viernes, 4 de mayo de 2018

Pinceladas sobre la felicidad

                                                 LA FELICIDAD
         
Que es la felicidad? Yo tampoco te lo sé decir. Creo que no hay una fórmula. Si hiciéramos una encuesta, seguramente que habría respuestas tan diversas, como personas.
   Una vez oí decir que la mejor manera de explicar algo es comenzar por lo que no es. Con la felicidad pasa lo mismo
   La felicidad es un derecho que tenemos desde el nacimiento "Tenemos derecho a ser felices"¿Se puede aprender a ser feliz? sí. Quizás nadie nos dijo que teníamos derecho a ser felices.
    No tenemos culpa. Nos han educado así. La sociedad está hecha así, se nos dice a través de todos los medios, la tecnología nos anima de esta forma, en la familia, en la escuela, desde pequeños, fuimos oyendo:

·        Estudia se buen alumno te irá bien y serás feliz
·        Ayuda a los demás,  se obediente y serás feliz.
 ·      Haz deporte te encontrarás bien ,serás feliz
·        Come esto y lo otro y serás feliz
·        Cómprate este último modelo de coche y serás feliz
·        Cambia el móvil,  el tuyo no está actualizado y serás feliz.
·        Viaja, conoce mundo, culturas, y serás feliz.
·        Cómprate un apartamento, mas adelante un chale en la playa y  un etcétera, y serás feliz
·        Utiliza este y aquel producto y serás feliz
   El secreto es mirarlo desde la otra vertiente: Se feliz y serás buen alumno, se feliz y serás buen compañero, se feliz y serás buen profesor, se feliz y serás buena madre, se feliz y decide lo que quieres hacer, se feliz y cómprate lo que quieras, se feliz y cómprate el producto que quieras.
Hemos conferido la idea que la felicidad esta fuera no en nosotros. Cuando invertimos los roles no hay titulo, ni carrera, ni viaje, etc. que te haga feliz, solo en un tiempo muy limitado.
La felicidad no está en tener riquezas. Si no, todos los ricos serian felices, y no es así. Los bienes materiales son maravillosos y están para que los disfrutemos. Pero sin poner digamos el carro de la abundancia delante del burro de la felicidad. (Ideas tomadas no textules,  de un mensaje que corrió WhatsApp).
La felicidad esta más en mi actitud ante las cosas, que en mis aptitudes
Todos tenemos que conquistar la batalla de estar contentos primero con nosotros mismos. Sabiendo de nuestras cualidades y de nuestras deficiencias, pero siempre con optimismo ante la vida. En la vida tenemos dos opciones que son esenciales: Se gana (resultados esperados) o se aprende.  Esta tiene que ser mi actitud ante las cosas.
  Otra cosa que nos ayuda siempre a ser más felices es:

Ser agradecido: Una persona agradecida, denota humildad. Esa humildad que ayuda a tener una actitud abierta al aprendizaje. Todos los días,  con tantas personas y circunstancias ¡podemos aprender tanto¡ . Y la gratitud es solo su consecuencia. Lo contrario es mirarse de continuo el ombligo y que todo gire en torno mío, no debo nada a nadie etc. El dicho popular:" Es de bien nacidos se agradecido" es un resumen de lo anterior.

Saber pedir perdón: como alivia pedir perdón,  y sentirse perdonado, con la máxima  prontitud a ser posible. Nos equivocamos, tenemos a veces mal carácter, a veces pagamos nuestra ira o mal estar con quien más queremos.  Cuanto bien nos hace un perdóname, tengo un mal día, no tenía razón y no te escuche, se que te he ofendido con este comentario. Etc. cuanta alegría produce, y tensiones evitarían, en el trabajo, en la familia, entre amigos. Muchas rupturas, comienzan cuando no sólo no pedimos perdón, sino que entramos en una órbita, muy perjudicial de crítica,  murmuración, almacenar agravios etc. Dicen que para ser feliz hay que tener poca memoria.
 Saber pedir ayuda: a veces es material, en algo que solo no puedo, en rematar un trabajo, en un favor. Otra es pedir un consejo y dejarme ayudar, otras es compartir con la persona adecuada un sufrimiento, preocupación  Etc.  Somos humanos y tenemos que interactivar con humanos no soloncon el móvil.

    La cantante y ex primera dama de Francia, Carla Bruni, manifestó en una entrevista a la revista Veja, algo muy cierto: "Después de los 50 años, la belleza es el resultado de la simpatía, de la elegancia, del pensamiento, no más del cuerpo y los rasgos físicos. La belleza se vuelve un estado del espíritu, un brillo en los ojos, el temperamento. La sensualidad va a surgir más de la sensibilidad que de la apariencia. Una mujer aburrida puede ser bonita antes de los 50. Una mujer egoísta puede ser bonita antes de los 50 años. Una mujer deprimida puede ser bonita antes de los 50. Una mujer desagradable puede ser bonita antes de los 50. Una mujer oportunista puede ser bonita antes de los 50. Una mujer cobarde puede ser bonita antes de los 50. Después, ya no, después se acaba la facilidad. Después lo que ilumina la piel es si ella es amada o no, si ella es educada o no. Después de los 50 años, la belleza viene del carácter. De la manera en que los problemas son enfrentados, de la alegría del despertar y la 

leveza del dormir.
Después de los 50 años, la amistad es la crema que estira las arrugas, el afecto es el protector solar que protege el rostro. La belleza pasa a ser la comunicación, el buen humor. La belleza pasa a ser la inteligencia, la gentileza. Después de los 59, 55, 65 años, solo la felicidad . 

                      Hoy no te olvides de ser feliz y de agradecer que estas vivo   
            

jueves, 3 de mayo de 2018

Bizcocho de cerveza y chocolate


INGREDIENTES

  • 250 g harina común 
  • 280 ml. cerveza negra (Mahou) 
  • 75 g cacao en polvo sin azúcar 
  • 400 g azúcar de caña 
  • 120 ml nata líquida para montar 35% 
  • 2 huevos 
  • 250 g mantequilla 
  • 1 c/p esencia de vainilla 
  • 1 c/p bicarbonato sódico 
  • 12 fresas 
  • Ingredientes para la cobertura - mousse de cerveza negra 
  • 75 ml. cerveza negra 
  • 100 g azúcar de caña 
  • 3 hojas de gelatina 
  • 250 g crema de queso (Philadelphia) 
  • 200 ml nata líquida para montar bien fría 35% 
PREPARACIÓN

Mousse de cerveza negra

  • Hidratar la gelatina en un bol con agua fría. 
  • Hacer un almíbar con la cerveza negra y el azúcar: en un cazo, calentar la cerveza junto con el azúcar hasta disolverla. Incorporar las hojas de gelatina hidratada y bien escurrida. Mezclar bien. Dejar templar. 
  • Montar la nata y mezclarla con el queso crema. Incorporar el almíbar de cerveza y mezclar con movimientos envolventes hasta obtener una mousse homogénea. Reservar en una manga pastelera en la nevera. 
Bizcocho
  • Calentar a fuego bajo la mantequilla con la cerveza hasta que la mantequilla se derrita. Reservar 
  • Mezclar los ingredientes solidos de la masa. Colocar el azúcar en un bol, añadir la harina, el cacao en polvo y el bicarbonato. Mezclar y reservar. Añadir la nata con los huevos y la esencia de vainilla. Añadir a la mezcla de cerveza y mantequilla, mezclar y batir bien. 
  • Precalentar el horno. Verter la masa en un molde redondo engrasado y hornear a 180ºC durante 50 minutos. Dejar enfriar antes de rellenar el bizcocho. 
  • Filetear las fresas. Abrir el bizcocho por la mitad y cubrir la base con el carpacho de fresas y rosetas de mousse de cerveza negra. Tapar con la otra parte de bizcocho y acabar de decorar con fresas y rosetas de mousse. 

