domingo, 12 de diciembre de 2021

Efemérides literarias

«Yo estaba allí aquel mediodía de verano. Desde alguna cubierta de barco, tal vez, unos nórdicos ojos azules me verían como minúscula pincelada de una estampa extranjera… Yo, una muchacha española, de cabellos oscuros, parada un momento en un muelle del puerto de Barcelona. Dentro de unos instantes la vida seguiría y me haría desplazar hasta algún otro punto. Me encontraría con mi cuerpo enmarcado en otra decoración…». Pequeña, insignificante, vista por sí misma pero desde una perspectiva ajena, atrapada en un marco espacial que la incorpora y libera… Así se ve Andrea, la protagonista de Nada, en aquel ficticio verano de 1940, y así lo escribió Carmen Laforet, unos años después, ya en Madrid, poco antes de que su novela fuese publicada y premiada (en la primera convocatoria del premio Nadal, del año 1944). Carmen Laforet nació hace exactamente un siglo, en 1921, justo el mismo año en que fallecía la gran escritora realista (naturalista) Emilia Pardo Bazán, conocida sobre todo por su novela Los pazos de Ulloa. Curiosamente, ambas autoras coincidieron en utilizar casi el mismo título para una de sus obras: Insolación, de Emilia Pardo Bazán (1889), y La insolación, de Carmen Laforet (1963). La escritora gallega publicó infinidad de cuentos, y como muestra podéis leer aquí un fragmento de uno de ellos (ambientado en Galicia, como buena parte de su producción narrativa). A modo de curiosidad, mencionemos también que en 2021 se ha conmemorado en India el centenario de la muerte de Subramania Bharati, poeta en lengua tamil que rompió mitos y abrió nuevos caminos creativos para la literatura en esa lengua del sudeste de la India.

En 2021 hemos conmemorado también efemérides literarias mucho más añejas, como la de los ochocientos años del nacimiento del rey Alfonso X el Sabio (23 de noviembre de 1221), un monarca que escribió su obra literaria (poética) en gallegoportugués. Especialmente conocidas son sus “Cantigas de Santa María” (427 composiciones que han llegado a nosotros a través de lujosos códices, con transcripción musical y miniaturas sobre el contenido narrativo de las cantigas). También usó, por supuesto, el castellano, pero en este caso para la redacción de grandes tratados jurídicos, históricos y científicos, además de traducciones y adaptaciones. Reproducimos aquí una famosa cantiga de Santa María (la número 10).

Menos conocido para la mayoría de nosotros es Salomón Ibn Gabirol (también conocido como Avicebrón), y sin embargo fue una de las figuras más destacadas del medievo hispano (andalusí). Filósofo y poeta, nació en Málaga hacia 1021 (¡se cumple nada menos que un milenio!), de una familia de origen cordobés. Pasó su niñez y adolescencia en Zaragoza, y posteriormente marchó a Granada. Tras su regreso a Zaragoza, pudo finalmente morir tal vez en Valencia, aunque no hay datos seguros. Escribió su poesía en hebreo (alcanzando cotas líricas muy elevadas), y también escribió en árabe (sobre todo sus tratados filosóficos). Cultivó un amplio abanico de subgéneros, desde la poesía de contenido litúrgico y místico hasta la poesía homoerótica y báquica (sobre el vino y sus efectos). Un ejemplo de esta última es el poema que reproducimos aquí, traducido al castellano.

Os avanzamos ya que, en 2022, el año que entra, se cumplirán cuatro siglos del asesinato en Madrid del poeta Juan de Tassis (conde de Villamediana). Pero de eso hablaremos en el nuevo año, que esperamos sea feliz y próspero para cada uno de nuestros lectores. ¡Feliz Navidad!

                                                                                                                    Óscar Sobral

 

LLÉVAME A LOS VIÑEDOS

Amado mío, llévame a los viñedos
y dame de beber para que me llene de alegría.
Las copas de tu amor se adherirán a mí,
pues quizás ellas harán escapar las penas.
Si tú bebes por mi amor ocho,
yo beberé por el tuyo ochenta.
Si yo muero ante ti, amado mío,
cava mi tumba entre las raíces de los viñedos.
Haz mi lavatorio con el zumo de las uvas
y embalsámame con agraces y perfumes.
No llores ni te lamentes por mi muerte,
toca la cítara, flautas y arpas,
y no pongas sobre mi tumba polvo,
sino odres nuevos con vinos añejos.

                        (Salomón Ibn Gabirol)

 

CANTIGA X

Esta é de loor de Santa María, com' é fremosa e bõa e há gran poder
("Esta es en alabanza de Santa María, hermosa, bondadosa y con gran poder")

 

Rosa das rosas e Fror das frores,
Dona das donas, Sennor das sennores.              
                 
Rosa de beldad' e de parecer
e Fror d' alegría e de prazer,
Dona en mui piadosa seer,
Sennor en toller coitas e doores.
 
