordaba sus peores expectativas. Horrorizado, escribirá un artículo titulado “Geography and Some Explorers”, donde afirma que la colonización del Congo es “la más vil rapiña que jamás haya desfigurado la historia de la conciencia humana y la exploración geográfica”.

jueves, 10 de enero de 2019

Las hijas del Capitán


En la novela de María Dueñas, se dan cita dos colectivos vulnerables que coinciden en las hijas de Emilio Arenas: las mujeres y los emigrantes españoles que viven en el Nueva York de los años treinta.

A la muerte del padre en un astillero de Manhattan, suceden los pleitos por las responsabilidades del accidente. Un abogado de la naviera, Mazza y una monja, sor Lito, deciden el futuro de la indemnización de las hijas de Arenas, o bien su retorno a la Andalucía de la que proceden.

Para aferrarse su decisión de quedarse en América cada una de las hijas busca una solución material. La mayor piensa en el matrimonio, la menor sueña con el éxito en los escenarios y la mediana, se propone relanzar el negocio familiar, una casa de comidas, como un cabaret de lujo.

La novela trata de las frustraciones de cada una de ellas y de como gestionan sus emociones y sus afanes. Hombres, famosos, oportunidades y oportunistas entran y salen de las vidas de las tres Arenas. Las tres encuentran en su periplo con la presencia de un hombre bueno y un hombre malo. Victoria conoce a Luciano Barona que hace todo por ella y da su vida por ella, y al hijo de este por el que siente una atracción imprevista. Mona es pretendida por un oftalmólogo que esconde a otro hombre detrás de las apariencias y un compañero, Tony, que le ayuda de verdad. Alrededor de Luz están Kruzan que abusa de ella prometiéndole la fama y Fidel que ayuda en todo lo que puede a las tres.


Durante la tertulia, David observó que la documentación es exhaustiva y que dota a la novela de una dimensión histórica que suma más y más interés.

Antonia nos recordó el epílogo que resuelve todas las vidas con tanto interés novelesco como la novela.

Pilar señaló lo punzante que es la historia de Victoria porque la culpa no le deja unirse al hombre que ama en secreto después de haber sido infiel.

Luis anotó que ofrece un buen testimonio de muchas formas de la violencia machista en la época que retrata.

La tertulia estuvo llena de intervenciones acertadas. Fue una oportunidad única para escuchar a un grupo de lectores que viven lo que leen.

Algunos de ellos coincidieron en una visión negativa de la obra. Luis la encontró excesiva en su tamaño, y abreviable en muchas páginas. Victoria, que ha leído otras obras de la autora, vio una falta notable de interés. El redactor de estas líneas se quejó de la falta de tensión. Pero las horas de lectura y el encuentro con otros amantes de los libros merecieron la pena.

La tensión, esa necesidad de pasar de página para saber qué nos va a decir un autor, es un elemento que puede olvidarse en las arte visuales, pero en la novela es tan importante que para algunos novelistas es su única pericia y les basta para mantener la fidelidad de sus lectores. Los ingleses llaman page-turner a las ficciones que cultivan ese interés. Esperemos que María Dueñas nos sorprenda añadiendo esa habilidad a tantas otras que posee en su próxima ficción.

martes, 8 de enero de 2019

La leyenda del cuarto Rey Mago





Está bonita leyenda me la regalo la noche de Reyes una persona maravillosa, me emociono tanto que hoy quiero compartirla con todos vosotros.


Lo que esta leyenda narra y nos enseña, sin ser parte de La Revelación, es lo que Jesús espera de todos nosotros.

La leyenda nos cuenta que existió un cuarto Rey Mago, Artabán. Un rey que nunca  llegó a su destino pero que aún así fue recompensado.

Artabán era un hombre de largas barbas, ojos nobles y profundos que vivió,  según dicen en el año 4 a.c., en  el monte Ushita.  El advirtió de la llegada al mundo de un ser de Luz que traería el perdón de los pecados.