Nota.- Este bizcocho no lleva levadura, no tiene que subir.

jueves, 26 de abril de 2018

Amor

Sin lugar a dudas el amor es un arte que requiere esfuerzo y dedicación. Es un error pensar que el enamoramiento se tiene que basar cuando dos personas NO SE CONOCEN, y el tiempo que pasan durante los primeros encuentros pasa tan rápido que apenas te das cuenta, pues esto es algo efímero ya que no dura eternamente. Cuando deja de fluir ese estado llamémosle “felicidad” se da paso a la frustración y decepción pues nos damos de bruces con la realidad pues no es el amor que creíamos en un principio. Tampoco el AMOR se tiene que desarrollar con respecto a un intercambio de compra-venta, sin embargo los valores sentimentales y económicos están presentes en la mayoría de las relaciones de pareja. Aquello que llamamos amor no es sólo amar sin restricciones cuya finalidad es el acto sexual sin más. Podríamos definir el amor como una forma de conocerse y comprenderse donde aceptas a la otra persona con sus defectos y virtudes o con lo bueno o lo malo de ella y así de este modo tener una EXPERIENCIA PERSONAL, que es fundamental para un compromiso más serio: “EL MATRIMONIO”. Llegados a este punto el amor sería como una unión de dos seres que se necesitan el uno al otro y están compenetrados. Es realmente importante que, también, exista cierta independencia, madurez y respeto mutuo para poder sobrellevar o afrontar el día a día (aunque no es así en la mayoría de los casos)

Esa necesidad PROFUNDA, que nace de la propia capacidad amar, admitir a la otra persona como reflejo de ti mismo/a debería dar felicidad.

Sin amor hacia lo matriarcal, patriarcal, incluso a “Dios” no habría mundo pues en cada una de esas facetas todos nos identificamos. Por esto muchas personas se sienten DAÑADAS y sufren inexorablemente ya que lo que llamamos AMOR no es un acto de voluntad y como tal se transforma en ODIO Y REPULSIÓN. Los hombres y las mujeres que dedican su vida a la satisfacción sexual de manera continua, sin restricciones no son felices y a menudo sufren graves síntomas y conflictos neuróticos.

En definitiva desde mi punto de vista no es que haya dejado de creer en el amor y tampoco quiero hacer creer a los demás que el amor carece de importancia, sin embargo tengo que remitirme a mi propia experiencia pues llevo muchos años sola sin complicarme la vida con alguien. En realidad, todo el mundo está deseando amar, se escuchan canciones o se ven películas donde alguna tienen un final feliz y otras por desgracia no, pero seguimos pensando que hoy en dia no nos damos cuenta que hay muchas cosas que aprender acerca del amor.

Sonia Sánchez

¿Religión o sectas?

El catolicismo que predica la religión no es siempre una creencia que debamos seguir con rigidez , sumisión y obediencia, pues sucede que esto se puede convertir en una secta ,ya sea la católica u otro tipo de religiones. En el transcurso de los años , quien es seguidor , fanático o devoto que para tal caso para mí es lo mismo no te permiten aceptarte tal y como eres y te descalifican.Hay grupos de personas que se dedican a llamar “Catecumenado juvenil”y a tratar asuntos que hablan de la existencia de DIOS. Sí ese “Dios” que nos aconseja lo que está bien o mal.

A mí personalmente, al incorporarme en este grupo , el cual era un “círculo cerrado” y ya había cierto amiguismo entre ellos me hicieron creer creencias que no son ciertas y verdaderas en el mundo en el que vivimos. Llegué a depender o a dejarme influenciar de tal modo que tenía que creer en un SER DIVINO, verlo y escucharlo , es decir una especie de IMAGINERIA RELIGIOSA

que no existe y distorsiona la realidad, todo esto lo tenía que identificar con DIOS O CON EL DEMONIO . Cuando tenía tan solo 16 añitos empecé a acudir a este grupo(por intermediación de otra persona) Yo,una persona que era entusiasta,alegre pero también tímida y cuando trataban de dar mi opinión , me criticaban diciendo que me ponía una coraza y era hermética por no expresar lo que ellos querían oír.

Cuando iba de excursión o a un albergue de monjas y de curas , poco a poco me fueron aislando y dejando de lado . En algunas ocasiones trataban temas como el suicidio, la muerte (aflicciones , represiones) exclavitud… No sé que me sucedería exactamente pero me sentí humillada, maltratada , enajenada...etc Ycomo consecuencia de ello no llegué a finalizar mis estudios universitarios.

Prosiguiendo con este asunto “Nadie lo que se dice nadie” me preguntaba qué me estaba sucediendo o simplemente lo evitaban Tenía que hacer lo que ellos me mandaban o inducían como por ejemplo limpiar las habitaciones, fregar los suelos y orar. Está más que claro que en el mundo terrenal en el que vivimos no existen este tipo de ideas fantamagóricas y nadie que yo sepa después de la muerte ha venido a hablarme y a manifestarse , pues lo único que queda cuando alguien fallece es el RECUERDO DEL SER QUERIDO. De hecho cuando salí de este grupo estaba tan metida en sus ideologías que no diferenciaba lo bueno de lo malo ni todo el séquito , congregaciones, diócesis que ellos profesan.

Actualmente no creo en los curas y las monjas que creen en todo esto , que te incitan o embaucan a que seas como ellos, pues VEN en ti una persona inocente y buena y son tan sumamente inteligentes y sobre todo humanos, cometen grandes errores , algunos tiene ciertas tendencias sexuales y creo que la mayoría de ellos (por no decir todos) deberían estar casados y no hablar tanto de eso que llaman CELIBATO. Para mí los curas no adivinan lo que estás pensando , ni tienen telepatía que era lo que me hacían creer. Tampoco tienen dones de curar y sanar a las personas enfermas y la mayor parte de ellos/as VIVEN DEL CUENTO y son lobos vestidos de cordero.

Deberían estas personas replantearse llevar una vida humilde, meterse en un claustro hecho de madera, y no apropiarse de la opinión de una adolescente. Tampoco veo inteligible que tengan necesidades materiales, ni vivir de manera tan acomodada y por añadido no tener las catedrales, monasterios e iglesias , todas ellas ornamentadas de oro y plata pues parece ser que esto es sagrado.

Deberían estas personas DAR EJEMPLO Y NO PREDICAR en el desierto y dejar de ver la mota en el ojo ajeno y no la viga en el suyo propio.

Sí, es verdad me he educado desde que era una niña bajo una religión católica en un colegio privado pero con la diferencia de que AHORA CREO EN MI PROPIA RELIGIÓN, que es saber quién soy y quién he dejado de ser. Creo en aquellas personas que se solidarizan con el ser humano , que fortalecen tu mente y espíritu , que te ayudan , que te animan cada día y que tienen la capacidad de apoyarte en momentos difíciles. Aquellas personas que creen en sí mismas , no te anulan la voluntad, no acrecientan tus miedos que tienes cuando eres una cría , Y bajo ningún concepto “tienes que asistir a una iglesia y empezar a echarte la culpa de todo pues según ellos es una forma de dar gracias a DIOS.

