La Expresión
domingo, 19 de junio de 2022
Otro año acaba
lunes, 13 de junio de 2022
NUESTROS NIÑOS
Las personas pasamos por diferentes etapas. Y a cada uno de nosotros nos pasan seguramente las mismas cosas, o parecidas; quizá a otros menos, pero… En la primera época, la infancia, la adolescencia, la madurez, conoceremos gente, olvidaremos gente... Haremos amigos, de todos ellos unos serán definitivos y otros no. Con los amores, exactamente igual, y con el trabajo, de forma parecida, hasta que un día se detendrán en un punto. ¿En el definitivo tal vez?
Me preocupan mucho los niños. Qué importante es la etapa en que comienzan a formarse:
1.- Cuánto influye en ellos la época (el siglo) en que han nacido.
2.- “ “ “ el país en que han nacido.
3.- “ “ “ la familia en que han nacido (Pobre, de clase media o familia afortunada).
4.- “ “ “ la formación que han recibido. ¡Esto es importantísimo!
Hemos pasado o estamos pasando aún la pandemia. Está claro que debemos cuidarnos todos y cada uno de nosotros porque, si creemos a nuestros gobernantes, ya está parcialmente resuelto pero… Yo no lo veo así, cada uno de nosotros ha de tomar sus precauciones. Nuestros niños, en nuestro país, se han portado maravillosamente con esta larga pandemia, añadiendo honrosas excepciones de jóvenes y adultos.
— ¿Por qué?, te preguntarás.
Naturalmente porque detrás de los niños están sus papás. Estas parejas modernas de hoy día en las que trabajan los dos cónyuges, y que cuentan por suerte con tanta información, aunque a los pobres les falta tiempo. Llegan a todo dejándose el pellejo, inculcándoles a sus hijos educación, higiene, dedicándoles el tiempo que no tienen pero multiplicándose los dos, organizándose para llegar. Les enseñan el respeto y los principios que a su vez han recibido de sus mayores, y eligen la educación para sus niños según sus criterios porque quieren para sus hijos lo mejor (en una familia normal generalmente se funciona así).
En este centro público de adultos (CEPA) que primero se llamó Esperanza y hoy Pablo Guzmán, durante unos cuantos años contaron con una profesora de Lengua llamada Doña Carmen Esparza. Yo tuve el privilegio de ser una de sus alumnas, y recuerdo que predijo que esta sociedad iba camino (refiriéndose a los niños) de que unos iban a ser buenos, muy buenos, y otros malos, muy malos. Nuestros niños y los padres de esta generación naturalmente son los buenos pero…
—Y los malos, ¿los hay?
—Claro, malos y malísimos.
Están proliferando y extendiéndose en nuestro país bandas, las llamadas bandas latinas, que en realidad son mafias. Son, por ejemplo, los Latin Kings, y otros grupos violentos. En este momento cuentan con 250 miembros activos. También los Domican Dont´Play, fundada en Manhattan, Nueva York. Y otras bandas rivales como: Trinitarios, Crips, Bloods y Ñetas.
La policía tiene todo un organigrama de ellos en su trabajo –es su pan de cada día– y quisiera equivocarme, pero creo que algunos de nuestros niños están siguiendo su ejemplo: jovencitos de 12, 13 y 14 años, e incluso de menos edad, también están siendo captados. A veces son malos estudiantes. También los captan de familias desestructuradas, con pobreza extrema, niños que quieren destacar y no lo consiguen. Suelen ser niños tímidos e inseguros, pero cuando se integran en un grupo de esos donde se están produciendo todo tipo de tropelías, agresiones, ataques (últimamente múltiples contra mujeres), ahí sí se sienten importantes. El deterioro es tan grande…
Existen muchas razones por las que los chavales dan pasos en falso. Por ejemplo, cuando se inclinan a las malas compañías, en su adolescencia, y tienen amigos que no les convienen. Son rebeldes porque están experimentando en un mundo nuevo y se les tuercen a sus padres porque a nuestros niños les hemos complacido, mimado y en muchas ocasiones consentido demasiado también. Porque han vivido muy bien, y cuando llegan a la adolescencia les gusta la buena vida. Desean toman el camino más fácil, lo quieren y lo quieren ya. Se confunden y no toman el camino correcto –ahí tenemos como ejemplo la droga esperándolos–, tropiezan y en algún momento dan marcha atrás, se arrepienten y vuelven por el buen camino, pero está claro que pasan por fases en las diferentes etapas de su vida, hasta que al final se decantan por un lado o el otro.