Artabán recibió una misiva de Gaspar, Melchor y Baltasar, en ella le avisaban de la buena nueva, el nacimiento del Mesías, al mismo tiempo le invitaban a emprender viaje junto con ellos guiados por una impresionante estrella de luz resplandeciente. Sin dudarlo ni un instante, Artabán, decidió unirse a ellos, dispuso su camello  y escogió cuidadosamente su ofrenda. Se dirigió hacia la ciudad de  Borssipa  en busca de los tres Reyes Magos y juntos emprendieron viaje hacia Belén.

Portaba como regalo, para ofrecer al Niño, un cofre lleno de perlas y piedras preciosas. Sin embargo, a lo largo de su camino, se fue encontrando con diferentes personas abrumadas por su desgracia, todas y cada una de ellas con un terrible problema. Artabán se apiadaba de todas ellas sin dudarlo ni un instante.

Este Cuarto Rey Mago atendía a todos con alegría y esmero, al tiempo que iba dejándoles una perla o un diamante a medida que le solicitaban su ayuda. Pero sus desvelos por todos ellos hicieron que Artabán se  retrasara en su ansiada llegada y que su cofre repleto de perlas y piedras preciosas casi se vaciara.

Encontró muchos pobres, enfermos, encarcelados y miserables y no podía dejarles desatendidos. Se quedaba con ellos el tiempo necesario para aliviar sus penas y luego emprendía de nuevo su marcha, que nuevamente era interrumpida por otro desvalido.

Sucedió que cuando por fin llegó a Belén, sucio, hambriento y desarrapado, ya no estaban los otros Magos y el Niño había huido con sus padres hacia Egipto, pues el Rey Herodes quería matarlo. Artabán siguió buscándolo, esta vez ya sin la estrella que antes lo guió.

Buscó y buscó y buscó… y dicen que estuvo más de treinta años recorriendo La Tierra, buscando al Niño y ayudando a los necesitados. Hasta que un día llegó a Jerusalén justo en el momento que una multitud enfurecida pedía la muerte de un pobre hombre. Mirándolo, entre el dolor, la sangre y el sufrimiento, reconoció en sus ojos algo familiar, reconoció en ellos el brillo de la estrella.

¡Aquel pobre miserable que estaba siendo ajusticiado era el Niño que durante tanto tiempo había buscado!

La tristeza llenó su corazón, ya era muy viejo y estaba muy cansado, había transcurrido demasiado tiempo. Aunque pensó, aún guardaba una perla en su cofre.  ¿Era demasiado tarde para ofrecérsela al Niño que ahora, convertido en hombre, colgaba de una Cruz?

¿Había fallado en su misión...?

Y sin tener a dónde más ir, decidió quedarse en Jerusalén y esperar que llegara el día de su muerte.

Apenas habían transcurrido tres días de la muerte del crucificado, cuando una luz aún más bella y brillante que la de la estrella de Belén, iluminó su habitación.

¡Era El, el Resucitado, que venía a su encuentro!

Artabán cayó de rodillas ante Él, tomó la perla que le quedaba y extendió su mano mientras se postraba . Jesús le tomó la mano tiernamente y le levantó, entonces le dijo:

“Tú no fracasaste Artabán, al contrario, tú me encontraste y me llevaste dentro de tí durante toda tu vida. Yo estaba desnudo y me vestiste. Yo tuve hambre y me diste de comer. Yo tuve sed y me diste de beber. Yo estuve enfermo y me cuidaste. Estuve preso y me visitaste, pues yo estaba en todos los pobres que atendiste en tu camino."

Artabán no entendía lo que Jesús quería decir, y Jesús le respondió:

_ Lo que hiciste por tus hermanos lo hiciste por mí.

¡Muchas gracias por tantos regalos de amor y desvelo, ahora estarás conmigo por siempre, pues el Cielo es tu recompensa!

Artabán murió en los brazos de Jesús.



P. Sardinero