Quería terminar añadiendo unas frases sacadas de una revista que dicen lo siguiente:

“Cualquier hombre o mujer que viva momentos de vulnerabilidad es susceptible de caer en las redes de una secta”

“La víctima se ve aislada de su familia y sus amigos de modo que pierde cualquier apoyo procedente del exterior”

“El antiguo adepto o partidario de esas ideas tiene la sensación de que la gente de su entorno le vigila para que no recaiga de que lo sobreprotegan”



“El líder es un sujeto autoritario y paranoico , que cuenta al mismo tiempo con una gran capacidad de seducción”

Sonia Sánchez

Gente tóxica

Os preguntaréis cada uno de los que estáis en esta reunión porque siempre estoy una y otra vez recurriendo a comentar asuntos sobre lo que es la “Gente tóxica”.Con esto no quiero decir que en cada uno de nosotros no exista un “Buen corazón” y que las personas carezcan de sufrimientos pero es verdad que es inevitable encontrarse con gente de este tipo que intenta, ya sea por diferentes motivos impedir que hagas tu vida como realmente uno desea y quiere. También es cierto que hay personas que ante esta clase de intereses “mal creados”, saben muy bien quién es tóxico y quién no y no se complican la existencia en estos asuntos porque saben de antemano la problemática que ello conlleva y se aplican de manera inmediata una solución o se crean una barrera emocional para que esto no les afecte. Desde mi punto de vista la “Gente tóxica”son aquellas personas que, cualquiera, se puede encontrar en diversas circunstancias y, que de un modo u otro te hacen la vida imposible. Sin embargo hay que reconocer que todo el mundo en algún momento de nuestras vidas hemos descargado nuestros problemas sobre los otros porque nos hemos sentido humillados, intimidados, o culpables por aquello que creemos tener razón. Pero existen personas que siguen culpabilizándote por ello pues tienen que llevar razón en todo. Me refiero a personas que te absorben la energía, son negativos/as, no te escuchan, no se implican… etc Ante este tipo de personas que se creen el centro del universo, saben muy bien hurgar en tu herida pues ellos/as saben que en algún momento de tu vida te has sentido vulnerable y débil y así es muy fácil dejar las puertas abiertas para que entren en tu vida, a no ser que llegue un momento que te vuelvas FUERTE para que de buena no te tomen por gilipollas (valga la expresión).

Existen muchos tipos de “Personas tóxicas” pero sinceramente no me voy a extender más en estos asuntos y voy a dar algunos ejemplos que yo considero que son los que están a la orden del día y espero que, escribiendo este artículo, quede zanjado este asunto.

Está claro que la falsedad, el meteculpas, el envidioso, el pesimista, el cotilla, el mediocre, el que ofende violentamente y no cree en la HUMANIDAD, el autoritario… etc. Todas estas personas, siempre van a tratar de levantarte de tu asiento y llevarte por donde ellos quieren pero si les pones freno a tiempo y no cedes a sus propósitos no habría ningún problema o no existirían condicionamientos que son perjudiciales sobre todo para la persona que se deja llevar por todo ello

Quería terminar este artículo con un cuento que tiene moraleja: Una serpiente estaba persiguiendo a una luciérnaga, cuando estaba a punto de comérsela, ésta le dijo ¿Puedo hacerte una pregunta? La serpiente respondió: En realidad nunca contesto preguntas de mis víctimas, pero por ser tú te lo voy a permitir. Entonces la luciérnaga contestó: ¿Te he hecho yo algo? “NO” respondió la serpiente ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? Preguntó la luciérnaga “NO” volvió a responder la serpiente. "Entonces ¿Porque me quieres comer?" dijo el insecto “Porque NO SOPORTO VERTE BRILLAR” respondió la serpiente.

Sonia Sánchez

lunes, 23 de abril de 2018

Campeones




CAMPEONES

Es una película  maravillosa interpretada en el papel principal por el gran  actor Javier Gutiérrez
He de decir que si os gusta el cine intentar no perdérosla. Trata de un entrenador de baloncesto  que tiene que pagar una infracción  y le penalizan con entrenar a unos jóvenes con Síndrome de Down y cuentan para ello con  10  jóvenes  que  han nacido con esa  enfermedad. 

 Es impresionante ver como el entrenador /papel de Javier Gutiérrez /lo consigue y cuenta  para ello con mucha paciencia y un  esfuerzo infinito.  Esta  película es ficción pero tiene mucho de verdad y es un reflejo de la situación  de estos jóvenes con  el productor Luis Manso  y el director Javier Fesser , persigue y lo ha conseguido hacer  una denuncia social con esta película  porque  es capaz de sacar todo ese partido a estos muchachos, la gente tiende a dejarse llevar por la enfermedad de estos niños y pensar que se van  a encontrar con una película triste pero nada más lejos de la realidad, es una comedia, y  han  conseguido hacer  una película en clave de humor,  alegre, divertida, graciosa, tierna, humana y llena de puntos graciosísimos y  muy emotiva , la película nos muestra esa frescura e inocencia que tienen estos jóvenes porque tampoco tenemos que obviar que unos no son muy maduros y en algunos casos, otros muchos muy infantiles.

 Como es natural  los padres  de un hijo discapacitado  se sienten muy mal ante la mirada compasiva cuando disimulan como si no los  tuvieran delante, esos gestos de la  gente hacia sus hijos suponemos que es le resultado del  gran  desconocimiento pero  les  hacen mucho daño. Lo que está claro es un colectivo que está excluido injustamente y  estos muchachos son capaces de hacer / NO todo/  pero si lograr mucho, mucho  y también  NO en todos los casos. Pero es muy importante que  detrás  de esta película está la Asociación Deportiva  Rehabilitación y Social (Aderes) de Burjassot y muchos más  para ayudarlos , guiarlos……. es una labor muy loable  para hacernos  entender y también para que  tomemos conciencia de que pueden ser útiles a la sociedad , detrás de ellos están los sentimientos heridos de tantos y tantos familiares  que están alzando sus voces para ser oídos y  para evitar comentarios como este , que  con toda su buena voluntad, le dice  una madre a otra madre sin quererla  hacer daño.

-¡Mujer que  penita!
-¿Verdad?

Y la madre le contesta, está  Ud. muy confundida señora no le niego que el disgusto fue mayúsculo cuando nos lo comunicaron, pero lo que no sabe nadie es que,  es igual que un niño pequeño que tienes en casa  y  cuántas veces hemos dicho  ¿Ahí si no crecieras? pues señora,  lo que no sabe la gente es que estos niños  tienen su corazoncito se hacen querer  y son maravillosos.

Amelia G. Luengo

jueves, 19 de abril de 2018

Covaleda

(Este es mi pequeño homenaje a dos personas maravillosas que desafortunadamente estuvieron muy poco tiempo entre nosotros. Nunca en la vida os podré olvidar así como nunca, jamás os dejaré de querer. Siempre estaréis en mi corazón.)

Mi madre, aunque nacida en Madrid, tenía familia en este pequeño pueblecito ubicado a los pies de los Picos de Urbión (Soria). Mi abuela materna era de allí y allí quedo toda su familia al completo cuando ella, recién casada con mi abuelo, se vino a vivir a Madrid.

Desde muy niña comencé a viajar a Covaleda. Eran estancias cortas en diferentes épocas del año y siempre con el objetivo de visitar a mis tíos. Pero aquel verano mis padres decidieron que podría ser toda una experiencia dejarnos allí con ellos. Nunca se lo agradeceré lo suficiente.

A pesar del mucho tiempo transcurrido aún conservo intactos en mi memoria aquellos días de verano maravillosos que llenaron mi infancia de verdadera felicidad.

Contaría con apenas seis o siete años cuando pasé aquel, mi primer verano, en Covaleda, aquel pueblecito mágico y peculiar, de calles empinadas y casitas de piedra, rodeado de valles y montañas plagadas de pinos, tan altos que apenas dejaban ver el cielo. El rio Duero, que nace no muy lejos de allí, en lo más alto del Urbión, transcurre a sus pies bañándolo con sus cristalinas y frías aguas. Aún puedo recordar el olor a pan recién hecho, a leña cortada y a humo de las chimeneas. En aquellos meses de verano, cada día, cada minuto, cada instante que pasaba allí me obsequiaban con una vida diferente y desconocida, una vida que era imposible vivir en Madrid.

Aquel año y finalizado el curso escolar, toda la familia emprendimos viaje hacía Covaleda, a la casa de mis tíos. Como siempre mi padre alquiló un coche para desplazarnos hasta allí y allí pasaron unos pocos días, transcurridos los cuales regresaron a la capital con bastante pesar. Ese año mi hermana pequeña y yo nos quedamos en la casa con mis tíos, aquella casita de piedra con un letrero grabado en la piedra sobre la puerta principal, en el que se podía leer:

«Alejandro y Bernabea y el año de su construcción».