Hay una cosa muy clara: el perjuicio tan grande por tanta juventud estropeada, estas bandas afincadas en nuestro país, y no olvidemos el gasto que generan con todo lo que destrozan. Estamos hablando de un gasto descomunal por el mantenimiento en correccionales, y esas cárceles llenas de mulas de la droga, con estos jóvenes que seguirán seguramente una tropelía detrás de otra.
Y el peligro que entraña cuando nuestros jóvenes, estos chavales estupendos tan centrados, de los que estamos tan orgullosos y que estamos criando, se nos hacen mayores y se mezclan con otros jóvenes en conciertos, actividades deportivas y todo tipo de ocio, y que, sin contar con ello, se ven involucrados en medio de sus refriegas. Solo les puede salvar, esperemos, la suerte, su buen juicio y la educación recibida desde la infancia.
Amelia González Luengo
lunes, 9 de mayo de 2022
CERVANTES
Don Quijote de la Mancha, ese hidalgo caballero, lo escribiste tú, Cervantes, para deleite del mundo entero. En tu vida de avatares, anduviste por varios lugares, en los cuales tú, un insigne caballero, pasaste muchas penalidades. ¡Tú saliste adelante con todo el orgullo!
Fuiste muy valiente, no lo dudaste ni un momento. Pusiste tu vida en peligro para salvar a tus compañeros.
Por tu gran humanidad, te viste envuelto en penosas desventuras. Por fin parece llegar el sosiego, pero tu vida no deja de ser triste, y llena de sinsabores y privaciones.
Con una edad ya madura y con un gran tesón, te pusiste a escribir incansablemente.
Se podría decir que, en un tiempo récord, conseguiste escribir todas tus obras, pero no tuviste la fortuna de que ellas te sacaran de todos los grandes apuros que pasaste a lo largo de tu vida.
No obstante, con tu gran nobleza y fe en los valores de la vida, tú conseguiste salir adelante.
Un día no muy lejano, a la entrega de tu última obra, te llegó la muerte, y por fin pudiste descansar en paz.
Tú, que fuiste un hombre bueno.
Mª Carmen Baleige (Enseñanzas Iniciales)
domingo, 12 de diciembre de 2021
Efemérides literarias
«Yo estaba allí aquel mediodía
de verano. Desde alguna cubierta de barco, tal vez, unos nórdicos ojos azules
me verían como minúscula pincelada de una estampa extranjera… Yo, una muchacha
española, de cabellos oscuros, parada un momento en un muelle del puerto de
Barcelona. Dentro de unos instantes la vida seguiría y me haría desplazar hasta
algún otro punto. Me encontraría con mi cuerpo enmarcado en otra decoración…». Pequeña,
insignificante, vista por sí misma pero desde una perspectiva ajena, atrapada
en un marco espacial que la incorpora
y libera… Así se ve Andrea, la protagonista de Nada, en aquel ficticio verano de 1940, y así lo escribió Carmen
Laforet, unos años después, ya en Madrid, poco antes de que su novela fuese
publicada y premiada (en la primera convocatoria del premio Nadal, del año
1944). Carmen Laforet nació hace exactamente un siglo, en 1921, justo el mismo
año en que fallecía la gran escritora realista (naturalista) Emilia Pardo
Bazán, conocida sobre todo por su novela Los
pazos de Ulloa. Curiosamente, ambas autoras coincidieron en utilizar casi
el mismo título para una de sus obras: Insolación,
de Emilia Pardo Bazán (1889), y La
insolación, de Carmen Laforet (1963). La escritora gallega publicó
infinidad de cuentos, y como muestra podéis leer aquí un fragmento de uno de
ellos (ambientado en Galicia, como buena parte de su producción narrativa). A
modo de curiosidad, mencionemos también que en 2021 se ha conmemorado en India
el centenario de la muerte de Subramania Bharati, poeta en lengua tamil que
rompió mitos y abrió nuevos caminos creativos para la literatura en esa lengua
del sudeste de la India.
