Por fin ha llegado la noche, ya están aquí, es la noche más esperada por millones de niños, la noche en que los Reyes Magos de Oriente llegan a todas las casas con sus camellos y sus pajes cargados regalos.
Yo quiero dar las gracias a estos Reyes, tan, tan magos por llenar de sueños, ilusión y fantasía tantas y tantas noches del cinco de enero de mi vida. Gracias también por haberme brindado tantas satisfacciones y alegría cuando era niña.
Esta es la gran noche, la noche misteriosa y mágica por excelencia, es una noche de inmensa ilusión y deseos, en la que muchos niños esperan impacientes el nuevo día para comprobar si los Reyes les han dejado, para bien o para mal, todo lo que les pidieron en sus cartas.
Con el paso de las horas, los nervios se instalan en los hogares de España, la llegada de sus Majestades es inminente. Los niños corren sin parar, no quieren acostarse sin antes haberse asegurado de que sus zapatitos están bien colocados en el balcón y de que el agua para los camellos y el vino dulce para los Reyes están adecuadamente colocados, no quieren que sus Majestades pasen de largo.
Esta ilusión infantil contagia de alegría a todos en las casas, aunque también es verdad que algunos padres tendrán algún que otro problemilla para meter a sus hijos en la cama. Esta noche no será nada fácil conciliar el sueño. Pero, quién puede dormir, han sido demasiadas emociones seguidas en Navidad y llega el remate con los Reyes, imposible conciliar el sueño. Ya vienen los Reyes.
La frase preferida y más repetida de la noche:
«Esta noche a la cama tempranito y duérmete pronto que te van a encontrar los reyes despierto y se van a marchar» Bendita inocencia.
Que pena que todo se acabe, siempre surge alguien que rompe el hechizo y la magia.
Aún recuerdo cuando una soplona y resabidilla prima mía, y encima más pequeña que yo, me descubrió quienes eran en realidad los Reyes Magos. ¡Que faena me hiciste Teresuja!
—Los Reyes son los padres, me dijo, con una sonrisita burlona.
Después de recibir aquella decepcionante noticia y de llevarme un soberano disgusto, estuve un tiempo en el que mi cabeza se negaba, se resista a aceptarlo. Sin duda el poder y la magia de tantas y tantas noches de mi infancia, esperando en mi cama, tapada hasta arriba, con la oreja bien tiesa, atenta a cualquier ruido, y con esa sensación que me invadía de arriba abajo por si algún Rey entraba en mi cuarto y descubría que aún estaba despierta. Bajo las mantas y con los ojos abiertos como platos en medio de aquella oscuridad infinita, como si quisiera ver algo imposible de mirar, y deseando que llegara la luz del día para salir corriendo de mi cama y comprobar todo lo que los Reyes me habían dejado. Quizá todas estas sensaciones y emociones a la vez fuesen las que me ayudaron a resistirme a pensar que era imposible. ¿Cómo pretendía mi prima que la creyera? No.
Esos momentos y sensaciones de angustia y tensión infantil mezclados con el miedo a ser descubierta, la ilusión y la magia que rodeaban toda aquella noche hasta caer rendida por el sueño aún perduran en mi interior. Para mí los Magos siguen llegando cada noche del cinco de enero, yo les espero, no he querido ni quiero perder esa bendita ilusión.
A pesar de mi edad, yo, sigo escribiendo mi carta a los Reyes, siempre les pido lo mismo, quizá sea muy poco original, no lo sé. Para mí son los mejores regalos que pueda recibir, y no me importa que vengan sin envolver. No me canso ni me cansaré de pedir, que con tantos como somos en el mundo, pues que todos nos llevemos bien, que me traigan toda la ilusión y la magia que en sus sacos les pueda caber, que me traigan el sol o la misma luna, la de hoy, o la de anteayer, la sonrisa de los niños, que no deje de soñar y de sentirme viva nunca para así poder disfrutar del mejor regalo que se pueda tener, Amor, Luz y Vida.
¡Feliz día de Reyes…!
P. Sardinero
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