Mi tía Bernabea, la hermana mayor de mi abuela, era una mujer curtida y ajada por el sol y el duro trabajo del campo. Su padre quedo viudo muy joven con una buena prole. Se volvió a casar de segundas y su nueva esposa resulto ser una genuina madrastra de cuento. Mi tía, siendo aún muy niña, tuvo que trabajar muy duro y encargarse de todos sus hermanos pequeños para salir adelante.

La recuerdo como si la tuviese delante de mí ahora mismo. Siempre vestida de negro, su pelo largo, ya cano, que cepillaba y trenzaba cada día, para luego recogerlo en un pequeño moño en la nuca. Era fuerte como una roca, pequeña, delgada y menuda, con un genio endiablado que escondía su infinita ternura.

Alejandro, mi tío, no era muy alto, pero tampoco muy bajo, tenía los ojos claros y una mirada limpia llena de dulzura. Todos en el pueblo le conocían por el Zurdo. Su apodo venia del juego de pelota que practicó durante sus años de juventud y prácticamente el único divertimento en el pueblo.

Le recuerdo con su boina negra y su librillo de tabaco liándose un cigarro. Todas las mañanas se sentaba en su sillón de mimbre junto a la lumbre para picarse unas migas y prepararse sus sopitas matutinas. Cuantas veces habré jugado con su boina, y cuantas veces le hice rabiar quitándosela y poniéndosela.

Ellos nunca pudieron tener hijos, cada vez que mi tía quedaba en cinta, por alguna razón, se malograba su embarazo. Yo creo que por eso nos querían tanto, o quizá no fuera por eso, nunca lo sabré.

Algunas noches, desde aquel sillón y sentados junto a la lumbre, mi tío, solía contarnos historias para entretenernos un rato. Recuerdo especialmente la de un lobo que bajo al pueblo en una fría noche de invierno a buscar comida.

Comenzaba así:

Todo estaba oscuro y nevado, las calles vacías y en silencio. La gente dormía ya en sus camas. En lo más alto del pueblo, y sin hacer el menor ruido, se distinguía claramente su aterradora silueta. Era totalmente blanco y sus ojos del color del fuego.

No era muy común que los lobos bajasen al pueblo, pero aquel invierno fue especialmente duro para todos. El lobo sembró de huellas, con sus aterradoras garras, las calles nevadas de todo el pueblo. A la mañana siguiente la gente no hablaba de otra cosa. El lobo no pudo entrar en ningún corral, pero la gente estaba asustada. Entonces los hombres decidieron hacer batidas por el monte para encontrarlo, pero nunca le encontraron. Dicen que nunca volvió a bajar al pueblo. Algunos contaban que solamente en las noches de invierno, noches de luna llena, se le oía aullar allá arriba, en lo más alto del monte, mientras su silueta de dibujaba en la espesa bruma de la noche. Yo ya podía verlo en mis sueños.

Cuando cierro los ojos y pienso en aquellos días, puedo ver aquella casa y aquel pueblo sin omitir un solo detalle. La casa construida toda de piedra y con dos balcones a la calle principal, levantada en una calle empinada sin nombre. Tenía dos plantas y un desván. En el piso de abajo estaba la cocina con su hogar de leña situado sobre una plataforma en el suelo y una gran chimenea. Una pequeña mesa con cuatro sillas y el sofá de mimbre de mi tío conformaban todo el mobiliario. Sobre una pequeña estantería, en la pared, estaba la radio. Este era el único lujo con el contaban y que apenas si cogía una emisora RNE. En el poyete de la ventana de la cocina había una caja de lata dónde guardaban sus preciados tesoros. Aquellos tesoros no eran otros que todas las cartas que les escribíamos durante el año. Al fondo de la cocina había una puerta que daba paso a la despensa. Era un cuarto estrecho y alargado con las mismas vigas de madera en el techo que había en la cocina, ennegrecidas ya por el humo de tantos años. Dentro solo había un gran baúl de madera donde mi tía guardaba los pocos utensilios de que disponía. De un viejo clavo en la pared pendía la bota de vino y sobre el poyete de la ventana el porrón, siempre lleno de vino. El porrón siempre estuvo solo en aquel cuarto, majestuoso y único, hasta que un día apareció con dos pequeños porroncitos a su lado. A partir de aquel día mi hermana y yo comenzamos con la complicada tarea de aprender a beber de aquel chisme Os aseguro que mi tío fue un gran instructor, claro está que a nosotras solo nos ponía gaseosa dentro.

Al fondo en un rincón oscuro estaba la tinaja de barro con el lomo de orza. Solo se sacaba en las grandes ocasiones. Del techo colgaban algunos chorizos y dos o tres jamones que ellos mismos hacían con el cerdito que todos los años criaban. La matanza para ellos significaba el sustento durante el duro invierno.

La puerta de la calle daba paso a una entrada grande que en ocasiones se usaba como sala de juego. Recuerdo aquellas partidas de brisca interminables que jugaban los mayores. Siempre acababan en trifulca, llamándose entre ellos tramposos. Pero al final acababan todos tomándose, tan amigos y con grandes risas, unas cuantas copitas de anís del Mono. Al fondo de esta sala, una gran puerta de color verde, comunicaba con la cuadra. Dentro estaban las vacas, el cerdito y toda la leña que podían almacenar.

Recuerdo como mi tía intentó enseñarnos a ordeñar con toda su santa paciencia, pero aquello, para mí, fue misión imposible. Esos bichos eran enormes y te miraban de soslayo de una forma muy rara, me sentía totalmente intimidada y en ocasiones me quedaba paralizada con tan solo sentirme observada por una de ellas. Eran tremendamente inteligentes y obedientes, distinguían las voces de mis tíos perfectamente.

De allí se daba paso también a un cuarto con una pila enorme, al menos a mí me lo parecía, donde mi tía lavaba la ropa y el resto nos lavábamos la cara por las mañanas.

¡Qué agua tan fría salía por aquel grifo! Lavarse la cara era prácticamente un castigo, dos dedos eran suficientes para despejarse, allí no había agua caliente; todo era tan diferente a mi casa.

En el piso de arriba estaban los dormitorios, las camas eran altísimas y los colchones de lana. La habitación de mis tíos o sala como ellos decían, era grande, con el suelo de madera tosca y al fondo un balcón que daba a la calle. Su mobiliario se componía tan solo de una cama, un pequeño armario, un baúl y dos mesillas. Debajo de la cama el imprescindible orinal.

En la otra habitación más pequeña dormíamos mi hermana y yo. Solo había una cama y colgado de la pared pendía un cuadro con la austera foto de boda de mis tíos.

En el rellano de la escalera que daba acceso a las habitaciones había una puerta cerrada con llave. Por esa puerta se subía al desván. Era un sitio prohibido para nosotras. Se accedía por una escalera que estaba muy poco iluminada, y con los escalones carcomidos y desgastados por el paso implacable de los años. Solamente podíamos subir con alguno de mis tíos. Allí arriba guardaban el heno que segaban en verano para poder alimentar a sus vaquitas durante el invierno, la Rubia y la Esmeralda. ¡Qué bien olía allí!

Aún recuerdo aquel olor a heno que impregnaba la ropa, las sábanas, las toallas, toda la casa.

Aquel desván era un lugar tenebroso que escondía peligros inimaginables y jamás me atreví a pasar más allá de la puerta, a pesar de mi innegable curiosidad infantil. Allí viviría algún duende perverso, pensaba, o quizá un ogro horrible que se comía a los niños, seguro que habría un lobo o un zorro, los mayores siempre contaban historias de alimañas que bajaban al pueblo en invierno a buscar comida. Mi imaginación no tenía límite. Ya de bien mayorcita subí a aquel desván desvencijado y comprobé que tan solo era un simple desván. Tenía una gran abertura en la parte frontal con una polea ajustada al techo para poder subir las pacas de heno, esa era la única luz que iluminaba todo el perímetro. Las paredes eran de ladrillo visto, y en el techo se podían distinguir todas las vigas que sujetaban el tejado. Este lugar siempre me hacía volver a mis peores temores infantiles, lo que me causaba bastante inquietud, para ser sincera nunca desapareció esa sensación de miedo, incluso, a veces, de sentirme observada por millares de ojillos brillantes.

