Esa y otras cuestiones fueron motivo de debate en nuestra tertulia sobre Baroja y su obra, “El árbol de la ciencia”
Un lector suele ser una persona malacostumbrada a pedir guía espiritual y paternal de sus autores de cabecera. El Baroja de “El árbol de la ciencia”, admitámoslo, no nos vale como guía.
La queja barojiana
La queja barojiana abarca todos los aspectos de la sociedad que le rodea. No soporta a los profesores bufones de la facultad de medicina, ni a los compañeros. No soporta los vecinos turbulentos de la casa de Lulú, ni a los de la casa valenciana, donde va Luisito, ni a los pueblerinos de Alcolea de Campo. Andrés Hurtado quiere quemar ese pueblo, y también Madrid.El disgusto de Andrés Hurtado en todos los entornos sociales en que se mete pueden ser explicados por una sociedad que no está a la altura de sus expectativas; pero es más fácil de explicar desde la idea de un individuo que no sabe adaptarse.
Hurtado parece tener cierto toque elitista. Por ejemplo usa sus términos médicos con personas que no son de la profesión. Nos dice que el ambiente de Valencia era bueno para Luisito porque estaba creosotado, y trata de convencer a la criada de que abra la ventana aludiendo a los microbios que ella no puede entender. Andrés (Baroja), no parece ponerse a la altura de quienes hablan con él. Incluso lo hace con el lector cuando le da dos charlas bastante duras de filosofía inglesa y alemana. Lo hace en sus dos visitas al tío Iturrioz.
Andrés Hurtado es contradictorio. En sus charlas llega a la conclusión de que no se puede adoptar ninguna postura moral, porque la ética no tiene sentido sin respaldo científico. Pero Andrés no para de inmiscuirse en la vida de las pequeñas sociedades donde vive. Se enfrena con Manolo el Chafandín, el yerno de la Venancia, la vecina de Lulú, se inmiscuye en la vida del pueblo y toma partido por el Tío Garrota.
Más contradicciones. Se abstiene de casi todo cuanto ve, pero en el viaje a Alcolea del campo, un viajero que se ha colado en primera insulta a los españoles. Un viajero rubio pone en su sitio al extranjero diciéndole que no consiente que insulte a los españoles, y Hurtado (o bien, Baroja) lo aplaude por dentro. Pero parece poco consciente de que la crítica que su libro está haciendo a esa misma cultura española es muy dura.
Las víctimas
El gran protagonista de Baroja es la víctima. El profesor, el vecino del cual se ríen, el explotado.La venancia que trabaja de sol a sol para que se aproveche su yerno, Manuel el chafandín.
Luisito, el hermano pequeño que sufre todo el dolor de la enfermedad.
Mimí, la hermana de Lulú que es usada por su amigo Aracil para divertirse hasta que acabe la carrera.
En el pueblo él se solidariza con el tío Garrota. Pero así pierde la simpatía de los pobres.
Dorotea, su patrona en Alcolea, es, según Hurtado víctima de su marido. Tienen una breve aventura. Incluso la pasión romántica viene en Hurtado volcada hacia las víctimas.
En Madrid toma partido por las prostitutas, explotadas por sus patronas.
Andrés Hurtado es un caballero andante que no soporta la injusticia. Reacciona ante la explotación, y el atraso. Pero, a veces responde con desprecio hacia esos mismos infelices que no se rebelan contra sus amos. Lo que Baroja más desprecia es la pasividad de las víctimas.
La filosofía es una forma de responder a esa realidad difícil. La filosofía le dice que no actúe. Dos capítulos median el libro. Dos conversaciones con su tío Iturrioz que encajan con dificultad en el progreso de la narración. Hurtado y su tío discuten de la filosofía práctica de los británicos y del idealismo Alemán, las respuestas de Kant. Andrés también parece atraído por el existencialismo de Schopenhauer.
Faltan a Baroja los dos autores que responden incisivamente a sus frustraciones, Hegel y su “Dialéctica del amo y del esclavo”, y la versión materialista de esas mismas ideas, las que formula Karl Marx.
J. Contreras
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