jueves, 24 de noviembre de 2016

Hacer clic es demasiado fácil

Llevo décadas celebrando la felicidad que, en mi opinión, nos han traído las nuevas tecnologías. Yo vi nacer Internet allá por los noventa. Vi mis textos y mis fotos reducidos a formas de almacenamiento que no ocupaban más espacio que un dedal. Vi mejorar la comunicación entre seres humanos cada año en proporciones geométricas. Pero, también, vi cosas que no me gustaron.

He descubierto que en un mundo donde se puede comunicar tantas cosas con tanta facilidad, sigue habiendo poco que contarse, y que el rencor y los silencios siguen siendo tan extensos como lo fueron siempre. Que da igual una cara larga que un doble tic de whatsapp que jamás se pone de color azul.



Todo lo que hemos ganado en capacidad de divulgación, lo hemos perdido en intimidad. Seguimos siendo igual de idiotas, pero ahora, el hecho, es constatable por muchas más personas. Usamos twitter y facebook como si fuéramos las estrellas de un reality show en horario de máxima audiencia. Acariciamos nuestro ego con la sensación de que nuestro desayuno y la última frase que cruzó nuestra mente son tan importantes como la paz en Oriente Medio. La humildad, esa virtud que tienen los sabios y los prudentes, no se duplica al mismo ritmo que los megahercios de los procesadores.


Nos empeñamos en ignorar los peligros de tanta visibilidad. El pequeño odio, la frase fuera de contexto y la que es fruto de un momento de ira, se quedan ahí, colgadas para siempre. Igual la foto de los amantes desinhibidos, la chica que en un momento de frenesí se deja hacer una foto comprometida y ya no podrá frenar su divulgación aunque destruya todos los dispositivos del mundo. Esas cosas también perduran para siempre. Creo que en ninguna época anterior la información fue tanta, y creo que en ninguna época, igualmente, las afrentas y la vergüenza tuvieron las dimensiones que han alcanzado en la  nuestra. Creo, también, que los adolescentes que aprenden a usarla con tanta facilidad no llevan incorporado en el kit de sus habilidades el mismo grado de responsabilidad que requiere semejante poder.

José C.

Nuestros jóvenes



Todos sabemos que nuestros jóvenes son el futuro y que los estamos preparando para ello. Pero hay un porcentaje de jóvenes y que son los menos -pero hacen mucho ruido- Que desacreditan al resto, no hace falta enumerar cada una de las trastadas y cosas peores que están en la mente de todos nosotros.

Está es una juventud sana y todos conocemos a cantidad de muchachos estupendos que tenemos; nuestros chavales algunos son deportistas ,estudian, trabajan , defienden lo que consideran justo y también reclaman lo contrario, se divierten todo lo que pueden y están educando a sus niños , están alerta de todo lo que pueden abarcar -La mayoría trabajando- otros muchos también ayudan en las ONG's por ejemplo .

Y sabéis una de las cosas que más me gusta de nuestra juventud es que, tienen criterio propio desde muy pequeños porque se lo hemos permitido cada uno de nosotros en su justa medida. A diferencia con lo que nos hicieron a nosotros. Y sabéis que como nos llaman a nosotros dicen que somos la generación del SI porque en su momento nos dijeron a todo que NO.

Y estos chavales están llevando como pueden las trabas que les está poniendo esta Sociedad.

Nosotros tuvimos “nuestras” complicaciones y ellos por más que les hemos facilitado una vida mejor tienen que resolver las SUYAS.

Así es que, seamos optimistas y no caigamos en meter a todos los jóvenes en el mismo saco cada vez que oímos y vemos cantidad de cosas raras que nuestros chavales no se merecen.


Amelia

martes, 22 de noviembre de 2016

Conejo-perro

Tengo un conejo perro, es un amigo, es fiel, es cariñoso, es obediente, hace caso a la llamada del amo, en este caso de la ama, ¡¡¡es un amor!!! agradecido, es feliz, y se le nota en sus orejitas gachas en su alegre mirada, da besitos con calma, con esa calma de saberse querido y protegido.