Rosa das rosas e Fror das frores,
Dona das donas, Sennor das sennores.                                               
 
Atal Sennor dev' home muit' amar,
que de todo mal o pode guardar;           
e pode-ll' os pecados perdoar,
que faz no mundo per maos sabores.
 
Rosa das rosas e Fror das frores,
Dona das donas, Sennor das sennores.              
                 
Devemola muit' amar e servir,
ca punna de nos guardar de falir;
des i dos erros nos faz repentir,
que nós fazemos come pecadores.
 
Rosa das rosas e Fror das frores,
Dona das donas, Sennor das sennores.              
 
Esta dona que tenno por Sennor
e de que quero seer trovador,
se eu per ren poss' haver seu amor,     
dou ao demo os outros amores.             

    (Alfonso X el Sabio, Cantigas de Santa María)

 


En la chabola menos ruinosa se había refugiado un ser humano. Era una mujer enferma y alejada de todos. Eso sí, para el sustento no le faltaba nunca. Las gentes de los pueblos de la ribera, pescadores, labradores, tratantes, sardineras, al cruzar ante el islote en las embarcaciones, ofrecían el don a la Deixada, que así la llamaban, perdido totalmente el nombre de pila. Nadie hubiese podido decir tampoco de qué banda era la Deixada; nadie conocía ni los elementos de su historia. ¿Casada? ¿Viuda? ¿Madre? ¡Bah! Un despojo. Y los marineros, saltando al rudimento de muelle que daba acceso al islote, depositaban sobre las desgastadas piedras la dádiva: repollos, mendrugos de borona, berberechos, que cierran en sus valvas el sabor del mar, frescos peces, cortezas de tocino. Nunca salía la Deixada a recoger el «bien de caridad» hasta que la lancha o el bote se perdían de vista. Permanecía escondida mientras hubiese ojos que la pudiesen mirar, como un bicho consciente de que repugna, como un criminal cargado con su mal hecho.

En el balneario de lujo emplazado en la isla próxima se temía vagamente, sin embargo, la aparición de la Deixada. ¿Quién sabe si un día cualquiera se le ocurría salir de su escondrijo y presentarse allí, trágica en fuerza de fealdad y de horror, descubriendo el secreto, bien guardado, de la miseria humana? Con ello vendría el convencimiento de que es la especie, no un solo individuo, quien se halla sometida a estas catástrofes del organismo; que somos hermanos ante el sufrimiento..., y que es acaso lo único en que lo somos.

Y sería horrible que se presentase esta mujer predicando el evangelio del dolor y de la corrupción en vida. Verdad es que parecía improbable el caso: no la admitirían en ninguna embarcación, y a nado no había de pasar... Para que no necesitase salir de su soledad a implorar socorro, del balneario empezaron a enviarle cosas buenas, sobras de comida suculenta, manteles viejos y sábanas para hacer vendas y trapería. Le mandaron hasta aceite y dinero, que no necesitaba.

Hallábase a la sazón de temporada en el balneario un religioso, joven aún, atacado de linfatismo. Modesto y retraído, no se le veía ni en el salón, ni donde se reuniesen para solazarse y entretener sus ocios los demás bañistas. En cambio, hacía continuas excursiones, y cuando no andaba embarcado, estaba recostado bajo los pinos, bebiendo aire saturado de resina. Una tarde, yendo a bordo de la lancha que traía el correo, vio, al cruzar ante el islote, cómo el marinero colocaba sobre los pedruscos resbaladizos la limosna.

-¿Para quién es eso? -interrogó curiosamente.

-Para la Deixada -contestó, con la indiferencia de la costumbre, el marinero.

-¿Y quién es la Deixada?

-Una mujer que vive ahí soliña. Nadie se le puede arrimar. Tiene una enfermedá muy malísima, que con sólo el mirare se pega. ¡Coitada! Pero no piense; la boena vida se da. Yo le traigo de la cocina del hotel cosas ricas. Aun hoy, cachos de jamón y dulces. No traballa, no jala del remo, como hacemos los más. ¡La boena vida, corcho!

El religioso no objetó nada. Sin duda, para el marinero las cosas eran así, y se explicaba, por mil razones, que lo fuesen. Hasta era dueña la Deixada de un pintoresco islote. Podía pasearse por sus dominios horas enteras, cuando el rocío de la mañana endiamanta el brezo y sus globitos de papel rosa, cuando la tarde hace dulce la sombra de los arbustos, donde se envedijan las barbas rojas de las plantas parásitas.

Nadie le robaría el bien de la soledad; nadie turbaría su pacífico goce, ni se acercaría a ella para sorprender el espanto de su figura, en medio de la magia de una Naturaleza libre y serena, entre el encanto de los atardeceres que tiñen de vívido rubí las aguas de la ría.

Pensaba el religioso cuán grato fuera para él vivir de tal modo, lejos de los hombres, leyendo y meditando. ¿Quién se arriesgaría a visitar a la Deixada? Una idea le asaltó. La Deixada era, seguramente, una leprosa...

