—¿Qué es lo que sabes al respecto?
—He oído rumores —dijo reflexivamente —, pero la mayoría son demasiado absurdos para considerarlos plausibles, no obstante, a la luz de las situaciones evidentes, un pequeño porcentaje de esos rumores consiguieron picar mi curiosidad.
—¿Que te hace pensar que puedo ofrecerte algo más que esa información?
Ella entonces lo miró, ante tal pregunta, con un gesto irónico oculto en una leve sonrisa. Joseph, dándose por entendido, se dispuso a buscar el único archivo que podía arrojar algo de luz al misterio en sí.
—Verás —se propuso a hablar mientras aún buscaba entre los datos—, sabiendo que eres una persona mucho más escéptica que yo, no me es difícil saber que te costará creer lo que vas a leer, pero debo decir que, sin lugar a la duda, cada una de las palabras que leerás son ciertas. Por estos documentos han muerto personas....
Después de un breve silencio, mientras la miraba a los ojos, el archivo apareció en pantalla.
—Dr. Goulat Xicatella —leyó Anastasia con detenimiento, y apartando la vista del documento dijo—. Falleció en la despresurización accidental del laboratorio geosincrónico de Kolin III... hace doscientos años.
—Vamos anastasia, tú y yo sabemos que eso no fue así.
—Cierto, solo estaba parafraseando lo que el informe oficial exponía —tomó algo de aire antes de continuar —. Según puedo dilucidar, su intento de denunciar la corrupta política interna en la misión "Z" le costó la vida.
—¡Lee —exclamó Joseph impacientemente —, y entenderás las verdaderas razones tras dicho acontecimiento!
Día 25, del séptimo mes, del año 528 de la nueva era en cómputo de Alfa: ciclo estelar Nº63 de la expedición científica en el planeta "Z" —empezaba informando el archivo —. No puedo saber con certeza si para cuando este mensaje llegue a manos de alguien yo aún siga con vida, pero de lo que no me cabe duda es que este podría ser el único momento que tenga para escribirlo. No ahondaré con mayor profundidad en los datos técnicos, sino que me limitaré a datar los acontecimientos más relevantes desde nuestra llegada a este insospechado mundo. Tras un viaje de algunas semanas en espacio interestelar, y una ''parada'' orbital mientras los androides de reconocimiento nos enviaban datos y compraban los riesgos intrínsecos en la superficie de aquel mundo, los ciento cincuenta y dos miembros de la expedición finalmente descendimos a comprobar en carne propia la verosimilitud de unos datos que ninguno creímos en primera instancia. Sin previo aviso nos encontrarnos en un mundo con una gravedad, presión, temperatura y composición atmosférica tan similar a la nuestra que «el atentado contra algo tan exacto como la probabilidad era más que evidente». O por lo menos era lo que decía nuestro jefe de equipo. Yo prefiero pensar que simplemente carecemos de los datos suficientes para conjeturar sobre las condiciones iniciales para la existencia de vida compleja en el universo... la única razón por la que continuamos usando el oxígeno de los trajes especiales durante la primera semana, era por seguridad relacionada con los posibles patógenos circundantes a los cuales nuestro sistema inmunológico no estaba acostumbrado. Solucionado ese problema, trabajar en el planeta "Z" era como trabajar en casa. Todos estábamos absolutamente perplejos, flora, fauna... todo era demasiado bueno para ser cierto, y no había un solo día donde algún descubrimiento no generase, al anochecer, debates existenciales que ninguno de nosotros expresaríamos en nuestros círculos científicos habituales. El problema llegaría ante lo que el equipo de montaña, por no ser demasiado técnico con el nombre, encontraría en la quinta semana. Recuerdo estar sentado en una roca junto a Loid Shepard y Lance Odorizzi cuando nuestro jefe de sección nos convocó para una reunión extraordinaria, nos dijo, y cito textualmente.