Cuando estoy trajinando en mis quehaceres por la cocina él sale de su cobijo y me persigue, me compromete, me levanta las patitas y me dice con su gesto, amiga estoy aquí, gracias por cuidarme, por quererme y yo le doy mis caricias, mis palabras de amor al animalito que me hace feliz, le compenso en ese momento con lo que más le gusta con trocitos de fruta y el tranquilo se va su madriguera (detrás de un frutero) a distrutar de su premio, y es feliz y yo soy feliz de tenerlo como un miembro más de la familia.





M. Carmen P.

La bicicleta

Ahí está con su porte señorial, a la vista de todos, sintiéndose importante, admirada; la gente la mira con curiosidad, transportándolos a otra época, mirándola recuerdan los momentos infantiles y eso les hace pensar que otra vida fue mejor.

Ahí está, libre, sin ataduras, elegante le falta contonearse, hacer una llamada de atención; pero en el fondo no es feliz, porque nadie comparte con ella para lo que ha venido a este mundo, a correr a volar por los caminos. La admiran sí, pero no se atreven a emprender ese camino que ya no tendría vuelta, porque en ese camino descubrirían que el aire de libertad que respiran es tan gratificante que renunciarían a verse ahogados en un mar de estrés y de conflictos. ¡Ay bicicleta orgullosa de serlo! ¡cuánto envidian tu porte y majestuosidad!





M. Carmen P.

jueves, 17 de noviembre de 2016

Autobús

Entro en el autobús camino de mi casa, y voy hacia un asiento que con suerte está libre. Es ese asiento que va doble en la segunda mitad del autobús.

¿Y con que me encuentro? . Pues a un par de jóvenes que van naturalmente sentados y llevan estirados sus pies, poniendo sus zapatos y pisando el asiento que yo voy a ocupar que, a su vez, son los dos asientos los que van en sentido opuesto a la dirección de la marcha y me dirijo a ellos.

-Perdonad ¿Por favor retirar los pies de los asientos que voy a sentarme?- silencio…… -Es que no comprendéis que yo o cualquiera que se siente aquí tiene que utilizar este asiento y lo estáis manchando.

Ellos no contestan y ni me miran, se ponen a hablarse entre ellos como si yo no les hubiera comentado nada y como si no estuviera alli. Yo por el contrario los miro a los ojos para que por lo menos se sientan un poco avergonzados de su actitud (ni me miran) pero ellos siguen a lo suyo tan tranquilos llegan a su parada se bajan y ya está.

Siento que no pude hacer más que lo que hice porque entiendo que estos jóvenes de entre 14 y 16 años se limitaron a hacer que no escuchaban pero, en otras situaciones y no sería la primera vez que te encuentras con que te contestan de con malos modales e incluso agresivos.

Y pienso que aporté mi pequeño granito de arena aunque no dejas de ser triste. ¿Tan mal estamos enseñando a nuestros niños?

Amelia

martes, 15 de noviembre de 2016

El poder de los medios de comunicación

¿Como los medios de comunicación han llegado a tener tanto poder?

No lo sé, pero me pregunto ¿como un o todos los medios de comunicación, prensa, radio y televisión pueden mover masas y cambiar hasta nuestra manera de pensar?

¿De hacernos ver que unas actitudes del todo reprobables, lleguemos a verlas casi normales?

Como veréis me hago tantas preguntas que no tengo respuesta para casi ninguna.

Puedo comprender que en adolescentes que no tengan las ideas muy claras para casi nada, sean moldeables y cambien de posición, como si fueran hojas de papel llevadas por el viento.

¿Pero esas personas mayores que ahora somos, y que se supone tenemos unas vivencias, algunas dolorosas, otras alegres ! Faltaría mas! Nos dejamos llevar los medios y no tengamos un criterio propio?.

De verdad que no lo puedo entender.

Que estamos viendo como personas que se suponen se metieron en política para ayudar al pueblo o a su nación, y lo único que han hecho es robar y llevarse el dinero de todos los españoles a paraísos fiscales, (ahora se están sentando algunos en el banquillo de los acusados).

Pero no reaccionamos, lo vemos casi como natural diciendo “siempre ha sido así”.

Claro que siempre ha sido así, pero lo mismo que hemos evolucionado en muchas materias, como en medicina, educación y progreso para tantas cosas, con las corrupción nos hemos quedado estancados.

