Giorgio De Chirico en CaixaForum
La exposición que ha reunido CaixaForum sobre la obra del pintor italiano nacido en Grecia (Volos 1888, Roma, 1978), abarca 142 obras divididas en pinturas y esculturas.
De Chirico se definió como pintor metafísico, y con el término quiso confesar su intención de hacer que el espectador de sus cuadros se cuestione la realidad, su mundo cotidiano, lo que percibe y lo que entiende.
A lo largo de su vida volvió una y otra vez sobre el autorretrato. Intentó llegar más allá de la imagen externa y adentrarse en la psicología. Si nos fijamos hay elementos teatrales como una cortina. Otros autorretratos posteriores recogen a un Chirico más maduro por fuera y también distinto en su visión del mundo, a los 40 comienza su etapa neobarroca y lo vemos disfrazado con ropa de otros siglos e imitando la pintura paisajística del barroco. Busca la maestría técnica.
En el cuadro de La Española podemos ver ese dominio de la técnica. También sus fondos azul verdosos, indefinidos, que hacen al visitante preguntarse qué hay detrás.
En su juventud, De Chirico viaja a Alemania y entra en contacto con la filosofía. La pintura metafísica de Chirico pertenece a una época anterior a los retratos, pero la exposición sigue un orden cronológico, sino temático. En sus cuadros metafísicos, Chirico se cuestiona lo divino y lo real, lo que hay y su apariencia. Influido por la lectura de Nietzsche y Schopenhauer, sus cuadros responden a una necesidad de mirar a la realidad con unos ojos nuevos, destapando lo que hay en ella de insólito, de misterioso. Chirico busca la extrañeza en las cosas cotidianas, a veces poniéndolas juntas y descubriendo la sorpresa en dos objetos que no imaginamos así. Por ejemplo ese sofá, la silla y el armario en mitad de un paisaje desierto, sin tabiques ni referencias que nos ayuden a entenderlo.
Su etapa metafísica está dividida en tres temáticas, los interiores llenos de objetos familiares de su taller, los maniquíes, y las plazas desiertas.
Sus interiores muestran ventanas que dan a exteriores sorprendentes. A veces elige un cuadro pintado dentro de sus cuadros, como una ficción dentro de una ficción que lo acerca al trabajo de su hermano Andrea (que firma sus novelas con el seudónimo de Alberto Saviano), escritor de profesión, en la gran narratividad que cobra la imagen. Sus interiores están llenos de objetos que sólo imaginamos en un espacio exterior, como grandes estatuas, o bien aberturas de los muros a espacios urbanos y abiertos que provocan al espectador. Las llama habitaciones de pensamiento.
Los maniquíes carecen de rasgos humanos. Son una expresión de la deshumanización con la que intenta explorar el ser del hombre en el mundo.
Sus plazas, de perspectivas imposibles, desiertas de vida salvo por pequeños detalles no quieren mostrar la realidad, quieren que el espectador la viva, la construya por sí mismo. ¿Están hechos por la mañana, por la tarde? Los colores de Chirico no ofrecen ayuda al espectador.
De Chirico vivió en París hasta 1915. Fue recibido con entusiasmo por el círculo surrealista y en especial por el escritor Guillaume Apollinaire.
En 1929, al igual que su hermano, De Chirico escribió una novela, “Hebdomeros”, cuyo protagonista es un alter ego del pintor. El año señala también una transición en su carrera. Después de ser ensalzado por todos los círculos surrealistas, el pintor elige volver a la tradición. Se deja influir por el paisajismo romántico, la pintura clasicista y la capacidad narrativa de pintores como Rubens. La ruptura, a veces dramática, demuestra la capacidad que tuvo el pintor de reinventarse y de no dejarse doblegar a la hora de seguir su propia voz. Elige seguir la influencia clásica, abundan los temas de la antiguedad como Ulises, los gladiadores del Circo, y la mitología griega y romana. Y también pinta bodegones y naturalezas muertas que titula en inglés: “Still life”. Después de su camino metafísico, cabe observar que su pintura clasicista nunca está desprovista de un elemento transgresor.
Muchos pintores han reconocido la influencia que De Chirico ha ejercido sobre ellos como Ives Tanguy que eligió dedicarse a la pintura después de ver sus cuadros. Salvador Dalí, René Magrite, Max Ernst, también reconocen su deuda con el pintor.
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