En 2021 hemos conmemorado también
efemérides literarias mucho más añejas, como la de los ochocientos años del
nacimiento del rey Alfonso X el Sabio (23 de noviembre de 1221), un monarca que
escribió su obra literaria (poética) en gallegoportugués. Especialmente
conocidas son sus “Cantigas de Santa María” (427 composiciones que han llegado
a nosotros a través de lujosos códices, con transcripción musical y miniaturas
sobre el contenido narrativo de las cantigas). También usó, por supuesto, el castellano,
pero en este caso para la redacción de grandes tratados jurídicos, históricos y
científicos, además de traducciones y adaptaciones. Reproducimos aquí una
famosa cantiga de Santa María (la número 10).
Menos conocido para la mayoría de
nosotros es Salomón Ibn Gabirol (también conocido como Avicebrón), y sin
embargo fue una de las figuras más destacadas del medievo hispano (andalusí). Filósofo
y poeta, nació en Málaga hacia 1021 (¡se cumple nada menos que un milenio!), de una
familia de origen cordobés. Pasó su niñez y adolescencia en Zaragoza, y
posteriormente marchó a Granada. Tras su regreso a Zaragoza, pudo finalmente
morir tal vez en Valencia, aunque no hay datos seguros. Escribió su poesía en
hebreo (alcanzando cotas líricas muy elevadas), y también escribió en árabe
(sobre todo sus tratados filosóficos). Cultivó un amplio abanico de subgéneros,
desde la poesía de contenido litúrgico y místico hasta la poesía homoerótica y
báquica (sobre el vino y sus efectos). Un ejemplo de esta última es el poema
que reproducimos aquí, traducido al castellano.
Os avanzamos ya que, en 2022, el
año que entra, se cumplirán cuatro siglos del asesinato en Madrid del poeta
Juan de Tassis (conde de Villamediana). Pero de eso hablaremos en el nuevo año,
que esperamos sea feliz y próspero para cada uno de nuestros lectores. ¡Feliz
Navidad!
Óscar Sobral
LLÉVAME A LOS VIÑEDOS
y dame de beber para que me llene de alegría.
Las copas de tu amor se adherirán a mí,
pues quizás ellas harán escapar las penas.
Si tú bebes por mi amor ocho,
yo beberé por el tuyo ochenta.
Si yo muero ante ti, amado mío,
cava mi tumba entre las raíces de los viñedos.
Haz mi lavatorio con el zumo de las uvas
y embalsámame con agraces y perfumes.
No llores ni te lamentes por mi muerte,
toca la cítara, flautas y arpas,
y no pongas sobre mi tumba polvo,
sino odres nuevos con vinos añejos.
(Salomón Ibn Gabirol)
CANTIGA X
("Esta es en alabanza de Santa María, hermosa, bondadosa y con gran poder")
Dona das donas, Sennor das sennores.
Rosa de beldad' e de parecer
e Fror d' alegría e de prazer,
Dona en mui piadosa seer,
Sennor en toller coitas e doores.
Dona das donas, Sennor das sennores.
Atal Sennor dev' home muit' amar,
que de todo mal o pode guardar;
e pode-ll' os pecados perdoar,
que faz no mundo per maos sabores.
Dona das donas, Sennor das sennores.
Devemola muit' amar e servir,
ca punna de nos guardar de falir;
des i dos erros nos faz repentir,
que nós fazemos come pecadores.
Dona das donas, Sennor das sennores.
e de que quero seer trovador,
se eu per ren poss' haver seu amor,
dou ao demo os outros amores.
En la chabola
menos ruinosa se había refugiado un ser humano. Era una mujer enferma y alejada
de todos. Eso sí, para el sustento no le faltaba nunca. Las gentes de los
pueblos de la ribera, pescadores, labradores, tratantes, sardineras, al cruzar
ante el islote en las embarcaciones, ofrecían el don a la Deixada,
que así la llamaban, perdido totalmente el nombre de pila. Nadie hubiese podido
decir tampoco de qué banda era la Deixada;
nadie conocía ni los elementos de su historia. ¿Casada? ¿Viuda? ¿Madre? ¡Bah!