Y yo creo, particularmente que de esto tiene muchas culpa los medios de comunicación que nos lavan el cerebro tan sutilmente que nos mueven como si fuéramos marionetas.

Nos hacen ver, lo blanco, casi negro, lo negro, gris claro y mientras tanto las grandes fortunas campando a sus anchas.

Pero !ojo! No cometas tu un pequeño desliz que todo el peso de los medios y la justicia caerán sobre ti.


Por Laura O.

lunes, 7 de noviembre de 2016

Orgullo y prejuicio

Jane Austen nació en 1775, su padre, un párroco anglicano, la animaba a escribir. Compuso cinco novelas que han quedado como obras inolvidables en la historia de la literatura.

La mejor de todas es la primera. Cuando acabó el primer borrador de “Orgullo y Prejuicio”, Jane Austen tenía veintiun años.

La protagonista de la novela es Elizabeth Bennet, la segunda de cinco hermanas que no pueden heredar la hacienda donde viven porque todas son mujeres.

Dos hombres apuestos y con fortuna llegan al vecindario y Elizabeth tiene un desencuentro con Mr Darcy, el más inaccesible de los dos. La relación sube de tensión hasta tal punto que llegarán a descubrir que no pueden vivir el uno sin el otro.

El personaje de Elizabeth Bennet tiene un sello femenino. Su imagen y su felicidad depende de quienes son los miembros de su familia. Por eso cuando su hermana menor se escapa de casa con un soldado, toda la familia sufre las consecuencias. Todo lo que ocurre tiene un peso colectivo, la liviandad de la madre y las hermanas menores desmerecen la belleza de la hija mayor y la prudencia de la segunda. Y cuando al final resuelvan sus problemas, serán los problemas de todas las hermanas, y no sólo los suyos los que encuentren satisfacción.

Mr Collins

A mitad de la novela aparece un Párroco, Mr Collins, que heredará la hacienda de los Bennet por ser el único descendiente masculino. Para resarcir a la familia ofrece casarse con una de las hijas. Pero su oferta es ridícula porque viene dictada por su hipocresía, porque es un adulador de su señora y, sobre todo, porque no es capaz de entender que cuando Elizabeth dice que no, no está coqueteando con él como una damisela, le está diciendo, simplemente, que no.

El episodio del rechazo de Mr Collins es un elemento imprescindible de la novela. Es el primer pretendiente que rechaza, y Austen nos está enseñando que un rechazo no es un juego, es una respuesta seria a un trato que puede cambiar el futuro de una dama. Mas adelante, cuando Elizabeth rechace a Darcy nadie pensará que coquetea.

Mr Darcy

Mr Darcy ha dado pie a ríos de tinta, por el modo en que encarna como pocos otros personajes de la literatura al príncipe azul. Darcy no hace sólo el papel de hombre ideal, él es también el hada madrina. Es el personaje que le ofrece las galas y la carroza para ir a la fiesta. Cuando la hermana menor se va a vivir con el militar sin estar casados, el buen nombre de la familia Bennet ha caído en desgracia, pero Darcy, con sus contactos y con su dinero puede reparar la afrenta y, de ese modo el honor de toda la familia.

Austen

La ironía de Austen es deliciosa, su sarcasmo implacable con los defectos de sus criaturas. Austen fustiga por igual al padre y a la madre por no ejercer la autoridad que deberían con sus hijas, a las hijas menores por su liviandad, a los amigos falsos, a las conquistadoras rivales que intentan dejar en mal lugar a la protagonista. Y al final nadie, ni siquiera la misma Elizabeth, se salva de la mirada inflexible de la autora. Pero sufren unos castigos tan merecidos y divertidos que nadie se arrepentiría de caer bajo la mirada inconformista de un ser tan exquisito como Jane Austen. Esa crítica tan incisiva y cabal hace de Austen una de las voces más irrepetibles de la literatura.

El final

Proyectamos la película para hablar de libro. Discutimos sobre ese final sin beso. Unos opinaron que la película había elegido el mejor final cuando ellos juntan sus frentes.

Pero los productores rodaron un segundo final con un beso. Si escaneas el código QR con tu móvil podrás verlo.