Aquella enfermedad que se pega «sólo con el mirare»; aquel esconderse del mundo, como si el mostrarse fuese un delito... ¿Qué otra cosa? Y el andrajo humano, no obstante, tenía un alma. Sabe Dios desde cuánto aquella alma no había gustado el pan. El cuerpo enfermo se sustentaba con cosas sabrosas, regojos de banquetes opíparos; el alma debía de tener hambre, sed, desconsuelo, secura de muerte. La verdadera deixada era el alma... Y el religioso se decidió después de breve lucha con sus sentidos:

-Desembárcame en el islote.

                                                                         Emilia Pardo Bazán (fragmento del cuento «La Deixada»)

miércoles, 1 de diciembre de 2021

El lavadero de Hortaleza

El lavadero en los años setenta

Mercedes Gozálvez
En la calle Mar de Kara detrás de una fachada de ladrillo, se esconde un lavadero popular inaugurado en 1931 en el entonces pueblo de Hortaleza.

Noventa años después es el único de estos lugares históricos que ha sobrevivido en la capital. Estuvo en funcionamiento hasta los años 70.

El interior es alargado y estrecho. Está formado por tres pilas que permanecen intactas: la pila del fondo, la más pequeña, era para lavar la ropa de los infecciosos; la siguiente, la más grande, para enjabonar y lavar el resto de la ropa, y la última para aclararla. Esta última pila está situada al lado de la puerta, para después tender la ropa en el prado que había enfrente, hoy ocupado por edificios.

Muschos documentos atestiguan que en Hortaleza como en Canillas desde el siglo XVII, de que muchas mujeres, sobre todo viudas, se dedicaron a lavar la ropa de “gente adinerada” de la capital.

Hortaleza contaba con dos lavaderos que existieron hasta el siglo XIX, que al encontrarse lejos del pueblo, eran poco cómodos para su uso, y empezó a pensarse en construir uno más cerca. Se tardó 50 años hasta que se logró construir, y en parte fue financiado por las aportaciones de gentes del pueblo que podían hacer donativos.

Contó con mejoras hasta entonces nada comunes, como una letrina, una techumbre para protegerse de la lluvia y el sol, y agua directamente traída de Canal de Isabel II.

En la postguerra las mujeres iban a lavar la ropa por turnos semanales y el lavadero se convirtió en punto de encuentro para ellas y sus hijos más pequeños. Se juntaban para charlar e incluso llevaban la comida para pasar el día mientras se secaba la ropa.

Hoy en día forma parte, junto a la Iglesia de San Matías, la Catedral Ortodoxa, el Palacio de Villa Rosa y el Cementerio de Canillas, de un museo al aire libre dentro del programa Madrid Otra Mirada.

Ruta desde el CEPA PABLO GUZMÁN

domingo, 28 de noviembre de 2021

Películas

Cuando hablamos de cine y de literatura compartimos con los demás aquellas obras que nos emocionaron, y sembramos en los demás el interés por verlas. Alumnos de Expañol para extranjeros nos hablan de aquellas películas que han significado algo para ellos.

Cuatro tomateras y un montón de gatos

 


Charo González
Le gustaba dar un paseo por esas calles solitarias al atardecer cuando la luz se tornaba anaranjada y el cielo se volvía de color rosa.

Fue en una de estas solitarias calles donde descubrió el pequeño huerto que se encontraba justo en el solar del antiguo edificio derruido que había sido el corazón de ese barrio; en él, pintores, cantautores, poetas, artistas del momento se habían brindado para hacer murales en las fachadas de las casitas bajas, amenizar las fiestas, protestar por las injusticias; corrían los años 70. José Duarte, Lucio Muñoz, Alcaín, Luis Pastor, Gabriel González, Paco Barón, Bey eran algunos de ellos.

Sí, era el barrio de Portugalete del cual en estos tiempos no queda ni rastro. Los lujosos chalets se han apropiado de las solitarias calles que antaño fascinaban con sus espléndidos murales en las encaladas fachadas.

El minúsculo huerto fue una sorpresa, un trocito de color en un espacio destartalado y ruinoso; a un ladito crecían alegres las acelgas, la dentada rúcula, el perejil, mínimas lechugas, cherrys… junto a unas primorosas anémonas multicolores. A la entrada lucía un cartelito que decía:

“Pasen y huelan”. Sin duda el autor era alguien con tanto encanto como el huerto.

Tanto le gustó que se animó a plantar cuatro tomateras que, a duras penas, tiraron para arriba –ya se sabe que estas son caprichosas y antojadizas–. Muchas tardes de abrasador sol y litros y litros de agua hicieron que echaran cuatro o cinco tomates, y que alguien espabilado arramblara con ellas justo en su punto de maduración.


Pero lo bueno de esos paseos es que conoció a un montón de gatos callejeros muertos de hambre y al adorable autor del huerto.

Y así fue como empezó a ponerles agua y comida. Comenzó a quererlos, a reconocerlos y… ellos a ella también. Los lazos invisibles del afecto mutuo se habían forjado.