Un despojo. Y los marineros, saltando al rudimento de muelle que daba acceso al
islote, depositaban sobre las desgastadas piedras la dádiva: repollos,
mendrugos de borona, berberechos, que cierran en sus valvas el sabor del mar,
frescos peces, cortezas de tocino. Nunca salía la Deixada a
recoger el «bien de caridad» hasta que la lancha o el bote se perdían de vista.
Permanecía escondida mientras hubiese ojos que la pudiesen mirar, como un bicho
consciente de que repugna, como un criminal cargado con su mal hecho.
En
el balneario de lujo emplazado en la isla próxima se temía vagamente, sin
embargo, la aparición de la Deixada. ¿Quién sabe si un día
cualquiera se le ocurría salir de su escondrijo y presentarse allí, trágica en
fuerza de fealdad y de horror, descubriendo el secreto, bien guardado, de la
miseria humana? Con ello vendría el convencimiento de que es la especie, no un
solo individuo, quien se halla sometida a estas catástrofes del organismo; que
somos hermanos ante el sufrimiento..., y que es acaso lo único en que lo somos.
Y
sería horrible que se presentase esta mujer predicando el evangelio del dolor y
de la corrupción en vida. Verdad es que parecía improbable el caso: no la
admitirían en ninguna embarcación, y a nado no había de pasar... Para que no
necesitase salir de su soledad a implorar socorro, del balneario empezaron a
enviarle cosas buenas, sobras de comida suculenta, manteles viejos y sábanas
para hacer vendas y trapería. Le mandaron hasta aceite y dinero, que no
necesitaba.
Hallábase
a la sazón de temporada en el balneario un religioso, joven aún, atacado de
linfatismo. Modesto y retraído, no se le veía ni en el salón, ni donde se
reuniesen para solazarse y entretener sus ocios los demás bañistas. En cambio,
hacía continuas excursiones, y cuando no andaba embarcado, estaba recostado
bajo los pinos, bebiendo aire saturado de resina. Una tarde, yendo a bordo de
la lancha que traía el correo, vio, al cruzar ante el islote, cómo el marinero
colocaba sobre los pedruscos resbaladizos la limosna.
-¿Para
quién es eso? -interrogó curiosamente.
-Para
la Deixada -contestó, con la indiferencia de la costumbre,
el marinero.
-Una
mujer que vive ahí soliña. Nadie se le puede arrimar. Tiene una enfermedá muy
malísima, que con sólo el mirare se pega. ¡Coitada! Pero no piense; la boena
vida se da. Yo le traigo de la cocina del hotel cosas ricas. Aun hoy, cachos de
jamón y dulces. No traballa, no jala del remo, como hacemos los más. ¡La boena
vida, corcho!
El
religioso no objetó nada. Sin duda, para el marinero las cosas eran así, y se
explicaba, por mil razones, que lo fuesen. Hasta era dueña la Deixada de
un pintoresco islote. Podía pasearse por sus dominios horas enteras, cuando el
rocío de la mañana endiamanta el brezo y sus globitos de papel rosa, cuando la
tarde hace dulce la sombra de los arbustos, donde se envedijan las barbas rojas
de las plantas parásitas.
Nadie
le robaría el bien de la soledad; nadie turbaría su pacífico goce, ni se
acercaría a ella para sorprender el espanto de su figura, en medio de la magia
de una Naturaleza libre y serena, entre el encanto de los atardeceres que tiñen
de vívido rubí las aguas de la ría.
Pensaba
el religioso cuán grato fuera para él vivir de tal modo, lejos de los hombres,
leyendo y meditando. ¿Quién se arriesgaría a visitar a la Deixada?
Una idea le asaltó. La Deixada era, seguramente, una
leprosa...
Aquella
enfermedad que se pega «sólo con el mirare»; aquel esconderse del mundo, como
si el mostrarse fuese un delito... ¿Qué otra cosa? Y el andrajo humano, no
obstante, tenía un alma. Sabe Dios desde cuánto aquella alma no había gustado
el pan. El cuerpo enfermo se sustentaba con cosas sabrosas, regojos de
banquetes opíparos; el alma debía de tener hambre, sed, desconsuelo, secura de
muerte. La verdadera deixada era el alma... Y el religioso
se decidió después de breve lucha con sus sentidos:
-Desembárcame en
el islote.
sábado, 11 de diciembre de 2021
miércoles, 1 de diciembre de 2021
El lavadero de Hortaleza
Noventa años después es el único de estos lugares históricos que ha sobrevivido en la capital. Estuvo en funcionamiento hasta los años 70.
