Hoy os quiero contar una historia sorprendente, una historia acallada, una historia sobre tres hermanas valientes, una historia que ocurrió en España, en Galicia, y de la que nadie fue conocedora hasta hace muy poco. Julia, Lola y Amparo Touza crearon entre 1940 y 1945 una red clandestina para ayudar a personas huidas de la Alemania nazi y de una Europa en plena segunda Guerra Mundial que se desangraba. Las tres guardaban un secreto, un secreto que muy pocos en el pueblo conocían, secreto que se llevaron a la tumba y del que pactaron absoluto silencio con las pocas personas que las ayudaron. De hecho han tenido que pasar tres generaciones para que se haya podido reconstruir esta historia.
Una vez fallecidas las tres hermanas, la última persona conocedora de esta hazaña debía contarla antes de morir. Así fue como Julio Touza descubrió la historia de su abuela Lola y sus dos hermanas. Mucho tiempo después de la muerte de las tres mujeres el escritor Vicente Piñeiro narró las proezas de las tres mujeres en un libro. Julio Touza ha explicado que hasta el mismísimo Steven Spielberg se ha interesado por la historia de estas heroínas y ha intentado comprar los derechos para poder llevar su historia a la gran pantalla.
El reloj de la estación de Ribadavia sigue parado desde hace más de cincuenta años, el mismo reloj que cada mañana mirarían Julia, Lola y Amparo cuando se dirigían a trabajar a su negocio, un pequeño puesto de madera en el que vendían rosquillas, almendras, café, aguardiente y bocadillos. Las tres vivían en el casino del pueblo dónde la gente iba a jugar a las cartas. Allí organizaban bailes para sacar un dinero extra que les servía para capear las penurias de la post guerra y para costear su causa clandestina.
Entre los numerosos pasajeros que viajaban en el trayecto Hendaya-Vigo, se encontraban muchos judíos que escapaban de los campos de concentración nazis y de las llamas del Holocausto. Cruzaban la frontera francesa hacía España con el objetivo de llegar a Portugal para después partir desde allí hacía América, hacía la libertad.
Todo empezaba cuando las hermanas recibían el aviso de la llegada inminente de un convoy, sabían perfectamente sí en el tren que circulaba ese día había judíos huidos que las necesitaban. Los pasajeros solo tenían que preguntar por “la madre", que era el apodo de Lola. Lola era la primera en abandonar su pequeño quiosco y la primera en auxiliar a los judíos huidos. Los escondía en su casa y les proporcionaba comida y refugio con la ayuda de sus hermanas. El día elegido esperaban la oscuridad y el silencio de la noche para efectuar la fuga a bordo de un taxi, un Dodge negro americano. Otras veces tenían que hacer el peligroso camino hasta la frontera a pie.
Según el historiador José Ramón Estévez, experto en esta historia, las tres hermanas consiguieron ayudar a alrededor de un millar de judíos gracias a una increíble red clandestina que las conectaba directamente con el cónsul portugués Arístides de Sousa, que también desempeñó el mismo cargo en Vigo. El mismo Sousa les proporcionaba los visados necesarios para poder viajar hacia la frontera con Portugal.
La red de las hermanas Touza, dirigida por Lola, contaba con otros protagonistas que nunca desvelaron el secreto. Entre ellos se incluían dos taxistas del pueblo, Xosé Rocha y Javier Míguez. También contaron con la ayuda de un tonelero llamado Ricardo Pérez, que hacía las veces de intérprete.
Las peripecias que pasaron estas tres hermanas fueron conocidas por muy pocos vecinos del pueblo, se podría decir que sus hazañas fueron historias de silencios. Ellas ayudaban a estas personas de manera desinteresada y nunca lo hicieron público. Eran solidarias por naturaleza y no solo con judíos huidos del holocausto, sino también con prisioneros de nuestra Guerra Civil, a los que daban comida a través de los barrotes de la cárcel, e incluso subían a los vagones dónde eran transportados los soldados que iban al frente. Durante nuestra guerra civil estuvieron encarceladas por ayudar a los presos.
