DESCRIPCIÓN
DE ARANJUEZ
(Lupercio
Leonardo de Argensola, 1559-1613)
Hay un lugar en la mitad de España,
donde Tajo a Jarama el nombre quita,
y con sus ondas de cristal lo baña,
que nunca en él la yerba vio marchita
el sol, por más que al etïope encienda,
o con su ausencia hiele al duro escita1.
o que Naturaleza condescienda,
o que, vencida, deje obrar al arte,
y serle en vano superior pretenda.
Al fin jamás se ha visto en esta parte
objeto triste, ni desnudo el suelo,
o cosa que de límite se aparte.
Contrarias aves en conforme vuelo
los aires cortan y en iguales puntas
las plantas suben alabando al cielo.
Las fieras enemigas aquí juntas
forman una república quïeta,
mezclándose en sus pastos y en sus juntas,
sin temer que el lebrel las acometa,
o hiera el plomo con terrible estruendo,
o con mortal silencio la saeta.
Las fuentes cristalinas, que subiendo
contra su curso y natural costumbre,
están los claros aires dividiendo,
rocían de los árboles la cumbre,
y bajan, a las nubes imitando,
forzadas de su misma pesadumbre,
sobre las bellas flores que, adornando
el suelo como alfombras africanas,
las están con mil lazos esperando.
Las calles largas de álamos y llanas
envidia pueden dar a las ciudades,
que están hoy de las suyas más ufanas.
Pues ¿quién podrá contar las amistades,
con que las plantas fértiles se prestan
y templan sus contrarias calidades?
Y cómo no se impiden ni molestan
por ver su fruta en extranjeras hojas,
ni del agravio apelan y protestan,
como tú, frágil hombre, que te enojas
si al otro ves tener lo que no es tuyo,
y con rabia lo usurpas y despojas.
Comunica el gran Tajo el humor suyo
a cualquier de los árboles do llega,
sin atender si es hijo propio o cuyo2.
Al huésped no sus alimentos niega,
ni al natural desecha, y así hace
corona rica de su hermosa vega.
Si la región remota ve que aplace3
alguna planta suya en esta, luego
la envía, y a su dueño satisface:
Y así la que se jacta de que al fuego
de los templos da olores no es más rica,
ni la fingió ningún latino o griego.
Cualquiera aquí su condición aplica,
aunque su origen traiga de otra parte,
do el sol menos o más se comunica.
Suple la falta de la tierra el arte,
y del calor con límite y del hielo
aquello que conviene les reparte.
Hay planta que miró en su patrio suelo
el sol, al mismo tiempo que la luna
en este mira en la mitad del cielo;
y no por esto siente falta alguna
de la virtud que tuvo allá en su tierra,
como si aquella y esta fuesen una;
la cual en senos cóncavos encierra
las aguas usurpadas al gran río,
donde los peces viven sin ver guerra.
Pudiera en cada cual un gran navío
de aquellos que a Neptuno son más graves,
navegar sin temor de hallar bajío;
mas solamente aquí navegan aves
de aquellas que a la muerte se aperciben
con cantos apacibles y süaves.
Aquí redes y engaños se prohíben,
y así discurren sin temor las fieras,
y a los hombres pacíficas reciben.
La hermosura y la paz de estas riberas
las hace parecer a las que han sido
en ver pecar al hombre las primeras.
Álzase al lado del jardín florido,
con cuatro hermosas frentes, una casa,
que nunca el sol, su semejante, ha herido.
Del alto capitel hasta la basa
ninguna imperfección hallarse puede,
si el gran Vitruvio4 vuelve y
la compasa.
Pues lo interior, que a lo exterior excede
en materia y en arte, qué tal sea,
con esto solo declarado quede:
que nuestro gran Filipo dio la idea,
y en ella sus cuidados deposita,
cuando su corte deja y se recrea;
que puesto que los hombros jamás quita
del peso con que Atlante desmayara
con esto lo aligera y facilita.
Los árboles, las aves, la agua clara
en este verde sitio son testigos
de las heroicas obras que prepara;
del modo con que traza los castigos
a la cerviz que huyó del yugo santo,
y el premio regalado a los amigos.
Las aves mezclan su acordado canto
entre los dulces y ásperos decretos,
que han de poner después al mundo espanto.
Y aquellos profundísimos secretos,
que a los ausentes príncipes desvelan
y les tienen los ánimos inquietos,
aquí con los ministros se revelan,
y el templo del gran Jano5 se
abre o cierra,
los pueblos se castigan o consuelan.
Y la espantable y polvorosa guerra
aguarda que de aquí le den materia
para cubrir de sangre el mar y tierra;
mas no dentro los límites de Iberia,
donde la paz y la justicia santa
previenen con cuidado a tal miseria.
Aquí se engendra el rayo, mas no espanta
sino al loco Nembrot, que contra el cielo
muros de barro frágiles levanta.
Filipo, tú también, que del abuelo
y padre emulación gloriosa al mundo
prometes, y en su pérdida consuelo,
mientras tu padre con saber profundo
y tu niñez te excusan del trabajo,
entre esas flores andas vagabundo.