El interior es alargado y estrecho. Está formado por tres pilas que permanecen intactas: la pila del fondo, la más pequeña, era para lavar la ropa de los infecciosos; la siguiente, la más grande, para enjabonar y lavar el resto de la ropa, y la última para aclararla. Esta última pila está situada al lado de la puerta, para después tender la ropa en el prado que había enfrente, hoy ocupado por edificios.
Muschos documentos atestiguan que en Hortaleza como en Canillas desde el siglo XVII, de que muchas mujeres, sobre todo viudas, se dedicaron a lavar la ropa de “gente adinerada” de la capital.
Hortaleza contaba con dos lavaderos que existieron hasta el siglo XIX, que al encontrarse lejos del pueblo, eran poco cómodos para su uso, y empezó a pensarse en construir uno más cerca. Se tardó 50 años hasta que se logró construir, y en parte fue financiado por las aportaciones de gentes del pueblo que podían hacer donativos.
Contó con mejoras hasta entonces nada comunes, como una letrina, una techumbre para protegerse de la lluvia y el sol, y agua directamente traída de Canal de Isabel II.
En la postguerra las mujeres iban a lavar la ropa por turnos semanales y el lavadero se convirtió en punto de encuentro para ellas y sus hijos más pequeños. Se juntaban para charlar e incluso llevaban la comida para pasar el día mientras se secaba la ropa.
Hoy en día forma parte, junto a la Iglesia de San Matías, la Catedral Ortodoxa, el Palacio de Villa Rosa y el Cementerio de Canillas, de un museo al aire libre dentro del programa Madrid Otra Mirada.
Ruta desde el CEPA PABLO GUZMÁN |
domingo, 28 de noviembre de 2021
Películas
Cuatro tomateras y un montón de gatos
Fue en una de estas solitarias calles donde descubrió el pequeño huerto que se encontraba justo en el solar del antiguo edificio derruido que había sido el corazón de ese barrio; en él, pintores, cantautores, poetas, artistas del momento se habían brindado para hacer murales en las fachadas de las casitas bajas, amenizar las fiestas, protestar por las injusticias; corrían los años 70. José Duarte, Lucio Muñoz, Alcaín, Luis Pastor, Gabriel González, Paco Barón, Bey eran algunos de ellos.
Sí, era el barrio de Portugalete del cual en estos tiempos no queda ni rastro. Los lujosos chalets se han apropiado de las solitarias calles que antaño fascinaban con sus espléndidos murales en las encaladas fachadas.
El minúsculo huerto fue una sorpresa, un trocito de color en un espacio destartalado y ruinoso; a un ladito crecían alegres las acelgas, la dentada rúcula, el perejil, mínimas lechugas, cherrys… junto a unas primorosas anémonas multicolores. A la entrada lucía un cartelito que decía:
“Pasen y huelan”. Sin duda el autor era alguien con tanto encanto como el huerto.
Tanto le gustó que se animó a plantar cuatro tomateras que, a duras penas, tiraron para arriba –ya se sabe que estas son caprichosas y antojadizas–. Muchas tardes de abrasador sol y litros y litros de agua hicieron que echaran cuatro o cinco tomates, y que alguien espabilado arramblara con ellas justo en su punto de maduración.
Pero lo bueno de esos paseos es que conoció a un montón de gatos callejeros muertos de hambre y al adorable autor del huerto.
Y así fue como empezó a ponerles agua y comida. Comenzó a quererlos, a reconocerlos y… ellos a ella también. Los lazos invisibles del afecto mutuo se habían forjado.
Se fueron sucediendo más atardeceres anaranjados, dando paso a las tardes lluviosas del otoño. Ahora en el huerto lucían las plantas de invierno: la emperifollada coliflor, las misteriosas cebollas, los humildes repollos…
Un mal día se paseó por el solar la tremenda excavadora llevándose por delante las plantas de invierno y el trabajo hecho con entusiasmo; menos mal que pudo rescatar el encantador cartelito pintado en rosa de “Pasen y huelan”.