José C.

jueves, 13 de octubre de 2016

Letizia, colega

Dicen que los toreros —esos exhéroes nacionales que ahora van de mártires porque han pasado a ser villanos para algunos aguafiestas— nunca dejan de serlo por mucho que se corten la coleta. Pues bien, con la autoridad que me dan 30 años de oficio y una querencia de mula torda a hacerme películas, sostengo que los periodistas tampoco dejan de serlo por mucho que les arrolle la Historia. Hace 13 años, la reportera Letizia Ortiz presentó el telediario del viernes y el sábado pasó a mejor vida como futura reina de España. Aun así, apuesto a que Su Majestad mi colega, además de permitirme el tuteo porque bien sabe ella que el que te traten de usted en este gremio equivale a estar muerta, sigue con el gusanillo de querer saberlo todo royéndole las tripas.

Rumiaba eso ayer viéndola tan pluscuamperfecta presidir el desfile y el posterior besamanos de la madre de todas las fiestas. Porque ya tendrá callo, pero elucubro que aún se muerde la lengua teniendo al Gobierno y a la oposición y al quién es quién en funciones de todos los cotarros a tiro y no poder siquiera decir ni que sí ni que no ni que blanco ni negro ni que todo lo contrario. Y todo eso, además, sabiendo que te las van a dar bien dadas hagas lo que hagas. Si colegueas porque colegueas, si callas porque callas, si pantalón porque pantalón, si falda porque falda. Llamadme cortesana, pero, más allá de la soberana impecable, autoexigente, ansiosa, hierática y en ocasiones disuasoria de ciertas citas, la Letizia que prefiero es la que intenta mantener el contacto con la realidad, por pija que sea, yendo a cenar con las amigas, a ver cine de culto o de rebajas a Mango. Es bueno ser reina, menuda noticia. Pero cuando clava su pupila en tu pupila, se le ve todo, todito, todo. Y ya puesta, aprovecho y pido, no sé, una entrevista, un canutazo, un total, un off the record, un lo que sea. El no ya lo tengo y bien sabe ella que en este curro quien no llora no mama.

Luis Sánchez-Mellado. El País

Los Cínicos no sirven para este oficio

No hay periodismo posible al margen de la relación con los otros seres humanos. La relación con los seres humanos es el elemento imprescindible de nuestro trabajo. En nuestra profesión es indispensable tener nociones de psicología, hay que saber cómo dirigirse a los demás, cómo tratar con ellos y comprenderlos.

Creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre, o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias. Y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino. Es una cualidad que en psicología se denomina «empatía». Mediante la empatía, se puede comprender el carácter del propio interlocutor y compartir de forma natural y sincera el destino y los problemas de los demás.

En este sentido, el único modo correcto de hacer nuestro trabajo es desaparecer, olvidarnos de nuestra existencia. Existimos solamente como individuos que existen para los demás, que comparten con ellos sus problemas e intentan resolverlos, o al menos describirlos.

El verdadero periodismo es intencional, a saber: aquel que se fija un objetivo y que intenta provocar algún tipo de cambio. No hay otro periodismo posible. Hablo, obviamente, del buen periodismo. Si leéis los escritos de los mejores periodistas –las obras de Mark Twain, de Ernest Hemingway, de Gabriel García Márquez–, comprobaréis que se trata siempre de periodismo intencional. Están luchando por algo. Narran para alcanzar, para obtener algo. Esto es muy importante en nuestra profesión. Ser buenos y desarrollar en nosotros mismos la categoría de la empatía.

Sin estas cualidades, podréis ser buenos directores, pero no buenos periodistas. Y esto es así por una razón muy simple: porque la gente con la que tenéis que trabajar –y nuestro trabajo de campo es un trabajo con la gente– descubrirá inmediatamente vuestras intenciones y vuestra actitud hacia ella. Si percibe que sois arrogantes, que no estáis interesados realmente en sus problemas, si descubren que habéis ido hasta allí sólo para hacer unas fotografías o recoger un poco de material, las personas reaccionarán inmediatamente de forma negativa. No os hablarán, no os ayudarán, no os contestarán, no serán amigables. Y, evidentemente, no os proporcionarán el material que buscáis.