A nuestra llegada al pueblo, todos los vecinos más próximos y familiares acudían a darnos la bienvenida. Era increíble la cantidad de gente que se arremolinaba en aquella cocina alrededor de la lumbre. Ellos decían vamos a Ca la Bernabea a cascar y saludar a los madrileños.

Yo me sentía muy importante, todo el mundo me besaba y me decía lo guapa que estaba y lo que había crecido, pero lo que en realidad quería era salir pitando de allí e ir a buscar a mis primos y amigos para empezar a jugar y correr mil aventuras imposibles.

Quería ir a las Losas con mi prima Aguedita a recoger manzanilla y extenderla al sol para secarla. Ir al gallinero del señor Cirilo a coger los huevos de sus gallinas. Él nos regalaba los más pequeños, siempre y cuando no le hiciésemos algún estropicio, claro. Bajar al rio con las mujeres cargadas con cestos llenos de lana y lavarla y varearla al sol. Salir por las tardes, después de comer y sentarme al sol con Rosita y mirar como bordaba primorosamente su ajuar. Hacerle los mandaos a mi tía con aquella bolsa desgastada que casi se transparentaba de vieja. Ir a llevar el cuartillo de leche a casa de Isabel, salir por las tardes a cazar grillos y lagartijas a las Peñas con toda la pandilla de chiquillos y después sentarnos en cualquier parte a leer todos los tebeos del Capitán Trueno que coleccionaba mi primo Alfonsito mientras nos comíamos la merienda.

Los días que bajaba a comprar el pan, me gustaba mucho asomarme a la ventana del señor Aquilino. Era carpintero y se pasaba el día cortando maderas, con aquella máquina infernal, entre grandes nubes de polvo y serrín. De vez en cuando mi tía me mandaba a su casa a por serrín, como me impresionaba cuando le miraba las manos, ¡le faltaban dedos! A muchos hombres del pueblo les pasaba lo mismo, todos eran leñadores o trabajaban en serrerías. En aquel entonces yo no entendí el porqué de su falta de dedos.

Allí no existían los horarios, te levantabas cuando te despertabas, comías cuando te llamaba tu tía, con el delantal remangado a pleno pulmón desde la puerta de la casa y volvías de nuevo cuando ya era de noche y totalmente derrengada, y con alguna rodilla en un estado lamentable.

Aprendí a jugar a infinidad de juegos como: la patá el bote, al aro, a las tabas y tantos y tantos otros juegos desconocidos para mí. Aprendí a reconocer a unas endiabladas plantas que crecían por todas partes, las caprichosas “ortigas”. Aprendías a la fuerza, cada vez que te rozabas con alguna de ellas estabas arriscándote durante tres días. Mi tío nos enseñó los mejores sitios para encontrar moras y endrinas, a reconocer la manzanilla y tantas y tantas cosas que desconocía por completo.

Algunas mañanas subíamos al prado con mi tío a regar las berzas y las patatas, y desde allí nos escapábamos al monte, siempre con mi tío, recogíamos moras peludas (frambuesas), arándanos y fresas silvestres que luego nos comíamos hasta reventar, con la bien consabida regañina de mi tía por ensuciarnos la ropa. Cuanto la hacíamos renegar.

Mi tía Catalina vivía en una casa grande junto a la iglesia. Tenía tres hijos, Julianín, Felipín y Rosita.

Julianín era pastor de ovejas. Era bastante alto, fuerte y delgado. Recuerdo su nariz aguileña y sus preciosos ojos verdes. Era de piel oscura y sus dientes blancos como la leche. Adoraba a los niños y a los animales. Sus perros ovejeros le seguían a todas partes. Alguna tarde cuando dejaba sus rebaños en la majada, arriba en el monte, bajaba con su yegua blanca a buscarme. De un tirón me subía a su grupa y así bien agarradita a él, me dejaba pasear por las afueras del pueblo, mientras me comía un trozo del sabroso queso que el mismo hacía con la leche de sus ovejas. Aquello resultaba más excitante que subir en cualquier atracción de feria. Jamás había estado tan cerca de un caballo.

En los primeros días de julio llegaba el momento de la siega. Salíamos de amanecida hacia los prados, los hombres primero con sus guadañas y sus carros de bueyes y las mujeres y los niños detrás con las cestas repletas de comida para el almuerzo y sus buenas botas de vino.

Los hombres segaban el heno con sus guadañas, mientras las mujeres lo recogían en haces y lo cargaban en los carros. Hacía mucho calor, la tarea de los niños consistía en dar de beber a los hombres. A la hora del almuerzo las mujeres tendían mantas sobre la hierba ya segada y disponían sus viandas sobe ellas. Qué bueno estaba todo, había chorizo, jamón, tortilla, lomo de orza y torta de aceite. Los niños jugábamos sin parar y cuando empezaba a caer la tarde, y el sol comenzaba a esconderse, era la hora de regresar a casa. Nos dejaban a todos los niños subir a las yuntas y volver a casa sumergidos en el montón de heno. Recuerdo ir mirando hacia el cielo cuajado de estrellas mientras me dejaba mecer con el paso lento y el vaivén de los bueyes y oír cómo se quejaban los carros con sus crujidos.

Un día a la semana bajábamos a la plaza y nos sentábamos, sin más, en los bancos de piedra y esperábamos a que llegase “La Exclusiva”, la línea de autobuses que llegaba desde Soria los martes por la tarde. Nos encantaba ver bajar a los forasteros que llegaban al pueblo con sus raídas maletas, que el conductor del autobús les lanzaba subido desde lo alto de la baca del destartalado autobús. Después de haber inspeccionado a los forasteros nos íbamos al bar de la plaza y mi tío nos compraba un pepinillo en vinagre gigante. Aquello era el mejor regalo del día.

Cuando se acercaban las fiestas las mujeres del pueblo tenían por costumbre reunirse y preparar las masas de las rosquillas, galletas de nata y magdalenas que luego llevábamos a casa del panadero para hornear.

¡Anda que no habré robado magdalenas a mi tía, aun a sabiendas que me ganaría un buen pescozón!

El 15 de agosto era la fiesta mayor del pueblo “San Lorenzo” las mujeres se ataviaban con sus mejores galas y vestían sus trajes típicos de Piñorrita. Había desfile de gigantes y cabezudos que yo veía agarrada tras las faldas de mi tía. ¡Pues no me daban a mí miedo esos señores tan raros! Se hacían procesiones del Santo después de la misa y por la noche le bajaban hacia el rio iluminando el camino con antorchas. La fiesta se celebraba en la plaza y había baile y zurracapote por doquier. Al día siguiente, en los prados del Cubo, se cocinaba una gran caldereta para todos los vecinos con la carne de toro que se había lidiado en una improvisada plaza de toros.

En aquellos días de fiesta todo el mundo estrenaba ropa o zapatos. A nosotras mi tía nos vistió con unos vestiditos a rayas rosas y blancas, que nos había hecho Rosita para la ocasión.

Ni se os ocurra mancharos, nos dijo, mientras salíamos de casa a toda prisa presumiendo de nuestros preciosos vestidos nuevos.

Agarre a mi hermana de la mano y nos dirigimos en busca de la pandilla. Nos encontramos con Fe, la hija mayor del Sr. Cirilo. Iba a llevar las vacas al prado de arriba. Yo eufórica al verla la pedí el palo para conducir a las vacas, pero hice muy mal colocándome detrás de ellas.

En un momento de descuido la última vaca de la fila levanto su rabito y adivinar lo que sucedió después. Llegue a casa embadurnada de una masa asquerosa marrón sobre mí y mi vestido nuevo. Mi tía al verme me agarro de una oreja, mientras me decía a gritos: _ ¡Se puede ser más tonta…!