Se fueron sucediendo más atardeceres anaranjados, dando paso a las tardes lluviosas del otoño. Ahora en el huerto lucían las plantas de invierno: la emperifollada coliflor, las misteriosas cebollas, los humildes repollos…

Un mal día se paseó por el solar la tremenda excavadora llevándose por delante las plantas de invierno y el trabajo hecho con entusiasmo; menos mal que pudo rescatar el encantador cartelito pintado en rosa de “Pasen y huelan”.

El montón de gatos fue también mermando; por suerte la “Protectora Felina” con sus jaulas-trampa fue recogiendo y llenando sus ya repletas estancias de gatos callejeros.

Las calles de aquel barrio estaban cada vez más tristes y vacías sin los coloridos murales, sin la alegría del huerto, sin gatos callejeando. Los atardeceres seguían siendo color naranja y ella los contemplaba ahora desde la ventana, mientras las rosadas nubes jugaban creando formas redondeadas con bigotes, que desde el cielo le hacían guiños y graciosas cabriolas..


domingo, 6 de junio de 2021

Fin de curso

Como todos los años, llega junio y toca mirar atrás y hacer memoria de lo acontecido a lo largo del curso. Un curso diferente a cualquier otro, aunque no tan severo como el último trimestre del curso anterior, cuando estábamos confinados en nuestros domicilios.

A pesar de las dificultades, este ha sido un año de colaboración intensa en nuestro centro. Hemos participado en cuatro concursos interCEPA: Ortografía, Lectura en voz alta, Murales y Certamen literario. Y el fruto que han recogido nuestros alumnos ha sido el Premio especial del jurado (para el alumnado de secundaria) y el Premio de Español para extranjeros del Concurso de Murales. Estos premios son el resultado de una sinergia (del griego συνεργία –synergía– 'cooperación') entre los profesores y entre los alumnos. Quien escribe estas líneas impulsó y realizó la inscripción del centro en los concursos. José Contreras puso sobre la mesa una idea original y rompedora para un mural, además de todo su saber hacer y creatividad en el terreno plástico y visual. Rosa Calatayud motivó a los alumnos y amplió el plan inicial al alumnado de Español para extranjeros, resultando al final premiado el mural de esa categoría. Cristina del Álamo aportó rigor científico y pasión por la toma de conciencia en torno al cambio climático y la necesaria responsabilidad personal y empresarial. Los alumnos respondieron con entusiasmo e implicación, y dedicaron tiempo a la creación del trabajo. En secundaria, además de los alumnos inscritos oficialmente en el concurso, muchos otros colaboraron en la tarea y son igualmente responsables del éxito logrado.

Pero en los concursos, no siempre se gana (de hecho, perder es mucho más probable estadísticamente). Participar en estos concursos didácticos forma parte del proceso de aprendizaje, en un sentido amplio, y eso es lo más valioso. Por ello hay que felicitar también y agradecer su implicación y esfuerzo a los alumnos que representaron a nuestro CEPA en los otros concursos: David Rodríguez Alarcón (concurso de Lectura en voz alta), Alberto Aguado Muñoz (concurso de Ortografía) y Juana Taboada Siguero (ganadora de nuestro certamen de Literatura, que compitió en la fase interCEPA). Otros alumnos participaron igualmente con sus textos en el concurso literario (los podéis leer en este mismo número de la revista). Por iniciativa de José Contreras, iniciamos asimismo los premios de periodismo CEPA PABLO GUZMÁN.

Este curso, además, hemos dado un nuevo impulso a las tertulias literarias vespertinas: Marianela, de Benito Pérez Galdós (10/11/2020), El hereje, de Miguel Delibes (26/01/2021), Los pazos de Ulloa, de Emilia Pardo Bazán (09/03/2021), Thérèse Raquin, de Émile Zola (11/05/2021) e Intemperie, de Jesús Carrasco (15/06/2021). Recordemos que el año pasado se celebraron los centenarios de la muerte de Galdós y del nacimiento de Delibes. En 2021 conmemoramos el centenario de la muerte de Emilia Pardo Bazán. A lo largo de junio anunciaremos en la web del CEPA y mediante carteles cuál será la novela de la primera tertulia del curso 2021-22.

Esperemos que el próximo curso la pandemia remita y podamos ir recuperando toda la actividad presencial. Deseamos igualmente aprovechar nuevas propuestas y oportunidades que sirvan para enriquecer la vida escolar de nuestro centro (y de los centros de adultos en general) y que sigamos contando con un alumnado tan diverso e implicado. ¡Nos vemos en septiembre!

O. Sobral


martes, 1 de junio de 2021

Salida al parque del Buen Retiro



Celestino López
El lago lo mandó construir Felipe IV. La construcción fue llevada a cabo por Cristóbal de Aguilera a mediados del siglo XVII, durante el reinado de Felipe IV. En la actualidad pertenece al Ayuntamiento de Madrid.

¿Por qué se construyó el lago del Retiro?

El valido del rey Felipe IV, el Conde Duque de Olivares, lo hizo para agradar al rey. Era como un retiro de placer. Los terrenos eran de la corona. En su aspecto original, contaba en el centro con una isleta de forma ovalada que se utilizaba para pescar. Pero también para llevar a cabo representaciones teatrales.

