Al principio solo había silencio, la oscuridad y la nada lo invadían todo.
Los dioses estaban tristes viendo que en la Tierra no había vida que solo existía un gran vacío. Pensaron, hablaron y decidieron remediarlo. Ellos fueron los responsables de crear todas las maravillas de la Tierra. No dejaron puntada sin hilo. Dieron vida a los árboles, a las flores, a las montañas, a los ríos y a los mares, a los animales y a las plantas. Crearon las nubes, las estrellas, la noche y el día, la brisa, la lluvia y el viento y por ultimo crearon a la especie humana.
A cada elemento nuevo que creaban le dotaban de un trabajo y una responsabilidad, es decir, le encomendaban una función para que el ciclo de la vida no se agotara. El trabajo fue titánico. Pasado un tiempo y con tanto trajín, se dieron cuenta de que se habían olvidado de crear a un ser encargado de llevar de un lugar a otro los pensamientos y los deseos de las personas, se habían olvidado de crear al encargado de transmitir las emociones y los sentimientos para que pudieran ser compartidos.
Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una piedra de jade y con ella tallaron una pequeña flecha. Cuando estuvo lista, soplaron suavemente sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Dejo de ser una simple flecha para cobrar vida, en ese preciso instante los dioses habían creado al
“X ts’unu’um”, es decir al colibrí.
Cuenta una antigua leyenda maya que si te encuentras con esta bellísima ave es porque alguien seguramente te envía buenos deseos y amor, o puede ocurrir también que cuando un colibrí aparece ante ti venga a contarte que las almas de los que más amaste están bien
El colibrí, la más pequeña de las aves del mundo, formo parte de la vida de los mayas, la cultura precolombina más avanzada de América, una civilización que vivió en paz y armonía con la naturaleza y donde el colibrí tenía un significado muy especial. El colibrí era el protector de los guerreros y el mensajero entre los humanos y los dioses. El colibrí era signo de buen augurio, de protección y símbolo de libertad.
Como siempre que el hombre aparece en la historia surgió un terrible problema. Al hombre le llamaba muchísimo la atención este bello pajarito, el color intenso y el brillo de sus plumas, acariciadas por los rayos de sol, eran de tal belleza que el hombre, en su ansia de poseer y dominar, deseaba atraparlos para adornarse con sus lindas plumas como símbolo de poder.
Afortunadamente, los dioses no lo consintieron, los colibríes eran criaturas sagradas. Los dioses muy enfadados hicieron saber a todos que aquel que robara un colibrí de los cielos sería duramente castigado, incluso con una condena a muerte, y dejaría de contar con el favor de los dioses. Y es que la libertad de los colibríes significa la libertad de pensamiento, los deseos deben volar y ser libres, nadie debe enjaularlos ni encadenarlos.
Seguramente este sea el motivo por el cual nadie ha visto nunca a un colibrí encerrado en una jaula, ni tampoco en la mano de un hombre. Así es como este misterioso y delicado pajarito ha podido llevar a cabo su misión y el encargo de los dioses, llevando de aquí para allá los pensamientos, la alegría y los buenos deseos de los hombres.
Esta leyenda se ha transmitido de generación en generación a lo largo de los tiempos. Mito o leyenda, si alguna vez tienes la fortuna de ver que te sobrevuela un colibrí no trates de alcanzarle ni tocarle. Por el contrario, entrégale tus mejores pensamientos y deseos que él, sin duda, será el mejor de los mensajeros. De igual forma, presta atención a sus susurros porque si esta ave te encuentra es porque alguien te ha enviado sus mejores deseos y amor.
Sobre todo piensa que por algo pasó el colibrí por tu camino, imagina que algo realmente extraordinario y mágico podría ocurrir.
Hace ya algunos años tuve la fortuna de tropezarme con un colibrí. Suspendido en el aire libaba de una impresionante flor de platanera. Tuve la gran suerte de contemplarlo desde muy cerca, tan solo a unos pocos pasos por delante de mí. Durante unos hermosos segundos permanecí inmóvil, sin apenas atreverme a respirar, mientras una sensación de paz y alegría me invadían por completo. Las emociones que sentí al ver aquel inesperado colibrí son inenarrables. Os aseguro que me quede asombrada y maravillada por su increíble belleza.
En aquellos días yo no conocía esta antigua leyenda maya, no entendí lo que me susurraba aquel colibrí. Después de enterarme de lo que os acabo de narrar por fin he comprendido su mensaje.
Felizmente para mí aquella imagen sigue grabada en mí memoria.
P. Sardinero
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