Y sin la ayuda de los otros no se puede escribir un reportaje. No se puede escribir una historia. Todo reportaje –aunque esté firmado sólo por quien lo ha escrito– en realidad es el fruto del trabajo de muchos. El periodista es el redactor final, pero el material ha sido proporcionado por muchísimos individuos. Todo buen reportaje es un trabajo colectivo, y sin un espíritu de colectividad, de cooperación, de buena voluntad, de comprensión recíproca, escribir es imposible.

Ryszard Kapuscinski

lunes, 10 de octubre de 2016

Autoridad

En cualquier familia o grupo de amigos, siempre hay alguien que se encarga de curar las heridas. Nunca es la persona que más chilla. No le gusta jurar, ni dar golpes en las mesas. Suele tener sentido del humor, responsabilidad y paciencia, esa calma interior que identificamos con el buen carácter. No necesita más para tomar café un día con uno, invitar a otro a una copa, llamar por teléfono a un tercero, y así, antes o después, conseguir que todos recuerden que existen cosas más importantes que sus intereses momentáneos. El cariño, el largo camino que han recorrido juntos, la memoria compartida, la vida por delante. Cuando se restablece la paz, no se le atribuye en voz alta, pero nadie discute su autoridad. Porque quienes son capaces de resolver conflictos ejercen un poder pacífico y profundo, que emana de su propia calidad y les sitúa por encima de los que se dejan arrebatar por la ira. Esa figura ha desaparecido de la política española, un ámbito furioso donde sólo sobreviven los gritos, los puños cerrados, las ansias de venganza. El Parlamento catalán convoca un referéndum unilateral, el Gobierno en funciones celebra que el Constitucional pida el procesamiento de su presidenta, la gestora del PSOE advierte que no va a tolerar diputados díscolos y los presuntos referentes morales de los partidos intervienen para pedir más sangre. La falta de Gobierno parece producir el mismo efecto que la ausencia de la maestra en un aula de primaria. Nada resulta tan infantil, tan inmaduro, como identificar la autoridad con la arrogancia, los desafíos y la violencia de cualquier tipo. Cuando la maestra vuelve a su mesa, los niños dejan de alborotar. No distingo en el horizonte político ninguna autoridad comparable a la suya.

Almudena Grandes. El País.

martes, 4 de octubre de 2016

The Imitation Game

Morten Tyldum, 2014, Benedict Cumberbatch, Keira Knightley
La vida de Turing debe estar llena de sutilezas; la película de Tyldum las reduce a unas cuantos hechos fácilmente enunciables. Turing era insociable y proclive a hacerse enemigos desde el colegio. Turing era homosexual y sufrió persecución por parte de la legalidad intolerante de la Inglaterra de los años 50. Fue obligado a seguir una terapia hormonal para no ir a la cárcel acusado de conducta inmoral. Por otro lado, Turing construyó una máquina para descifrar otra máquina que habían creado los alemanes para encriptar sus códigos durante la guerra. Y la máquina sentó las bases de la computación moderna.

Cuando Turing descifra los códigos alemanes se encuentra a sí mismo jugando a ser dios, o bien, a una partida de ajedrez infinita. La cuestión es ésta, si los británicos usan los códigos para salvar vidas, los alemanes dejarán de comunicarse con ellos, con lo cual, tres años de investigación no habrán servido para nada.

Los británicos dejaron que los alemanes hundieran sus barcos y diezmaran sus tropas dentro de un margen de probabilidad razonable para que los propios alemanes no supieran que sus códigos eran descifrados a diario. Los rótulos de la película afirman que sin la máquina de Turing la guerra habría durado dos años más. Dejar morir a unos pocos salvó a muchos. Cualquier militar entendería esta lógica, porque cualquier militar entiende que el único fin en la guerra es ganar.

Pero enfocado desde mi profesión, dejar morir a un solo inocente es inaceptable. Si tú eres un médico o un profesor, no puedes admitir sacrificios, ni precios. Para un trabajador social solo puede haber principios. Nadie puede pedirte que sacrifiques la vida de un bebé para conseguir un tratamiento que salvará la vida de otros miles de bebés.

La ética militar no funcionaría en un hospital, o en un colegio. Y una ética basada en los principios llevaría a cualquier ejército a perder la guerra.

Jose C.