Sus dimensiones son 280 metros de largo por 140 de ancho. En su interior caben 55.000 metros cúbicos. En su punto más profundo mide 1,81 metros; en el menos, 60 cm.

En este estanque se hacían originalmente simulacros de batallas navales y espectáculos acuáticos en los que muchas veces participaba el propio monarca. Antiguamente contaba en sus orillas con 6 norias que alimentaban de agua al estanque y al palacio que le construyeron con una estructura hidráulica. El agua procedía de varios arroyos.

Hasta el siglo XVIII, en el reinado de Carlos III se dejaba entrar al público, pero solo en una orilla. Fue Isabel II la que lo abrió al público.

Tiene una superficie de 3724 m2.

Al principio de 1982 se vació para repararlo, pero no fue hasta el año 2001 que se vació por completo. Al desaparecer toda el agua salieron a la luz, entre otros, los siguientes tesoros: 192 sillas, 40 barcas, 41 mesas, 20 papeleras, 9 bancos de madera, 3 contenedores, 19 vallas del ayuntamiento, 50 teléfonos móviles, una máquina expendedora de chicles, varios carros de la compra, numerosos monopatines y una caja fuerte, abierta y vacía.

La estatua de Alfonso XII fue diseñada por José Grases Riera en 1902 y terminada en 1922 por José López Sallaberry y Teodoro de Anasagasti.

Durante la época romántica se produjeron en el Retiro varios intentos de suicidio que resultaron complicados debido a la escasa profundidad del estanque (1,81m-0,60m).

El estanque se vació porque perdía 5.000 litros de agua al día.

Todas las embarcaciones renovadas se fabricaron en un astillero de la Comunidad de Madrid.

El mirador de Alfonso XII se abrió en 1987. No se ha vuelto a abrir.

Si Madrid hubiera logrado ser sede de los Juegos Olímpicos de 2020, estaba previsto vaciarlo, cubrirlo de arena y que en él se disputara la competición de vóley playa.

jueves, 27 de mayo de 2021

Historia de unas bragas

Sonia Chamorro
Con este relato corto ganó mi madre el concurso del programa de radio “La Gramola” de la Ser, de Juan José Millás, entre otros. Pero es que luego ganó en otra convocatoria: al abrir el sobre secreto, Millás dijo “Hombre… ¡Rafaela!”, pues a ella, a mi madre, le pidió que leyese ella misma en las ondas su relato, cosa que nunca se hacía con nadie. Su simpatía e ingenuidad hicieron mella en él.

De pequeña, era tan buena estudiante que su profesora fue a pedirle a mi abuela que le permitiese pagar de su propio bolsillo sus estudios. Mi abuela se negó. De estudiar, sería el hijo varón primogénito quien lo hiciese. Había que traer dinero a casa.

Y así se hizo: con unos exiguos estudios de mecanografía, taquigrafía y poco más, entró a trabajar en un ministerio. “La Grace Kelly de la oficina” la llamaban. Diseñaba sus vestidos y, con la misma tela, se hacía forrar los diminutos botones y los zapatos a juego, de tacón de aguja bajo. A veces se recogía su espléndida melena en moño italiano y le daba un aspecto muy Hitchcock.

Tuvo una época bohemia, por la que yo le interrogaba. Me hablaba de su pandilla, de su amigo pintor Gabi (de los pocos copias oficiales del Museo del Prado), del estreno de “Historia de una escalera” de Buero Vallejo, pues era pasión lo que sentía por el teatro, de cómo asistía asiduamente a los ensayos del Real por no pagar la carísima entrada, de cómo estuvo a punto de irse a Londres de au pair…, y entonces conoció a mi padre. “Se me doblaban las rodillas cuando se me acercaba en el autobús”.

Al casarse, como era costumbre con Franco, mandaban a casa a las funcionarias. Pasaban bajo la tutela del marido y además no querían que le quitasen un puesto a un hombre.

Ya en democracia pleitearon y pudieron volver. Yo, la pequeña de sus cinco hijos, debía tener diez u once años cuando se reincorporó. Daba gusto verla ir a trabajar con sus trajes de chaqueta de tres piezas, con blusa de seda en verano y jersey de angora en invierno. Tan guapa, tan persona, tan profesional.

Los trabajos más delicados, de previsión de presupuestos, unos cuadros complejos, el jefe se los reservaba a mi madre, por su eficacia y gusto mecanográfico. Trabajaba con ella una chica, más joven y que había entrado por oposición. Esta, rabiaba mucho con esta distinción de trato con la que el jefe le reconocía a mi madre el trabajo bien hecho, pues ella se consideraba más válida por edad, formación y aparente rapidez. Esta psicópata enamorada de Sánchez Dragó (sí, ese escritor estomagante, el del sexo tántrico), se encargó de hacerle la vida imposible. Más de una vez volvió la pobre llorando, empañando el mobbing la alegría de su vuelta.