Me metió, con vestido incluido, en aquel horrible barreño de zinc que usaba para bañarnos y con el tan temido estropajo de esparto me restregó con ganas. La bronca fue monumental, pero os aseguro que aprendí muy bien la lección. Nunca os coloquéis detrás de una vaca.

La libertad que nosotras teníamos allí, en aquel pueblecito, era inimaginable. Todo el mundo conocía a todo el mundo. No había coches por las calles, solamente alguna que otra vaca atravesando hacia los prados fuera del pueblo, siempre con su dueño “delante” guiándolas con un palo, las gallinas de las vecinas de mi tía que correteaban por todas partes picoteando todo a su paso. Como disfrutaba persiguiéndolas, si bien otras veces era al contrario y me convertía yo en la perseguida. Un perro despistado corriendo a todo correr y de vez en cuando una yunta de bueyes que subía o bajaba la calle tirando cansinamente de un carro cargado de troncos.

Había una cosa que me llamaba muchísimo la atención, el señor pregonero. Era un hombre larguirucho y desgarbado, tenía una nariz enorme y un gesto agrio. Iba de calle en calle recorriendo todo pueblo a la vez que se anunciaba con su trompetilla, siempre perseguido por toda la chiquillería a pesar de todos los esfuerzos que hacía para alejarnos. Después de hacer sonar su trompetilla se ponía muy solemne, se estiraba su chaqueta de pana marrón, se quitaba la gorra y comenzaba a leer el bando del ayuntamiento a todos los vecinos que habían acudido a su encuentro. Comenzaba así:

_ De orden del Sr. Alcalde, se hace saber…

_ ¡Aquel hombre era el telediario del pueblo!

Como veis hasta aquí nada que ver con una vida aburrida en la ciudad. Los que hayáis nacido y crecido en un pueblo quizá no veáis nada de particular, pero para mí que he nacido y crecido en Madrid os puedo asegurar que aquello fue el Paraíso.

Como no podía ser de otra manera todo lo bueno toca a su fin. A finales de agosto mis padres volvieron de nuevo en el pueblo con su coche de alquiler. Traían regalos y dulces para todos, y unas maletas vacías que no me gustaban nada en absoluto. Transcurridos unos días, mi madre y mi tía se afanaban en preparar el equipaje y llenar aquellas maletas tan sospechosas. Cuando estuvieron llenas ya sabíamos que era la hora de volver a casa.

Llegado el día, toda la familia y amigos volvían a la casa a despedirse. Todos traían chorizos envueltos en papel de periódico, nadie llegaba a despedirse con las manos vacías. Decíamos adiós de uno en uno, hasta que ya solo quedaban ellos, mis tíos, los dos juntitos, muy quietos, mirando en silencio como mi padre cargaba las maletas en el coche.

Recuerdo ver la pena dibujada en sus caras, mi tío con su pitillo apagado en la comisura de los labios y aquellos ojos de un azul intenso llenos de lágrimas, mientras sujetaba el pañuelo retorcido entre sus manos. Mi tía con su delantal recogido como un trapo y con el llanto reprimido en su gesto. Los dos atenazados por la tristeza, mientras mi hermana y yo nos aferrábamos, en un mar de lágrimas, a sus piernas. Todo eran besos y más besos y abrazos y más abrazos, y con la promesa de que pronto volveríamos a estar todos juntos de nuevo. No queríamos ni podíamos separarnos de ellos.

Cuando mi padre arrancaba el coche, mi hermana y yo sacábamos la cabeza por la ventanilla y era en ese preciso instante cuando veíamos llorar a mi tía. Mientras, los dos juntos, caminaban, cada vez más deprisa, junto al coche ya en marcha, agitando sus manos diciendo adiós. Mi hermana y yo permanecíamos pegadas a la ventanilla moviendo nuestras manitas hasta perderlos de vista, mientras les llamábamos a gritos.



Nunca podré olvidar todo lo aprendido y lo vivido en aquel hermoso pueblo, como tampoco podré olvidar nunca jamás a mis adorados tíos a los que quise a rabiar. Derrocharon a raudales toda su ternura, amor y cariño sin pedir nada a cambio. Ellos me abrieron de par en par una ventana para que pudiera mirar afuera y conocer una vida distinta, una vida sencilla y humilde, sin apenas cosas materiales, pero rabiosa e inmensamente llena de felicidad.

Paloma Sardinero

El trasvase Tajo-Segura

Los regantes y agricultores de las Cuencas del Segura y también del Júcar siempre están pidiendo al Gobierno Agua. Agua para regar sus huertas y sus huertos. Todo el agua les parece poco y por consiguiente, este mes de abril de 2018, el Gobierno ya les ha transvasado una cantidad determinada de hm3.

Las comunidades perjudicadas son Castilla la Mancha y también Extremadura, ya que el Rio en verano no lleva caudal sufriendo una severa sequía los campos y las personas que de él han vivido en el último siglo.

Otras Cuencas deberían darles agua, por ejemplo la del Ebro, que este mes de abril con tanta lluvia está desbordado. Los Aragoneses se negaron a llevar agua del Ebro hacia el Segura. para ello en las elecciones votaron al cantautor José Antonio Labordeta. Su promesa electoral era “No trasvasar agua del Ebro a Murcia”. Dijeron “un río es un ecosistema y no se le puede quitar su caudal” Labordeta ganó la elecciones. Y el Ebro no perdió su agua.

El Tajo no tiene quien le defienda tan contundentemente. El Presidente de Castilla la Mancha, sí. Puso el grito en el cielo, pero no ha servido de nada.

miércoles, 18 de abril de 2018

The Greatest Showman


Hubo una época en que los números musicales eran una buena excusa para ir al baño durante la película. Al fin y al cabo no te perdías gran cosa porque ya lo repetían los actores luego en román paladino.



Los números musicales de “The Greatest Showman” han querido ser todo menos un añadido. Los creadores se han empeñado en hacerlos imprescincibles para la trama. En ocasiones, para sentirla, o bien, para traducir a nuestros tiempos la inocencia que ya no podremos tener al ver un elefante o un par de siameses, o una trapecista.

Los números musicales sirven de elipsis para contar largas transiciones, de niño a adulto, o de empresario fracasado a sensación del momento. Esa economía de la música nos permite embelesarnos con su agilidad, en vez de esperar que acabe. En otras canciones, la música es indispensable para señalar los conflictos o los giros. La negociación entre el hombre de circo impetuoso y el intelectual que teme perder su reputación, el cortejo… No son canciones que uno pueda perderse para luego seguir con la historia, son lo más intenso de la historia, contado con coreografías frenéticas que explican parte de la intensidad de una historia bien contada.

La otra causa de esa capacidad mesmérica quizá esté en los temas que aborda. P.T. Barnum es un soñador que no puede poner freno a sus sueños cuando ha empezado a lograrlos, su historia de “from rags to richess”, y su necesidad de compensar su resentimiento no es menos emocionante que la de los “freaks” del circo que trabajan para él, que ven en el trabajo una oportunidad de integración, o la sociedad bienpensante que no puede aceptar el circo como un espectáculo digno o el impacto en todas las vidas de una cantante sueca que trastorna todos los hilos. 


José Contreras

El sitio de mi recreo

"Donde nos llevó la imaginación / donde con los ojos cerrados / se divisan infinitos campos. / Donde se creo la primera luz / germinó la semilla del cielo azul / volveré a ese lugar donde nací..." Escuchando esta canción de Antonio Vega retrocedo muchos años en el tiempo y  vuelvo a esos sitios de mi recreo. Esos días de mi infancia y juventud en los que la cosa mas sencilla nos hacia feliz.

  Cuando llegaba la primavera, los jueves por la tarde (si lo habíamos merecido) el profesor nos llevaba de excursión: no a esquiar ni a ningún viaje exótico, simplemente a pasar la tarde a un prado con la merienda. Felices corríamos, jugábamos y cogíamos las primeras flores silvestres. Pasando por una huerta nos parábamos  en una noria para refrescar con el agua que caía por sus vasos, mientras observábamos al burro como daba vueltas con los ojos vendados.