El montón de gatos fue también mermando; por suerte la “Protectora Felina” con sus jaulas-trampa fue recogiendo y llenando sus ya repletas estancias de gatos callejeros.
Las calles de aquel barrio estaban cada vez más tristes y vacías sin los coloridos murales, sin la alegría del huerto, sin gatos callejeando. Los atardeceres seguían siendo color naranja y ella los contemplaba ahora desde la ventana, mientras las rosadas nubes jugaban creando formas redondeadas con bigotes, que desde el cielo le hacían guiños y graciosas cabriolas..
domingo, 6 de junio de 2021
Fin de curso
Como todos los años, llega junio y toca mirar atrás y hacer memoria de lo acontecido a lo largo del curso. Un curso diferente a cualquier otro, aunque no tan severo como el último trimestre del curso anterior, cuando estábamos confinados en nuestros domicilios.
A pesar de las dificultades, este ha sido un año de colaboración intensa en nuestro centro. Hemos participado en cuatro concursos interCEPA: Ortografía, Lectura en voz alta, Murales y Certamen literario. Y el fruto que han recogido nuestros alumnos ha sido el Premio especial del jurado (para el alumnado de secundaria) y el Premio de Español para extranjeros del Concurso de Murales. Estos premios son el resultado de una sinergia (del griego συνεργία –synergía– 'cooperación') entre los profesores y entre los alumnos. Quien escribe estas líneas impulsó y realizó la inscripción del centro en los concursos. José Contreras puso sobre la mesa una idea original y rompedora para un mural, además de todo su saber hacer y creatividad en el terreno plástico y visual. Rosa Calatayud motivó a los alumnos y amplió el plan inicial al alumnado de Español para extranjeros, resultando al final premiado el mural de esa categoría. Cristina del Álamo aportó rigor científico y pasión por la toma de conciencia en torno al cambio climático y la necesaria responsabilidad personal y empresarial. Los alumnos respondieron con entusiasmo e implicación, y dedicaron tiempo a la creación del trabajo. En secundaria, además de los alumnos inscritos oficialmente en el concurso, muchos otros colaboraron en la tarea y son igualmente responsables del éxito logrado.
Pero en los concursos, no siempre se gana (de hecho, perder es mucho más probable estadísticamente). Participar en estos concursos didácticos forma parte del proceso de aprendizaje, en un sentido amplio, y eso es lo más valioso. Por ello hay que felicitar también y agradecer su implicación y esfuerzo a los alumnos que representaron a nuestro CEPA en los otros concursos: David Rodríguez Alarcón (concurso de Lectura en voz alta), Alberto Aguado Muñoz (concurso de Ortografía) y Juana Taboada Siguero (ganadora de nuestro certamen de Literatura, que compitió en la fase interCEPA). Otros alumnos participaron igualmente con sus textos en el concurso literario (los podéis leer en este mismo número de la revista). Por iniciativa de José Contreras, iniciamos asimismo los premios de periodismo CEPA PABLO GUZMÁN.
Este curso, además, hemos dado un nuevo impulso a las tertulias literarias vespertinas: Marianela, de Benito Pérez Galdós (10/11/2020), El hereje, de Miguel Delibes (26/01/2021), Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán (09/03/2021), Thérèse Raquin, de Émile Zola (11/05/2021) e Intemperie, de Jesús Carrasco (15/06/2021). Recordemos que el año pasado se celebraron los centenarios de la muerte de Galdós y del nacimiento de Delibes. En 2021 conmemoramos el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán. A lo largo de junio anunciaremos en la web del CEPA y mediante carteles cuál será la novela de la primera tertulia del curso 2021-22.
Esperemos que el próximo curso la pandemia remita y podamos ir recuperando toda la actividad presencial. Deseamos igualmente aprovechar nuevas propuestas y oportunidades que sirvan para enriquecer la vida escolar de nuestro centro (y de los centros de adultos en general) y que sigamos contando con un alumnado tan diverso e implicado. ¡Nos vemos en septiembre!
O. Sobral
martes, 1 de junio de 2021
Salida al parque del Buen Retiro
¿Por qué se construyó el lago del Retiro?