Fue guapa, inteligente, sensible y culta, a pesar de no haber tenido una educación formal amplia, algo que le causó un complejo que arrastró toda su vida. Su entusiasmo por todo, a veces casi infantil, contrastaba con una depresión plomiza, que se hizo crónica.

Nos educó, a los cinco, en el amor por la música, la pintura, la emoción de lo bien escrito, en ser sensibles a lo bello, en todas sus formas.

Valga la publicación de su relato como homenaje a una mujer que lo dio todo. Puede que demasiado. Siempre la última en acostarse y la primera en estar levantada. Gracias mamá. Descansa, que te lo has merecido.



Relato premiado por Juan José Millás en el programa “La ventana” el viernes 2 de abril de 2001
1 de marzo de 2001

Según me voy haciendo mayor, muy mayor, recuerdo más a menudo hechos ocurridos en mi infancia, que transcurrió, hasta casi los seis años, en un pueblo.

Vivíamos en una casa con un portal muy grande, que tenía una puerta a la izquierda, que era la portería. Alguien debió morirse allí. Tenían la puerta abierta y, en el centro de la habitación, se veía un ataúd en el suelo. Alrededor, la gente, vestida de negro, sentada en sillas, rezaba el rosario. Mi madre me había mandado a casa de una tía mía que vivía a la vuelta de la esquina a pedirle unas cebollas que le hacían falta para el guiso que estuviera haciendo. Cuando volvía y entraba en el portal con las cebollas en la mano, salió una señora, me cogió de la mano y tiró de mí. Me fue pasando por delante de los que rezaban, diciéndoles no sé qué. Yo estaba aterrorizada, mirando al muerto.

Cuando me dejó en la escalera y subía a mi casa, recuerdo que me iba haciendo pis, empapando hasta los zapatos, mientras apretaba con fuerza las cebollas.

Nunca supe por qué hizo aquello esa señora, pero aún menos por qué mi madre se reía tanto cuando se enteró de lo que había pasado.

Pero recuerdo que, más que el miedo de ver al muerto, sentía el pánico de que se me cayeran las bragas en cualquier momento. Se había roto la goma de la cintura y yo intentaba sujetarlas con más fuerza que a las cebollas.

viernes, 21 de mayo de 2021

Fuentes y agua


Celestino López
Recuerdo mi infancia en un barrio de la periferia de Madrid, Palomeras, en el barrio de Vallecas, donde no había asfalto y cuando llovía estaba todo el barrio lleno de barro.

No había agua, teníamos que esperar a que viniera el aguador con un depósito en un carro y un borrico. Muchas veces teníamos que bajar hasta Portazgo, a las obras, para llenar un botijo.

Nos pusieron una fuente pública para todo el barrio, teníamos que hacer cola para llenar los barreños y cántaros, pero para llenar los botijos teníamos preferencia. Las colas llegaban muy lejos, había veces que teníamos que esperar toda la noche. La poca agua que se desperdiciaba se iba acumulando en una charca de greda donde nos íbamos a bañar.

Desde muy pequeño me han fascinado las fuentes. Me acuerdo de ir al Retiro. ¡Fuente que veía, agua que bebía! Trabajando en Tribunal me iba andando hasta Vallecas. Veía una fuente y me paraba a beber y sentir su frescor.

En mi pueblo había una fuente, la fuente de la Cruz, donde íbamos a por el agua; la quitaron. En la mayoría de los pueblos que he visitado, siempre voy a verlas. En bastantes pueblos las han quitado y me da una pena que pienso que es como si te quitaran un poco de vida.

He ido bastantes veces a pescar, y ¡con qué gusto sientes el agua en los pies! En la playa me gusta caminar sobre la arena y que el agua te acaricie. Hubo un tiempo en que quitaron muchas fuentes y me dio mucha pena. En las noticias dijeron que iban a restablecer el agua en las fuentes, y me dio mucha alegría.

Si tenéis tiempo y ganas, visitad la Granja de San Ildefonso, en Segovia. Ver sus fuentes os impresionará.

lunes, 10 de mayo de 2021

Breve descripción de un centro educativo en el que he podido estudiar

En el año 2018, el primer centro donde pude estudiar en Madrid fue el CEPA PABLO GUZMÁN. Estudié allí los dos niveles de la Educación Secundaria para personas adultas, con una enseñanza de calidad digna de mención. En ese centro he podido desarrollar mi nivel de la lengua, pero también el trabajo en equipo a través de las exposiciones y salidas pedagógicas que hicimos. La salida que más me gustó fue al teatro, cuando vimos la adaptación de Fortunata y Jacinta, de Benito Pérez Galdós. Las asignaturas que se me daban bien eran Matemáticas, Sociales, Lengua e Inglés, con unos profesores encantadores. Recuerdo que un día hicimos una simulación de una alerta de fuego para comprobar si éramos capaces de salir a tiempo, por si eso nos tocase, aunque no es algo que deseamos. Al fin y al cabo superamos la prueba. Por lo tanto, si tengo que darles una nota en una escala de uno a diez, les atribuiré diez, porque en ese centro he pasado buenos momentos, no solo en el sentido de la emoción, sino también en el sentido de los valores culturales transmitidos.