  Desde entonces aun retiene mi memoria esas sensaciones: el olor a pan recién hecho al pasar por la panadería, como el herrero ponía una herradura al caballo en sus cascos, el zapatero con esa mezcla de olores a cuero y betún... pero sobre todo lo que yo trataba de descubrir era como podía vocalizar mientras sujetaba con sus labios las tachuelas, dando martillazos a una media suela. O los paseos a la estación por ver pasar los trenes y volver contentas porque algún viajero nos saludaba asomado a la ventanilla del vagón. 

  Los fines de semana formábamos nuestra propia discoteca en la panera de casa, con esos discos de vinilo que todavía conservo. Las meriendas en la bodega con amigos y mis hermanos. Yo soy la número seis de diez.

  El alma de las personas la constituyen los aromas de la niñez, de las primeras visiones de la luz, los sabores que antes del uso de la razón ya anidaban en los entresijos del paladar. Fueron años dulces, llenos de perfumes y sabores que aun me sustentan. con ellos se ha formado el núcleo de la vida.

  ¿Pero otros tiempos fueron mejores? NO. Simplemente distintos, hemos avanzado en muchas materias. Todo ha evolucionado: vida, costumbres, diversiones y ratos de ocio. Pero a pesar de todo nos hemos ido adaptando a las circunstancias y también ahora (como no) soy feliz.

  En el caminar de la vida el gozo y el dolor se va entretejiendo, para dar lugar a los acontecimientos que marcan nuestra historia.


P. Santoyo
Abril 2018
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El portero de la sonrisa

Julián camina cabizbajo y con los labios apretados: se diría que ha olvidado la sonrisa.

Su mujer le repite a diario:

—Algo te pasa querido, has cambiado mucho, tu semblante es como el de un atardecer sombrío.

—Sí, tienes razón, no quería decirte nada para no preocuparte. Es la empresa, sabes: Siento una gran insatisfacción por falta de rendimiento de los trabajadores y me preocupa el ambiente enrarecido que circula por los despachos, pasillos y naves. A veces pienso que es la crisis la causante de esta atmósfera. Creo que algunos de mis trabajadores sufren, sobre todo los más jóvenes que tienen niños pequeños. Sin embargo, hay una minoría que no manifiesta tener problemas y, no obstante, también parecen estar contaminados por la desesperanza. Tengo que hacer algo, pero no sé cómo.

—No te preocupes demasiado cariño. Recuerda como saliste adelante en los primeros años. Aún, tengo muy presente como llegabas tarde a casa, apenas dormías y tampoco tenías apetito, tú que siempre fuiste un glotón. Seguro que algo se te ocurrirá.

Luego, pensativo, besa a su esposa y se encamina al trabajo.

Julián, es dueño de una industria de artes gráficas en Madrid. En ella trabajan 150 empleados. Él mismo creó la firma, principalmente para complacer a sus padres. Estos invirtieron mucho esfuerzo y dinero para que su hijo pudiera formarse en los mejores colegios y cursar estudios empresariales.

Sin embargo, Julián, más que empresario, hubiera querido ser como aquel hombre que sonreía siempre, y a quien él mismo había bautizado, como el portero del metro.

Durante diez años, ha sabido desarrollar ampliamente su capacidad empresarial, obtener grandes beneficios económicos, reconocimiento y prestigio a nivel nacional. Empero, ahora, se siente incapaz de controlar el ambiente tedioso, que advierte en los empleados.

Piensa que algo falta en su industria porque la gente no es feliz. Hace tiempo que nadie ríe, no se hacen bromas, los silencios pesan y únicamente se amortiguan con el ruido de las máquinas, las cuales, movidas por el esfuerzo humano, producen y producen. Después, al finalizar la jornada, se quedan frías, inertes, como el suelo de cemento sobre el que descansan. También los hombres y mujeres se han convertido en una masa que la fábrica engulle y vomita cada día. “¿Por qué han olvidado el saludo, la sonrisa y el abrazo de despedida?” Se pregunta Julián con miedo a que la empresa se convierta en un iceberg de rótulos congelados.

Un día, Julián al salir del edificio, se fija en la mirada congelada del vigilante y descubre que este hombre, que conoce todas las caras que a diario circulan por allí, permanece impasible y en su rostro no se aprecia ni un ápice de deferencia. Julián se detiene y lo mira sin pestañear: “esto no puede seguir así”

En la calle, el aire fresco despeja su mente y se traslada muy lejos. Tendría entonces unos nueve años. Su madre lo llevaba a diario al colegio en el metro:

—Vamos hijo, no te entretengas, que llegarás tarde. Anda, dame la mano.

Él no tenía ninguna prisa, le gustaba mirar la sonrisa de aquel hombre, que desde las escaleras, o en los torniquetes, o en la ventanilla de expender los billetes, saludaba a todos los viajeros:

—Que tenga usted un buen día, que le vaya muy bien, que el viaje sea agradable, buen trabajo, que sea feliz señora…

Estos gestos le bastaban a Julián para ser feliz, y ensimismado él también sonreía con la mirada en aquel hombre amable. Mientras, su madre le tiraba del brazo:

—¡Vamos, vamos, el metro acaba de llegar!

Esa mañana, en el colegio hablaron de las profesiones, y cada niño se pronunció sobre sus preferencias. Julián no tuvo ninguna duda.

—Yo quiero ser portero del metro.

El aula se llenó de carcajadas.

—Pero si en el metro no hay porteros, son Guardas Jurados —contestó el listillo.

—Bueno, como se llamen. Yo quiero ser como él. Me gusta porque sonríe y saluda a todos. Aunque yo creo que la gente va tan deprisa que no se da cuenta. Además, a mí me guiña un ojo.

—Pues yo no conozco a ese señor, porque mi padre me trae al colegio en su coche. Añadió el orgulloso.

Ante nuevas carcajadas, la profesora se enfadó:

—¡Silencio, silencio he dicho! Y tú Julián, piensa un poco, no creo que tus padres te traigan a este colegio, del Barrio de Salamanca, para que seas solamente Guarda Jurado.

Han pasado ya más de 20 años. Ahora, puede reírse de aquellos momentos. Sin embargo, esta noche no puede dormir. La pasa cavilando hasta que idea un plan: por la mañana se adentra en la línea 4 del metro, era allí donde había conocido “al portero de la sonrisa”. Recorre escaleras y andenes pero no lo encuentra. En las oficinas le dan referencias:

—Claro, Edward el moreno, lo conocemos todos. Es un hombre extraordinario. Hemos sentido mucho que se haya ido. Está enfermo y ya no puede hacer este trabajo; sus piernas apenas le sostienen, casi no puede caminar y menos permanecer tantas horas de pie.

Julián no desiste, consigue la dirección del ex Guarda Jurado. Lo visita en su casa. Se hacen amigos y ambos acuerdan un trabajo especial para Edward. Sería en la Empresa Artes Gráficas, como portero. Desde una cabina acristalada saludará a diario a clientes y trabajadores. A ratos podrá pasear por las dependencias para entregar documentos o hacer fotocopias. Y así lo hacen. Y Edward, como antes, como hizo siempre en el metro, ahora en la Empresa de Artes Gráficas siguió interesándose por cada uno de sus nuevos compañeros. Pronto aprendió los nombres de todos y cuando comenzaba la jornada laboral, la sonrisa de Edward se expandía por los rostros de los empleados. Al poco tiempo, la fábrica volvió a respirar un aire cálido, y a pesar de que la crisis duró varios años más, el ambiente se cargó de optimismo, el dueño emprendió nuevos proyectos y los trabajadores unidos, consiguieron vencer las dificultades y volvieron a ser felices.

María Bullón Orgaz.
Abril 2018

Informe del dr. Xicatella

— Mi gran duda es... ¿quién es realmente él?— preguntó Anastasia a Joseph.

—¿Qué es lo que sabes al respecto?