El valido del rey Felipe IV, el Conde Duque de Olivares, lo hizo para agradar al rey. Era como un retiro de placer. Los terrenos eran de la corona. En su aspecto original, contaba en el centro con una isleta de forma ovalada que se utilizaba para pescar. Pero también para llevar a cabo representaciones teatrales.
Sus dimensiones son 280 metros de largo por 140 de ancho. En su interior caben 55.000 metros cúbicos. En su punto más profundo mide 1,81 metros; en el menos, 60 cm.
En este estanque se hacían originalmente simulacros de batallas navales y espectáculos acuáticos en los que muchas veces participaba el propio monarca. Antiguamente contaba en sus orillas con 6 norias que alimentaban de agua al estanque y al palacio que le construyeron con una estructura hidráulica. El agua procedía de varios arroyos.
Hasta el siglo XVIII, en el reinado de Carlos III se dejaba entrar al público, pero solo en una orilla. Fue Isabel II la que lo abrió al público.
Tiene una superficie de 3724 m2.
Al principio de 1982 se vació para repararlo, pero no fue hasta el año 2001 que se vació por completo. Al desaparecer toda el agua salieron a la luz, entre otros, los siguientes tesoros: 192 sillas, 40 barcas, 41 mesas, 20 papeleras, 9 bancos de madera, 3 contenedores, 19 vallas del ayuntamiento, 50 teléfonos móviles, una máquina expendedora de chicles, varios carros de la compra, numerosos monopatines y una caja fuerte, abierta y vacía.
La estatua de Alfonso XII fue diseñada por José Grases Riera en 1902 y terminada en 1922 por José López Sallaberry y Teodoro de Anasagasti.
Durante la época romántica se produjeron en el Retiro varios intentos de suicidio que resultaron complicados debido a la escasa profundidad del estanque (1,81m-0,60m).
El estanque se vació porque perdía 5.000 litros de agua al día.
Todas las embarcaciones renovadas se fabricaron en un astillero de la Comunidad de Madrid.
El mirador de Alfonso XII se abrió en 1987. No se ha vuelto a abrir.
Si Madrid hubiera logrado ser sede de los Juegos Olímpicos de 2020, estaba previsto vaciarlo, cubrirlo de arena y que en él se disputara la competición de vóley playa.
jueves, 27 de mayo de 2021
Historia de unas bragas
De pequeña, era tan buena estudiante que su profesora fue a pedirle a mi abuela que le permitiese pagar de su propio bolsillo sus estudios. Mi abuela se negó. De estudiar, sería el hijo varón primogénito quien lo hiciese. Había que traer dinero a casa.
Y así se hizo: con unos exiguos estudios de mecanografía, taquigrafía y poco más, entró a trabajar en un ministerio. “La Grace Kelly de la oficina” la llamaban. Diseñaba sus vestidos y, con la misma tela, se hacía forrar los diminutos botones y los zapatos a juego, de tacón de aguja bajo. A veces se recogía su espléndida melena en moño italiano y le daba un aspecto muy Hitchcock.
Tuvo una época bohemia, por la que yo le interrogaba. Me hablaba de su pandilla, de su amigo pintor Gabi (de los pocos copias oficiales del Museo del Prado), del estreno de “Historia de una escalera” de Buero Vallejo, pues era pasión lo que sentía por el teatro, de cómo asistía asiduamente a los ensayos del Real por no pagar la carísima entrada, de cómo estuvo a punto de irse a Londres de au pair…, y entonces conoció a mi padre. “Se me doblaban las rodillas cuando se me acercaba en el autobús”.
Al casarse, como era costumbre con Franco, mandaban a casa a las funcionarias. Pasaban bajo la tutela del marido y además no querían que le quitasen un puesto a un hombre.
Ya en democracia pleitearon y pudieron volver. Yo, la pequeña de sus cinco hijos, debía tener diez u once años cuando se reincorporó. Daba gusto verla ir a trabajar con sus trajes de chaqueta de tres piezas, con blusa de seda en verano y jersey de angora en invierno. Tan guapa, tan persona, tan profesional.