Jean William Molenthiel

jueves, 15 de abril de 2021

Movies


The Gold Rush

Humility and honesty triumph over everything else

Luis Pinzolas
The Gold Rush, starring Charles Chaplin, was one of the first silent films by the renowned comedy and drama actor which made a massive impression on me as a child. One of the scenes that enthused me at the time was when they are in an isolated cabin in the snow, sharing a boot cooked in water as their only food.

One of the characteristics of this remarkable actor, and which is amazing due to its simplicity, is his special knack for expressing the feelings that he wants to transmit to the public through expressions on his face, sometimes with a look capable of showing sadness or at other times expressing joy.

Likewise, the way he walks (it reminds me of a duck) with his cane makes the audience laugh loudly whenever he trips or slips.

Almost all the scenes in the film are a pure mockery of him and the other characters can make fun of him in any situation because of his clothing, as well as when he implies that he is in love with the female protagonist. In addition, she and her companions from the bar where they work as dance partners make even more fun of him. In the end he becomes rich but still maintains humble attitude, only seeking happiness on the ship which he takes to return to his country.

I urge anyone who reads this article about Charles Chaplin to see his films and to remember with nostalgia this great actor who starred in many great silent movies.



Seven Brides for Seven Brothers

«He is out plowing, he had his breakfast over half an hour ago. I got hot muffins waiting, crisp bacon, steak, fried potatoes, fresh ground coffee. No do I get that winter underwear or do I have to come in and take it off you?»

Moises Sánchez (Inglés 3)
La película “Siete novias para siete hermanos”, que he vuelto a ver después de muchos años, me sigue gustando en todos los aspectos y ahora he encontrado que el tema que trata de fondo está totalmente de actualidad; y es el tema del machismo, aunque en la película está disimulado al enfocarlo desde el punto de vista de unos hombres rudos que viven en los bosques y, para los cuales, la mujer está solo para cuidar de la casa, hacer la comida y estar a su disposición cuando les apetezca.

La película demuestra que cuando una mujer se planta un poco y les hace frente, como hace Milly, descubre que no son tan malos, sino que hacen lo que han visto siempre. Esta mujer, por un lado con mano dura y, por otro con sensibilidad, demuestra que no es tan fiero el león, sino que sólo hace falta saber tratar a las personas.

Ella demuestra en la cita que no duda en amenazarlos, que si no se quitan la ropa interior sucia, ella misma va a entrar a quitársela, y, de paso les ofrece desayunar como su hermano mayor, Adam.


Jane Eyre

“The shadows are as important as the lights”

Olivia Morales 
Based on Charlotte Brönte’s book “Jane Eyre”, my favourite version of this film is the one directed by Zefirelli, for its artistic quality and the magnificent performance of Charlotte Gainsbourg in the role of Jane and William Hurt as Mr. Rochester.

This film is set at the beginning of the XIX century in England, and narrates the life of a young English girl. Despite being an orphan, she is intelligent, rebellious and good-natured, having spent a tough childhood at the household of an aunt who hates her, and later educated in a harsh boarding school for poor girls. She becomes a teacher living there and ends up leaving as a governess when she is hired to educate a girl called “Adele” who is adopted by Mr. Rochester, the rich owner of an old, majestic mansion which hides a painful and terrible secret.

The phrase from the film which made the greatest impact on me was the one said by Jane to Adele, as she taught her to draw: “The shadows are as important as the lights”, explaining to her pupil a comparison of how we must understand and accept the behaviour and inner-world of people.



Los Santos Inocentes

—¡Milana bonita, Milana bonita! ¡No tire señorito! ¡Es la Milana!

Marie-France Nottet
I have chosen this film because I experienced a similar situation in the 70s, although a less dramatic one. At that time, I was working as an au pair for a family of Spanish dukes. They had a huge farm with several guards in Toledo for hunting. (Some of the employees lived in a precarious situation in a tiny hut similar to Paco and Regula’s.) The timeless theme of the film is “human dignity”. It is a rural drama that brings us closer to the lives of 2 families: the servants (Paco, Regula, their 3 children and the retarded brother-in-law) and the masters (Master Ivan and his family). The viewer is shown the awful relationship that exists between Iván and Paco, which shows an example of Hegel’s master and slave dialectic. The humiliation to which Iván submits Paco provokes our repulsion and when the play ends as a result of the murder of Master Iván by Azarías, the viewer cannot help but applaud this gesture and interpret it as an act of justice...

miércoles, 14 de abril de 2021

La Aljafería


Mercedes Gozálvez
Al morir Almanzor en el año 1002 la monarquía cordobesa empezó a decaer, y tras ser depuesto el último califa, cada región se convirtió en un reino independiente llamado taifa. En la más importante, llamada Saraqusta (actual Zaragoza), sus soberanos eran de la dinastía de los Banu Hud (hudíes). Los hudíes constituyeron una dinastía árabe yemení que gobernó el reino taifa de Zaragoza, Lérida y otros lugares desde 1039 a 1131. Procedían de Yemen, y Abú Yaáfar Al-Muqtádir, segundo miembro de esta dinastía, mandó construir en la segunda mitad del siglo XI un palacio de recreo llamado La Aljafería.