—He oído rumores —dijo reflexivamente —, pero la mayoría son demasiado absurdos para considerarlos plausibles, no obstante, a la luz de las situaciones evidentes, un pequeño porcentaje de esos rumores consiguieron picar mi curiosidad.

—¿Que te hace pensar que puedo ofrecerte algo más que esa información?

Ella entonces lo miró, ante tal pregunta, con un gesto irónico oculto en una leve sonrisa. Joseph, dándose por entendido, se dispuso a buscar el único archivo que podía arrojar algo de luz al misterio en sí.

—Verás —se propuso a hablar mientras aún buscaba entre los datos—, sabiendo que eres una persona mucho más escéptica que yo, no me es difícil saber que te costará creer lo que vas a leer, pero debo decir que, sin lugar a la duda, cada una de las palabras que leerás son ciertas. Por estos documentos han muerto personas....

Después de un breve silencio, mientras la miraba a los ojos, el archivo apareció en pantalla.

—Dr. Goulat Xicatella —leyó Anastasia con detenimiento, y apartando la vista del documento dijo—. Falleció en la despresurización accidental del laboratorio geosincrónico de Kolin III... hace doscientos años.

—Vamos anastasia, tú y yo sabemos que eso no fue así.

—Cierto, solo estaba parafraseando lo que el informe oficial exponía —tomó algo de aire antes de continuar —. Según puedo dilucidar, su intento de denunciar la corrupta política interna en la misión "Z" le costó la vida.

—¡Lee —exclamó Joseph impacientemente ­—, y entenderás las verdaderas razones tras dicho acontecimiento!

Día 25, del séptimo mes, del año 528 de la nueva era en cómputo de Alfa: ciclo estelar Nº63 de la expedición científica en el planeta "Z" —empezaba informando el archivo —. No puedo saber con certeza si para cuando este mensaje llegue a manos de alguien yo aún siga con vida, pero de lo que no me cabe duda es que este podría ser el único momento que tenga para escribirlo. No ahondaré con mayor profundidad en los datos técnicos, sino que me limitaré a datar los acontecimientos más relevantes desde nuestra llegada a este insospechado mundo. Tras un viaje de algunas semanas en espacio interestelar, y una ''parada'' orbital mientras los androides de reconocimiento nos enviaban datos y compraban los riesgos intrínsecos en la superficie de aquel mundo, los ciento cincuenta y dos miembros de la expedición finalmente descendimos a comprobar en carne propia la verosimilitud de unos datos que ninguno creímos en primera instancia. Sin previo aviso nos encontrarnos en un mundo con una gravedad, presión, temperatura y composición atmosférica tan similar a la nuestra que «el atentado contra algo tan exacto como la probabilidad era más que evidente». O por lo menos era lo que decía nuestro jefe de equipo. Yo prefiero pensar que simplemente carecemos de los datos suficientes para conjeturar sobre las condiciones iniciales para la existencia de vida compleja en el universo... la única razón por la que continuamos usando el oxígeno de los trajes especiales durante la primera semana, era por seguridad relacionada con los posibles patógenos circundantes a los cuales nuestro sistema inmunológico no estaba acostumbrado. Solucionado ese problema, trabajar en el planeta "Z" era como trabajar en casa. Todos estábamos absolutamente perplejos, flora, fauna... todo era demasiado bueno para ser cierto, y no había un solo día donde algún descubrimiento no generase, al anochecer, debates existenciales que ninguno de nosotros expresaríamos en nuestros círculos científicos habituales. El problema llegaría ante lo que el equipo de montaña, por no ser demasiado técnico con el nombre, encontraría en la quinta semana. Recuerdo estar sentado en una roca junto a Loid Shepard y Lance Odorizzi cuando nuestro jefe de sección nos convocó para una reunión extraordinaria, nos dijo, y cito textualmente.

—Muchachos, todo lo que habéis visto y estudiado el breve tiempo que lleváis aquí será eclipsado por lo que acaba de ser encontrado en la sección catorce —la voz le temblaba y una gota de sudor bajaba furtivamente por su frente pálida. Todos deberán congelar por tiempo indefinido cualquier activad—, pues lo que hemos encontrado es, probablemente, el mayor descubrimiento de la historia humana... solo os pido una cosa —calló por un momento procurando ver que todos los presentes estábamos totalmente concentrados en lo que iba a decir— …Si no pensáis que esta misión vale tanto como la propia vida, os recomiendo que no vengáis y mejor hagáis maletas, pues en tres días os llevarán de regreso a casa.

Obviamente nadie se echó para atrás, quizás porque nadie imaginaba lo que podría ser. A quien esté leyendo esto le quiero recordar que no estoy escribiendo ficción, lo que leerás a continuación es mi informe improvisado y quizás, por las prisas, mal redactado de la misión "Z". Subimos por las escaleras metálicas estratégicamente puestas donde las irregularidades montañosas no permitían un ascenso cómodo, nos equipamos con trajes de protección y entramos en una cueva que nos llevó a una puerta, de composición metálica desconocida, que había sido perforada con la finalidad de saber que había detrás. Después de recorrer pocos metros de pasillos llegamos a una suerte de laboratorio y, en su centro, había un lecho criogénico, o eso es lo que parecía. Sinceramente no estoy seguro de que era, o quien lo había puesto ahí. Lo único que sé es que ahí había un ser humano, o eso creímos todos al principio. A partir de aquí solo puedo especular. A la semana siguiente conseguimos despertarlo. Él simplemente estaba confuso, pero su mirada carecía de temor, aún a pesar de que quince hombres bien armados apuntaban a su cuerpo con rifles de alto calibre. Cuando habló por primera vez nadie pudo entender lo que decía, teniendo en cuenta que en el equipo se hablaban unos treinta y siete idiomas diferentes. Morich Faísser, el filólogo del grupo, el segundo mejor del mundo según había oído, intentó comunicarse con él indicándole con gestos que escribiese en una tablilla holotáctil; el individuo en cuestión pareció entender lo que se le trataba de expresar e inmediatamente tomó el puntero y empezó a escribir... A Faísser se le heló la sangre al comprobar que dicha escritura no era otra que aquella encontrada en una remota isla de nuestro mundo natal, datada, según informes oficiales, de hace más de doce mil años; símbolos cuyo significado aún eran desconocidos para la ciencia. Solo puedo añadir que era algo francamente terrorífico. Aquel, con riesgo a equivocarme, ser humano cooperó de forma impasible con nosotros, como si nada le resultara novedoso, aún a pesar de que la datación nos indicaba que llevaba en suspensión, o dormido si lo entendéis mejor, desde hace milenios. Se le hicieron una serie de exámenes y la conclusión de los datos eran absolutamente anómalas. ¿Habéis oído hablar del proyecto Alfa? Bueno, ese proyecto parecía un juego infantil en comparación con lo que encontramos. Su densidad molecular era cincuenta veces mayor que la nuestra, eso implicaba que ni siquiera todos nosotros juntos hubiésemos podido contenerlo si su reacción hubiese sido violenta; para resumirlo, era como un ejército condensado en un solo individuo. De todo esto, solo entendimos una cosa con claridad, su nombre era Taanác.

Para finalizar este informe, puesto que mi tiempo es incierto, os diré que el Dr. Pud-Ram, jefe del equipo de astrobiología, fue asesinado dos días después tras intentar enviar informes a la estación espacial central. Fuimos amenazados de muerte si hablábamos de todo esto, todos tenían mucho que perder, madres, esposas, hijos... puesto que esta gente sabía todo sobre nosotros, nadie protestó, pero el malestar moral generado destruyó a todos y cada uno de los presentes. Mi mujer Alexandra Dickquer falleció hace dos años, nunca tuvimos hijos, yo no tengo nada que perder, pero sí tengo mucho que ofrecer. /D55673HLMQ-RX366/ esta es la contraseña para acceder a todos los datos que he recopilado. No temo a la muerte si con ella consigo que todos puedan acceder a la verdad.

ATT: Dr. Xicatella.


Andrés Martínez