La presencia de los nazis era habitual en Galicia porque venían en busca de wolframio, muy abundante en la zona, un mineral muy necesario para reforzar cañones y acorazar tanques. En más de una ocasión la Gestapo tuvo a las tres hermanas en su diana. Preguntaban por todas partes y a todo el pueblo por "la madre" Lola. Se puede decir que ellas llegaron a ser una auténtica pesadilla para la Gestapo.
Las tres pusieron en riesgo sus vidas en numerosas ocasiones. Eran mujeres fuertes, valientes y compasivas, mujeres con un gran tesón y adelantadas a su época. Ninguna de las tres hermanas se casó, Lola era madre soltera y su hijo murió sin saber las hazañas de su madre. En los años 50, Lola, Amparo y Julia dejaron su actividad en el casino y se dedicaron únicamente al quiosco de la estación. Lola murió en 1966 de un ataque al corazón en la misma estación, se podría decir que murió con las botas puestas.
El 7 de septiembre de 2008, el Ayuntamiento de Ribadavia aprobó poner una placa en homenaje a las Touza. Así reza una placa a la puerta de su casa en su honor "A las tres hermanas Lola, Amparo y Julia Touza “Luchadoras por la Libertad".
El mismo año, en el Centro Peres por la Paz, en Jerusalén, se plantó un árbol con el nombre de Lola Touza que recuerda su labor. Desde entonces, la familia de las tres hermanas también espera que se les otorgue el título de Justas entre las Naciones, el máximo reconocimiento oficial que otorga el Estado de Israel. Para que se les conceda este título se deben cumplir tres requisitos: que hayan salvado a un judío, que lo hayan hecho arriesgando sus vidas y que se haya llevado a cabo de forma desinteresada.
Ellas tres cumplen con los tres.
El servicio secreto británico contaba en Vigo con una red de espías que seguían muy de cerca los pasos de los alemanes en Galicia. El MI5 anunció, no hace mucho, que desclasificaría muy pronto algunos papeles de la guerra, por lo que es posible que en los documentos desclasificados aparezca “La Lista de Lola”. Sí esto sucediese se podría conocer el número exacto de judíos a los que las tres hermanas ayudaron e incluso se podrían saber sus nombres.
Ahora ya sabemos que las hermanas Touza dejaron de ser las que regentaban una cantina de estación para convertirse en unas heroínas anónimas. Ellas se atrevieron a desafiar a la dictadura del terror nazi creando un entramado de silenciosos colaboradores que ayudaban a escapar a los judíos que llegaban a España huyendo del exterminio de Hitler.
Si
finalmente la hazaña de las hermanas Touza llegase al cine, el gran
público conocería una gesta que no se estudia en los libros de historia.
Tres mujeres excepcionales con un gran sentido de responsabilidad
social que consiguieron cambiar el destino de cientos de personas
condenadas a una muerte segura. Lola, Julia y Amparo dejaron su propia
huella salvándolas desinteresadamente aún a riesgo de sus propias vidas.
Algunas de estas personas, personas que ellas mismas salvaron, son las
que han podido dar testimonio de uno de los episodios más despiadados y
vergonzosos de nuestra más reciente historia.
Creo que solo existen dos reglas para escribir una historia, una es tener algo que decir y la otra es contarla. En esta ocasión, os confieso, me he saltado una de ellas, porque si bien la he escrito yo, mi hija fué quien me la contó.
ResponderEliminarEs impresionante por un lado, y tenemos la obligación por nuestros mayores de dar a conocer y que se reconozcan /proezas como esta/ muy bien Paloma Amelia
EliminarGracia Pilar me ha gustado mucho es impresionante.
ResponderEliminarMe ha recordado el libro que ley " el secreto de mi madre" por la heroicidad de tantas mujeres Buenas, valientes, con un corazon tan grande que pasa por encima de todo sufrimiento, miedo etc