Los relojes se han utilizado desde la antigüedad. No se sabe a ciencia cierta cuándo apareció el primer reloj en la historia de la humanidad. Lo que sí está claro es la obsesión que el hombre ha tenido siempre por el control del paso del tiempo lo que ha supuesto una constante a lo largo de las distintas etapas de nuestra historia.
El transcurso del día ha fascinado siempre a los humanos y la forma de contabilizarlo también. La idea de que el día consta de 24 horas se estableció en el antiguo Egipto. Gracias a este cálculo, posteriormente se inventaron los relojes. Allá por el año 2000 a.C., los egipcios utilizaban relojes de sol y hay quien afirma que incluso antes de este periodo. En Babilonia ya se utilizaban relojes de agua que permitían medir periodos de tiempo con relativa exactitud. A estos relojes se los denominó clepsidras.
Las clepsidras consistían básicamente en un recipiente lleno de agua que se vaciaba a intervalos regulares gracias a un orificio practicado en su parte inferior.
Durante el siglo V en algunos monasterios, los monjes calculaban las horas de oración con los relojes de fuego. Estos relojes consistían en el seguimiento de la evolución de la llama de unas velas en las que unas marcas regulares median el paso del tiempo. Uno de los relojes de fuego más conocido data de la época de Alfredo el Grande.
Tuvieron que pasar algunos siglos para que la primera modalidad mecánica apareciera en las torres de las iglesias. Se cree que esto no pudo ser anterior al siglo XIII. Estos artilugios, mal llamados relojes, ni siquiera tenían esfera y daban las horas por medio de campanadas que se escuchaban en los alrededores. Estas campanadas permitían a la gente situarse temporalmente a lo largo del día. Todos estos sistemas eran totalmente imperfectos e imprecisos, lo que suponía ponerlos en hora varias veces al día, claro está, con la ayuda de un reloj de sol. En España, la noticia más antigua de la instalación de un reloj de torre data de 1378.
La esfera apareció hacia el siglo XV. Al principio tenía las veinticuatro horas y una sola manecilla. Tendría que pasar mucho tiempo para que apareciera la manecilla de los minutos y bastante más para la de los segundos. En España, por cierto, denominamos también a las manecillas saetas por su parecido con las flechas.
La palabra reloj proviene del griego oorologion, que significa listado de horas. De este vocablo aparecería la palabra italiana orologio o el termino holandés horloge. De orologio surgió reloj en castellano, rellotge en catalán y relógio en portugués.
Me resulta bastante curioso el caso de la palabra inglesa clock, según parece proviene del holandés clocke que significa campana, quizá en referencia a aquellos primeros relojes que hacían sonar las campanas de las torres de las iglesias. El origen de la palabra francesa montre se cree que tal vez provenga de montrer, es decir, mostrar, se deduce que enseñaba o mejor dicho, mostraba la hora.
A medida que hemos ido evolucionando la tecnología nos ha permitido avanzar en la fabricación de nuevos modelos de relojes. Hoy en día contamos con relojes bastante precisos y con diferentes prestaciones.
Para millones de personas, los relojes se han convertido en algo estético y en parte de la forma de vivir cotidiana ¿Quién no tiene un reloj de pulsera? Incluso hay gente que invierte sumas elevadas de dinero en relojes como piezas de joyería.
Actualmente contamos con relojes por todas partes. Los hay de diferentes tipos, tenemos relojes personales que son en su mayoría mecánicos y relojes electrónicos. Ya sean analógicos o digitales, funcionan con una pequeña pila que mediante impulsos eléctricos hace girar las agujas (relojes analógicos) o marca la hora con números (relojes digitales). Tenemos la hora en el móvil, en el ordenador, en el despertador, incluso en los electrodomésticos que ya incorporan la hora en forma de relojes digitales.
La mayor precisión conseguida hasta ahora es la del último reloj atómico desarrollado en USA. Comenzó a funcionar en 1999 y es tan exacto que tan solo tiene un margen de error de un segundo por cada 30 millones de años. Ahí queda eso.
Los relojes se han convertido en algo tan cotidiano que no se nos pasa por la cabeza ni pensamos tanto en cómo aparecieron en los anales de la historia ni tampoco en cómo llegaron a ser lo que hoy conocemos. No solo llevamos un reloj en nuestras muñecas, además de eso llevamos tradición e historia.
P. Sardinero
No hay comentarios:
Publicar un comentario