Este palacio mantiene la tipología de los palacios omeyas de los desiertos de Siria y Jordania.


Es un recinto de planta rectangular envuelto por una poderosa muralla flanqueada por 16 torres cilíndricas, a excepción de una rectangular llamada del Trovador. Esta torre es anterior a la construcción del palacio, es del siglo IX y era una torre vigía y bastión defensivo. El bastión o baluarte es una construcción que sobresale en el ángulo de unión entre dos partes de la muralla, generalmente en las esquinas. En la Aljafería se encuentra en el centro de un muro y fue integrado por los constructores hudíes en la muralla. Todo el conjunto tiene un exterior sobrio de carácter defensivo rodeado por un foso. Entre dos torres de piedra se encuentra la única puerta de entrada construida con ladrillos y con tres niveles. El primero con arco de herradura, el segundo con arcos entrecruzados y el tercero de estilo renacentista.

Dentro del recinto se halla el palacio, una pequeña mezquita u oratorio para uso del monarca y sus cortesanos, y el patio de Santa Isabel.

El patio de Santa Isabel es una gran patio interior abierto rodeado de arcos lobulados, que forman un espléndido pórtico. Los arcos lobulados están formados por pequeños arcos de herradura que se juntan para formar un gran arco. Estos arcos del pórtico de la Aljafería tienen una decoración sumamente compleja de motivos florales, geométricos y columnas pareadas. Es un espacio abierto y ajardinado en torno al cual se reunía todo el antiguo palacio taifal, construido a cielo abierto y con dos albercas en sus extremos. Se le conoce con ese nombre cristiano debido a que allí nació la Infanta Isabel de Aragón y Sicilia, hija de Pedro III el Grande, que más tarde se convirtió en Santa Isabel de Portugal. El suelo era de mármol blanco con un zócalo de alabastro de dos metros y medio de altura.


Desde este patio se accede a las salas de recepción, que son el salón del trono o salón dorado, y a la mezquita. Este salón tiene conjuntos de arcos lobulados. Es de forma rectangular, bastante alargado, y se encuentra entre dos cámaras casi cuadradas a las cuales se accede desde el salón y no desde el pórtico. Estas estancias eran las alcobas privadas de los reyes. El artesonado del techo se compone de alfarjes de madera. El alfarje es un techo de madera horizontal entrelazada y labrada que en muchos casos se pintaba adicionalmente. Aquí las pinturas reproducen el firmamento, y todo este artesonado es una imagen del cielo, cuajado de símbolos del poder que sobre el universo celeste ejercía el monarca de Zaragoza, apareciendo así como heredero de los califas. Las paredes estaban tapizadas con yeserías de atauriques, ornamentaciones de tipo vegetal hecho con yeso o estuco. En las paredes también se encontraban motivos epigráficos con frases del Corán de una elevada complejidad, ejecutados con una caligrafía de letras árabes que aparecen entrelazadas, manifestando una riqueza y un gusto artístico de los gobernantes taifas, que aunque utilizaban materiales pobres los recubrían con una abundante y variada ornamentación. También las recubrían con mocárabes, que consistían en una decoración de yeso o madera formando prismas colgando uno al lado del otro y que nos recuerdan a estalactitas sueltas o en racimo.

Otro adorno era la sebka, consistente en figuras geométricas formando una red de rombos superpuestos y entrelazados. Generalmente se presenta en una franja horizontal, cubriendo el ancho de una portada o bajo un tejadillo. También utilizaban cerámica vidriada, proceso que consiste en aplicar a una pieza de barro un barniz a base de plomo que al fundirse en el horno toma una apariencia cristalina.

A la mezquita se accede a través de una portada que acaba en un arco de herradura apoyado en dos columnas con capiteles de hojas. En la parte superior dispone de un friso de arcos de medio punto entrecruzados. El interior es un espacio de planta cuadrada con esquinas achaflanadas que dan una apariencia de planta octogonal. En la pared orientada hacia la Meca se encuentra el mihrab, pequeño nicho u hornacina decorado mediante un arco de herradura frente al que se tienen que colocar todos los fieles para orar.

La Aljafería pasó a ser residencia de los reyes cristianos tras la conquista de la ciudad en 1118 por Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona . Después fue palacio de los Reyes Católicos, los cuales llevaron a cabo una gran reforma. Posteriormente, en 1485, fue cárcel de la Inquisición. En 1593 Felipe II lo convirtió en fortaleza militar. Sufrió grandes desperfectos durante la Guerra de la Independencia.

Ha sido restaurado en la segunda mitad del siglo XX y actualmente acoge el Parlamento autonómico de Aragón (Cortes de Aragón).

A pesar de sus profundas destrucciones y modificaciones a lo largo de su existencia, la Aljafería ha llegado hasta el presente como el ejemplar mejor conservado y más lujoso de los palacios islámicos.