Lo haces casi por instinto, o quizá por educación, sin obligación alguna y sin que nadie te lo mande. Al final te sientes pleno y lleno de satisfacción y cuando te dan las gracias se te dibuja una sonrisa en la cara que te llega de oreja a oreja.
Hoy estás muy feliz, pero no porque hayas hecho feliz a otra persona, sino porque hoy te has sentido verdaderamente útil.
Total no nos cuesta nada ser un poco amables con personas que nos necesitan ¿verdad?
Y mientras os cuento todo esto estoy pensando en todas aquellas personas anónimas, personas que desconocemos, personas en las que nunca pensamos, aquellas personas que dedican su vida a esto, a ayudar, a hacer la vida más amable y más llevadera, siempre con una sonrisa en los labios, cuando la vejez, una enfermedad o una discapacidad arriban a nuestras vidas.
Me siento muy afortunada porque yo conozco a una de esas personas, sí, a una de esas personas de verdad, auténticas y tan valiosas, personas de las que nunca hablamos, pero que existen, que están ahí, a una persona de esas que ayudan a otras personas, totalmente entregada, que trabaja con ellos día a día, para facilitarles y proporcionarles todo lo que ellos son incapaces de hacer por si mismos.
Pues bien, aquí, entre nosotros tenemos a una de esas personas, es un compañero más del Cepa. Os aseguro que es un ser sensible y cariñoso que irradía ternura, me siento tremendamente orgullosa de haberle conocido.
Desde esta modesta publicación, que hacemos muchos de nosotros, quiero dedicarle todo mi cariño y respeto y decirle gracias, mil gracias por ser como eres y por ser tan generoso.
Os confieso que yo no podría realizar esta tarea tan dura, me moriría de pena, no podría soportarlo ni física ni mentalmente, pero él en cambio se siente inmensamente feliz realizando su labor y sobre todo cuando, simplemente, alguno de ellos le dedica una sonrisa que lo expresa todo.
Tú y otros como tú sois los que verdaderamente poneis una sonrisa a la vida.
Paloma S.
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