En un lugar del mundo, el cualquier pueblo, en cualquier casa de ese pueblo, más bien en el norte por las condiciones de la casa, con su chimenea encendida, su mesa camilla, debajo de ella, un brasero donde charlaban animadamente dos amigas. A una de ellas le gustaba contar historias. A la amiga le gustaba escuchar lo que su amiga contaba.
Apareció en el pueblo un caballero, con un antifaz en el rostro y montado a caballo. Todo un personaje muy misterioso. Se decía que por las noches salía a recorrer las calles montado en su caballo y con el antifaz puesto, que nunca se quitaba, siempre en los ojos.
La amiga, que escuchaba la historia con una taza de café entre sus manos, la agarraba fuertemente. La narración la tenía muy intrigada. La amiga seguía contando lo que ocurrió.
Una mañana, una pareja que paseaba vio a una persona tirada en el suelo. Se percataron de que era el hombre misterioso.
Había perdido la vida, no se sabe cómo, si voluntaria o accidentalmente.
Los vecinos decidieron, por respeto a ese personaje, no desvelar su rostro.
Nadie jamás supo que el personaje era "El Llanero Solitario".
Juana Taboada
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