—Muchachos, todo lo que habéis visto y estudiado el breve tiempo que lleváis aquí será eclipsado por lo que acaba de ser encontrado en la sección catorce —la voz le temblaba y una gota de sudor bajaba furtivamente por su frente pálida. Todos deberán congelar por tiempo indefinido cualquier activad—, pues lo que hemos encontrado es, probablemente, el mayor descubrimiento de la historia humana... solo os pido una cosa —calló por un momento procurando ver que todos los presentes estábamos totalmente concentrados en lo que iba a decir— …Si no pensáis que esta misión vale tanto como la propia vida, os recomiendo que no vengáis y mejor hagáis maletas, pues en tres días os llevarán de regreso a casa.
Obviamente nadie se echó para atrás, quizás porque nadie imaginaba lo que podría ser. A quien esté leyendo esto le quiero recordar que no estoy escribiendo ficción, lo que leerás a continuación es mi informe improvisado y quizás, por las prisas, mal redactado de la misión "Z". Subimos por las escaleras metálicas estratégicamente puestas donde las irregularidades montañosas no permitían un ascenso cómodo, nos equipamos con trajes de protección y entramos en una cueva que nos llevó a una puerta, de composición metálica desconocida, que había sido perforada con la finalidad de saber que había detrás. Después de recorrer pocos metros de pasillos llegamos a una suerte de laboratorio y, en su centro, había un lecho criogénico, o eso es lo que parecía. Sinceramente no estoy seguro de que era, o quien lo había puesto ahí. Lo único que sé es que ahí había un ser humano, o eso creímos todos al principio. A partir de aquí solo puedo especular. A la semana siguiente conseguimos despertarlo. Él simplemente estaba confuso, pero su mirada carecía de temor, aún a pesar de que quince hombres bien armados apuntaban a su cuerpo con rifles de alto calibre. Cuando habló por primera vez nadie pudo entender lo que decía, teniendo en cuenta que en el equipo se hablaban unos treinta y siete idiomas diferentes. Morich Faísser, el filólogo del grupo, el segundo mejor del mundo según había oído, intentó comunicarse con él indicándole con gestos que escribiese en una tablilla holotáctil; el individuo en cuestión pareció entender lo que se le trataba de expresar e inmediatamente tomó el puntero y empezó a escribir... A Faísser se le heló la sangre al comprobar que dicha escritura no era otra que aquella encontrada en una remota isla de nuestro mundo natal, datada, según informes oficiales, de hace más de doce mil años; símbolos cuyo significado aún eran desconocidos para la ciencia. Solo puedo añadir que era algo francamente terrorífico. Aquel, con riesgo a equivocarme, ser humano cooperó de forma impasible con nosotros, como si nada le resultara novedoso, aún a pesar de que la datación nos indicaba que llevaba en suspensión, o dormido si lo entendéis mejor, desde hace milenios. Se le hicieron una serie de exámenes y la conclusión de los datos eran absolutamente anómalas. ¿Habéis oído hablar del proyecto Alfa? Bueno, ese proyecto parecía un juego infantil en comparación con lo que encontramos. Su densidad molecular era cincuenta veces mayor que la nuestra, eso implicaba que ni siquiera todos nosotros juntos hubiésemos podido contenerlo si su reacción hubiese sido violenta; para resumirlo, era como un ejército condensado en un solo individuo. De todo esto, solo entendimos una cosa con claridad, su nombre era Taanác.
Para finalizar este informe, puesto que mi tiempo es incierto, os diré que el Dr. Pud-Ram, jefe del equipo de astrobiología, fue asesinado dos días después tras intentar enviar informes a la estación espacial central. Fuimos amenazados de muerte si hablábamos de todo esto, todos tenían mucho que perder, madres, esposas, hijos... puesto que esta gente sabía todo sobre nosotros, nadie protestó, pero el malestar moral generado destruyó a todos y cada uno de los presentes. Mi mujer Alexandra Dickquer falleció hace dos años, nunca tuvimos hijos, yo no tengo nada que perder, pero sí tengo mucho que ofrecer. /D55673HLMQ-RX366/ esta es la contraseña para acceder a todos los datos que he recopilado. No temo a la muerte si con ella consigo que todos puedan acceder a la verdad.
ATT: Dr. Xicatella.
Andrés Martínez
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