Los trabajos más delicados, de previsión de presupuestos, unos cuadros complejos, el jefe se los reservaba a mi madre, por su eficacia y gusto mecanográfico. Trabajaba con ella una chica, más joven y que había entrado por oposición. Esta, rabiaba mucho con esta distinción de trato con la que el jefe le reconocía a mi madre el trabajo bien hecho, pues ella se consideraba más válida por edad, formación y aparente rapidez. Esta psicópata enamorada de Sánchez Dragó (sí, ese escritor estomagante, el del sexo tántrico), se encargó de hacerle la vida imposible. Más de una vez volvió la pobre llorando, empañando el mobbing la alegría de su vuelta.
Fue guapa, inteligente, sensible y culta, a pesar de no haber tenido una educación formal amplia, algo que le causó un complejo que arrastró toda su vida. Su entusiasmo por todo, a veces casi infantil, contrastaba con una depresión plomiza, que se hizo crónica.
Nos educó, a los cinco, en el amor por la música, la pintura, la emoción de lo bien escrito, en ser sensibles a lo bello, en todas sus formas.
Valga la publicación de su relato como homenaje a una mujer que lo dio todo. Puede que demasiado. Siempre la última en acostarse y la primera en estar levantada. Gracias mamá. Descansa, que te lo has merecido.
Relato premiado por Juan José Millás en el programa “La ventana” el viernes 2 de abril de 2001
1 de marzo de 2001
Según me voy haciendo mayor, muy mayor, recuerdo más a menudo hechos ocurridos en mi infancia, que transcurrió, hasta casi los seis años, en un pueblo.
Vivíamos en una casa con un portal muy grande, que tenía una puerta a la izquierda, que era la portería. Alguien debió morirse allí. Tenían la puerta abierta y, en el centro de la habitación, se veía un ataúd en el suelo. Alrededor, la gente, vestida de negro, sentada en sillas, rezaba el rosario. Mi madre me había mandado a casa de una tía mía que vivía a la vuelta de la esquina a pedirle unas cebollas que le hacían falta para el guiso que estuviera haciendo. Cuando volvía y entraba en el portal con las cebollas en la mano, salió una señora, me cogió de la mano y tiró de mí. Me fue pasando por delante de los que rezaban, diciéndoles no sé qué. Yo estaba aterrorizada, mirando al muerto.
Cuando me dejó en la escalera y subía a mi casa, recuerdo que me iba haciendo pis, empapando hasta los zapatos, mientras apretaba con fuerza las cebollas.
Nunca supe por qué hizo aquello esa señora, pero aún menos por qué mi madre se reía tanto cuando se enteró de lo que había pasado.
Pero recuerdo que, más que el miedo de ver al muerto, sentía el pánico de que se me cayeran las bragas en cualquier momento. Se había roto la goma de la cintura y yo intentaba sujetarlas con más fuerza que a las cebollas.
viernes, 21 de mayo de 2021
Fuentes y agua
No había agua, teníamos que esperar a que viniera el aguador con un depósito en un carro y un borrico. Muchas veces teníamos que bajar hasta Portazgo, a las obras, para llenar un botijo.
Nos pusieron una fuente pública para todo el barrio, teníamos que hacer cola para llenar los barreños y cántaros, pero para llenar los botijos teníamos preferencia. Las colas llegaban muy lejos, había veces que teníamos que esperar toda la noche. La poca agua que se desperdiciaba se iba acumulando en una charca de greda donde nos íbamos a bañar.
Desde muy pequeño me han fascinado las fuentes. Me acuerdo de ir al Retiro. ¡Fuente que veía, agua que bebía! Trabajando en Tribunal me iba andando hasta Vallecas. Veía una fuente y me paraba a beber y sentir su frescor.
En mi pueblo había una fuente, la fuente de la Cruz, donde íbamos a por el agua; la quitaron. En la mayoría de los pueblos que he visitado, siempre voy a verlas. En bastantes pueblos las han quitado y me da una pena que pienso que es como si te quitaran un poco de vida.
He ido bastantes veces a pescar, y ¡con qué gusto sientes el agua en los pies! En la playa me gusta caminar sobre la arena y que el agua te acaricie. Hubo un tiempo en que quitaron muchas fuentes y me dio mucha pena. En las noticias dijeron que iban a restablecer el agua en las fuentes, y me dio mucha alegría.
Si tenéis tiempo y ganas, visitad la Granja de San Ildefonso, en Segovia. Ver sus fuentes os impresionará.