Tiempo vendrá en que no te ofrezca Tajo
en su ribera conchas, mas caballos
de aquellos que lo beben más abajo;
y que tú y esos niños, tus vasallos,
armados, convirtáis en gruesas lanzas
las que agora jugáis de tiernos tallos.
Entonces cumplirás las esperanzas
que das de tu valor, dejando libres
a los que dan agora de él fianzas.
Ya, ya la Grecia espera que la libres,
que abras el paso del sepulcro santo,
y que la espada en su defensa vibres.
¡Oh temeraria lira! ¿Por qué tanto
el punto subes, que entre el son horrendo
de las trompetas suena ya mi canto?
Vuélveme a la ribera, donde viendo
estaba con el príncipe a su hermana,
rayos de luz y flechas despidiendo.
Tal en el monte Cintio a su Diana,
rodeada de vírgenes hermosas,
fingió la antigüedad en forma humana.
No huyen, no, las fieras temerosas,
mas antes, como víctimas sagradas,
se ofrecen a sus flechas poderosas.
Las flores, del divino pie pisadas,
ya miran con desprecio a las estrellas,
y son de las estrellas envidiadas;
y puesto que la esperan gozar ellas,
y saben que en el mundo su presencia
las hace con los hombres menos bellas,
la detienen acá con su influencia,
y posponen su daño y su deseo,
forzadas de la eterna Providencia.
Pero ¿qué mar inmenso es el que veo,
oh divina Isabel, de tus virtudes,
donde pierde las fuerzas Himeneo?
Que tanto a todos sobras6, que
sacudes
el yugo dulce y fuerte que procura
que a llevar con tu cuello hermoso ayudes;
y libre, como fénix, tu hermosura
al dichoso Aranjuez se comunica
entre sus claras aguas y verdura.
Pues no sin ocasión el nombre aplica
del apacible sitio el gran Tolosa
al libro sin igual que te dedica;
porque si en este suelo alguna cosa
con las que trata semejanza tiene,
es sola su ribera deleitosa.
Así porque te alegra y entretiene
(que es lo que aquí del alma se pretende),
como por la hermosura que contiene,
las alas el ingenio humano tiende,
las nubes penetrando con su vuelo,
y en el divino amor de Dios se enciende;
y de las obras hechas en el suelo
(cedros del monte Líbano olorosos),
suben las puntas a tocar al cielo.
Aquí los animales más furiosos,
en humildes ovejas convertidos,
van juntos por los prados deleitosos;
y así suenan en vano los bramidos
del león, que anda en torno rodeando,
por cazar las potencias y sentidos;
y las hermosas fuentes, derivando
mil surtidores de elocuencia pura,
están enriqueciendo y deleitando;
y con orden divino y compostura
forman largas virtudes calles largas,
por donde el alma puede andar segura;
y por aligerar las graves cargas,
se muestran, como en árboles, enjertas
las cosas dulces dentro las amargas;
y cómo viene Dios por siete puertas,
que es Nilo sin principio, y así riega
las tierras más remotas y desiertas,
que la bastante gracia a nadie niega,
para que pueda el fruto dar divino,
que a la suprema mesa después llega.
No hay autor tan remoto o peregrino,
que en el nuevo Aranjuez no tenga parte,
y en el propio lugar que le convino;
porque acomoda de manera el arte
cada cosa en su punto, que parece
que ninguna se ha visto en otra parte.
También estanques mansos nos ofrece
de la perfecta vida, donde canta
el bueno, cuando el malo se entristece.
Pues de la casa inmensa, que levanta
sus cuatro hermosos ángulos al cielo,
¿quién podrá declarar la traza santa?
Remata cada esquina en paralelo
con un evangelista y doctor santo,
que solos ellos dan tan alto vuelo.
Este lugar y casa quiere tanto
la hija de aquel rey tan poderoso,
que a la tierra y al cielo pone espanto,
que la llama la casa del reposo,
adonde con su padre se retira
hasta que venga el celestial esposo
a darle el premio eterno, al cual aspira.
1 Natural de
Escitia, antigua región de Europa
2 de otro, ajeno
3 agrada
4 Arquitecto romano
5 Cuando Roma se
hallaba en guerra, el templo del dios Jano mantenía abiertas sus puertas para
facilitar que el dios pudiese acudir en su ayuda.
6 excedes
El signo ortográfico que aparece en las palabras etïope,
quïeta y süaves indica que se han de pronunciar en sílabas distintas las dos vocales
que normalmente formarían diptongo, con el fin de obtener una sílaba más en el
verso. Esta licencia métrica se llama diéresis.
Esta
composición en setenta y cinco tercetos dedicada a Aranjuez fue
considerada por el hispanista estadounidense Otis H. Green como un himno de elogio al rey, al
príncipe Felipe y a la princesa Isabel. Lupercio describe este lugar
con colores retóricos que enfatizan la variedad de un paisaje
natural. El epígrafe original apuntaba el motivo u origen del poema:
«Estos tercetos en que se describe Aranjuez se escribieron con
ocasión de un libro que imprimió el maestro fray Juan Tolosa,
religioso de la orden de San Agustín, al cual puso por título
Aranjuez del alma».